DANDYS Y CÍNICOS
El infinito en una butaca de cine
En El infinito en un junco (Siruela, 2021), para hablar del origen del libro antiguo, Irene Vallejo trae a cuento Alejandría, Odiseo, Homero o Ptolomeo, pero para entender las consecuencias de ese artefacto que se creó hace cinco milenios con los papiros egipcios, trae a cuento, además de Internet, el cine, a Hollywood, a los Westerns, así como Wenders, Ford, Eastwood, Tarantino, Nolan y también, por supuesto, a Kurosawa y el benshi.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

Resulta que ahora que Cineteca Nacional realiza una retrospectiva del cine del maestro Akira Kurosawa, recordé que en estos días leyendo el interesantísimo ensayo sobre la invención de los libros en el mundo antiguo de la escritora española Irene Vallejo, que dicho sea de paso no hay que dejar de leer, ahí apareció el nombre del célebre cineasta japonés.
En El infinito en un junco (Siruela, 2021), para hablar del libro, Irene trae a cuento a Alejandría, Odiseo, Homero o Ptolomeo, por mencionar algunos personajes o lugares fundamentales, y para entender las consecuencias de este artefacto que se creó hace cinco milenios por los papiros egipcios, pone al frente, además de Internet, al cine, a Hollywood, a los Westerns, así como a Wenders, Ford, Eastwood, Tarantino, Nolan y también, por supuesto, a Kurosawa.
Antes de todo eso, la filóloga y escritora de 45 años, señala una paradoja respecto a la oralidad, pues ésta le debe su enorme triunfo a los avances de la tecnología. Y es que “desde tiempos remotos -continúa-, el poder de la voz humana solo podía alcanzar a las personas físicamente presentes”, sin embargo, primero la radio y luego el teléfono, subraya, “fulminaron esas limitaciones”.
Irene, yendo en esa misma línea de lo oral y lo escrito, recuerda que el cine empezó siendo mudo para luego ser sonoro, un símil digamos de lo primero. En las salas de cine, cuando todavía éste no tenía voz, había personas que explicaban lo que sucedía en la ahora primitiva sábana blanca y estos eran “los explicadores”, esos que Vallejo dice que pertenecían a la antigua tribu de los rapsodas, trovadores, titiriteros y narradores.
Irene, yendo en esa misma línea de lo oral y lo escrito, recuerda que el cine empezó siendo mudo para luego ser sonoro, un símil digamos de lo primero. En las salas de cine, cuando todavía éste no tenía voz, había personas que explicaban lo que sucedía en la ahora primitiva sábana blanca y estos eran “los explicadores”, esos que Vallejo dice que pertenecían a la antigua tribu de los rapsodas, trovadores, titiriteros y narradores.
José Antonio Monterrosas Figueiras
Los explicadores, como su nombre lo dice, se encargaban de leer los rótulos de las películas para explicárselas a los espectadores que no sabían leer. Los explicadores, además, “ayudaban a suavizar el extrañamiento del cine, cuando las imágenes en movimiento entraron en nuestras vidas”, agrega la escritora. Así que, abunda, iban con “artilugios como bocinas, carracas y cáscaras de coco para reproducir los sonidos que se veían en pantalla”. De alguna forma estos acabaron siendo digamos «entretenedores», porque sus narraciones eran mucho mejores, incluso, que las mismas películas que podían ser mediocres o tal vez aburridas.

Aquí entra Akira Kurosawa, pero antes de que pase ufano al escenario, o más bien, al ensayo de Irene sobre el origen del libro antiguo, presentemos a su hermano, Heigo. Heigo Kurosawa fue un benshi, es decir un explicador de películas en Japón. Heigo era digamos un rockstar de la narración, la gente iba a escucharlo a él más que a ver las películas. Tristemente, cuando nació el cine sonoro en el mundo, por allá de 1930, esa noble y valiosa labor que hacía Heigo, murió, y para 1933, él se suicidó. Lo que quedó de esta lamentable historia, paradójicamente, fue la obra fílmica de Akira Kurosawa. Cabe aquí decir que en un inicio, el ahora legendario cineasta japonés quería ser pintor.
Como dice la virtuosa narradora Irene Vallejo en la página 108 de su luminoso ensayo de más de 400 páginas: “ Akira Kurosawa se dedicó toda su vida a dirigir películas como las que aprendió a amar en la voz de su hermano mayor”. Esas mismas, digo yo, que ahora Cineteca Nacional anda proyectando en sus aterciopeladas butacas de cine.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.







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