CINISMO REBURTIANO / RETÓNICA REPLICANTE

Por Alberto Zúñiga Rodríguez

Pista número uno

El gran circo de Mickey.

 En 1928, Walt Disney y Ub Iwerks (creador del personaje de Mickey Mouse) estrenaron un cortometraje que marcó un antes y después en la historia del cine y de la animación. Se trataba -ni más, ni menos- que Steamboat Willie, titulado en español como Willie y el barco de vapor, producido en blanco y negro, con una duración de 7 minutos con 24 segundos.

En esta caricatura básicamente ocurría el debut oficial de Mickey y Minnie Mouse (Mimí en México). Su importancia radica en que se trataba de la primera producción animada de la historia con sonido sincronizado y una banda sonora totalmente postproducida para este fin, lo que le desmarcaba de otras producciones del género. De hecho, surgió 11 meses después de la aparición de El cantante de jazz (1927) de Alan Crosland, considerada la primera película comercial con sonido sincronizado.

Más allá de lo que técnicamente representaba esta producción y del tremendo éxito comercial que supuso el lanzamiento de estos 2 ratones animados, el fenómeno a posteriori que despertó entre sus admiradores fue bastante importante. Esos fervientes cinéfilos querían tener un elemento distintivo o un algo que les recordara a esa cinta animada (un recuerdito, como le solían decir mis abuelas popularmente al merchandising).

Alberto Zúñiga Rodríguez

Más allá de lo que técnicamente representaba esta producción y del tremendo éxito comercial que supuso el lanzamiento de estos 2 ratones animados, el fenómeno a posteriori que despertó entre sus admiradores fue bastante importante. Esos fervientes cinéfilos querían tener un elemento distintivo o un algo que les recordara a esa cinta animada (un recuerdito, como le solían decir mis abuelas popularmente al merchandising). Pronto a los hermanos, oriundos de Kansas City, Walt y Roy Disney, les comenzaron a llover ofertas de este tipo. La leyenda cuenta que la primera que recibieron fue por 300 dólares, para que la figura de Mickey se estampara en tabletas para escribir y se pudiera comercializar entre esa fanaticada de los carismáticos roedores. Licenciamiento, le llaman a este modelo de negocio.

A partir de ese momento y ya instalados en la década de los treinta del siglo pasado, comenzaron a circular una amplia variedad de artículos que iban desde sopas instantáneas y cereales, hasta brazaletes de la exclusiva marca Cartier. En efecto, los hermanos Disney abrieron una mina inagotable de oro. Ingresos, que dicho sea de paso, les permitían financiar su estudio Disney y lo que suponía producir sus onerosas películas.

Aquí el corto de Disney, Willie y el barco de vapor.

Hacia finales de la década de los 40 y con la dura crisis que supuso -en muchos sentidos- la II Guerra Mundial, a la compañía del ratón se le prendió el foco y sólo un año después de haber anunciado su construcción, el 17 de julio de 1955, inauguró su primer parque temático llamado Disneyland. La euforia y la novedad por ir a ese sitio ubicado en Anaheim, California, fue tal que… ¡más de 161,650 personas acudieron tan solo en la primera semana de su apertura!

Dos años después, a inicios del 57, eran ya más de 10 millones los visitantes y con ello, además de venderles merchandising (el postercito, la gorrita, el llaverito, el lapicito, la postalita, las orejitas y un gran, grannnnn etcétera en diminutivo)… ¡Disney salvó sus finanzas! Y también se inauguró una forma de turismo relacionado con el cine expresamente, o lo que algunos especialistas llaman, el turismo de atracciones. En efecto, el lugar más feliz del mundo (y millonario para sus dueños) había nacido. Hay una serie documental sobre esto en la plataforma de Disney+ llamada: Detrás de las Atracciones.

Pista número dos

George Lucas y Mickey Mouse y igual a… ¿Star Mouse?

El siguiente gran hito en la historia del merchandising cinematográfico, vino de la mano del joven californiano llamado George Lucas (1944), quien tuvo un éxito abrumador entre los cinéfilos fanáticos de la ciencia ficción, los viajes galácticos e interestelares, cuando estrenó el 25 de mayo de 1977, la primera película de su saga, universo narrativo y franquicia llamada: Guerra de las galaxias. Episodio IV. Una nueva esperanza. Se calcula, que los ingresos por esa primera trilogía (que la conforman: Episodio V. El imperio contraataca de 1980 y Episodio VI. El retorno del Jedi de 1983), únicamente relacionados con merchandising le generaron, humildemente al señor Lucas, más de 4 mil 500 millones de dólares.

Cuando yo nací, los muñequitos de Star Wars ya estaban ahí, desperdigados en mi casa y fui un digno heredero de ellos, junto a mi hermano menor Paco y todos aquellos vecinos del barrio de la Ventura Puente con quienes compartimos hazañas pueriles. Inobjetablemente, a esta película le debo una parte importante de mi cinefilia y también a mi carnal mayor, Dante, quien ya era fan de esa saga mucho antes de que yo asomara la cabeza por este mundo. Ese fue mi primer vínculo directo con el merchandising fílmico.

En 2012 Lucas vendió los derechos de su saga, ¿y saben a quién? En efecto, a la compañía del ratón: The Walt Disney Company o lo que es lo mismo, Disney Enterprises Inc. por otros 4,000 millones de dólares… Pausa: ¿qué pedo con Lucas… qué hace con tanto dinero… para qué quiere tanto?

Alberto Zúñiga Rodríguez

En 2012 Lucas vendió los derechos de su saga, ¿y saben a quién? En efecto, a la compañía del ratón: The Walt Disney Company o lo que es lo mismo, Disney Enterprises Inc. por otros 4,000 millones de dólares… Pausa: ¿qué pedo con Lucas… qué hace con tanto dinero… para qué quiere tanto? En fin, cuando tenía 9 años y corría el respectivo verano de 1989, se estrenó la película: Batman, protagonizada por el espectacular Michael Keaton en el papel del murciélago enmascarado y con antagónicos igualmente magistrales; Kim Basinger, como la periodista Vicki Vale y Jack Nicholson, como El Guasón (no, no fue cierto que acá en España le decían El bromas, era un meme, banda, muy bueno por cierto).

Esta película fue dirigida por Tim Burton (Burbank, California, 1958), la película del superhéroe oriundo de la oscura Ciudad Gótica fue todo un éxito comercial (400 millones de dólares cosechó en todo el orbe para la Warner) y muchos meses previos a su lanzamiento, recibíamos publicidad por todos sitios: televisión, radio y prensa. No había internet en esa época, pero el logotipo y el símbolo del murciélago justiciero lo veíamos por todos lados y en cualquier cantidad de objetos-medios: el baticilindro, la batigorra, el baticomercial refresquero de Pepsi y hasta un batidisco de Prince hubo, con un batisencillo que causó batirevuelo. Sí, ya teníamos MTV. Acá lo pueden disfrutar:

La baticanción de Prince.

¿Qué relación tiene Batman con el merchandising? Para este texto es fundamental. Fue la primera vez que esperaba con mucha felicidad y ansiedad la exposición de un objeto emanado directamente de una película. Por la radio y la televisión de mi rancho de las balas perdidas –fílmicas- Morelia, Michoacán, habían anunciado que llegaría a nosotros -léase con voz de radio- El batimóvil original de la película, en Plaza, Plazaaaaa Gi-gan-teeee (los de mi generación y mi madre le siguen diciendo a ese sitio: Gigante, cuyo nombre nuevo -porque ha tenido varios- no recuerdo ahora y da igual para este relato).

Para un escuincle provinciano de esa edad, eso era LA noticia, así que raudos y veloces, logramos que nuestros padres nos llevaran a verlo. A mi carnal menor Paco, a mi primo Chucho y a este obrero fílmico, quienes transcurrimos juntos prácticamente toda nuestra infancia nos asombró e impactó –aún lo recuerdo- tener de frente ese auto. EL coche de mi superhéroe favorito. Reluciente, lujoso, tecnológico, espectacular… Lo que no entendía y me sorprendía, por obvias razones de la edad, es cómo ese auto hacía para ser omnipotente y omnipresente, porque igualmente se exhibía en muchas otras plazas comerciales del país. Obvio, mi familia y yo contribuimos a amasar esos 400 millones de dólares para la Warner porque vimos la película en el cine, la volvimos a ver y sí, la volvimos a ver un par de veces más. Y también porque teníamos una cantidad ridícula de objetos relacionados con ese Batman del tal ese Burton. Con el paso de los años, descubrí que tenía un vínculo emocional profundo con la filmografía del realizador californiano cuyo apellido pronuncian -acá en tierras ibéricas- como Barton (ya compartiré en otro texto sobre este tema algunas anécdotas personales).

Pista número 3

“Mis días con Disney habían terminado», dijo Tim Burton luego de hacer la pelícual Dumbo con Disney.

No tenía ni idea que Burton había dirigido otra cinta que marcó la niñez de mi carnal Paco y la mía: Las aventuras de Pee-Wee Herman (1985) que, de verdad, perdí la cuenta de cuántas veces la vimos en HBO y de cuántas veces imitábamos su estúpida risa. Tampoco sabía -en ese tiempo- que había dirigido la mítica Beetlejuice (Bitelchús acá en tierras ibéricas) un año antes que Batman, en 1988. Y menos aún, que él también era el responsable de la dirección de Eduardo manos de tijeras (1990; para nosotros en Latinoamérica: El joven manos de tijera).

Lo que sí  supe y de ahí mi ingreso formal y devoción al universo burtoniano fue que él dirigió Batman Returns, justo cuando ingresé a la secundaria en 1992. A partir de ahí y ya sabiendo que me quería dedicar a esto del cine, ya no hubo punto de regreso y desde entonces, he visto toda su filmografía. Se la rifa el señor Barton, sin duda alguna. Big Fish (2003), por mucho, mi favorita y la que me recuerda a mi padre y la que usan mis sobrinos Dante y Mariana para referirse a mi carnal Dante. Este Gran Pez, es de las pocas películas que recuerdo que me hacen llorar y me aprietan chingón la garganta, que me conmueven (no importa cuándo la vuelva a ver).

Vicky Rago y Alberto Zúñiga en la exposición de Tim Burton en Barcelona.

En vísperas de mi cumpleaños 44 y al inicio del 2024, como en una réplica de ese año 1989, por todos sitios el algoritmo de internet me lanzaba publicidad con una exposición que habría de inaugurarse acá en ciudad condal, Barcelona; justo en el mes de mi cumpleaños: febrero. El motivo era la filmografía de Míster Barton en algo que denominaron: El laberinto de Tim Burton Tim Burton’s Labyrinth. De inmediato me vino a la mente y caí en cuenta que era la misma exposición que ya había estado en Madrid anteriormente y a la cual nunca pude asistir.

Le compartí la noticia a mi esposa, la Vickynga, con la misma euforia de aquel morrillo de 9 años y luego… sí, lo confieso: me olvidé del tema (a esta edad apremian otras responsabilidades y obligaciones antes que el ocio). Total que el día 24 de febrero llegó, ese día de la bandera mexa que celebro mi llegada al mundo y mi marida me sorprendió con dos regalos. Uno de ellos era el acceso a la exposición laberíntica de Burton en un sitio privilegiado, el Palacio de Victoria Eugenia, en el complejo de la Fira de Barcelona, ahí en la montaña de Montjuic, en las faldas del espectacular (y de estilo clasicista, inspirado en el Renacimiento) Museo Nacional de Arte de Cataluña. Así que nos lanzamos el 15 de marzo. Efectivamente, la exposición tenía una lista de espera de más de 20 mil personas y las compras de las entradas únicamente se podían (pueden) hacer por internet.

Tim Burton y su laberinto en Barcelona. Foto: www.elperiodico.com.

Tim Burton efectivamente aprendió de la pandilla Disney (con quienes ha trabajado en múltiples ocasiones) a postergar la vida de las películas. Él mismo supervisó esta expo, la inauguró y pronto su laberinto viajará a su país natal. Money, money, money…

Alberto Zúñiga Rodríguez

De la mano de la compañía española Letsgo, la exposición propone un recorrido inmersivo, apto para toda la familia, en un espacio de más de mil metros cuadrados que sirven como base para poder caminar por diferentes habitaciones que albergan lo más representativo del arte y la filmografía que han salido de la lúcida mente de Timothy Walter Burton (como dice su acta de nacimiento). Así pues, esta experiencia inmersiva te lleva a disfrutar por diferentes salas entre más de 200 bocetos del director, pequeñas animaciones de estos y réplicas de personajes emblemáticos (algunos de tamaño real): Eduardoel de las manos de tijeraEl sombrerero loco, de su Alicia en el país de las maravillas (2010); Emily y Víctor, de El cadáver de la novia (2010). Todo con sumo cuidado y un diseño de arte fascinante. Puertas que abren en una sola dirección (aunque haya gente que insista en abrirlas en sentido opuesto, pese a la advertencia inicial), te conectan con diferentes producciones ya icónicas de este universo fílmico y el estilo especialmente distintivo de la obra de este realizador. Se nota, se disfruta y se respira el universo Burton en cada una de estas pequeñas instalaciones. Algo que contados artistas pueden realmente legar al mundo.

Tim Burton, el de las manos de tijera, inaugurando su exposición. Foto: www.elperiodico.com

El recorrido toma unos 45 minutos, entras en el grupo del horario asignado y en efecto, los 15 minutos restantes están diseñados para la compra de: ¡el merchandising! Y como dice la chaviza, para que hagas fotos Instagrameables con el título de la exhibición(realmente toda la exposición te permite tomar buenas instantáneas; seguro está diseñado para ello). Después accede otra horda de personas dispuestas a disfrutar de cada uno de estos espacios que te llevan a convivir con ambientes tan carismáticos como Charly y la fábrica de chocolates (2005) o tan tiernos como el gran Frankenweekie (corto original de 1984 y adaptación en 2012). El laberinto de Tim Burton estará disponible hasta el 16 de junio, de miércoles a domingos. Y me despido con 4 cosas importantes y una recomendación de un libro.

La primera, Steamboat Willie y su patente del Mickey fue liberada en enero de este año (se les acabó el chiringuito, como dicen acá en Iberia). La segunda, no compramos nada. Ni un lapicito. La experiencia de estar inmerso ahí es suficiente, memorable y muy recomendable. Gracias siempre, marida. La tercera, las piezas (réplicas) se fabricaron en talleres de Madrid, Barcelona y Valencia. Gran trabajo técnico, 100 por ciento hecho en España. Admirable de verdad. La cuarta. Tim Burton efectivamente aprendió de la pandilla Disney (con quienes ha trabajado en múltiples ocasiones) a postergar la vida de las películas. Él mismo supervisó esta expo, la inauguró y pronto su laberinto viajará a su país natal. Money, money, money…

Bienvenidos a «El laberinto de Tim Burton» Foto: Alberto Zúñiga Rodríguez.

La recomendación del libro es para quienes sean verdaderos entusiastas, estudiosos y amantes del mundo del merchandising fílmico. Hace un par de años, la productora A24 lanzó la publicación denominada: For Promotional Use Only. Un recopilatorio gráfico muy serio sobre campañas de merchandising lanzadas por diferentes películas en el periodo de 1975 y hasta el año 2005; un interesante ensayo e investigación de Lindsay Zoladz.

Aquí el link y un… ¡hasta la próxima, amics!

Alberto Zúñiga Rodríguez es cineasta y un obrero fílmico nacido en el rancho de las balas perdidas -fílmicas- Morelia, Michoacán. Ha dirigido los largometrajes Rupestre (2014), En la periferia (2016) y Emiliana Gat-alana (2023). Vive en Barcelona desde el 2022 donde conduce y produce el cinepódcast Tónica Replicante.


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