CINISMO LYNCHEANO

Ahora que murió David Lynch, reunimos aquí opiniones, de algunos colabadores de esta revista cínica, acerca de su cine misterioso y «estraño».

Por Mónica Maristain, Fernando Ramírez Ruiz, Emeterio Mariano Morales, Sergio Hidalgo y José Antonio Monterrosas Figueiras

Planeta Lynch.

El 16 de enero murió David Lynch, aquel cineasta sutilmente despeinado y de rostro poco expresivo, que filmó mundos raros, misteriosos y «estraños», así como la chismosa mayor de la televisión mexicana, doña Paty Chapoy, que en abirl de 2017, en el día de la muerte de Giovani Sartori, tildó a Björk que cantó en la Ciudad de México, como un «personaje misterioso y estraño», y que además le pareció «estraordinaria» esta misma semana en que murió Lynch, la película en preestreno en cines Emilia Pérez, que es de un cineasta francés de mirada gentrificada, que sus personajes hablan cantando de las desapariciones forzadas en México.

¿Paty habrá visto alguna vez a Lynch? Yo creo que nunca. Porque si a extraño, misterioso y extraordinario se refiere, sin duda la obra cinematográfica de Lynch vaya que lo fue. Sus películas son tan singulares como surrealistas, por cruzar lo tangible y lo absurdo de la realidad con los sueños y más en concreto con las pesadillas de surrealizador.

Ahí están Eraserhead, la Ópera Prima de Lynch, que para el dueño de la Filmoteca Smile on the dog, Fernando Ramírez Ruiz, es la monstruosidad que mata la bonitez horrífica o el Terciopelo Azul, que para la editora del MaremotoM, Mónica Maristain, fue el filme que le abrió su cabeza con un lazo suave o El hombre elefante y Corazón salvaje, que para el periodista pop y politólogo, Sergio Hidalgo, fueron; la primera, la que más miedo le ha dado en la vida cuando de niño la descubrió en la matiné televisiva de los años ochenta; y la segunda, el primer churro en su vida adolescente o Mulholland Drive que dice el poeta Mariano Morales, a.k.a. Emeterio, fue la que le compró «ella» en una edición mexa con el nombre Sueños & Misterios.

Un joven David Lynch filmando otra historia sórdida y absurda.

Lo que ha generado el iconoclasta Lynch en los cinéfilos del mundo, a partir de su muerte, fue despertar el recuerdo de lo que ha significado su obra fundamentalmente cinematográfica, aunque Lynch fue pintor, músico, publicista, actor y fumador empedernido. Esa admiración la han tenido muy pocos en la actualidad, siendo además un cineasta nada sencillo, como eso que le leí al escritor Miguel Ángel Díaz Monges en su Caralibro: «Nunca estuvo entre mis dilectos, lo que no tiene que ver con su obra sino con mi capacidad para comprender su mundo. Su estética, sin embargo, me causó una gama inmensa de efectos muy intensos, desde perturbadores hasta gozosos. Sin duda fue un gigante».

Como no nos podemos ni queremos quedarnos atrás, aquí reunimos esos sentimientos lyncheanos y «estraños», mediante los pensamientos vertidos en palabras a veces emotivas y otras de oscura gracia, dedicadas al director de un cine poblado de personajes metidos en situaciones surradamente surrreales, como la vida misma que está llena de callejones en los que la mayoría de las veces solo queda reír y sin buscarle tantas explicaciones encontrar la salida de regreso lo antes posible. Es lo que es. El mundo es kafkiano, ahora también «estraño» y lyncheano.

Hubo una época que solo eras cool y moderno si entendías a David Lynch

Terciopelo azul, de 1986.

Mónica Maristain, la argentino-mexicana-bolañana periodista, escritora, editora y directora del periódico MaremotoM, anotó este recuerdo:

Hubo una época que solo eras cool y moderno si entendías a David Lynch. Empecé a estudiar cine en la época de Twin peaks, pero yo había visto Terciopelo azul, en la casa de mi amigo Carlos Pagés. Hoy su familia dice que hay un gran agujero en el mundo. No lo sé. Solo sé que hay un agujero en mi corazón. ¡Bravo, David Lynch! Me abriste la cabeza con un lazo suave de terciopelo

Los monstruitos y el monstruito bebé

Eraserhead, de 1977.

Fernando Ramirez Ruiz, director de la Filmoteca Smile on the Dog, desertor de la carrera en Ciencias de la Comunicación y quien ha conocido a Diego Luna, además de ser Stand in de Sasha Sokol y el Chivo Lubezki en una película, escribe sobre el monstruito de Lynch llamado Eraserhead:

Según yo, la interpretación de Eraserhead como sueño puede ser la siguiente: Los monstruitos y el monstruito bebé que son como gusanos o espermatozoides, pero con cara de animal sin piel son productos de la cabeza de Eraserhead. El primero aparece saliendo de su boca, queda la duda de si tuvo sexo con la mujer con la que procreó al hijo monstruito, porque más bien salió de su boca. Sus órganos son los pollos «hechos por el hombre». De hecho el monstruito necesita vendas para amarrar sus órganos, es un monstruito artificial. ¿Y qué monstruos salen de la cabeza? Los pensamientos. Las cabezas en esta película son explosivas, desbordadas, como el pelo de Eraserhead, como la cabeza del monstruito. Frente a los entes que salen de la cabeza está la mujer del radiador, que los aplasta. Ella es el cielo, una luz cegadora. «En el cielo no hay problemas» canta ella, pero también es deforme. Es como si los monstruos de la cabeza representaran las pastillas roja y ella la pastilla azul de The Matrix. Por feos que sean los gusanos sin piel, la mujer del radiador que se presenta como escape, parece una trampa, una salida a un camino sin retorno.

Murió David Lynch.
Murió el cine.
Murió la definición de lo onírico en el arcaico diccionario.
Murió la Nada.
Murió.

Emeterio

Desde que moriste me volví en un fantasma

Salvaje de corazón, de 1990.

Emeterio Mariano Morales, quien es un escritor de servilletas, cronista de las causas pérdidas y poeta del mítico colectivo Escuadrón de la Muerte S.A., hizo un poema lyncheano:

Fue un tiempo.
Me gustaba acompañarte al súper.
Pensaba qué eras eterna, como una figura de yeso de las santas que amabas.
Desde que moriste me volví en un fantasma.
Aún no me acostumbro.
Murió David Lynch.
Murió el cine.
Murió la definición de lo onírico en el arcaico diccionario.
Murió la Nada.
Murió.
Ella me compraba pelis.
Un recuerdo.
Ella me compro una edición mexa de Mullholland Drive.
Sueños & Misterios.
No hay orquesta, Baby.
Elvis sigue vivo & vive en un ranchito de Celaya.
Qué hacemos con el dolor?
Amemos las frondosas piernas de Dolores.
Silencio.
Amemos el silencio.
Silencio.
Emeterio

Hazte un regalo todos los días a ti mismo

El hombre Elefante, de 1980.

Sergio Hidalgo, periodista en N+ con peinado de David Lynch y lentes de Woody Allen, además de ser Lic. en Ciencia Política, de quien cuentan que su primer palabra fue “atari” y no dijo otra cosa hasta los cinco años, escribió de un tirón sobre David Lynch lo siguiente:

La película que más miedo me ha dado en la vida fue El Hombre Elefante, siendo un niño la encontré en las matinés del Canal 11 y me marcó. Todavía recuerdo cómo se aceleró mi corazón en la escena en que John Merrik se deja ver sin su capucha por primera vez y la mezcla de horror y piedad que sentí cuando suelta «no soy un monstruo, soy un hombre». A partir de ahí, David Lynch estuvo presente en varios momentos de mi vida; en mi primer «churro» con Salvaje de corazón, en el insignificante intento de entender Cabeza borradora, en mi regreso anual a Mulholland Drive (que aquí recibió el horrible título de Sueños, misterios y secretos), en las curiosas y felices veces que intentaba ocultar encuentros íntimos poniendo Carretera perdida, en la manera secular de ver Twin Peaks y hasta en leer, durante un par de semanas, uno al día, sus aforismos budistas. Hoy se fue Lynch, con él también se va la esperanza de ver otra temporada de Twin Peaks y solo queda tomar una taza de café bien caliente en su honor y pensar en esta frase de Dale Cooper, ese alter ego de Lynch:

​“Hazte un regalo todos los días a ti mismo. No lo planees, no esperes por él, solo hazlo”.


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