CINISMO SUCESORIO
¿Por qué perdería mi tiempo viendo los berrinches de unos millonarios de mierda?
La primera vez que vi Succession me enojé. Asquerosos, racistas, clasistas, convenencieros, infames. Me enojé, apagué la pantalla a medio episodio, pero nomás tuve chance la volví a ver y esta nueva ocasión no un capítulo entero sino tres. No tuve claro en ese momento si fue su forma de narrar, la música tan provocadoramente ecléctica, las actuaciones tan master class o esa historia insólitamente shakesperiana, un Game of Thrones corporativo, lleno de traiciones, buenos diálogos y dobles caras. ¿Por qué perdería mi tiempo viendo los berrinches de unos millonarios de mierda?, me pregunté.
Por Débora Hadaza

La primera vez que vi Succession me enojé. Asquerosos, racistas, clasistas, convenencieros, infames. Me enojé, apagué la pantalla a medio episodio, pero nomás tuve chance la volví a ver y esta nueva ocasión no un capítulo entero sino tres. No tuve claro en ese momento si fue su forma de narrar, la música tan provocadoramente ecléctica, las actuaciones tan master class o esa historia insólitamente shakesperiana, un Game of Thrones corporativo, lleno de traiciones, buenos diálogos y dobles caras. ¿Por qué perdería mi tiempo viendo los berrinches de unos millonarios de mierda?, me pregunté.
Esta serie está llena de buenos personajes. Greg y Tom, en ese idilio tan erótico aunque no sexual, aún. Gerry, la mano derecha y fachada confiable de Logan Roy, el caballo que pudiera llegar, con alguna treta, a ser rey. Stewy la veleta codiciosa. Frank y Karl, los viejos tiburones corporativos, tan maleables, aduladores, asertivos, traidores, casi al borde del despido o del poder absoluto, siempre casi. Las esposas y las amantes, entregando o defendiendo a los hijos, sosteniendo o traicionando a sus hombres, jugando todas sus cartas de seducción. Los políticos, prostituyéndose al poder de los medios. Los grandes empresarios como titiriteros. El hermano puritano y decepcionado de Logan, Ewan Roy o incluso el chofer y guardaespaldas, me impresionó verlo llorar en el funeral de Logan Roy, genuinamente abatido, quizá el único que lo lloró de verdad. Pero, para ser absolutamente obvia, quiero enfocarme en la familia, en los odiosos, viles, traicioneros, pero entrañables, Roy.

No quisiera hablar de Logan Roy. No. Nunca. He visto en escena a padres estupendos y ejemplares como Ned Stark, a padres locos como Stannis Baratheon, a padres ásperos y lejanos como Rose Bolton y a padres obsesionados con su dinastía y el legado de su familia, como Tywin Lannister, pero nunca alguien tan perverso, egocéntrico, manipulador, terrible, como Logan Roy. Bueno sí, a Saturno. Pero dejemos esa basura en su lugar por un momento.
Kendall, Siobhan y Roman Roy y, lo siento, no voy a hablar de Connor, todos lo excluyen, me gustaría ser la excepción y tener un poco de compasión para ese pobre hijo de perverso y loca, pero no, no alcanza el tiempo, no para él. Esos tres me conmueven.

Empezamos la serie viendo a Kendall, eufórico, seguro, festejando su próximo nombramiento como el CEO de la empresa familiar. Alguien que quiere ser firme y poderoso, pero sin dejar de ser amable. Alguien que quiere ser una buena persona y a la vez ser como su padre. Alguien a quien su padre se sacude como se sacude a una mosca molesta en el hombro, como quien se sacude polvo de la solapa, como quien desecha una brizna de nada. La escena de Kendall gritando solo en el baño, tragándose la toalla, tirando y rompiendo todo lo que puede para recogerlo y acomodarlo antes de salir -sí, como niño bueno-. Kendall que se rompe queriendo que no se note. Mientras Logan Roy lo mastica, y le pregunta con crueldad ¿vas a llorar?, ¿me quieres pegar? Kendall intentando que sus hermanos lo apoyen, que cierren filas detrás de él, rogando, insistiendo, intentando ser su líder.
Ese primer capítulo bien podría ser la profecía de toda la serie. Todas las veces que quiso sublevarse buscó a sus hermanos, todas las veces se lo sacudieron también o lo traicionaron. Matar al padre, esa consigna freudiana, nunca sonó tan necesaria, ni tan imposible. Kendall brillante, capaz, asertivo, firme, divertido, ingenioso y proactivo se vuelve un niño titubeante, llorón, borrado, bajo la bota paterna. Varias veces lo intentó -sublevarse también, pero no me refiero a eso-, ser CEO de otra empresa, abrir su propia empresa, tomar su vida y ser, simplemente ser, pero la castración no opera si no hay castrador, si no te llevan al altar para cortarte sino que te tragan entero, por eso Logan Roy es otro Saturno, los traga sin masticarlos -aunque qué bien muele el desgraciado. ¿Ser adicto a la coca, no es otra manera de gritar quiero potencia, quiero poder, quiero respirar libre?

Siobhan, es la bella sirena amante del poder. Amante del poder porque poder es igual a padre, porque padre desecha a sus mujeres amadas menos a ella, ¿y cómo no desear ser la más amada del padre?, ¿la favorita entre los hermanos y las amantes?, ¿la más feroz, la más poderosa, la más brutal, la tan Logan Roy, que justo por narcisismo la termine amando tanto como a él? Pelirroja, peligrosa, una llamarada potente de sexualidad, inteligencia y verbigracia. Una chiquilla pedante y soberbia que cuando el padre le llama Pinky se achica y se torna lucecita de bengala, un juguetito para alumbrar sin quemar. Ella tenía un camino propio, una ambición política propia, pudo ser el poder tras el poder del gobierno más “poderoso” del siglo pasado, pero bastó un llamado de papá para que se tornara en una cachorra competitiva contra sus hermanos, para hacer malabares que agraden al padre, para traicionar, mentir, vender a su par de hermanos que deseaban lo mismo que ella.
Roman, ¡ay Roman! Si me preguntan Kendall es mi favorito pero Roman, pobre escuincle pervertido y triste. El típico pobre niño rico. ¿Rico? ¡Multimillonario! Multimillonario pero miserable. Es difícil empatizar con Roman. Es asqueroso, burlón, soez, cruel como Logan, vil y traidor como pocos, y eso en ese mundo, es mucho decir. Da un aire de Ramsey Bolton, hasta que lo conoces un poco más. El niño que tiene todo, que puede conseguir a cualquier mujer hermosa, es impotente. Su procacidad oral es pura represión sexual, más bien, incapacidad. Todo un masoquista disfrazado de sádico. Solo le excita que lo insulten, menosprecien, humillen. Busca los golpes. Ante su peor ruptura de alma se arroja a una multitud que lo odia para que lo pisotee y haga sangrar. A diferencia de sus hermanos, además de toda la humillación verbal, de las pocas migajas de cariño y atención, recibió golpes físicos de su padre. Es decir, a todos los humilló, menospreció y manipuló pero además, a él, desde niño lo golpeó. En eso, y solo en eso, él fue especial. Libidinizar la denostación y la herida no fue sino la respuesta que encontró el niño pequeño, sin madre, o más bien con una madre que francamente valió madres. Por eso cuando Gerry, -la mano derecha, pero flexible, pero firme, pero traidora, de Logan Roy- se ofrece -o así lo interpreta él- a ser su mentora y dominatrix, él encuentra por fin un objeto de amor/goce a quien asirse.
Kendall. Me gusta que, aunque genuinamente lo intentó, nunca pudo convertirse en Logan Roy, ya que a su padre le faltó la voluntad de castrarlo, la muerte tomó la guadaña, la vida las tijeras y es al final castrado, arrojado al mundo casi como cualquier hijo de vecino, nada más que con auto de lujo y el chofer que fue de su padre. Quizá se arroje al mar. Quizá muera de depresión y sobredosis. Pero quizá, también, por fin sea él, lo que él, sin el fardo de la imagen paterna, puede ser.
Débora Hadaza

Roman me conmueve porque es el más encandilado con la plenipotencia del padre. Porque ante su enorme figura no tiene más respuesta que los ruegos. “Vengo a ti con amor”, le dice cuando Logan los golpea con su anulación en la empresa para luego tirarse al piso, bañado en lágrimas, como un niño pequeño golpeado brutalmente por el padre a quién ama hasta la ignominia. Me conmueve verlo quebrarse ante el féretro de su dios, trozarse como cristal fino, llorar como un niño pequeño cualquiera sin poder guardar su dignidad, sin un resquicio para su soberbia. Me conmueve cuando se frota furiosamente contra el hombro de Kendall intentando reabrir su herida en la ceja. Cuando después de la brutal pelea final entre Kendall y Shiv, ante la eminente pérdida de su legado, declara: “¡somos una mierda, tú, ella, yo, todos somos solo una mierda!”
Al leer lo escrito sobre estos tres uno pensaría que se odian. Y no. Las escenas que más me gustaron de toda la serie es cuando ellos tres están juntos. Cuando se abrazan en la barca escondida antes de la boda de Shiv, cuando bromean juntos obviamente insultándose y haciéndose pesadeces, en la épica comida digna de un rey, cuando intentan crear una empresa, cuando consuelan a Kendall sentados en la tierra. Se quieren, de verdad se quieren. Es amor lo que hace a Roman buscar a su hermano drogadísimo en una casucha de gente pobre. Es amor cuando Shiv sostiene a Kendall mientras él le llora en el hombro, desmoronado. Es amor fraterno, bien sentido y bien enfermo, cada vez que Kendall los llama para su cumpleaños, para conspirar contra el padre, para que estén con él y construyan la empresa a su lado. Sí, hay conveniencia, también hay intenciones torcidas y egoístas. La madre los abandonó del nido de víboras en que reinaba Logan Roy, él los alimentó con veneno, menosprecio, soberbia y deslealtad. Amar y traicionar para los hermanos Roy no son antónimos, destruir y amar no son sino ambas caras de la misma moneda. Se aman pero no pueden confiar uno en el otro. Los ama pero Shiv no tolerará que ninguno de ellos se siente en el trono de su padre. Los ama pero Kendall no soportará que nadie más tenga la preeminencia. Los ama pero Rom está cansado de ser el desecho, aunque al final sea lo único que realmente es.

Me duele Shiv. Me duele el final de Shiv. Esa mano que se apoya por menos de un minuto en la mano de la escoria que es Tom. Me duele que queriendo ser su padre terminó siendo su madre. Que en un mundo tan patriarcal como es la élite corporativa, todo su fuego después de ser usado sea desechado por peligroso, que siendo infinitamente más capaz, más brillante, más poderoso, su legado haya terminado en manos del más astuto, servil, miserable personaje, su marido. Me duele que se pinte tan bien la realidad femenina: no importa si eres hija del magnate más poderoso del mundo, para el sistema eres una ponedora de huevos, no te quieren de jefa si estás embarazada, quieren cogerte y tener de CEO al que te embarazó, porque en este sistema tan misógino embarazarte es sinónimo de violarte y los poderosos violan, no seducen. Me duele que ante la ambición demente de su hermano prefiera rendirle la empresa al lameculos de Tom, al vil, pequeño, servil Tom. ¿Por qué?, ¿para así tener aunque sea de manera indirecta, una migaja de control, como antes una migaja del amor de papá?
Kendall. Me gusta que, aunque genuinamente lo intentó, nunca pudo convertirse en Logan Roy, ya que a su padre le faltó la voluntad de castrarlo, la muerte tomó la guadaña, la vida las tijeras y es al final castrado, arrojado al mundo casi como cualquier hijo de vecino, nada más que con auto de lujo y el chofer que fue de su padre. Quizá se arroje al mar. Quizá muera de depresión y sobredosis. Pero quizá, también, por fin sea él, lo que él, sin el fardo de la imagen paterna, puede ser.
La última sonrisa triste de Roman, tal vez solo signifique que la vida es posible después de que el Otro ha caído, que tomarse relajadamente el drink favorito de tu más amada y lejana dominatrix puede ser el mejor reinicio, que hasta los mierdas tan mierdas como él, tienen derecho a sonreír.
C
Nota originalmente publicada en Revista Popsi.

Débora Hadaza, es licenciada en composición musical por la UMSNH. Ha sido columnista en revistas digitales como Contenedor de Arte, Periódico el Despertar, Tercera Vía, Revueltas Times, Awttar Electronic Cultural Magasine de Argelia, Tribuna Digital online, y desde el 2021 es colaboradora y editora de la revista/blog “POPSI, entre el psicoanálisis y la cultura pop”. Publicó en 2018 su libro de cuentos “Histerias de la Memoria”, en 2020 el poemario “Yo soy voz y Trucos para no enloquecer”, ambos con las editoriales independientes Editorial Endora y Cartopirata Ediciones, y en el 2023 “Hysterias de Memoria, Pulsión y Olvido” con la editorial colombiana AKERA. Ha participado en diversas antologías nacionales e internaciones de poesía, cuento y ensayo, en el 2010 Antología de cuentos Escritores Seriales. Antología 0.1” de Kala Editorial, en el 2017 en «POESÍA DIGITAL, ANTOLOGÍA APP» con la editorial colombiana Mango Biche, en 2019 en «Tejidos, Texturas y Tesituras. Arte y Psicoanálisis» de la Editorial Samsara, en 2022 en la Antología “Azúcar y Sal” de la Sociedad de Escritoras Chihuahuenses “Ricardo Fernández Aguilar”, en la Antología del Quinto Concurso de Cuento Corto de Escritoras Mexicanas (FENALEM) con su cuento “Nuestro taxista de confianza”, en la antología “Mujeres con mala Reputación” de la Red de escritoras de Michoacán, y en 2023 en la antología “Mujeres que besan” de Escritoras sin Fronteras y CODISE. En el 2022 obtuvo el segundo lugar en el Segundo Concurso de Cuento “Mujeres que se vuelven tinta” del Centro Cultural Elena Garro, con su cuento “Fiebre o río”.







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