DILEMMAS DOMINICALES
Discapacidad, sexualidad, género, feminismos y Las Brujas del Mar
¿Cuáles fueron las motivaciones de Leticia Calderón o de su hijo, para acudir a un table dance? No lo sé. Lo que sí sé es que la mayoría de las personas con discapacidad no solo tienen un acceso limitado a una vida sexual, sino a una vida social, debido a la exclusión sistemática que enfrentan.
Por Emma González

Sobre la conversación en torno a la nota en la que Leticia Calderón acudió con su hijo Luciano a un table dance, solo puedo decir que espero se hayan divertido. Sin embargo, aprovecho este revuelo para abrir otra conversación que aborda cuestiones relacionadas con discapacidad, sexualidad, género y feminismos.
Las Brujas del Mar, una colectiva feminista que se autodenomina radical, son conocidas por su postura abolicionista respecto a la prostitución. El subrayado del término “radical” me parece peculiar, ya que, en mi opinión, el feminismo, o los feminismos, en sí mismos son radicales. Cuestión de enfoque, supongo. A través de sus redes sociales, afirmaron que el hecho de que un hombre tenga discapacidad (así escrito en su publicación de Facebook) o una capacidad diferente (como lo expresaron en X) no justifica recurrir a la explotación sexual de mujeres en ninguna circunstancia.
Esta colectiva sostiene que todos los espacios de recreación sexual están cimentados sobre estructuras patriarcales de explotación, y los acusa de ser focos de trata. Si bien hay verdades innegables en su discurso, también es necesario matizarlo, ya que esta problemática involucra múltiples factores. Mi intención aquí es aportar un poco de «glitter» a la conversación.
La trata de personas con fines de explotación sexual, así como las redes de trata para mendicidad, son uno de los problemas más complejos y devastadores, y ha sido denunciada de manera sistemática a lo largo de los años. En 2005, la periodista Lydia Cacho reveló redes de explotación sexual con nombres y apellidos, un trabajo que le costó tortura y exilio, mientras que Mario Marín, uno de los responsables, actualmente cumple condena en su domicilio. Organizaciones de la sociedad civil han seguido rescatando víctimas y denunciando estas prácticas a lo largo del tiempo. Hoy en día, equipos de profesionales, a menudo insuficientes y trabajando en condiciones precarias, logran auténticos milagros al rescatar a las personas, muchas de ellas niñas, como bien señalan, de las manos de tratantes que utilizan diversos métodos de enganche, siendo el internet uno de los más comunes. Al mismo tiempo, algunas mujeres han logrado liberarse de la brutalidad de la trata por sus propios medios, lo que muestra la resistencia frente a un sistema voraz.
Se ha señalado a Tenancingo como la “capital de la trata”, pero la realidad es que este problema se extiende a cada paraíso turístico de México, que ocupa el primer lugar en pornografía infantil. La situación se complica aún más con la participación del crimen organizado en la administración de espacios de prostitución, y con otro de nuestros grandes flagelos: la desaparición de personas. Un ominoso fenómeno propiciado en un inicio por el Estado y hoy, también por el crimen organizado.

La problemática trasciende fronteras, la perspectiva migratoria e interseccional también es importante. En México, la trata de mujeres extranjeras está atravesada por la desigualdad racial: las condiciones de explotación no son las mismas para una mujer centroamericana que para una mujer ucraniana, china o africana. El perfil del depredador, en conjunción con la lógica del mercado, determina quién es explotada y en qué circunstancias. En medio de todo esto, también están quienes asisten por recreación, pero no es por estos clientes que se mantienen y proliferan estos lugares.
Es por ello que estamos ante un problema estructural que no puede reducirse únicamente a la “nefasta costumbre de estrenar a los hijos en educación proxeneta”. Si bien este factor influye, no es el único ni el más determinante. El enfoque omite la inoperancia—y hasta la obsolescencia—de un sistema judicial cada vez más ineficaz (ahora más a partir de la reforma) convenientemente incapaz de investigar y sancionar. Y esto ocurre porque un sistema judicial, ya no digamos capaz, sino operante, atentaría contra los intereses de la clase política, que está coludida con el crimen organizado. Es una historia que se repite una y otra vez.
En los comentarios donde la colectiva defendía la validez de su comparación entre el depredador y el hombre con síndrome de Down, algunos mensajes en su publicación en X y Facebook señalaban que el problema central era el machismo, y que por ello no se veía a mujeres con síndrome de Down asistiendo al table dance a través de un rito de iniciación. Si bien la perspectiva de género influye en esta ausencia, las razones van mucho más allá.
Emma González
Las clases poderosas, en su mayoría, toleran y participan activamente del comercio sexual, transformando los espacios en centros de negociación donde se cierran contratos millonarios e incluso se resuelven asuntos gubernamentales, como si fueran oficinas. Por ello, la gran mayoría de estos lugares están íntimamente vinculados al poder, donde las mujeres son un accesorio. En este contexto, la “educación proxeneta”, o no, queda opacada por los tratos faraónicos que se da esta clase, al interior de estos lugares que funcionan bajo “lógicas” que van mucho más allá de la parte moral en la educación de iniciación sexual.
La colectiva afirma que el hecho de que un hombre “tenga discapacidad” no justifica, bajo ninguna circunstancia, recurrir a la explotación sexual de mujeres. Coincido, con o sin discapacidad, nada lo justifica. Sin embargo, al calor de la condena, terminan equiparando a un hombre con síndrome de Down que asiste a un table dance acompañado de su madre con un depredador sexual, habitante asiduo de estos espacios. Y ahí, sí me parece que hay diferencias abismales y puntos de comparación inexistentes.
Es importante aclarar que, bajo el enfoque más actual de la discapacidad, ésta no es un atributo inherente a la persona; por lo tanto, la discapacidad “no se tiene”, ya que este pensamiento pertenece a una visión patologizada de la condición humana. Más allá del cambio nominal, el paradigma de análisis de la discapacidad, conforme a los derechos humanos, propone un giro conceptual, epistémico y ontológico. Con esto quiero decir que el tema con la discapacidad no es cómo se les dice, o si se les dice de una u otra forma, sino cómo se entiende y cómo se les trata. La discapacidad, comprendida en términos amplios, se refiere a todas las restricciones (barreras), incluidas las actitudinales, que enfrenta esta población por ser quienes son.
¿Cuáles fueron las motivaciones personales de Leticia Calderón, de su hijo o de ambos para acudir a un table dance? No lo sé, ni me incumben. Lo que sí sé es que la mayoría de las personas con discapacidad no solo tienen un acceso limitado a una vida sexual, sino también a una vida social, debido a la exclusión sistemática que enfrentan.
Hace años, en el programa de radio La Pirinola, realizado por personas con discapacidad por razones cognitivas y transmitido en IMER, se puso sobre la mesa el debate acerca de los acompañantes o asistentes sexuales como una alternativa para el acceso al placer. El tema abre discusiones inagotables, muchas todavía pendientes y muy lejos de resolverse, entre ellas el papel de la prostitución y el “tratamiento” del sexo, ya sea desde un enfoque terapéutico o recreativo.
En una línea similar, el documental Yes We Fuck explora la pluralidad corporal a través de distintas experiencias de placer explícitas captadas por la cámara. A esto se suman testimonios esclarecedores de quienes participan, evidenciando no solo la multiplicidad de formas en que el deseo se manifiesta, sino también el ejercicio de su agencia sexual.

En los comentarios donde la colectiva defendía la validez de su comparación entre el depredador y el hombre con síndrome de Down, algunos mensajes en su publicación en X y Facebook señalaban que el problema central era el machismo, y que por ello no se veía a mujeres con síndrome de Down asistiendo al table dance a través de un rito de iniciación. Si bien la perspectiva de género influye en esta ausencia, las razones van mucho más allá.
La vida sexual de estas mujeres está atravesada por agresiones de toda índole, incluidas violaciones y esterilizaciones forzadas, que son promovidas desde el sistema de salud público. La NOM-005-SSA2-1993, en su punto 6.5.3, recomienda la oclusión tubaria bilateral (ligadura de trompas) para mujeres con “retardo mental” Aunque el machismo y las estructuras patriarcales están presentes, la eugenesia es la base del “razonamiento” desde el cual se trata la sexualidad de las mujeres con discapacidad. Pues tienen como fin, impedir su reproducción. Todo un tema, también. Es por ello (entre muchos otros factores más) que resulta difícil imaginar su participación en un rito de “iniciación sexual” cuando ni siquiera tienen garantizado el derecho a una vida sexual segura en sus espacios más íntimos.
La respuesta de la colectiva me hace reflexionar sobre qué pasaría con el comercio sexual si estuviera liderado por mujeres. No en el intento de prevenir o erradicar la trata, ya que el cambio de figuras de poder—de padrotes a madrotas—no alteraría la estructura subyacente.
Hablo desde lo social, más allá de “la nefasta costumbre de estrenar el despertar sexual de los hijos varones”. Las manifestaciones artísticas y culturales pueden ofrecernos nuevas referencias. Hoy en día, figuras como Erika Lust, el posporno y proyectos como la Muestra Marrana buscan transformar la manera en que nos relacionamos con nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. A través del placer, el deseo y el intercambio —comercial o no— de nuestros cuerpos, estas iniciativas desafían lo establecido y proponen alternativas que no sigan alimentando la maquinaria voraz a la que alude la colectiva. En cuanto a mí, si algún día decidiera dar un giro de lo recreativo a lo lucrativo en lo sexual, ya sea en un formato terapéutico o lúdico, me gustaría ser como Alma. Una de las protagonistas de la serie mexicana Las Aparicio: tener dinero, atender el atelier, pero sobre todo, me interesan los gigolós terapéuticos.
C

Emma González es «una mujer de buenas intenciones que ha pavimentado un camino directo y fácil al infierno».












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