CINISMO / TÓNICA REPLICANTE
De Rockotitlán al Tianguis del Chopo y viceversa
Por Alberto Zúñiga RodríguezI
I. El chilaquil, el Robert Donneaud y el Chopo
A finales del verano del festivo año Bicentenario 2010 de mi natal Morelia, con 30 años, me mudé a vivir al antes denominado -y caóticamente hermoso- Distrito Federal. El cambio se debió a mi incorporación en un puesto directivo en un longevo (y en ruinas) organismo internacional dedicado a la comunicación educativa. Entre tantas personas con las que coincidí, había un colega editor, motiongraphero y postproductor con quien compartíamos 4 pasiones: el rock (especialmente el mexicano), la literatura, la tecnología y el cine.
Entre brevísimos encuentros de pasillo, ocasionales comidas de fonda (con La Rosa de Guadalupe en su máximo esplendor de fondo y rating) o con escuetos mensajes del naciente y ahora ultra popular WhatsApp, comentábamos de discos, conciertos, cartelera de cine, hallazgos de autores nuevos o descubrimientos tecnológicos disruptivos. El mundo comenzaba a instalarse en pantallas de alta definición con miras a abandonar el DVD, YouTube cumplía su quinto aniversario, nacían las tabletas de la marca de la manzana (iPads) y Google amenazaba con sus primeros coches autónomos.

Con él, con el Robert (Roberto Donneaud Jordan), llegamos a intercambiar también libros en físico y memorias USB con películas, efectos para programas de edición de video, plug-ins y un largo etcétera. Recuerdo con cariño el alucín que nos provocaron títulos como Inception de Nolan, El Cisne Negro de Aronofsky y Biutiful de González Iñárritu (la siguiente película donde no había ya un guión de su primo hermano, Guillermo Arriaga Jordan; en ese momento bronqueado con quien conjuntamente creó Amores Perros y en este año firmaron la pipa de la paz).
Al año siguiente, ya pasada la euforia de las fiestas bicentenarias, unos colegas de Morelia se presentarían a tocar en el tianguis del Chopo. Al que, dicho sea de paso, quedamos en múltiples intentos de ir a visitar el Robert y yo. Nunca lo logramos. La banda de mis paisanos se llamaba Durazno Sangrante, en un claro homenaje a la legendaria canción del flaco Spinetta, “Durazno sangrando”. En aquella época, con mi carnal Paco vivíamos al sur de Il mostro chilaquil chilango y la noche anterior habíamos ido a un toquín de rock y la trasnochada estuvo sabrosa, los mezcales y las chelas también. Me despertó un mensaje más (de una buena tanda previa) de uno de estos compas para decirme que ellos ya iban rumbo al Chopo y que si iríamos a “echarles la mano o no”.
Fue el propio Tony, quien me puso en contacto con Jorge Pantoja, el que después se convertiría en el productor de mis primeros dos largometrajes como director
Entre crudo, modorro y atontado, puse a cargar una batería de una pequeña cámara MiniDv que mi viejo me había prestado un par de años antes y no le había devuelto. «Pa’registrar el momento y lo tenga la banda», me dije. Desperté a mi hermano y como pudimos salimos en ayunas pitando para el tianguis ubicado en las calles de Sol y Luna de la colonia Guerrero. El insufrible tráfico sabatino de Insurgentes de sur a norte, permitió que se terminara de cargar en la troquilla guinda nipona las baterías (el carril del Metrobús festejaba sus primeros 6 años de vida).
De este evento no planeado, casi fortuito, surgieron dos encuentros importantes en mi biografía como cineasta y en mi trayectoria profesional. Esa grabación en el tianguis del Chopo y con el material guardado por algunos meses, devino en un mediometraje (disponible gratuitamente en YouTube) llamado El Chopo Sangrante, estrenado en 2012 y con un significativo recorrido en festivales de cine y canales de televisión cultural. Incluso, para mi sorpresa, citado en algunas tesis de investigación de rock mexicano (ni de pedo me hubiese imaginado que pasaría todo esto). Esta producción surgió después de la clásica pregunta en mi cerebro tedeachoso: «¿Y si hago mejor un cortito sobre el tianguis que también les sirva a mis compitas?».
¿Qué tiene que ver Roberto Donneaud Jordan con Tony Méndez y Jorge Pantoja que anuncia el título de este texto? Como decía mi abuela materna: «Todo y mucho». Gracias a esas charlas, a la oportunidad de mostrarle el material, luego un primer corte y compartirle mi inquietud de «¿Y si además, este pequeño corto responde a la pregunta de: a quién se le ocurrió la idea del Tianguis y con esto derribamos la clásica respuesta de que únicamente fue a la escritora Ángeles Mastretta… y si también funciona como un homenaje a su creación y habla de quién diseñó el logo y si…. y si muchas cosas más?», pude conocerlos y prácticamente llegué a ambos. Fue Robert quien, con enorme generosidad, me puso en contacto con Juan Antonio Méndez Parra, fallecido el pasado 7 de diciembre de este 2025 que está a punto de irse.
Después de varias charlas telefónicas con Tony, un par de encuentros en el sur de la ciudad y una entrevista informal, el testimonio quedó guardado en ese corto documental. Fue el propio Tony, quien me puso en contacto con Jorge Pantoja, el que después se convertiría en el productor de mis primeros dos largometrajes como director, Rupestre, el documental (2014) y En la periferia, documental (2016), aunque antes ya me había producido otro mediometraje documental que hablaba también de los Durazno Sangrante, Abriendo Camino (2013).
Roberto Donneaud Jordan falleció en 2016, dos años después de que yo renunciara. Después de mi salida, no lo volví a ver. El Robertera apasionado, visceral, con mucha energía, fumaba y tomaba café como si no hubiera mañana. Con una risa peculiar, de pensamiento profundo, generoso y alguien sencillo me pidió muy serio -con sus ojos aceitunados encendidos- que lo quitara de los créditos cuando le mostré el último corte porque según él «no hice ni madres mi Beto y los créditos se ganan». Aunque se lo dije en vida, claro que tuvo un aporte muy relevante y este texto también da cuenta y es un homenaje de ello. Gracias siempre, Robert.
II. Tony: Kerigma y El lugar del rock mexa
En la época que conocí a Tony Méndez, él ya era una leyenda como integrante de Kerigma (banda que conformó ex professo en 1981 para participar en el segundo concurso de bandas que convocaba Jorge Pantoja desde el Museo Universitario del Chopo y donde posterior a su victoria, se hicieron grandes amigos); su nombre resonaba en la gestión cultural y como emblema de ese espacio para conciertos del rock mexicano que fundaron los hermanos Arau (Botellita de Jerez) y después él adquirió-rescató, cambió de domicilió y encumbró para darle espacio a bandas que hoy también son míticas, bajo el singular nombre de Rockotitlán.
La primera vez que nos encontramos, El Parnaso (la librería mítica coyoacanense ahora ya desaparecida) tenía poco que acaba de bajar la cortina después de 30 años de vida y le pregunté sobre el cierre de lugares de esa trayectoria. Ese fue el pistoletazo de arranque de la charla. Hablamos sobre rock nacional, el trabajo independiente en las artes (Méndez escribió un texto de Rockotitlán en el libro de Jorge Pantoja, La cultura independiente en México se suspende por falta de público editado por el INBA y próximo a reeditarse), la situación de la izquierda en el mundo y algunas cosas más. La segunda vez que nos vimos no fue diferente y le llamaba especialmente la atención que fuera vestido de traje a los encuentros, que era por mi trabajo de aquel entonces, ya que tenía que disfrazarme así cada día; nos burlábamos de eso.

En esa otra conversación, hablamos del vínculo con el Robert, la televisión cultural, el cine y de más música, especialmente de un disco de Kerigma, le conté que mi padre me lo había comprado cuando era adolescente en el tianguis que se ponía afuera de mi casa, el disco compacto de Morir imaginando (1995) y que prácticamente me la había pasado toda la prepa escuchando el sencillo A quemarropa, el cual me sigue poniendo la piel chinita el arranque con los acordes del bajo y ni qué decir del solo de la guitarra. Son 14 temas de un disco que es una auténtica joya, con la entrañable canción de No me hace bien que para mí es tan valiosa como su multi reconocida Tres lunares de su disco anterior, Esquizofrenia (1993), que los catapultó al éxito noventero y recientemente industrializado rock mexicano del que formaron parte en esa época.
Tony me contó de algunas anécdotas de ese disco y otras que ocurrieron en su local del rock. Por cierto, en este 2025, Morir imaginando lo regrabaron y relanzaron con motivo de su aniversario número 30 con colaboraciones muy interesantes: Los Daniels, Benny Ibarra, Reyli, Ramona, Manuel Suárez (Guillotina) y Claudio Pérez (Radio Kaos); me sigue pareciendo brutal A quemarropa y ahora aún más con Pascual Reyes -líder de San Pascualito Rey, que después de 25 años anunció en junio de este año una pausa- como parte de la voz.
Tony Méndez entendió antes que muchos que el rock no necesitaba permiso, sino territorio, un hábitat. Rockotitlán fue eso: tierra ganada, labrada.
Me enteré de la muerte de Tony Méndez un martes por la mañana, por una publicación de Jorge Pantoja en Facebook. Tardé unos días en reaccionar y hasta el viernes siguiente pude hablar por teléfono con él. Dijo Pantoja en su muro:
«Con gran tristeza me entero que murió mi gran amigo Tony Méndez. Podría regar mucha tinta hablando de tan solo algunas cosas que vivimos; para empezar, que formó su grupo Kerigma, con Sergio Silva en la voz para entrar al Segundo Concurso de Rock del Chopo, en donde ganó el primer lugar. Trabajamos juntos en la delegación Coyoacán en 2003, y en 2005 lo apoyé para abrir Rockotitlán Sur, a unos pasos de mi casa, por lo que me hice cargo del antro por cuatro o seis meses y así podría seguir. Fue un gran amigo y lo voy a extrañar mucho».
Charlando con Pantoja sobre Méndez, intentamos ambos recordar cuándo fue la última vez que lo vimos y hablamos con él. Ellos no tenían mucho que habían conversado y yo recordé que la última ocasión que lo vi en persona fue en el homenaje que organizó Pantoja a otro gran amigo suyo, el Máster del cine en súper 8mm, Sergio García Michel en Coyoacán en 2013.
Jorge Pantoja me compartió algunos datos curiosos de su amistad, de cuánto le gustaba todo lo relacionado con la cultura prehispánica, el legado de la tradición mexica, sobre el libro que publicó en 2023 sobre esos temas (El lado desconocido del continente Anahuatl: Retrospectiva y horizonte de la cultura Anahuaka. Análisis comparado) y que incluso aprendió a curar desde la herbolaria y esos saberes ancestrales. Aquí el link de ese libro: https://www.amazon.com.mx/lado-desconocido-continente-Anahuatl-Retrospectiva-ebook/dp/B0C7NCTT53.
También me compartió cuando lo vio por primera vez, que fue precisamente en el lugar previo a Rockotitlán que administraba, un sitio llamado Rockola, ubicado en Miguel Ángel de Quevedo, donde llegó a ver Rockdrigo González tocando con Méndez. Antro que tronó por el alto costo de la renta.

Podría escribir más anécdotas sobre su historia y su legado, pero hay algo que no quiero dejar de escribir para cerrar este texto: Tony Méndez, quien falleció en la Ciudad de México por complicaciones de salud, fue un pilar fundamental y un guardián del rock cuya labor contribuyó a transformar la vida cultural y social del país con Rockotitlán. Deja un legado inmortal en la memoria colectiva de la escena. En mi historia personal hay gratitud hacia su persona por su amabilidad, generosidad y por ser el puente que me unió con Pantoja.
Su trabajo fue crucial porque Tony defendió, cuidó y mantuvo vivo el espacio de “La tierra del rock”, convirtiéndolo en una plataforma constante que impulsó el surgimiento de toda una generación de artistas. Su labor no fue únicamente administrativa, sino de activismo cultural e independiente, abriendo puertas a la música nacional en un momento en que era relegada y especialmente complicado para el rock nacional.
Tony Méndez entendió antes que muchos que el rock no necesitaba permiso, sino territorio, un hábitat. Rockotitlán fue eso: tierra ganada, labrada. Hoy que Tony ya no está, esa tierra sigue ahí en la memoria, vibrando en cada banda que encontró un escenario, en cada acorde que no pidió disculpas por sonar mexicano. Le hará falta a su banda (que recién está recuperando aliento y ganas de seguir produciendo), a la banda rocanrolera y a la gestión cultural.
C

Alberto Zúñiga Rodríguez es cineasta y un obrero fílmico nacido en el rancho de las balas perdidas -fílmicas- Morelia, Michoacán. Ha dirigido los largometrajes Rupestre (2014), En la periferia (2016) y Emiliana Gat-alana (2023). Vive en Barcelona desde el 2022 donde conduce y produce el cinepódcast Tónica Replicante.






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