DANDYS Y CÍNICOS
JM Servín, el periodista Gonzo, de regreso a Guadalajara
Luego de estar acompañado de Rogelio Villarreal, Gerardo Lammers y Eugenio Partida en la carpa de la Feria Municipal del Libro de Guadalajara, todos ellos periodistas y escritores, Servín quien dijo que había que hacer una Perestroika del periodismo nacional, en su cabeza sólo existía algo: el clásico del futbol tapatío Chivas Vs. Atlas y las «nalgas alegres» de la tradicional cantina Los Equipales.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

La última vez que vi a JM Servín, fue el 7 de febrero de 2022. La funeraria Gayosso de avenida Félix Cuevas, de la Ciudad de México, nos esperaba a escritores, periodistas, gente de la contracultura chilanga, familiares y amigos, para despedir, a los sesenta años de edad, a Carlos Martínez Rentería, quien falleciera la mañana de ese lunes. En esa ocasión, no sólo le dije adiós al fundador de la revista Generación, sino a la Ciudad de México, pues una semana después, estaría viajando con mis perros, algunos libros y un banda felina que recién ronroneaba en mi vida hacia Guadalajara.
Esto mismo se lo conté a Servín, la noche del sábado, 27 de abril, mientras recorríamos las calles solitarias y oscuras del centro de Guadalajara, abordo de un auto piloteado por la poeta Mariana Pérez Villoro, quien iba acompañada, a su lado, por el periodista Gerardo Lammers. Servín y yo, viajábamos en el sillón trasero de ese coche. Durante el trayecto nos tocó ver filas de indigentes que estaban tumbados en las banquetas, ahí enrollados varios de ellos entre cobijas. Una imagen común para JM, pues suele capturarlos en su celular para luego subirlos a su cuenta de Instagram. En esta ocasión no fue así.
Prácticamente con esto, fue que el autor de D.F. Confidencial. Crónicas de delincuentes, vagos y demás gente sin futuro (Almadía, 2010), se despidió de Mariana, Gerardo y de mí, para meterse a su hotel y al día siguiente viajar de regreso a la Ciudad de México. Veníamos de estar en la cantina Los Equipales, donde además de ver el partido de las Chivas contra el Atlas, el clásico tapatío, había cervezas y unas «Nalgas Alegres». Así que fue este último sábado de este mes de abril de 2024, en el que me reencontré con JM Servín acá en Guadalajara.
Había intentado verlo en noviembre del 2022, pues como si mis muertos -mi madre y Blue Demon, en su centenario- me llamaran, volví a la ciudad donde nací hace 45 años. Fue un día de mediados de noviembre, a unas horas de viajar a Guanajuato, por un festival de cine donde habría un homenaje a Tinieblas y se proyectaría en la Alhóndiga de Granaditas, cincuenta años después, Santo contra las momias de Guanajuato, que estando en la tienda de Blue Demon Jr., que se encuentra en Emilio Donde 7, en la Colonia Centro, casi frente al parque de la Ciudadela, decidí mandarle un mensaje a Servín, quien vive muy cerca de ahí, en la calle de Bucareli, a ver si estaba disponible para conversar sobre su nueva novela Mi vida no tan secreta (Mondadori, 2022), la cual es un gran relato sobre su vida no tan secreta.
«Esto es una novela de no ficción escrita bajo digresiones, tropiezos y dudas. No es una autobiografía, sólo recupero una parte de mi historia familiar. Reconstruí ciertos pasajes de mi anecdotario personal que descartan cualquier atisbo de ‘objetividad’ o rigor historiográfico. Enturbiar o embellecer lo que reconozco como memoria, puede resultar agotador, imposible. Una farsa», advierte en el libro, ese escritor que se ríe de las derrotas y que llora de alegría, cuando gana.

No logré coincidir con él en aquella ocasión y me fui a Guanajuato. Tuvieron que pasar dos años para volver a ver al JM Servín, pero mientras tanto llegó a mi nueva casa el diminuto libro Mi alter ego (Los libros del Sargento, 2022), dedicado a su querido perro golondrino, Kato, fallecido el 19 de septiembre de 2022. Escribiendo este pequeño libro descubrió que su oficio de escritor se lo debe a los perros. Explica que desde niño aquellos le enseñaron el valor del cariño moviendo la cola, lamiéndolo, ladrando de alegría previo a un largo paseo, «cuando regreso a casa luego de un viaje o recostados conmigo en la enfermedad, el reposo o el abatimiento de la cruda -confiesa Servín-. A veces nos comunicamos en silencio, mirándonos a los ojos, ellos me lamen comprensivos y yo los acaricio agradecido».
Desde antes de la pandemia no había vuelto a zonas tapatías, en ese entonces fue por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara a la que no piensa volver pronto, ahora fue la presentación del Gonzine lo que lo trajo a la carpa de la Feria Municipal del Libro y la Cultura de Guadalajara. ¿Pero qué es el Gonzine? «El Gonzine es el nieto del fanzine como medio de expresión marginal, radical, netamente urbano. El hazlo tú mismo es una reivindicación de nuestra necesidad de resistir a las dinámicas literarias y editoriales. Apostamos por el feísmo y la hibridez artística y literaria», así lo explica en su texto introductorio del Gonzine, «A la quinceañera le gustan los chambelanes Gonzo».
Expresa ahí mismo, el hombre que suele usar un pequeño sombrero de pescador a la Hunter S Thompson, que: «Aquí tenemos una muestra de lo que hemos publicado y estamos por publicar. Cronistas de primer nivel para esta edición conmemorativa. Esto es un reconocimiento a cinco legendarios amigos y consejeros que nos ayudaron a trazar esta deriva editorial: Rafa Saavedra, Sergio González Rodríguez, Eusebio Ruvalcaba, Carlos Martínez Rentería y Roberto Diego Ortega»,
«¡El prestigio apesta!»: J.M. Servín (¡Jericallas o muerte!)
«El prestigio apesta», afirma Servín en la presentación de esta publicación que está conformada por un par de enormes sábanas de papel, donde hay una serie de crónicas dedicadas a las ciudades, su gran mayoría dedicadas a la Ciudad de México, aunque también hay a Monterrey, como la de Arnulfo Vigil, poeta y editor en la revista y libros Oficio -en la cual por cierto JM tiene un nuevo libro sobre la nota roja que se llama Yo soy el Mandrake– o al mismo Guadalajara, en la crónica de Gerardo Lammers sobre Pablo H. Cobian «un artista que camina las calles en busca de objetos (…) con los que forma sus colecciones y hace sus piezas».

¿Pero qué es el Gonzine? «Es el nieto del fanzine como medio de expresión marginal, radical, netamente urbano. El hazlo tú mismo es una reivindicación de nuestra necesidad de resistir a las dinámicas literarias y editoriales. Apostamos por el feísmo y la hibridez artística y literaria».
J.M. Servín
Así como la gran mayoría son crónicas y testimonios escritos sobre la Ciudad de México, también dominan las plumas masculinas. Me acerco al micrófono que se encuentra entre las sillas del público para preguntarle al autor del libro Del duro oficio de vivir, beber y escribir desde el caos (Cal y Arena, 2021) sobre qué pasa con las cronistas, dónde están aquellas periodistas Gonzo, me responde que aunque se les ha invitado a varias, «nunca mandan nada». Trae a cuento a una periodista tapatía, que incluso le cuesta trabajo recordar su nombre, lo ayuda Gerardo Lammers quien está a su lado y modera la presentación, «¿Vanesa Robles?». En el Gonzine están, a ojo de buen cubero, treinta y tres crónicas escritas por hombres, frente a cinco crónicas escritas por mujeres. Ellas son Adriana Franco, Erika Rosete, Daniela Rea, Gilma Luque y Regina Mendoza.

Luego de estar acompañado de los periodistas, escritores y autores en la editorial Producciones el Salario del Miedo, Rogelio Villarreal, Gerardo Lammers y Eugenio Partida, durante esta presentación, Servín, quien además dijo que había que hacer una Perestroika del periodismo nacional, en su cabeza sólo existía una cosa: ver el clásico del futbol tapatío Chivas Vs. Atlas, también las «Nalgas Alegres» de la tradicional cantina Los Equipales, que es una bebida en copa con hielos, que lleva Orange Crush, ginebra, vino tinto y otros licores. El escritor la bebe con entusiasmo, en ese lugar que visita desde que tenía seis años, aunque en ese tiempo lo entretenían comiendo unas jericallas. Esperen pronto el Encuentro Intergaláctico de Periodismo Gonzo y Nalgas Alegres en Guadalajara, revela J.M. Servín, al mismo tiempo que ve como triunfan las Chivas.
¡Jericalla o muerte!
Los viajes de Eugenio Partida y José Mujica, diez años después

A propósito de los quince años de la editorial Producciones el Salario del Miedo, rescato una nota publicada en la revista Replicante, el 4 de diciembre de 2014, en el que escribí sobre el gran libro de crónicas Los viajes de Eugenio Partida. Fue producto una entrevista que le hice a Eugenio en la vieja cantina La Fuente ese año. Desde aquel día que no lo veía. Tuvieron que pasar diez años para volvernos a encontrar. Gerardo Lammers toma una foto en la que estamos JM Servín, Eugenio Partida y este quien escribe, después de la presentación del Gonzine. Buen momento.
En mi texto, por cierto, hablamos de José Mujica, quien estuvo en esa FIL de Guadalajara del 2014. Diez años después, apenas este lunes, 29 de abril, en una conferencia de prensa, confiesa el ex presidente de Uruguay, que le han detectado un tumor en el esófago, el cual es difícil de tratar. «La vida es hermosa y se gasta y se va. La cuestión triunfal en la vida es volver a empezar cada vez que uno cae (…) Estoy agradecido y, al fin y al cabo, que me quiten lo bailado», expresa tranquilo.
Aquí mi nota:
Estaba dispuesto a conocer a José Mujica, el presidente de Uruguay, que se encuentra en Guadalajara para la entrega del galardón Corazón de León por parte de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), organización que representa a los más de 240 mil estudiantes de la Universidad de Guadalajara —según un comunicado—, pero me metí a la cantina La Fuente, en el centro de Guadalajara, y se me pasó.
La verdad es que ahí me esperaba el escritor Eugenio Partida, quien vive en esta ciudad desde hace quince años —Eugenio nació en Ahualulco, en 1964— para conversar sobre su libro Viaje (el sexto libro de crónicas de la editorial El Salario del Miedo).
A Eugenio no le gusta del todo la Feria Internacional del Libro, tampoco las presentaciones de libros; si lo invitan a firmar sus novelas prefiere irse de viaje. Es como un forastero de su propia tierra. “El libro es la nota, no la presentación”, dice mientras da un trago a su cerveza. Explica que muchos periodistas hacen la nota sobre la presentación, pero no leen el libro, y por eso no le gustan esas ceremonias. Dice que J.M. Servín, editor de El Salario del Miedo —y quien detesta el término “editorial independiente”—, se encargó de todo.
Mientras llega un plato de unicel con charales de Chapala le digo que pareciera que esta edición de la FIL la ausencia de Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y de Mario Vargas Llosa pesó en la notoria reducción de la asistencia en algunos eventos literarios. Eugenio coincide pero dice que no hay que preocuparse demasiado pues “ese pinche viejito de José Mujica, que no me cae mal, está sustituyendo”, por ejemplo, “a Saramago”.
El también escultor, oficio que aprendió de su padre, cree que a Mujica lo van a exprimir como lo hicieron con José Saramago, a quien todo mundo utilizó. Hasta su esposa, le digo, y ríe: “Bueno, de la esposa no te salvas”.

El también escultor, oficio que aprendió de su padre, cree que a Mujica lo van a exprimir como lo hicieron con José Saramago, a quien todo mundo utilizó. Hasta su esposa, le digo, y ríe: “Bueno, de la esposa no te salvas”.
Eugenio Partida
Para Eugenio, Carlos Fuentes fue el Arturo Córdova de la literatura y Juan Villoro, sucesor de todo ese grupo de escritores, un hombre inteligente pero que no tiene un solo personaje recordable en sus novelas y me pregunta: “A ver, cómo se llama el personaje principal de El testigo».
Vienen otro par de cervezas y se nos va olvidando Mujica, Fuentes y Villoro. Eugenio Partida estudió hasta la secundaria y cuenta que en su casa había muchos libros, y que sabía mucho más que sus propios maestros. Me obsequia dos de sus libros: La ballesta de dios y El lobo y otros cuentos.
Le pregunto por la beca que le permitió irse a vivir a Cuba durante un año. En la introducción Viajes, Eugenio narra que para cumplir con el programa de la beca, al no haber entregado nada de lo que había prometido como proyecto y llegada ya la fecha del segundo informe, “escribí apresuradamente la crónica que aparece en este libro”. Enfrascado en el descubrimiento de La Habana, viajes a la playa, pasar tiempo en pueblos pequeños y bucear, la historia tiene elementos del llamado periodismo gonzo, parecidos a la anécdota que cuenta Hunter S. Thompson cuando al ser enviado a cubrir el derby de Kentucky y dado que se la había pasado bebiendo, “redactó una apresurada crónica sólo para cumplir, seguro de que la rechazarán, pero que fue muy celebrada por su editor como una pieza magistral, y que le gustó mucho al público”.
Entre otras cosas más que me dijo Eugenio está una frase que podría enmarcar y colgar en la sala de mi casa: “Si uno viaja una semana a un lugar está listo para escribir un libro, si uno se queda un mes ya no estará tan seguro, y si uno se queda un año jamás lo escribirá porque se dará cuenta de que no sabe nada del lugar”.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.







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