CINISMO PARECIDO

Pídele al tiempo que vuelva, de Jeannot Szwarc, se siente como ver un ensayo del Titanic, de James Cameron, pues es una historia de amor que se desarrolla principalmente en 1912, el año en que sucedió el trágico accidente del transatlántico británico.

Por Fernando Ramírez Ruiz

Pídele al tiempo que vuelva (Estados Unidos, 1980), de Jeannot Szwarc, se siente como ver un ensayo del Titanic (Estados Unidos, 1997), de James Cameron, pues es una historia de amor que se desarrolla principalmente en 1912, el año en que sucedió el trágico accidente del transatlántico británico. Aunque también hay una parte en esta película que se desarrolla en 1972 y esa parece más cercana a la época del Titanic que a la nuestra.

Hay también una viejecita con la historia de un amor frustrado, que se aparece en el presente -o sea en 1972- y trata de recuperar algo perdido, pero no un collar sino a su amado Richard Collier (Christopher Reeve). Aquí hay viajes en el tiempo y el océano que separó a los amantes no fue el Atlántico norte sino el temporal.

La joven Elise (Jane Seymour) también tuvo que escoger el amor en contra de sus intereses económicos. No porque la quisieran casar con un rico, su caso es que es una actriz y su representante no quiere que se case para poder explotarla. Pero Elise actúa en una obra en donde la quieren casar con un banquero rico, gordo y viejo, aunque ella quiere a un joven enamorado. Durante una presentación de esa obra con Collier presente, Elise se sale del libreto para decirle indirectamente que lo quiere a él y no al viejo rico que es su representante.

Otra semejanza con Titanic es que toda la historia de amor sucede en un gran hotel, que tiene hasta teatro, y claro, el Titanic como los grandes cruceros funcionan como hotelotes en un barco. En ambos casos en el lugar del amor queda una joya, el collar en Titanic y un reloj en esta película. Y las dos viejecitas dan, aunque sea simbólicamente en el caso de Titanic, la joya a sus amados.

El mecanismo para el viaje en el tiempo es de lo más curioso en Pídele al tiempo que vuelva. Es digamos que usar el poder del «pensamiento positivo», pero no para decretar que uno merece abundancia o que es de determinado género. Richard Collier graba afirmaciones en una grabadora para decretar que él está viviendo en 1912. ¡Y púm! que se le cumple y aparece en el pasado.

Además aplica otra técnica que usan al menos algunos actores, que cuando tienen que representar a un personaje que está en el pasado buscan tener contacto con cosas del tiempo en que está el personaje y evitan las actuales o de otro momento. Por ejemplo, se ponen a oír música de la época en que está su personaje y hasta se emputan si les ponen música de otra época.

El mecanismo para el viaje en el tiempo es de lo más curioso en Pídele al tiempo que vuelva. Es digamos que usar el poder del «pensamiento positivo», pero no para decretar que uno merece abundancia o que es de determinado género. Richard Collier graba afirmaciones en una grabadora para decretar que él está viviendo en 1912. ¡Y púm! que se le cumple y aparece en el pasado.

Fernando Ramírez Ruiz

A Richard Collier el objeto del presente no nomás lo hace enojarse sino que hace que su viaje en el tiempo llegue a su fin y se desvanece frente a los ojos de Elise de forma no muy diferente a como Jack Dawson se hunde en el mar.

Ese objeto fue una moneda, Collier había ido a comprar monedas de 1912 para entrar en personaje, perdón, para viajar en el tiempo. Y había quitado todo lo que le recordara el presente, pero se le quedó una moneda en el traje y al verla se acabó el hechizo y dejó tras de sí un reloj en vez de una zapatilla.

La joven Elise (Jane Seymour) y su amado Richard Collier (Christopher Reeve).

A fin de cuentas todo muy teatral. Ella era una actriz, él un dramaturgo y productor de teatro; el villano era un representante y al principio creía que lo que Richard quería era que Elise actuara en una obra suya.

Ella le da el sí improvisando unas palabras en el escenario y muere tras volverlo a ver. El, que era feliz, queda primero al borde de la muerte pues deja hasta de comer y agarra un aspecto muy parecido al de Jack Dawson cuando se está congelando, pero Richard Collier sobrevive para caminar triste y taciturno por la orilla del lago Michigan, marcado por un amor completamente irreal, fantástico, ficticio. Como el amor de verdad.

Ah y las dos películas tienen temas musicales que se repiten sin fin.

Fernando Ramírez Ruiz estudió en la prepa de La Salle, de la Ciudad de México, al lado del hijo del presidente Miguel de la Madrid y en la secu Nuevo Continente se enamoró de Lucerito, tiempo después cruzó miradas y le dijo quiúbole a Yordi Rosado en la Universidad Intercontinental, de la que desertó de la carrera en Ciencias de la Comunicación. Ha conocido a Diego Luna, fue Stand in de Sasha Sokol y el Chivo Lubezki en una película. Está escribiendo el libro de memorias: «Quiúbole con mis encuentros con los famosos».


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