DANDYS Y CÍNICOS

Estuve en el velatorio Gayosso de Félix Cuevas esa noche del 7 de febrero de 2022, en la que despedimos a Carlos Martínez Rentería. Ahí además de lágrimas, lecturas, alcohol y risas, hubo también un pleito que terminó en un abrazo, mediado por un réferi llamado Guillermo Fadanelli. Han pasado dos años de eso, no digo que haya sido mi amigo, pero sí fue un verdadero bárbaro de esa misma ciudad que un día me vio nacer y yo estaba a siete días de abandonarla, una vez más, para irme a Guadalajara.

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

“De cualquier forma / toda lucidez del pensamiento bárbaro / es basura ante un atardecer frente al mar, / una mujer amada / y un niño que te llama papá”
Carlos Martínez Rentería, Mandamientos bárbaros

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

«La hora del postre», con Daniel Espartaco, Carlos Martínez Rentería y JM Servín.

Estuve en el velatorio Gayosso de Félix Cuevas esa noche del 7 de febrero de 2022, en la que despedimos a Carlos Martínez Rentería -o Carlitros, como solían decirle sus amigos, por aquello de que le gustaba beber sin parar-. Ahí además de lágrimas, lecturas. alcohol y risas, hubo también un pleito que terminó en un abrazo, mediado por un réferi llamado Guillermo Fadanelli. Han pasado dos años de eso, no digo que haya sido mi amigo, pero sí fue un aldeano fiel, un verdadero bárbaro, un hijo bastardo y alegre de esa misma ciudad que un día me vio nacer y que yo estaba a siete días de abandonarla, una vez más, para irme a Guadalajara.

«Se fue tranquilo y en paz», me dijo su hijo, Emiliano.

“Pues así es esto”, me expresó, con los ojos irritados y vidriosos, el escritor JM Servín al llegar al sepelio, quien fuera uno de sus grandes amigos.

Dos años después, este 7 de febreo de 2024, Servín anunció que en el canal de Youtube de su editorial Producciones el Salario del Miedo, que compartieron en «La hora del postre», una entrevista con Rentería grabada en 2020. Ahí se encuentran él mismo y el escritor Daniel Espartaco, quienes entrevistaron al dueño de la revista Generación, desde el departamento de Servin, donde seguro todavía estaba de testigo Kato, su perro, su alter ego ahora ya fallecido.

Rentería al final de esa charla dijo que un día todos nos íbamos a morir, por lo que “si queremos una vida pura y sana, pues qué aburrido. Yo recomiendo que cualquier persona que  quiera tener una vida digna y lúcida, aprenda a consumir los excesos de la vida y no se ande quejando”.

Ahí también recordó que él no quería que su revista fuera una revista de la inmediatez y que la contracultura para él no era un tema histórico sino filosófico. Esto porque: «tiene que ver con el impulso de la transgresión en todas las épocas, en una dialéctica que convive con la dinámica de la cultura».

«La contraparte de la cultura -subrayó detrás de una barra y un vaso con una bebida oscura- es la contracultura como impulso de movimiento y la transgresión del deber ser cultural para convertirse en algo que está moviéndose de una manera que nos lanza a un vacío, pero que también nos propone algo que no está. El rompimiento de una época, el rompimiento del pensamiento establecido”.

La noche en que Carlos lucía un saco rojo dentro de esa caja de madera, como si fuera un pinocho triste y desalmado, yo recuerdo haberme despedido de él muy de madrugada, era una noche muy fría, también me despedidí de Servín, le dije que en siete días me iba a vivir a Guadalajara. “Y qué vas a hacer allá”, -me preguntó curioso-. “A tomar distancia un tiempo de la Ciudad de México”, -le contesté sin dudar-. “Te vas aburrir, aunque por allá hay buen postre” -dijo con el rostro cansado y una sonrisa socarrona-. 

José Antonio Monterrosas Figueiras

Un video previo a este, que parece es el único que le antecede a esta entrevista en ese mismo canal de Youtube, hay una lectura pública precisamente de Carlos Martínez Rentería, fechada el 13 de febrero de 2015, sucedida en la Colonia Condesa.

Ahí lee dos poemas de su libro Barbarie (Editorial Moho, 2011), ese libro que me traje por cierto a Guadalajara y que compré en una pequeña librería ubicada en la avenida Miguel Ángel de Quevedo, en la Ciudad de México, precisamente ese día que falleció su autor.

«Voy a leer un par de poemas del libro Barbarie, refiriéndome un poco a otra manera de nombrar o de pensar los bárbaros, porque se ha dicho que estos asesinos, sicarios, narcos, son bárbaros, yo digo que son una bola de imbéciles y gente que merece lo peor que puede ocurrirle a un ser humano en muchos siglos», dijo sin titubear en su papel de poeta.

«Creo que en este sentido los bárbaros tiene una dinámica mucho más digna que es la trascendencia del arte y el pensamiento, que se burla de todos estos momentos de control, de manipulación y de destrucción por los que pasamos”, agregó gallardo.

Entonces leyó dos poemas; primero «Verdaderos bárbaros» y luego «Mandamientos bárbaros». Carlos Martínez Rentería es ahora un fantasma destacado de la Ciudad de México, de ese “Vaticano de la maldad”, como JM Servín definió a esa monstruosa metrópoli, una noche que estuve en su casa, en una de esas fiestas donde también llegué a conversar con Carlos Martínez Rentería, tal vez de las pocas, poquísimas veces que platiqué con Carlos, uno a uno, y donde me contó de cuando fue reportero de El Universal.  

La noche en que Carlos lucía un saco rojo dentro de esa caja de madera, como si fuera un pinocho triste y desalmado, yo recuerdo haberme despedido de él muy de madrugada deseándole buen viaje al más allá, era una noche muy fría, también me despedí de Servín, le dije que en siete días me iba a vivir a Guadalajara. “Y qué vas a hacer allá”, -me preguntó curioso-. “A tomar distancia un tiempo de la Ciudad de México”, -le contesté sin dudar-. “Te vas aburrir, aunque por allá hay buen postre” -dijo con el rostro cansado pero con una sonrisa socarrona-. 

Servín subió a un auto que estaba llegando, yo emprendí el camino a casa. Cuarenta minutos después de recorrer a pie calles bastante conocidas, de cruzar frente a Cineteca y atravesar un solitario Centro de Coyoacán, tal vez a las cinco de la madrugada de eso, entendí que ya era hora de terminar de empacar, sin embargo, todavía volví a Gayosso un par de horas después, sólo para ver cómo se llevaban a Carlos, de la sala donde estuvo toda la noche, para finalmente ser cremado. Mientras unos cuantos aplaudían, otros cantaban La gran noche de Rafael, algunos más le gritaban “¡hasta pronto, desgraciaaado!”, como solían decirle y él responderles a manera de guasa lo mismo. Cada vez fueron quedando menos. Al final nos pasaron a otra sala, hubo pastel por un cumpleaños familiar, yo ya no tenía nada que hacer ahí. Me fui sin interrumpir más. 

«Descubrirás verdades luminosas / sólo en la destruccion de tu vida», dice en un poema de Rentería y así creo que fue su paso por esta errabunda existencia. Para mí su muerte fue como hacer conciencia de que la cuenta regresiva de mi viaje, sin boleto de regreso a la Ciudad de México, de dejar ese gran y virtuoso adefesio que me vio nacer el 27 de septiembre de 1978, tenía una fecha ya programada para dejarlo, el 14 de febrero, y no había vuelta para atrás.

Estaba a escasos siete días de irme a Guadalajara. A mi reloj de arena le quedaba pocos granos en la aparte de arriba, las emociones estaban revueltas. Gatos, perros y libros se iban conmigo, también las cenizas de mamá y de su perrita Lisa, que tanto quiso en vida. «A lo que sigue», – pensé-.

El poeta tapatío Marco Antonio Gabriel acompañado de su paisano Peso Pluma ¡Ajúa! Foto:José Antonio Monterrosas Figueiras.

Dos años después, este 8 de febrero, me espera una entrevista con los del Observatorio del Rock Mexicano, una presentación de un libro sobre cine de Annemarie Meier, el círculo de lectura con Mónica Maristain donde conversaremos sobre el último libro de Vargas Llosa, «Les dedico mi silencio», y el cumpleaños del poeta tapatío Marco Antonio Gabriel, quien ha escrito en su libro «alQuímica» (Ediciones el Viaje, 2023), el cual me regaló el último sábado del 2023: «Aprender a estar solo / es un oficio de minotauros». ¡Ajúa!

Carlos Martínez Rentería podría concluir lo siguiente:

«La fuerza del músculo
nada cambió de su tiempo,

en cambio,

los guerreros fueron fieles a su tradición.

Ellos, los verdaderos
bárbaros
no fueron a las guerras
no salvaron a nadie
tampoco desafiaron
a los dioses

¡Qué barbaridad!:
no creer en lo que ya existía.

Ni en las religiones
ni en la laica felicidad.

Antes del deber ser de cada época,
antes de los héroes y los redentores,
sólo los bárbaros descordaban,
sólo los bárbaros inventaban otro pensar.

Sólo los bárbaros viven sin saber nada,
pero sabiendo todo.

Y sólo algunos, unos cuantos, bárbaros

vivieron
para decir NO

por siempre.»

José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.


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