“Escribir es estar dispuesto a escuchar el canto de las sirenas»
Por Mónica Maristain

La noticia llegó como una confirmación natural: Gonzalo Celorio ha ganado el Premio Cervantes 2025, el máximo galardón de las letras en lengua española.
Lo anunció el ministro de Cultura de España, Ernest Urtasun, en Madrid, aludiendo a una trayectoria que ha unido pensamiento, imaginación y una devoción total por el idioma. El autor mexicano sucede a Álvaro Pombo y se incorpora a una lista que incluye nombres como Luis Mateo Díez, Rafael Cadenas, Cristina Peri Rossi, Ida Vitale, Francisco Brines y Eduardo Mendoza.
“Escribir una novela es como lanzarse al mar sin cera en los oídos, dispuesto a oír el canto de las sirenas”, dijo Celorio en una conversación reciente con MaremotoM, citando a Blanchot, mientras recordaba que la literatura le había ofrecido “una aventura tan fascinante como la bebida, pero mucho más duradera: la aventura de la escritura”.
A lo largo de más de cinco décadas, Celorio ha sido muchas cosas: narrador, ensayista, editor, académico, director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y testigo de generaciones de escritores, pero cuando habla, lo hace con la serenidad de quien solo se reconoce en una palabra: escritor.
“A esta altura todos nos dicen maestro, pero antes que cualquier cosa, soy escritor”, afirmó en aquella entrevista. Sin embargo, no reniega de la enseñanza: “Ser profesor no es otra cosa que aceptar que uno seguirá estudiando toda la vida. Es el mayor escenario para el aprendizaje.”
Celorio impartió clases desde 1969, primero en el Instituto Politécnico Nacional y luego en la UNAM, donde se formaron decenas de críticos, poetas y narradores. Se define, con ironía y cariño, como un “vampiro pedagógico”:
“Chupaba la sangre juvenil de mis alumnos. Me nutría de su entusiasmo, de su mirada fresca. Enseñaba lo que yo quería aprender. Fue un privilegio.”
Aunque su retiro llegó por razones de salud y cansancio ante las clases en línea, su vínculo con la docencia es indisoluble. “Transmitir el placer de la literatura ha sido mi convicción fundamental. Y darme cuenta de que ese placer es contagioso me ha hecho sentir profundamente realizado
“Escribir —dice— es lanzarse al mar sin cera en los oídos, dispuesto a escuchar el canto de las sirenas. En ese riesgo, en esa entrega total, Gonzalo Celorio ha encontrado lo que pocos: una forma de felicidad hecha de palabras.
Celorio es un lingüista apasionado y un defensor de la lengua española como herencia viva. Para él, más que una imposición colonial, el español ha sido un territorio de independencia y diálogo.
“Más que de la conquista, la lengua española es la lengua de la independencia”, afirmó con convicción. “Fueron los misioneros quienes hicieron catequesis en lenguas indígenas y fue la República quien relegó esas lenguas.”
Esa reflexión, que podría parecer provocadora, nace de una certeza más amplia: la unidad en la diversidad. “Lo milagroso es que con tantos millones de hablantes y un territorio tan extenso, no tengamos lenguas neoespañolas. Seguimos entendiéndonos.”
En su voz se percibe un respeto absoluto por la palabra, un amor de orfebre que ha hecho de la literatura no solo su oficio, sino su respiración.
Celorio defiende la novela con la misma pasión con la que defiende el pensamiento. “La novela es el género más sucio que existe”, dice con una sonrisa. “Se nutre de todo: crónica, ensayo, lírica, historia. Por eso me interesa tanto.”
Sus libros, como Y retiemble en sus centros la Tierra, Tres lindas cubanas y El metal y la escoria, mezclan memoria, ficción y reflexión, con un tono confesional que convierte la experiencia personal en materia literaria.

“Una vez descubrí que una abuela mía había tenido un amante yoruba en Cuba. Me lo reveló la novela, no la biografía.”
En el ensayo encuentra un terreno igual de fértil: “El ensayo es el centauro de los géneros. Tiene rigor, pero también imaginación y libertad. Es un género viril e ingobernado, como debe ser.”
A sus 75 años, Gonzalo Celorio recibe el Premio Cervantes como quien cierra un ciclo y abre otro. Es un reconocimiento a su obra, pero también a una manera de entender la literatura como una conversación infinita entre generaciones.
Hace unos meses, cuando recibió la Medalla Vasconcelos del Seminario de Cultura Mexicana, dijo que su mayor gratitud era hacia la vida intelectual del país que lo formó: “Vasconcelos encabezó las dos instituciones que marcaron mi vida: la SEP y la UNAM.”
El Cervantes, entonces, no solo celebra a un autor, sino a una tradición. La de quienes creen, como Celorio, que el idioma español no es una frontera, sino un mar donde todos cabemos.
“Escribir —dice— es lanzarse al mar sin cera en los oídos, dispuesto a escuchar el canto de las sirenas. En ese riesgo, en esa entrega total, Gonzalo Celorio ha encontrado lo que pocos: una forma de felicidad hecha de palabras.
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*Nota original publicada en MaremotoM

Mónica Maristain. Nació en Argentina. Desde el 2000 reside en México. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras. En Argentina dirigió las revistas Cuerpo & Mente en Deportes y La Contumancia. Aquí dirigió la revista Playboy, para todo Latinoamérica. Fue editora de El Universal y editora de Puntos y Comas, en el sitio Sinembargo.com. Ha publicado muchos libros, entre ellos los de poesía: Drinking Thelonious y Antes. Los dedicados a Roberto Bolaño, entre ellos El hijo de Mister Playa. Sus libros más recientes son Los mexicanos ejemplares, del 2023, editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), y Leeré hasta mi muerte, de 2025, Jus Libreros y Editores.







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