SEMANA DE CINE ALEMÁN 22

Sobre este exilio interior y espaciotemporal de los migrantes, he visto dos cortometrajes -gracias a la Semana de Cine Alemán 22-, muy dolorosos, pero por ello, por ese realismo y crítica que cercena cualquier visión unilateral del mundo, son de incuestionable belleza.

Por Julieta Lomelí Balver

Border Convesations (2022).

La historia sólo se puede construir en un espacio, hay espacios sin historias, pero no hay historias sin su correlato espaciotemporal. Los vínculos profundos sólo germinan en el bosque del largo aliento. Las amistades y los amores intensos son como la creación de una sinfonía que se va dibujando sin prisa, empezando con un piano solitario, un movimiento lento que encuentra entre sus notas un danzar de dos, la compañía de un compás rápido y juguetón,  que puede sellarse en el “para siempre” finito de un rondó. Las relaciones que escapan a lo efímero sólo habitan cuando se comparte un terruño común, el morar un sitio por tiempo prolongado une almas más allá de la inmediatez. El “arraigo” colorea la identidad de una comunidad. La identidad no es aquello que se consigue con una nacionalidad particular ni se explica a partir de conceptos fijos. La identidad es lo que se va tejiendo día con día en la compañía de otras miradas, en la cercanía de almas tan distintas a mí, pero que comparten algo idéntico, un espacio común, un hogar donde antes no había un sentido.

Es así como la amistad, el amor, los lazos que se injertan hasta el tuétano y que podrían acompañarnos hasta ver nuestro rostro senil-, son asuntos que ameritan permanencia, continuidad en la convivencia física: el enamoramiento más férreo nace alrededor de las caricias.

Siempre pienso en la vida de los migrantes, en las pérdidas que los habitan, en las ausencias que van dejando tras su andar, en el vacío que invade sus estómagos al dejar espacios que habitaron por décadas, o espacios “extranjeros” a los que han llegado y que desearon por algún momento volver su hogar, pero por alguna razón, o tonta ley migratoria, no pudieron. Pienso en esos hombres, mujeres y niños que transitan por los confines de las naciones, que caminan por aquellas líneas marcadas con sangre, tristeza, racismo y muerte, esos límites, que en un mundo utópico no deberían existir, esos muros de cientos de kilómetros llamados fronteras.

Siempre pienso en la vida de los migrantes, en las pérdidas que los habitan, en las ausencias que van dejando tras su andar, en el vacío que invade sus estómagos al dejar espacios que habitaron por décadas, o espacios “extranjeros” a los que han llegado y que desearon por algún momento volver su hogar, pero por alguna razón, o tonta ley migratoria, no pudieron.

JULIETA LOMELÍ BALVER

Sobre este exilio interior y espaciotemporal de los migrantes, he visto dos cortometrajes -gracias a la Semana de Cine Alemán 22-, muy dolorosos, pero por ello, por ese realismo y crítica que cercena cualquier visión unilateral del mundo, son de incuestionable belleza. Uno de ellos, I was never really here (2022), dirigido por Gabriel Bihina Arrahnio, quien vivió en carne propia el asilo en tierras lejanas a las que lo vieron nacer, el director dejó Camerún en su adolescencia para emigrar con su familia a Alemania.

I was never really here es un shortfilm de ficción que narra la historia del romance entre Kwesi y Sam, dos jóvenes que comparten por poco tiempo el mismo terruño alemán, sin embargo, su relación se ve aniquilada cuando la residencia de Kwesi es rechazada por las leyes migratorias. El amor amerita permanencia, un hogar compartido, un terruño donde dos pueden respirar en sinfonía. Cuando rechazan la residencia de Kwesi, Sam parece tomar conciencia de sus raíces ghanesas, de esa madera que ambos comparten, asimismo que la furia contra su actual Alemania se enciende, piensa Sam en “lo estúpido que es Alemania”, en esa irrevocable decisión que lo alejará para siempre de Kwesi. Una ley migratoria, ¿un papel que tiene el poder de jerarquizar “quién vale y quién no”?

El segundo cortometraje es un documental del aleman Jonathan Brunner, Border Convesations (2022), en el cual se narra la realidad de unas activistas que dutante 2021 y 2021 ayudaron humanitariamente a los migrantes que desolados por la guerra entre Ucrania y Rusia, intentaron entrar a la Unión Europea por la fronteras de Bielorrusia y Polonia. Las protagonistas, Karolina y Kornelia, son las mujeres encargadas de atender mensajes y llamadas de celular que suplican por auxilio de todo tipo, desde peticiones de comida, ropa, medicamentos hasta información sobre cómo cruzar y dónde cruzar para entrar a Polonia. El shortfilm de Brunner es un golpe de realidad tan duro que a veces cuesta contener la tristeza, no es posible guardar las lágrimas por mucho tiempo.

Las nulas posibilidades que a veces tienen los migrantes de escapar de la guerra -que hace un año y medio comenzó- entre Ucrania y Rusia, son fielmente expresadas con la incertidumbre que Karolina y Kornelia sienten frente a los migrantes que se comunican con ellas, y después sin mayor explicación dejan de contestar. Uno de los casos que más duele a las activistas es el de la desesperación de una mujer que menciona estar muy enferma e ir acompañada de su pequeña hija de seis años.

El cortometraje termina con la misiva de que niguno de esos hombres y mujeres que pidieron ayuda a las activistas en los años anteriores, siguen manteniendo comunicación con ellas en la actualidad. Un cierre profundamente doloroso que nos hace pensar en los peores escenarios y tragedias posibles.

Ambos cortometrajes urgen a la reflexión de pensar cómo cambiar las políticas migratorias que no dejan de ser una violación a la dignidad humana. Porque no estamos solamente hablando de «fronteras nacionales», sino y sobre todo, estamos hablando de muros, de límites que han sido marcados con sangre, con muerte y orfandad.

Doctora en filosofía IIFs- UNAMColaboradora en Laberinto-Milenio y en Filosofía&Co (Herder España)  Mujer de trasmundo. No es apta para “esta orilla”, pero sí para construir en granito una isla interior donde habitan monstruos marinos, amenazas metafísicas y todo un océano de excedente de sentido. Escribe ensayo y arrenda un piso en el costoso edificio de la filosofía.


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