COBERTURA CÍNICA / FICM 23

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

Este lunes llegué al Festival Internacional de Cine de Morelia con la noticia de Jafar Panahi, el cineasta disidente de su país, Irán, ganador de la Palma de Oro en la pasada edición del Festival de Cannes por su película Fue solo un accidente, no viene a Morelia. ¿La razón? Un problema con su visa. No sabemos más. Aunque no creo que para Panahi el conflico entre Israel y Palestina le sea ajeno y el FICM, como muchos otros espacios, se han convertido en lugares de disputa sobre este tema. No hay que olvidar que Irán financia a Hamás. ¿Qué tendría que decir Panahi sobre este terrible conflicto? Habría sido interesante escucharlo.

Panahi, sin embargo, estuvo hace un par de días en el Festival Internacional de Cine de Nueva York donde conversó sobre su película -que sí podremos ver acá en Morelia pero sin Panahi-, al lado de su colega Martin Scorsese. Los legendarios cineastas hablaron sobre la infancia de Panahi, sus inicios en el cine, su relación con Abbas Kiarostami, la naturaleza rebelde de su trabajo, su Palma de Oro en 2025 y mucho más.

A quien sí pude ver andar a paso lento por el centro de Morelia, con un bastón en la mano derecha y un sombrero enorme puesto sobre la cabeza, mientras sonaba coincidentemente un clásico llamado Raindrops keep falling on my head, melodía escrita por Burt Bacharach y Hal David para la película de 1969 Dos hombres y un destino, que interpretaba un artista callejero fue a Lucrecia Martel, a quien las gotas de lluvia no le caen sobre su cabeza con tremendo sombrero. Por cierto, con ese mismo se tapó el rostro en el teatro José Rubén Romero por la luz que le daba en la cara a ella y a su entrevistadora, la periodista Columba Vértiz, luego de decir que se sentía como en una comisaría con ese foco que venía desde la zona donde se encontraba un no tan tupido grupo de periodistas y seguidores de la directora de las películas La Ciénaga, de 2001, La niña santa, de 2004, La mujer sin cabeza, en 2008, Zama, de 2017, y por la que vino a este festival, Nuestra tierra, de 2024, y por la que conversa en ese teatro con la reportera de la revista Proceso.

Y sí, el mejor cine de la argentina Lucrecia Martel, es el que le escuché ayer, en esa charla donde habló de las razones por las que se aventuró a hacer su primer documental, que es sobre el asesinato a tiros del activista indígena Javier Chochobar, mientras luchaba contra el desalojo de sus tierras acestrales en su país, Argentina. Su elocuencia y su capacidad de expresarse con tal claridad y tranquilidad, con un toque sarcástico, mediante la palabra, me agradó. Su idea de que el cine puede transformar la historía de nuestros países y tal vez, su franqueza descarada en relación a que los cineastas no puden depender del dinero del gobierno y que si de eso depende un cineasta para hacer su trabajo sería mejor que renunciara. También habló, en relación con su nueva película, que el tema de «los indios sin tierra» está intrínsecamente ligado con otros como el caso de «los jóvenes sin casa». Al final expresó que en las puertas del infierno habría que abandonar las esperanzas y subrayó: «ojo, no estoy enojada, simplemente advertida».

Lucrecia Martel, directora de Nuestra tierra. Foto: José Antonio Monterrosas Figueiras

Finalmente, luego de tener una larga conversación con un hombre llamado Armando Ramírez a las afueras del teatro donde minutos antes había sido la charla de Martel, y quien es de Nayarit, pero que ha vivido toda su via en Morelia donde hizo familia y quien un día conoció a Gabriel Retes, tuve que ir rápidamente a dejar mi equipaje al sitio donde me hospedo y luego volver a la presentación del cineasta Charlie Kaufman, sucedida en la sala 4 del Cinépolis centro, donde pudimos ver su cortometraje How to Shoot a Ghost. Al terminar esta película sobre la relación de dos personas recientemente fallecidas que deambulan por Atenas como fantasmas y que finaliza con una hermosa versión de Perfect day de Lou Reed, con dos voces que parecieran las de cada uno de los dos progragonistas.

Luego de la película, en esa misma sala donde además develó su silla previo a la película, Kaufman pasó al frente y se tomó una de las tres sillas que ya lo esperaban, las otras dos fueron para la crítica de cine Fernanda Solórzano, que ahora sí le tocó sonreír, y la poeta Eva H.D. Ahí respondieron una serie de preguntas sin tanto candor, pero con retoques de ironía que la elevaban a un nivel más luminoso esa charla para aguafiestas. Advierten sobre esta historias que acabamos de ver en la pantalla sobre los dos fantasmas -los cuales Kaufman cree que sí existen- y que “como estamos conscientes de la muerte inventamos la esperanza” -esa esperanza que Lucrecia Martel pide abandonar en esta vida-.

El mundo hormiga, con autógrafo al autor de esta nota

Al final de esta función nocturna, de las últimas del día, vino una espontánea fila para que el guionista de la tan apreciada película dirigida por Michel Gondry, Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, firmara un par de películas en DVD y libros. Yo traía uno que estoy seguro nadie más llevó: El mundo hormiga. La poeta al ver ese tabique de casi mil páginas, repitió con sopresa el título de esta novela de Kaufman, «¡El mun-do hor-mi-gaaa!». Así que puso su rúbrica el autor de esta voluminosa historia de un neurótico crítico de cine llamado B. Rosenberg, y ya que me iba me preguntaron los organizadoras del festival que decía Charlie que le diera mi nombre para agregarlo antes de el suyo puesto en una de las primeras hojas donde dice: «Es muy estadounidense, el fuego. Muy como nosotros. Su desolación. Y su triunfo final, breve». En otro momento cuento la historia de cómo fue que este libro me encontró, por el momento solo puedo decir que valió la pena cargarlo desde Guadalajara, creanme que no fue una tarea fácil, je.

José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.


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