DANDYS Y CÍNICOS

Este domingo, 2 de junio, se realizó la elección presidencial para el periodo 2024-2030. El autor de esta nota cuenta cómo fue votar en una casilla especial, el voto para los desaparecidos y el triunfo para una mujer, que el próximo 1 de octubre será la primera presidenta de México y se llama Claudia Sheinbaum.

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

Un grupo de personas que sabiendo que no había boletas para foráneos hicieron fila seis horas.

Este domingo, 2 de junio, finalmente fue la elección presidencial de México para 2024-2030. Yo voté en una casilla especial en la Unidad Administrativa de Zapopan, en Jalisco, pues mi credencial de elector es de la Ciudad de México y actualmente me encuentro en Guadalajara.

Llegué alrededor de las diez de la mañana, pensando que seríamos unos cuantos, pero no, sorpresa, la fila de los foráneos ya daba la vuelta a una cuadra entera. A las once de la mañana, nos dijeron que las 2 mil fichas de las dos casillas especiales ya se habían terminado. Fueron las palabras mágicas: «Se acabaron las boletas», lo que hizo quedarme hasta el final. Tanto yo, como un grupo de personas, decidimos permanecer en la cola para que en nuestra cara nos dijeran «ya no hay boletas, lás-ti-ma-mar-ga-ri-to, gracias por participar».

Fueron seis horas para llegar a la casilla. En ese tiempo, 140 personas, según lo dicho por el único voluntario que atendía a más de dos mil personas, se fueron. Esto porque quedaban ese número de boletas a las cinco de la tarde. Todo indicaba que dos familias -una con una niña y otra con un niño- que estaban delante y detrás de mí, entre otras personas, pocas a diferencia de las que a las diez de la mañana estuvimos ahí, logramos votar.

Valió la pena la chamuscada por el sol, pero es lamentable que se den tan pocas boletas para foráneos en una ciudad como Guadalajara, que aunque se crea que es un ranchote, ésta es muy dinámica y cada vez más compleja. Debo decir que no había visto tanto interés y entusiasmo por votar de la gente, como en esta elección.

La noche del 2 de junio, se anunció que Claudia Sheinbaum, la candidata por la coalición Morena-PVEM-PT, aventajaba a Xóchitl Gálvez, candidata por la alianza PAN-PRI-PRD, por más de 30 puntos, parecía una victoria contundente no sólo en la presidencia de la República, sino en el congreso, la gubernatura de la Ciudad de México y varios de los estados para el partido-movimiento que fundó no hace mucho el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y que fue el que lo llevó a este encargo que parece que culminará con la entrega de la banda presidencial a Claudia Sheinbaum Pardo, el próximo, 1 de octubre, y con ello tendremos por primera vez a una mujer al frente del gobierno de México.

Espero que no estemos viviendo la última elección desarrollada por una institución como el INE, que con todo funciona gracias a los ciudadanos y a pesar de este gobierno que un día sí y otro día también, se ha dedicado a desprestigiar su labor. Es el Instituto Nacional Electoral el que reconoció el triunfo del mismo Andrés Manuel López Obrador hace seis años y ahora es el mismo instituto que anunció la victoria arrolladora de la candidata por Morena. Sin embargo, ahora le quieren quitar su independencia, así como la hemos conocido hasta el día de hoy, al menos eso es lo que han dicho que harán con su famoso Plan C, que luego de esta victoria arrolladora podrán hacer cambios al INE, a la Corte, adscribir a la Guardia Nacional a la SEDENA, entre otras cosas que le darán más poder a este gobierno, que la gran mayoría de la ciudadanía se lo ha entregado a un sólo partido: el Morena.

Así que tengo un sabor agridulce en la boca, pues por un lado me alegra ser testigo que este país, por primera vez, tendrá una presidenta, pero por otro lado, tendrá el poder casi absoluto para llevar al país a lo que «dicte su dedito», ese plan C que intenta cancelar el tema de la transparencia, la independencia de instituciones ciudadanas y que la Guardia Nacional la conduzca un militar.

José Antonio Monterrosas Figueiras

Te cambio tu voto

Mientras en la fila de los sufragantes foráneos nos preguntábamos si podríamos votar, porque las 2 mil fichas que se repartieron se habían terminado en las dos casillas especiales de las oficinas de la Unidad Administrativa de Zapopan sur, en Jalisco, un hombre desde la acera de enfrente alzaba una pancarta que al leerla me generó mucha inquietud.

Le tomé una foto, pero no me acerqué a preguntarle sobre esto que expresaba en ese pedazo de cartón que sostenía entre sus manos. La razón es que todavía estaba con la incertidumbre de si valía la pena continuar ahí o mejor moverme a otra casilla o si me iba definitivamente de vuelta a casa y no votar. ¿Y qué decía ese letrero? Lo siguiente: «Te cambio tu voto por mi papá secuestrado, (mi) primo desaparecido y (mi) amiga asesinada».

Un voto para las personas desaparecidas en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador.

De haberme acercado habría sabido que era anular voto poniendo el nombre de una de estas personas desaparecidas -de esas 100 mil que sus familiares las buscan, como el caso más visible de Ceci Flores, quien encabeza a las madres buscadoras de Sonora y que el presidente Andrés Manuel López Obrador no le abrió la puerta de Palacio Nacional hace unos meses cuando le quería entregar «la pala de mando» con la que ha buscado a personas que un día salieron de su casa y no regresaron-.

No tengo empacho, aunque incluso pueda parecer muy impopular en este momento, ahora que el país sabemos que virtualmente es de color marrón, decir que voté por Xóchitl Gálvez, la candidata de la alianza Prianista-PRD, la razones son básicamente dos; la primera, es que consideré fundamental votar por una mujer para presidenta de México, ya lo había hecho por Patricia Mercado, cuando fue candidata por Alternativa Socialdemócrata y Campesina, en aquella polémica elección presidencial de 2006, cuando Felipe Calderón, candidato de Partido Acción Nacional, le ganó por una diferencia de 0.56%, al candidato del Partido de la Revolución Democrática, Andrés Manuel López Obrador.

Por otro lado, me pareció relevante que fuera un voto de contrapeso frente a esta devoción por un hombre que está por entregar la banda presidencial a su heredera, aquella que le hizo campaña desde la Mañanera el presidente desde hace cinco años, y a quien le han perdonado todo en este sexenio, tales como su indolencia a los familiares que tienen algún miembro desaparecido, a las familias que tienen hijos enfermos con cáncer, a todos aquellos que han sufrido la violencia del Crimen Organizado, a la 800 mil personas que murieron por COVID durante la pandemia, mientras el mismo presidente de México, les decía que no usaran cubrebocas y que se abrazaran.

Además, por si fuera poco, este gobierno terminó por empoderar a los militares, dejándolos fuera de los cuarteles para ponerlos en la frontera entre México y Estados Unidos, al servicio del gobierno de Donald Trump y que continuo con Joe Biden. «¿Qué fue lo que hizo cambiar de posición a López Obrador durante los días que Cienfuegos Zepeda estuvo tras la rejas en Los Ángeles y luego en Nueva York? -se pregunta en la página 126 el periodista J.Jesús Esquivel de su libro A sus órdenes, mi general. El caso Cienfuegos y la sumisión de AMLO ante el poder militar (Grijalbo, 2023)-, la respuesta puede estar dentro de su estrategia de militarizar a casi todas las entidades del gobierno federal». Y continúa el reportero de la Revista Proceso: «El militarismo en México, palpable en los mandos de la Guardia Nacional, lo describe el mismo Barr en su libro al manifestar que López Obrador desplegó a militares a lo largo de las fronteras sur y norte de México para contener el flujo de migrantes centroamericanos que buscaban llegar a Estados Unidos, clara respuesta a las presiones de Trump».

Hay más sobre todo esto porque no podemos negar que AMLO supo identificar bien los dolores de los mexicanos como son el clasismo, el racismo, la pobreza y la corrupción, que no es menor, pero quiero volver aquel hombre que sostenía el letrero en el que pedía el voto de los que estábamos ahí formados, a cambio de poner el nombre en la boleta de su papá secuestrado, de su primo desaparecido o de su amiga asesinada. Creo que no se articuló bien esto del voto nulo, pero en seis años, de seguir con la misma situación, con un gobierno que todo se le solapa, que todo se le perdona, y siendo uno en el que habrá partido hegemónico, con la presidencia de la República de ese mismo partido-movimiento, con los estados y el congreso de su lado, este tema de las personas desaparecidas, cada vez será peor si intentan evadirlo, minimizarlo o despreciarlo como lo hizo Claudia Sheinbaum en su campaña. Ésta sin duda es una gran deuda que ha dejado Andrés Manuel López Obrador en su paso por la presidencia de México, ahí está como muestra el caso de los 43 estudiantes desaparecidos.

Así que tengo un sabor agridulce en la boca, pues por un lado me alegra ser testigo que este país, por primera vez, tendrá una presidenta, pero por otro lado, tendrá el poder casi absoluto para llevar al país a lo que «dicte su dedito», ese plan C que intenta cancelar el tema de la transparencia, la independencia de instituciones ciudadanas y que la Guardia Nacional la conduzca un militar. En ese sentido, me parece curioso, por otro lado, que además será el 1 de octubre cuando AMLO le entregará la banda presidencial a Claudia Sheinbaum. Así que el encabezado de los periódicos al día siguiente podría ser: «Claudia Sheinbaum es la primera presidenta de México» y no «2 de octubre no se olvida».

José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.


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