MINIATURAS, PRELUDIOS Y FRAGMENTOS

Jacinto y Teresa, una tarde cualquiera

A pesar de la soledad y de que se veían diario, cada quien vivía en su casa, solo intercambiaban comentarios al mediodía y al anochecer, y cada uno se iba a su casa. Jacinto y Teresa, no necesitaban nada más.

Por Ulises José

Jacinto y Teresa eran las últimas dos personas que habitaban el pueblo de “Las Lajas”. Un pueblo sin nada en particular: el palacio municipal, la escuela secundaria y una iglesia rodeados por un caserío en donde ni una casa tenía dos pisos. El pueblo había sido abandonado por sus habitantes que fueron migrando a otros estados por miedo a ser asesinados o reclutados, a la fuerza,  por los grupos narcotraficantes de la zona.

Ni él ni ella habían querido irse, no tenían nada fuera de aquel lugar: Teresa había perdido a sus dos hijos en distintas balaceras y su marido la había dejado antes de que eso ocurriera; Jacinto nunca se casó y llevaba viviendo solo toda la vida. A pesar de la soledad y de que se veían diario, cada quien vivía en su casa, solo intercambiaban comentarios al mediodía y al anochecer, y cada uno se iba a su casa. No necesitaban nada más.

Su rutina se vio interrumpida una tarde después de que escucharon detonaciones de armas largas a lo lejos, las reconocían muy bien. Teresa fue a casa de Jacinto y se quedó con él hasta que se dejaron de escuchar, también bebieron café y platicaron un poco, no había grandes novedades de qué hablar.

El pueblo había sido abandonado por sus habitantes que fueron migrando a otros estados por miedo a ser asesinados o reclutados, a la fuerza,  por los grupos narcotraficantes de la zona.

Cuando comenzó a obscurecer él la iba a encaminar a su casa, pero en su camino encontraron a un hombre joven tirado en el suelo, tenía varias heridas de bala y se quejaba, se podía escuchar cuánto le dolía. Se acercaron cautelosamente. El hombre se aferraba con su mano derecha a una pistola de alto calibre. Teresa le arrebató el arma y le apuntó a la cabeza. Por gente como él, pensó, sus hijos y muchos pobladores habían muerto, aquello sería solo justicia. Jacinto le tomó la mano y con la mirada le pidió que no lo hiciera.

Lo llevaron a la casa de Jacinto y lo recostaron en un sillón. Ninguno de ellos sabía nada de medicina o de primeros auxilios, lo único que podían hacer era que estuviera un poco cómodo en su partida. Se sentaron junto a él y se quedaron viendo como se debilitaba, sabían que iba a morir. En sus últimos minutos solo mencionaba a su madre. Ambos lloraron un poco por él.

Cuando la agonía terminó, revisaron sus ropas, tomaron su cartera, que tenía algo de dinero, lo cubrieron con una sabana y salieron de la casa. Esa noche abandonaron el pueblo.

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Ulises José nació en Cuernavaca, Morelos, el 3 de diciembre de 1974. Tuvo su primer acercamiento a la escritura en los talleres de María Luisa Puga en Michoacán en 1986. Estudió producción editorial en 1999 con el grupo editorial Versal. Ha participado como diseñador editorial en varias publicaciones en Morelos y como organizador del festival de cómic Marambo. Actualmente trabaja como colaborador externo en Larousse y como diseñador editorial y asistente de edición en Ediciones Omecihuatl.