CINISMO MEMORIOSO
A 30 años de The division bell tour que pasó por México
Un día después de la triste noticia del suicidio de Kurt Cobain, Pink Floyd tocó en la ahora Ciudad de México. Arturo del Río, siendo un adolescente, asistió el 9 de abril de 1994, al primero de sus dos conciertos. Tiempo después sabríamos que ésta sería la única vez que la agrupación inglesa de rock progresivo visitaría México. En Los Cínicos, el ahora músico revive ese momento sucedido hace 30 años, en un mes de abril que ahora vivió un eclipse casi la misma fecha y en donde en un mismo día pueden presentarse Tom Jones, Madonna e Interpol.
Por Arturo del Río

Era diciembre del 1993 y como en toda familia mexicana tradicional, celebrábamos las fechas navideñas. Yo era un muchacho de apenas de 16 años, con una sed de conocimiento musical muy grande. Mi padre, un rockero de los 70, me inculcó siempre escuchar grupos como Deep Purple, Led Zeppelin y por supuesto Pink Floyd, el cual se convirtió rápido en un camino extenso por conocer tanto de sus integrantes como de su música, pues apenas descubría algunas canciones del disco “The Wall”.
Ya empezaban a circular los rumores de que ellos pisarían tierras aztecas, así que de inmediato le solicité a mis padres que me dejaran asistir a ese concierto y un tío, el cual me presentó por primera vez el “Dark side of the moon”, me dijo: “Yo te invito al concierto”. Ese día mi sed por saber más de ellos creció y de inmediato empecé a solicitar a mis amigos y a la gente a mi alrededor que me compartieran lo que tuvieran de su discografía.
Recuerdo, incluso, haber ido a la icónica tienda Discos Aquarius para ver si lograba encontrar algún disco a un precio razonable. Mi sorpresa fue cuando me enseñaron una caja con toda la discografía en vinilos de «The piper at the gates of dawn» hasta el “A momentary lapse of reason” y pues entenderán que a mi corta edad, mi cartera era todavía más corta.

Conseguí lo que pude y me dispuse, cual esponja, a absorber absolutamente todo lo que pudiera escuchar. Sin estar consciente de manera clara, acerca de la cantidad de información que estaba a punto de recibir, llegamos al 9 de abril de 1994, al ahora Foro Sol, que en ese tiempo se llamaba Nuevo Foro Autódromo Hermanos Rodríguez y lo primero que vi entre la turba de gente fue un gran escenario con un fondo semiesférico y una estructura redonda en la parte alta, alcanzaba a ver unas bocinas colgadas en unas grúas colocadas en la periferia del recinto. Todos se mostraban muy alegres y deseosos y no era para menos, ya que era la primera vez -y única, aunque no lo sabíamos- que Pink Floyd ofrecería un concierto en nuestra tierra. Empezaron unos sonidos de animales en las bocinas periféricas creando una gran expectación.
Empieza a sonar ese acorde en Sol Menor inconfundible, una serie de proyecciones de planetas empezaba a mostrarse en esa inmensa pantalla semiesférica, las luces matizaban y el sonido empezaba a ser cada vez más fuerte, se escuchan las primeras notas de la guitarra de David Gilmour, eso me erizó la piel de inmediato, el escenario no dejaba de tener un sinfín de contenido visual y así, sin más, empezamos a escuchar “Shine on your crazy diamond”, yo observaba a la gente, algunos gritando, otros llorando, dio inicio el concierto que me marcó la vida.
Así fue que conocí más de su música, en manos de ellos mismos (sin contar a Roger Waters). Escuchar “Astronomy domine”, seguida de varias canciones aún desconocidas para mí, pero igualmente de un gran asombro. Escuchar “Learning to fly”, “What do you want from me” y algunas más que en realidad no había oído antes.
Así fue que conocí más de su música, en manos de ellos mismos (sin contar a Roger Waters). Escuchar “Astronomy domine”, seguida de varias canciones aún desconocidas para mí, pero igualmente de un gran asombro. Escuchar “Learning to fly”, “What do you want from me” y algunas más que en realidad no había oído antes.
Arturo del Río
Se fue dando toda la primer parte del show hasta llegar a “One of these days”, la cual sí conocía ya que por alguna razón ese vinilo llegó a mi vida (el “Meddle”) previo a ese show. Arrancó el segundo set, con una mezcla entre el “Dark side of the moon”, “The division bell”, “Wish you were here” y, por supuesto, “The Wall”.
Todo el show se desarrolló en un sinfín de elementos visuales en el escenario, una iluminación que me sorprendió con el uso de rayos láser y las proyecciones que no dejaban de maravillar con el contenido tan apegado a las canciones. Recuerdo las imágenes de las canciones de “The Wall”, que fueron muy apegadas con el sentido de la película, que había visto una vez en mi vida, y en la canción “Money” un mar de dinero se veía mientras se escuchaban las registradoras, para dar pie a esa inconfundible melodía del bajo. Al ser para mí una experiencia totalmente nueva, había un gran contenido audiovisual que para un adolescente de 16 años era demasiado.

La reacción que tuve al finalizar las 22 canciones que tocaron de manera majestuosa, fue como mi primer salto en paracaídas, pues pasó todo muy rápido y mi cerebro no había terminado de comprenderlo todo. Al final en “Run like hell” se rumoraba que en el show aparecía un dirigible en las alturas, posándose en el centro de la gente y con rayos láser se emulaban el prisma de la famosa portada del “Dark side of the moon”, sin embargo, ésta parte no pudo ser ejecutada, según decían que las autoridades de aeronáutica civil mexicana no está permitido la circulación de este tipo de aeronaves en nuestro territorio, la verdad nunca supe si esto fue recreado en otros países, me hubiera encantado haberlo presenciado, pero esa omisión, nunca demeritó el gran desempeño de Pink Floyd.
Al terminar, mi sorpresa también fue ver el resultado de las reacciones de la multitud, no había más que caras felices, llorando algunos de felicidad, otros muy eufóricos y en general entendí que la música de Pink Floyd era, es y seguirá siendo un refugio musical, una forma de entender la vida en muchos aspectos. Tanto en lo que comunican, como en su discurso de protesta y en su gran sentido de brindar ese amor por su público.
En definitiva jamás se volverá a ver algo parecido, lamentablemente. Sin embargo espero que mis palabras les brinde un poco de la emoción que yo experimenté en ese gran concierto.
Larga vida a Pink Floyd.
C

Arturo “Hanno” del Río Hernández, nació en México D.F. el 13 de diciembre de 1977, radica en Los Cabos, Baja California Sur. Es músico, bajista, enfocado en el género denominado como Heavy Metal. A trabajado en medios de comunicación como en el extinto CNI Canal 40, TV Azteca y freelance en CNN, Telemundo y Al Jazeera. También es productor en agencias publicitarias como Draft Worldwide y Creatyvision. Actualmente es productor de eventos y espectáculos en la zona noroeste de México.







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