DANDYS Y CÍNICOS

La noche brilló por momentos, la noche brilló y no fue por un «Caballo dorado» trotante, en un antro luego de este ritual sonoro buscando dónde demonios se metió La Barranca a consumirse lo que quedaba de la noche. Tampoco brilló por un grupo de travestis que cenaban a las 4 de la madrugada en el Sanborns 24 horas de avenida Vallarta o por los venados que salieron brincando zigzagueantes de un bar de avenida Chapultepec. No fue todo eso, fueron esas canciones de La Barranca, donde encontramos lo que parecía perdido y también descubrimos lo desconocido. Serendipias de la vida.

Por Jose Antonio Monterrosas Figueiras

La Barranca en Guadalajara. Foto: José Antonio Monterrosas Figueiras.

En la vida pasa que uno pierde cosas y buscándolas encuentra otras. Este fin de semana, por ejemplo, me reencontré con unos libros pero perdí unos lentes, unos que por absurdo que parezca la primera vez que usé fue hace 20 años tal vez, y fue con los que vi a La Barranca en ese tiempo, la misma agrupación que este fin de semana ofreció dos conciertos, el viernes y el sábado, 16 y 17 de diciembre, en el C3 Stage de Guadalajara. Serendipias de la vida.

Y fueron dos noches inconmensurables. Samantha Patiño manager de La Barranca trajo de vuelta unos libros que se fueron de viaje por error a la Ciudad de México y le agradezco, pues uno de ellos incluso viajará a Zamora, Michoacán y no es mío. Qué se podía pagar el envío, sí, pero también hay una magia y aquello de preguntar por Facebook si alguien viene a Guadalajara y que alguien responda «sí, yo voy para allá por La Barranca y yo te los llevo».

Samantha Patiño, la capitana de este barco llamado La Barranca, con el autor de este texto.

Eso en parte me recordó lo que fui hace años con este grupo de rock que tiene una mística muy particular. Se me fue entre las manos el poder conversar con José Manuel Aguilera, pero era una viaje muy apretado para él y yo entré por la puerta de emergencia a todo esto, gracias a Samantha y al encargado de la prensa de La Barranca en Guadalajara, Alejandro Meza. Mientras escribo todo esto seguro ya van para San Luis Potosí para otra presentación.

Eso sí, me enteré que al maestro Aguilera le gusta ir a comer al Taco Fish y que sus viejas canciones cada vez suenan mejor con los músicos que ahora está rodeado. Que «La ruedas de los tiempos», canción de todas las horas y lugares, se la dedicó al crítico musical tapatío Enrique Blanc y que la única rola que repitió en estos dos conciertos fue «Día Negro», canción dedicada, tal vez, a alguien que no pudo estar el viernes en el primer concierto y que en el segundo, tras ella decirme que la única canción que hubiera querido escuchar era esa, cinco segundos después, Aguilera, para ponerle punto final a esta celebración de fin de año, fue efectivamente, con «Día Negro». Pero qué día, qué noche tan mágica es ésta.

José Manuel Aguilera atrapado enLa Barranca tapatía. Foto: José Antonio Monterrosas Figueiras.

«Dije que no iba a repetir canciones pero tengo ganas de repetir solo una de ellas», expresó Aguilera y comenzó con esa melodía que cabalga una oscuridad palpitante en su ritmo. Yo sé que fue todo esto, pero seguro cada uno tenemos nuestra propia versión de lo que pasaba allá arriba, en el gran escenario. Aquella mujer me invitó a tomar de su cerveza, mientras grababa ese momento único. Así que brindé a su salud y su alegría.

«Día Negro» es una gran canción, pero creo que «Quémate lento», para mí, sigue siendo la canción de canciones de La Barranca, también pienso que la palabra acechar tiene otro significado en esta idea sonora de este desbarrancado repertorio. Corroboro que José Manuel Aguilera es una mente creativa única en la música. Sus canciones, tantas ya, son como dardos envenenados de un elixir poco encontrado. Sin embargo, yo no creo que el amor tenga que doler para ser amor, como dice una de sus canciones, pero sí creo que éstas sin ello son pura vanidad. Nuestra educación sentimental está plagada de escenas de María Félix con Pedro Infante. De Fellini, Buñuel, Gavaldón y «Vacaciones de terror», de Cardona III, que ayer por cierto se proyecto en la Cineteca de la Universidad de Guadalajara, y yo me la perdí, igual que el concierto de Los Vikingos del Norte en el Centro Cultural Bretón.

Más bien terminé en un Sanborns que está abierto 24 horas para luego ir por paquetes de carne para mis felinas y casi al llegar a casa, por ahí de las cinco de la madrugada de este domingo, vi deambular sobre la avenida Patria, a un hombre inmenso en tacones, iba erguido e imponente, semi desnudo, con tirantes y bikini rojo, enseñando el nalgatorio de Dios griego. La imagen fue borrosa porque además, como ya dije, no supe donde dejé mis lentes. Lo último que supe de ellos fue en esa foto que me tomé con Samantha, donde se ve que mi nariz los sostiene casi apunto de caerse, luego de esa entrega de la bolsa con tres libros.

Libro «Patrimonio», de Sergio Arau. Foto:José Antonio Monterrosas Figueiras.

Uno de aquellos libros es enciclopédico, se llama «Patrimonio», es de Santiago Arau, regalo de ese fotógrafo. El libro está numerado y firmado por él, el mío es el 0055 de 5 mil ejemplares. Esto fue luego de una entrevista con él durante la Feria Internacional de Libro de Guadalajara, que fue a finales de noviembre y diciembre de este 2023, y que es un registro fotográfico de la inmensa Ciudad de México, esa misma ciudad que puebla la cabeza de José Manuel Aguilera.

Sin embargo, el cantante recordó en este concierto, que hace 30 años grabó el primer disco de La Barranca en un estudio tapatío y que este fin de semana regresó ahí para grabar una nueva canción que tocó en esta ocasión, mientras le gritaban que tocara «Denzura», pero no la tocó, se quedaron con las ganas sus seguidores. En cambio Aguilera nos entregó dos que tres joyitas antes de desearnos felices fiestas de fin de año. No sé si realmente vimos su brillo, pero yo lo que vi, creo que ya sin lentes, fue una historia de amor secreto de caligrafía brava, el extravío ridículo de un comediante y la inmensa sonrisa de una mujer que iba descalza.

La noche brilló por momentos, la noche brilló y no fue por un «Caballo dorado» trotante, en un antro luego de este ritual sonoro buscando dónde demonios se metió La Barranca a consumirse lo que quedaba de la noche. Tampoco brilló por un grupo de travestis que cenaban a las 4 de la madrugada en el Sanborns 24 horas de avenida Vallarta o por los venados que salieron brincando zigzagueantes de un bar de avenida Chapultepec. No fue todo eso, fueron esas canciones de La Barranca, donde encontramos lo que parecía perdido y también descubrimos lo desconocido. Serendipias de la vida.

José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.


Descubre más desde REVISTA LOS CÍNICOS

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario

aUTOR

TENDENCIAS