CINISMO CAMPESINO

Este 13 de agosto la Cineteca Nacional comienza con una retrosprectiva dedicada al cineasta japonés Akira Kurosawa que durará hasta el 25 de agosto. Ésta se llama Bajo la mirada de Akira Kurosawa. Sirva para leer una crítica de Fernando Ramírez Ruiz dedicada a una de las películas emblemáticas de Kurosawa con final extraño. Aquí va.

Por Ferndando Ramírez Ruiz

El final de la clásica Los siete samuráis (Japón, 1954), de Akira Kurosawa, es muy extraño. Para quien no lo sepa, esta película se trata de un pueblo de campesinos que contrata a siete samuráis para que los defiendan de unos bandidos, pero todo acaba en que los tres samuráis que terminan vivos ven las tumbas de los cuatro que murieron y Kanbei, el jefe de los samuráis, el más viejo, dice que perdieron, que los que ganaron fueron los campesinos. El colmo es que Shino, la chica de la que se había enamorado uno de los samuráis pasa junto a él sin hacerle caso.

Hay un cambio en el carácter de los campesinos y de los que empuñan la espada a lo largo de la historia. Al principio se supone que los campesinos son tan pobres que morirán de hambre si los vuelven a robar. Para poder ofrecerles arroz a los samuráis, ellos deben comer mijo, que quien sabe que sea, pero se le pinta como comida de miserables. A los bandidos parece que les va mucho mejor pues escogen cuál pueblo saquear y pueden esperar a la cosecha antes de atacar.

Aunque desde un principio los campesinos salen en busca de samuráis hambrientos, que acepten defenderlos a cambio de comida, hay muchos diálogos donde se dice, o ellos mismos dicen, que no hay nada peor que ser un campesino. Inclusive hay una escena donde a uno de ellos le roban el arroz y se pone a llorar. ¿Cómo se llega entonces a ese final en donde un samurái dice que ellos perdieron y ganaron los campesinos y una chica campesina rechaza al joven y apuesto samurái enamorado?

Considerando que Los siete Samuráis se realizó con menos de una década después de que Japón perdió la segunda guerra mundial resulta sintomático ese final en donde se dice que los mansos pero trabajadores acaban mejor que los bravos guerreros y donde al más hábil de los samuráis, al maestro de la espada Kyuzu, lo matan de un balazo.

Fernando Ramírez Ruiz

Kikuchiyo, un campesino que se hace pasar por samurái, nos da una pista cuando descubre que los del pueblo esconden armas y armaduras que les han quitado a samuráis derrotados, lo cual es un crimen según ellos. Y también esconden a sus hijas y a las chicas guapas del pueblo. Kikuchiyo dice que los campesinos son avariciosos y mañosos, que siempre tienen muchas cosas escondidas. Y más adelante se ve que sí, los aldeanos escondían buena comida y sake. ¿Pero entonces por qué tanto llorar y decir que se iban a morir de hambre? Kikuchiyo dice que los campesinos viven preocupados, que se despiertan y se van a dormir preocupados. Puede ser eso.

También Kikuchiyo pone en la misma canasta a los samuráis y a los bandidos cuando dice que ustedes (samuráis y bandidos) tienen la culpa de que los aldeanos sean así de avariciosos y tramposos. Y más adelante se ve que los bandidos tampoco la pasan bien, que de hecho atacan porque están muy hambrientos, uno de ellos dice que más que los campesinos.

Y así se llega a ese final extraño, pero que recuerda otra historia; una donde un tipo pierde todo por un plato de comida. La famosa historia del «plato de lentejas» de la Biblia; esa donde el patriarca Isaac tuvo dos hijos, Esaú y Jacob. Esaú era un gran cazador que conseguía comida para toda la familia, era el favorito de su padre y como primogénito heredaría todo lo de Isaac. En cambio a Jacob se lo pone como un flojo que no salía siquiera de la casa. Pero un día Esaú regresó muy cansado de cazar y le vendió su primogenitura a Jacob por un plato de comida.

Considerando que Los siete Samuráis se realizó con menos de una década después de que Japón perdió la segunda guerra mundial resulta sintomático ese final en donde se dice que los mansos pero trabajadores acaban mejor que los bravos guerreros y donde al más hábil de los samuráis, al maestro de la espada Kyuzu, lo matan de un balazo.

Toda la información de la retrospectiva de Akira Kurosawa en Cineteca Nacional la pueden ver aquí.

*Versión cínica retomada del blog Smile on a dog.

Fernando Ramírez Ruiz estudió en la prepa de La Salle, de la Ciudad de México, al lado del hijo del presidente Miguel de la Madrid y en la secu Nuevo Continente se enamoró de Lucerito, tiempo después cruzó miradas y le dijo quiúbole a Yordi Rosado en la Universidad Intercontinental, de la que desertó de la carrera en Ciencias de la Comunicación. Ha conocido a Diego Luna, fue Stand in de Sasha Sokol y el Chivo Lubezki en una película. Está escribiendo el libro de memorias: «Quiúbole con mis encuentros con los famosos».


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