COBERTURA CÍNICA DE LA FIL GUADALAJARA

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

Irene Vallejo y Tyto Alba en la FIL de Guadalajara. Foto: José Antonio Monterrosas Figueiras.


En los primeros días de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara la escritora española Irene Vallejo fue una de las celebridades literarias más esperadas. No sólo por su amor a los libros sino porque no sabemos a razón de qué, canceló una conferencia de prensa acá en Guadalajara. Carmen Morán Breña en el diario El País dice que «los periodistas estaban apenas quitándose las legañas cuando saltó la bomba, en forma de rumor, como empieza todo hasta que se confirma: Irene Vallejo, una de las grandes estrellas en el programa español se había enfadado muchísimo y cancelaba sus actos institucionales. ¿¿Cómo?? La rueda de prensa prevista con ella para las 10 no se celebró. ¿¿Por qué?? No se dieron razones».

La autora de «El infinito en un junco», sin embargo, estuvo el sábado, 30 de noviembre, junto con la escritora Raquel Castro y el ilustrador Tyto Alba en el auditorio Juan Rulfo para hablar sobre la versión en cómic de ese libro que a muchos nos gustó.
«Dibujar el mundo: la invención de los libros», fue el nombre de esa exposición frente a cientos de personas que estaban muy emocionadas por la presencia de Irene Vallejo, aunque algunas amigas escritoras me advierten que no es para tanto ese libro que parece un capitulo de los Simpson cuando Homero juega a conquistar el mundo. Además de que parece que está en drogas Irene y que es controlada por su marido, quien le da instrucciones de qué debe poner en los libros de sus lectores y lectoras que mueren por un autógrafo de la dulce escritora. Esto me recordó a la pornofeminista Erika Lust, quien su esposo es el que controla el negocio de la cineasta canadiense radicada en España, curioso que es el único hombre pornofeministo en todo su equipo de trabajo cinematográfico. Llama mi atención que Irene diga que este libro es un homenaje a las mujeres de la oralidad y que hable del telar y la rueca como metáfora del tejer historias o incluso tuits donde los usuarios de esa red social suelen abrir hilos.

A mí me gustó ese ensayo que en el Día del Libro de este año llegó a mis manos de una forma un poco ortodoxa. Me gustó no sólo porque va relacionando con el libro antiguo y con el de los Tiktok y sus booktokers, sino porque es contado por una mujer y de ahí la pregunta de Vallejo que se aventura a responder en «El infinito en un junco», respecto de quiénes fueron las primeras mujeres que se dedicaron a escribir, aunque «sus maridos» no querían.

Irene Vallejo con sus lectoras. Foto: José Antonio Monterrosas Figueiras.

Durante la presentación acá en la FIL Guadalajara de esa versión Ilustrada, intento hacerle un par de preguntas a Irene pero apunto de darme el micrófono, resulta que un niño levanta la mano y todos envueltos en esa ternura decidieron que era mejor que preguntara él. Mis cuestionamientos en realidad eran muy sencillos y tal vez ella ya los ha respondido en otra ocasión; la primera habría sido por qué decidió que fuera un ilustrador y no una ilustradora quien llevará al cómic este deslumbrante ensayo de alrededor de 500 páginas y ya en ese sentido, sabiendo que es muy cinéfila, saber si no le gustaría que este libro pasara al cine y si fuera así quién podría realizarla. En fin, algún día tal vez será posible que pueda entrevistarla, por lo pronto fracasé en mi intento, como aquel día en la edición de este año del Festival Internacional de Cine de Morelia en el que apunto de hacerle una pregunta al cineasta Francis Ford Coppola en la conferencia de prensa de su película «Megalópolis», teniendo el micrófono en mis manos, el mismo director de cine lanzó la ocurrencia de que el siguiente en preguntar fuera alguien que ya hubiera visto la película y que no le haya gustado. Al terminar la charla de Irene Vallejo con su público, le digo al escritor y periodista amigo Ricardo Tatto, quien vino desde Mérida para cubrir la FIL y presentar su último libro bajo el sello editorial Nitro Press, que fuéramos a tomarle fotos a la literata más querida en esos días de la Feria.

Estando casi en la puerta de salida y como si fuéramos a contracorriente, fuimos a donde estaba Irene Vallejo y fue en ese momento que Tatto sacó su libro «Bestiario de un bibliofilo (y otras fieras literarias)», era buen momento entonces para regalarle su libro a la sonriente y amable Irene. Tatto hombre alto y robustón, subió al escenario como si fuera una pluma ligera y rápidamente ya estaba al lado de Irene Vallejo entregándole su libro que es un compendio de historias sobre la fauna bibliófila. Desde los apiladores de libros, pasando por los marchantes, vouyeristas o birladores de estos artefactos que nos tienen hoy atrapados durante 9 días en la Feria Internacional de Libro de Guadalajara.

Dice Tatto que a menudo confundimos al bibliófilo, con el bibliómano y a éste último con el bibliópata y con el bibliórrata y a todos los anteriores con los bibliorreicos pero, señala el también editor de la Revista Soma, Arte y Cultura, que ninguno significa lo mismo, pero todos están íntimamente relacionados con un mal común, un padecimiento provocado por objetos cotidianos que en mayor o menor medida pueden encontrarse en todas las casas: los libros.

Ricardo Tatto, el bibliófilo que ama a Irene Vallejo. Foto:José Antonio Monterrosas Figueiras.

A Irene Vallejo le encantó el nombre del libro de Ricardo Tatto, le brillaron los ojitos como si hubiera encontrado a uno de su especie. Estando yo desde abajo del escenario viendo ese momento, el de un amor a primera vista entre bibliófilos, les grité como un alcahuete de esa escena romántica a la mexicana: «¡Foto foto foto!» Lo que no sabían es que en realidad era un video. La filóloga y ganadora de múltiples premios por este ensayo sobre el libro antiguo, recargó su cabeza y sus delgadas manos sobre el hombro de ese escritor que parece un leñador de ojos verdes que bajó de la montaña para ver a esa mujer de voz meliflua. Irene entonces sonreía y mandaba besos a la cámara. Luego le pidió que pusiera algunas palabras en ese libro que Tatto le iba a regalar, sacó una pluma Bic, de esas que no saben fallar, de la bolsa de su camisa y escribió lo siguiente: «Estos ensayos sobre nosotros los locos y apasionados de los libros, son para Irene, en agradecimiento por contar la historia de esos objetos hechos de papel, tinta e ilusiones. Con cariño de un bibliófilo, Ricardo».


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