DANDYS Y CÍNICOS

Me llevé ese libro-pez en el que Lynch advierte que las ideas son como peces y que si quieres pescar pecesitos, pues debes permanecer en aguas poco profundas, pero que si quieres pescar un gran pez dorado, tienes que adentrarte en aguas profundas.

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

Tenía tres días de que el mes de abril había nacido, yo buscaba La historia de la belleza de Umberto Eco, en una librería, pero no lo encontré. En cambio, frente a mis ojos, estaba uno de David Lynch con el nombre de: Atrapa el pez dorado. Meditación, conciencia y creatividad. Atrapé entonces a ese pez literario y me lo llevé a casa.

Recordé que cuando murió Lynch, a mediados de enero de este 2025, en la conversación que tuve en el Cinismo en vivo con mi estimado Sergio Hidalgo, amigo y periodista él, tremendo experto de la cultura pop, me dijo que la cinematografía de David Lynch lo marcó desde niño. «La película que más miedo me ha dado en la vida fue El Hombre Elefante, siendo un niño -relató Sergio- la encontré en las matinés del Canal 11 y me marcó. Todavía recuerdo cómo se aceleró mi corazón en la escena en que John Merrik se deja ver sin su capucha por primera vez y la mezcla de horror y piedad que sentí cuando suelta «no soy un monstruo, soy un hombre»».

A partir de ahí, ese artista de peinado estrafalario, el mismo que ahora trae Sergio en homenaje a su dios del arte fílmico -además de Woody Allen-, estuvo presente en varios momentos de su vida. El primer «churro» que se fumó fue para intentar entender la película Salvaje de corazón de Lynch pero fracasó. Ya de adulto Sergio me comentó que ese libro, el que menciono ahora y que atrapé en una librería, era uno que sostenía su melacólicos días de juventud. Fue tan importante que ahora forma parte de su semblanza en sus artículos periodísticos, que de pronto publico en esta cínica revista que edito, la cual dice: “Sergio Hidalgo fue asiduo caminante del ágora, hasta que la vida le enseñó que lo verdaderamente importante es dormir. Cree, sin pedantería, que uno se puede reír de todo y de todos”. Esas palabras de Sergio son resonancia de la lectura de un breve texto del cineasta estadounidense que se encuentra en aquel libro dorado, el cual descubro que en marzo de este 2025 salió su primera edición en México, que le antecede una edición española de 2022, misma que viene de la original en inglés de 2006.

Tenía tres días de que el mes de abril había nacido, yo buscaba La historia de la belleza de Umberto Eco en una librería, pero no lo encontré. En cambio, frente a mis ojos, estaba uno de David Lynch con el nombre de: Atrapa el pez dorado. Meditación, conciencia y creatividad. Atrapé entonces a ese pez literario y me lo llevé a casa.

José Antonio Monterrosas Figueiras

En el programa donde Sergio y yo platicamos sobre el artista de cabellera cana y cine surreal, sacó su ejemplar del meditativo libro y leyó eso que escribió Lynch sobre el acto de tumbrase a roncar:

«Dormir es muy importante. Necesitas descansar tu fisiología para ser capaz de trabajar y meditar bien. Cuando no duermo suficiente, medito peor. Hasta cabe la posibilidad de dormirse al inicio de la meditación, porque te estás calmando. Pero si estás descansado, tendrás una experiencia más clara y más profunda. Quizá hasta en una meditación adormilada trasciendas un poco. Pero es mucho mejor iniciarla con el sistema claro y limpio. Así, cuando te zambulles, todo resulta muy poderoso y profundo. Cuando meditas, la mente se sitúa en ese nivel más profundo y la psicología justo detrás. Y ahora, gracias a numerosas investigaciones, se sabe que, en ese estado más profundo de la meditación, se descansa tres veces más que en el más profundo de los sueños. Con todo, dormir es importante como preparación para alcanzar dicho nivel».

Al día siguente de que agarré ese libro, en el que Lynch advierte que las ideas son como peces y que si quieres pescar pecesitos, pues debes permanecer en aguas poco profundas, pero que si quieres pescar un gran pez dorado, tienes que adentrarte en aguas profundas, fue que descubrí algunas cosas que me deslumbraron. Y es que le presumí a Sergio, vía WhatsApp, mi nuevo gran pez literario, pero la sorpresa; primero, fue que en ese mismo momento que se le comentaba a mi buen amigo lynchiano de que el epílogo de ese libro, que no está en la edición española previa, es una entrevista que Lynch le realizó a Paul McCartney y Ringo Star, por separado, y son conversaciones que aparecen ahí por el tema de la meditación y sus encuentros con Maharishi Mahesh Yogui -quien fuera un gurú religioso indio fundador de la meditación trascendental, a quien Lynch le dedicó este libro, que escribió luego de meditar durante 33 años, actividad que impactó en su creación cinematográfica-, que los ex Beatles conocen porque ambos meditan y fue precisamente su encuentro con Lynch por un concierto benéfico en la Radio City Music Hall en favor de la Fundación David Lynch para la Educación basada en la Conciencia y en la Paz Mundial; lo segundo, que es todavía más sorprendente para mí porque no tendría que ser así para nadie más, es que descubro que sucedieron esas charlas el 4 de abril pero de 2009, es decir, fue hace exactamante 16 años que se llevaron acabo estas reuniones de esos genios creativos y que la meditación ha sido fundamental para su obras musicales y cinematográficas. Las entrevistas paradójicamente no son buenas, pero Sergio, como buen observador, que sabe bien escuchar y quien además suele meditar los miércoles, me dijo que todo esto era una señal de que yo tenía que meditar.

Está terminando abril y aunque mi intención ha sido meditar, como recomienda Sergio y su deslumbrante líder David Lynch en este libro, no lo he logrado, pero en este pez dorado que me acompaña desde inicios de mes de abril, ahora que en México celebramos el Día del Niño, como cada 30 de abirl, dejo aquí ese texto que se llama «Comenzar», escrito por ese gran artista que nos dejó hace casi cuatro meses y que es sobre cómo fue que descubrió de muy joven que quería tener una vida de artista. Dijo David Lynch:

«Comencé como una persona normal, me crie en el noroeste. Mi padre era un investigador del Departamento de Agricultura que estudiaba los árboles. Así que yo pasaba mucho tiempo en el bosque. Y el bosque para un niño es mágico. Vivía en lo que suele considerarse un pueblo pequeño. Mi mundo se reducía al equivalente de una manzana urbana, tal vez dos. Todo ocurría en ese espacio. Todos los sueños, todos los amigos existían dentro de ese pequeño mundo. Pero a mí me parecía enorme y mágico. Tenía mucho tiempo para soñar y estar con los amigos. Me gustaba pintar y me gustaba dibujar. Y a menudo pensaba, equivocado, que cuando te haces adulto dejas de pintar y dibujar y te dedicas a cosas más serias. En noveno curso mi familia se mudó a Alexandria, en Virginia. Una noche, en el jardín delantero de la casa de mi novia, conocí a un tipo llamado Toby Keeler. Mientras charlábamos, me contó que su padre era pintor. Pensé que tal vez se refiriese a pintor de brocha gorda, pero la conversación acabó revelándome que de hecho su padre era un excelente artista. Aquella conversación cambió mi vida. Hasta entonces la ciencia me había despertado cierto interés, pero de pronto supe que quería ser pintor. Y quería llevar una vida de artista».

José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.


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