JUGUETE RABIOSO
Dedos y gemidos
Por Mariano Morales
Tuve un sueño, era un dedo.
Desperté agitado.
La sábana me pegaba a la piel como el sudor en el asiento trasero de una patrulla recién lavada,
aún con el olor de la cera fresca y el perfume animal del deseo.
En el sueño, mi dulce y lubricado hogar era invadido por un dedo, no cualquier dedo,
sino uno con uñas cortas de reglamento, olor a jabón barato y a reglamento olvidado.
Se arrastraba como una iguana caliente por la arena de mi carne,
buscando algo que no era justicia, sino humedad.
Sentí miedo.
Miedo de que quisieran desalojarme de mi santuario de carne tibia,
miedo de ser detenido y fichado en la base de datos del placer clandestino.
Yo contra el mundo:
un mundo con uniforme, con placa y macana, donde las órdenes se dan con voz ronca
y los jadeos se esconden detrás de vidrios polarizados.
Macanas que no golpean, sino acarician con torpeza,
cinturones que no aprietan la ley, sino el vientre húmedo de quien se deja.
Mientras corría entre los pasillos del sueño, reconstruía tus jadeos,
tiernos como la respiración de un melocotón recién abierto,
feroces como el mordisco en una fresa que sangra azúcar.
Tú, tu voz,
tú, deseo,
adrenalina,
aunque sea por encimita de tu
calzón de algodón lavado con
Suavitel.
En la calle, el escándalo ya tenía placas y número de patrulla.
Los videos circulaban como estampitas pornográficas bendecidas por el algoritmo,
mostrando a dos uniformes que habían hecho de su deber una coreografía lubricada.
Ahí, entre sirena y sirena, se borraba la línea entre servicio público y servicio al cuerpo.
Jadeos… jadeos…
Me preguntaba si la radio transmitía boleros rancios de Stereo Joya,
o el dembow viscoso de La Z,
o si alguien, con una mano libre y el Bluetooth conectado,
dejaba que Bellakath se colara como testigo auditivo del delito;
no me percaté pareja.
Sueño que un día, en tus labios rojos como acta de detención,
se ahoogue la opresión en un charco tibio de saliva, sudor y justicia.
Que la ley se escriba no con tinta, sino con dedos húmedos sobre piel erizada.
Y que toda patrulla que antes fue cárcel,
sea, al caer la noche, un motel con sirena azul,
y que todos los dedos, los legales y los prohibidos,
vengan a tocar la puerta de mi hogar de carne,
pidiendo no permiso, sino gemido.
C

Mariano Morales mejor conocido como EME, es un escritor de servilletas, cronista de las causas pérdidas y poeta del mítico colectivo Escuadrón de la Muerte S.A.







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