CINISMO ARCHIREPETIDO
Hágase la imaginación en los bueyes de mi compadre
En Los Inseparables se exalta la imaginación y que se diga que es lo máximo, pero que la película no se practique lo que ella misma dice, pues no hace más que seguir la fórmula archirepetida del manual del guionista comercial, que para ahorrarse lo más posible un esfuerzo imaginativo recurre al pastiche de copia y pega.
Por Fernando Ruiz Ramírez

Resulta contradictorio que en la película Los Inseparables (Francia, 2023) de Jeremy Degruson, se exalte la imaginación y que se diga que la imaginación es lo máximo, pero que la película no se practique lo que ella misma dice. La historia no hace más que seguir la fórmula archirepetida del manual del guionista comercial, que para ahorrarse lo más posible un esfuerzo imaginativo recurre al pastiche de copia y pega.
Así que la película se parece a uno de sus personajes principales, al perrito de peluche DJ Doggy Dog. Ni siquiera se molestaron en ponerle un nombre original, lo bautizaron como el que Snoop Dog solía usar, Snoop Doggy Dog. A este personaje se le aprieta un botón y rapea, pero sólo se sabe un rap. El otro protagónico, Don Quijote de la Mancha, le dice que use la imaginación e invente otros raps, pero al principio el perrito de juguete se rehúsa, aunque acaba haciendo sus propias rimas.
Los guionistas de esta película, repito, no se salen del libreto y la historia es sólo una variación más del tema que parece obligatorio del wey que nadie cree en él, al que le dicen que no puede y él debe callarlos. Es la historia obligatoria en el escenario obligatorio: Nueva York y Don Quijote, porque qué flojera andar inventando personajes nuevos,
Don Quijote es una marioneta de un teatro guiñol, al que siempre le toca hacer de bufoncito de la historia y él quiere ser el héroe y la dama que siempre sale de dama en apuros, es la única que cree en él y le dice que triunfará porque aunque él es «el raro», otro lugar común que ya parece obligatorio, tiene algo que nadie más ahí tiene: imaginación.
Don Quijote es una marioneta de un teatro guiñol, al que siempre le toca hacer de bufoncito de la historia y él quiere ser el héroe y la dama que siempre sale de dama en apuros, es la única que cree en él y le dice que triunfará porque aunque él es «el raro», otro lugar común que ya parece obligatorio, tiene algo que nadie más ahí tiene: imaginación.
Fernando Ramírez Ruiz

Pero éste más que imaginación lo que tiene son peligrosas alucinaciones, de las cuales se acaba curando. Así que el mensaje más bien parece ser que: “cuidadito y anden imaginando demasiado, eh”. Mejor cuadrarse y usar fórmulas ya conocidas, como por ejemplo acabar la película con un número musical tipo Broadway, que todo mundo sabe que funcionan, y con la canción de los Pixies «Where is my Mind», que funcionó tan bien en El Club de la Pelea.
Los Inseparables, además, se anuncia como «De los escritores de Toy Story», cuando en realidad hay como siete escritores en los créditos de Toy Story y dos de los tres escritores de esta película participaron en ella aunque no escribieron la historia original. Por lo visto estos guionistas seguirán viviendo de la fama de del vaquero Woody por siempre, pues historias como la de Los Inseparables pueden entretener pero nunca serán recordadas como aquella.
C
*Versión cínica retomada del blog Smile on a dog.

Fernando Ramírez Ruiz estudió en la prepa de La Salle, de la Ciudad de México, al lado del hijo del presidente Miguel de la Madrid y en la secu Nuevo Continente se enamoró de Lucerito, tiempo después cruzó miradas y le dijo quiúbole a Yordi Rosado en la Universidad Intercontinental, de la que desertó de la carrera en Ciencias de la Comunicación. Ha conocido a Diego Luna, fue Stand in de Sasha Sokol y el Chivo Lubezki en una película. Está escribiendo el libro de memorias: «Quiúbole con mis encuentros con los famosos».







Deja un comentario