CINISMO EXPRESIVO
Acerca de las mujeres que pintan muros
«Es necesario e importante tener amigas que pinten, tener un espacio para sentirte segura, libre e inspirada, sin miedos de la mirada masculina», explica en entrevista con Karelle Buendía, la muralista tapatía Ale Poiré, creadora de la Sociedad de Pintoras, la colectiva de artistas mujeres que se organizan para crear arte juntas en Guadalajara.
Por Karelle Buendía

Ale Poiré es la muralista tapatía que creó la Sociedad de Pintoras, colectiva de artistas mujeres que se organizan para crear arte juntas, con el objetivo de crear espacios seguros en la calle y en el arte que envuelve en la ciudad.
Como suele hacer una en esta época del internet de las cosas, busqué a la artista por sus redes sociales sin conocerla, mandé un mensaje e hice una breve descripción sobre mi investigación de arte mural en Guadalajara hecho por mujeres. Coincidió en que uno de sus murales de los últimos meses fue pintado en el hostal donde yo también trabajaba el verano pasado.
Después de varias semanas en las que nos interrumpía una exposición colectiva en Chiapas, otra de neomuralismo en Nayarit, la pinta de dos murales en Colombia y uno último en el Parque Rojo de Guadalajara, pudimos coincidir para una llamada.
En aquel mensaje yo sabía poco de la artista. A lo largo del mes, después de entrevistar a otras mujeres muralistas, su nombre fue resonando más y más con la investigación. Cada una de las entrevistadas hacían referencia a su trabajo, técnica y liderazgo en la colectiva Sociedad de Pintoras. Para cuando tuve la oportunidad de ponerle voz a su imagen, ya sabía la admiración que viajaba a través de sus compañeras y amigas.
Resulta que ambas estudiamos en la misma universidad (el ITESO de Guadalajara) y en ambas ha crecido cierto rechazo al arte enseñado de forma académica. A ella, diseñadora gráfica, el arte le fue inculcado como un producto con una finalidad económica que debía gustar a las masas con el objetivo único de vender. Comenzó su interés por el arte urbano con la identidad gráfica de un proyecto social, siguió este interés pintando a gran escala en la casa de cultura de Amacueca el mural titulado “Doña Cuca”. “Yo no tenía conocimiento de pintura, unos amigos me invitaron. Yo no sabía pintar, pero sabía dibujar”, me explica.
El mural se pintó hace nueve años, después fue invitada a pintar una vez al año a diversos espacios privados: hoteles, hostales y festivales. Me platicó de la dificultad que ella encontraba en la calle, la de no tener contactos, por lo que optó por movilizarse y crear ella misma un grupo de WhatsApp al que invitó a sus amigas y conocidas artistas. Así nació la Sociedad de Pintoras, de la pura necesidad de sentirse segura y acompañada.
Cuando le pregunto: “¿Por qué los muros? ¿Por qué el formato grande?”, me contesta: “No me gusta el mercado del arte, cuando estudié diseño me desilusionó mucho. El arte callejero me parece mucho más democrático. Le encuentro más sentido -y continúa- pintar un muro es un ejercicio de cuerpo completo”.
Más adelante le pido que me explique las diferencias que en su experiencia ha encontrado entre el arte mural hecho por hombres y el pintado por mujeres, me responde con un ejemplo, con las diferencias entre el grafiti y el mural, subraya que “el grafiti va con las leyes de la calle, una se gana el respeto de las personas que la habitan”.
Aunque resulta un principio esperanzador, se termina reduciendo a la decisión de los que pintan la calle, en su mayoría hombres, que ponen más su atención en la técnica y los nombres de los autores (tags) que en la profundidad del mensaje y el sentir colectivo. “Es la cárcel del patriarcado de competir infinitamente a ver quién es el mejor y quién gana, donde la estética es más importante que la realidad que compartimos. Nosotras pintamos con colores cálidos que gritan cosas”, resume.
Cuando le pregunto: “¿Por qué los muros? ¿Por qué el formato grande?”, me contesta: “No me gusta el mercado del arte, cuando estudié diseño me desilusionó mucho. El arte callejero me parece mucho más democrático. Le encuentro más sentido -y continúa- pintar un muro es un ejercicio de cuerpo completo”.
Karelle Buendía

En su experiencia pintando en la calle se ve atravesado su cuerpo en dos dimensiones; por un lado, la implicación de la actividad física que requiere un muro de gran escala; y por el otro, su cuerpo como objeto ante las miradas machistas de los transeúntes. Mientras pinta murales es también víctima del acoso callejero que no reciben sus compañeros hombres. “Tenemos que pensar en cómo nos vamos a vestir para protegernos del sol y para no llamar la atención”, advierte.
“Otra cosa que no se piensa -señala- es que las morras necesitamos ir al baño, necesitamos un espacio tal cual, mientras los hombres no”. Una mujer orinando en la calle es mal visto. Me pregunto: ¿cómo reaccionaría la gente si una muralista está menstruando y necesita cambiarse la toalla o el tampón en medio de la calle?
“También me han preguntado mucho si estoy casada, me dicen que si lo estuviera no me dejarían hacer lo que hago”, comenta. Su estado civil y su preferencia sexual -la pregunta asume su heterosexualidad- definen si es capaz o tiene el derecho de hacer su trabajo y expresar su arte.
Lo que me comparte me aturde y me hace reír como negándolo. Me sorprende que ésta sea una pregunta frecuente y me cuestiono lo constante de ésta con sus compañeros. Le hago una última pregunta: “¿Por qué es importante tener una Sociedad de Pintoras hoy en Guadalajara?” En un primer momento me responde un tanto reflexiva: “Qué pregunta tan bonita…”, pero después, con su voz profunda y con mucha calma me dice lo siguiente: “Es necesario e importante tener amigas que pinten, tener un espacio para sentirte segura, libre e inspirada, sin miedos de la mirada masculina. Este espacio me ha permitido sentir el pintar mucho más ligero, casual y divertido”.
Luego Poiré continúa hablando del efecto del mural del Parque Rojo, “El levantamiento de las mariposas”, un mural que fue pintado por segunda vez como propuesta de la colectiva ante la indignación de un mural pintando por hombres. El mural mostraba una mujer que parecía muerta con las manos atadas y rodeada de cráneos que decía “NI UNA MÁS”, haciendo referencia a la crisis de feminicidios del país.
Es así que me responde: “Los murales tienen un eco muy grande, más del que imaginamos, como tú, por ejemplo, que me estás haciendo esta entrevista, así como resulta un acompañamiento invisible a más mujeres de las que pensamos. Es importante resignificar el poder y la narrativa de las mujeres, la capacidad de poner algo gráfico que se quede en el imaginario de las personas que lo miran”.
Con esto último me parece que Ale hace hincapié en tomar el espacio que nos toca a nosotras también, reflejarnos en las paredes de la ciudad que habitamos y, sin querer caer en lugares comunes ni cursilerías, hacer nuestra a Guadalajara, una ciudad con muros que las niñas puedan ver y sentirse reflejadas, emocionadas e inspiradas.
De mi voz a su oído agradecí su trabajo, su arte, y ahora, desde mis palabras agradezco las suyas, que guiaron uno de los sucesos en mi investigación, que crearon un colectivo de mujeres artistas y una pieza mural que se siente viva en la ciudad. Les invito a ver su trabajo para sentir tanto como yo.
C

Karelle Buendía estudia la licenciatura en Psicología en el ITES. Este artículo es parte de la investigación “Memoria viva: Arte mural feminista en el Área Metropolitana de Guadalajara” en el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Mirar a la ciudad con otros ojos”, Otoño de 2023.







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