GRAJALLYWOOD

Por Jorge Grajales

Jorge Grajales y Pepe Návar.

En el siglo pasado, cuando era un adolescente y la internet era solo una temática de ciencia ficción, nuestra fuente de información eran la radio, la televisión y los medios impresos. De esa manera fue que me empecé a perfilar como todo un cinefilito mamador en ciernes, descubriendo la crème de la crème del séptimo arte al atender las recomendaciones de críticos como Emilio García Riera, Leonardo García Tsao, Gustavo García (¡Los Tres García!) ya fuera en diarios, libros, programas de tele o de radio.

Ese lado “exquisito” de mi formación cinematográfica chocaba estridentemente con mi gusto por el cine fantástico, truculento y chatarra, denostado y vilipendiado por toda la crítica nacional… a excepción de José Xavier Návar.

Recuerdo haberlo descubierto en la legendaria revista DICINE. Luego en el diario El Nacional, donde su pluma daba cuenta de filmes que iban de “Bancazo en los Mochis” a “El Despertar del Diablo” o de las copias piratas de John Waters que llevaba “El Videobarbas” al Chopo y de las películas de Troma que llegaban a Tepito (en donde descubrió que a “Redneck Zombies” le habían puesto el genial título de ¡Los Zombies Nacos!). El humor de sus escritos, con su férrea defensa al cine de género y la continua sorna a Ayala Blanco, contrastaba con la seriedad de sus colegas. Se convirtió ya no en mi favorito, sino casi en un ídolo que enarbolaba la bandera del otro cine.

Fue así qué Pepe Návar se convirtió en mi modelo a seguir. Escribir en algún futuro sobre cultura pop y el cine que me apasionaba de manera desenfadada y con chispa. ¿Se podría vivir de eso? ¿Cómo le hacía él?

Más tarde lo descubriría, y es que Pepe Návar no sólo era un entusiasta de la lucha libre, el cine fantástico y la nota roja, era sobre todo una figura clave dentro de la rockósfera mexicana, en donde participó como publirrelacionista, mánager, productor discográfico y periodista. Que había estudiado dos carreras: Diseño publicitario en la Academia de San Carlos y periodismo en la UNAM teniendo como compañero al futuro crítico de cine y ex-director de la Cineteca Nacional Leonardo García Tsao en la generación de 1973-1977. Que produjo y manejó al grupo de progresivo mexa “Chac Mool” y que después haría lo propio con varios músicos más como Cristal y Acero, Kerygma y hasta estuvo a punto de convencer a Rockdrigo Gónzalez de firmar con una discográfica de las grandes, que posteriormente tuvo una reunión con el mencionado profeta del nopal para aceptar el trato y entregándole una serie de canciones grabadas en cassette antes de que se le cayera un edificio encima en el terremoto de 1985, quedando Pepe como el guardián de esas canciones inéditas.

Cuando me topé con una revista cinematográfica editada por el Politécnico – simplemente llamada “Cine” – descubrí que Pepe Návar también escribía bajo el seudónimo de “Rubén Sano”. Era un especial de cine de horror aparecido en 1979 en donde venía un dossier fotográfico firmado con ese nombre dando la noticia bomba sobre la existencia de versiones con desnudos de películas de El Santo, la hasta entonces desconocida “El Vampiro y El Sexo”.

Así como Aldo Monti destapaba a las neumáticas vampiras en las escandalosas imágenes, Pepe Návar destapaba una parte ignota de nuestro cine mexicano, un filme que se convirtió en su cruzada ¡por el cuál incluso fue señalado de haber trucado las fotos! Años más tarde cuando Viviana García Besné descubriera en el almacén de sus parientes – la familia Calderón – ésta y otras películas con desnudos, Pepe Návar y Rubén Sano sonrieron complacidos.

Un pasatiempo que teníamos mi hermano y yo previo a las redes sociales, era el de buscar nombres famosos en el directorio telefónico, así en una ocasión decidimos localizar el de varios críticos de cine y para mi sorpresa ¡ahí estaba el de Pepe Návar! Ya tenía su número, ahora solo faltaba el motivo para hablarle. ¿Para qué? Simplemente para agradecerle por darle visibilidad a ese cine despreciado con el que tanto comulgaba.

Si bien Pepe Návar ya había perdido antes la máscara de Rubén Sano, hoy ha perdido la de la vida en la tercera caída ante la implacable Parca. Inédito se queda su libro sobre cine psicotrónico mexicano y con destino igual de incierto las canciones perdidas de Rockdrigo, al igual que su vasto archivo.

Jorge Grajales

La ocasión se presentó a sazón de su columna “Sangre, Sudor y Lágrimas” que aparecía los viernes en El Nacional, donde hablaba sobre “Masacre en Cadena” – título con el que se le conoció en México a “The Texas Chainsaw Massacre” – que recién acaba de ver y poder comentar un detalle. La sorpresa de su esposa fue mayúscula cuando al preguntarme quién buscaba a su marido le dije muy orondo y lirondo: ¡Un fan de su crítica de cine! Todavía alcancé a escuchar su tono de incredulidad y algunas risas cuando le pasó el auricular.

A partir de entonces trabé lazos de camaradería con Pepe Návar. Junto a otro entrañable amigo de aquel entonces – Victor Dagon – fuimos invitados varias veces a su casa. Conocimos a su esposa y a su hijo Christian – a quién recién le había comprado un recién lanzado Nintendo 64, el cuál moríamos por jugar – así como de su afición al futbol americano. Nos maravillamos con su colección de películas, de discos y de parafernalia horrorífica. Gracias a su cercanía con Naief Yehya, quien al vivir en Nueva York le mandaba periódicamente películas por encargo, pude conseguir mi santo grial de aquellos entonces: La retorcida película hongkonesa de categoría 3 “The Untold Story”. Le hablé del cine de aquellas latitudes y del ultragore japonés de Guinea Pig, e intercambiamos materiales. Cuando comencé a realizar los maratones nocturnos de cine en el Centro Cultural José Martí en febrero de 1999, publicó una nota al respecto ese mismo día, ya en El Financiero, titulada “Noche de Churros con Shock-o-late”. En esa noche precisamente exhibíamos “The Untold Story”.

Anécdotas vividas con Pepe fueron muchas: De su emoción por ver la reacción de Rafa Aviña al presenciar a un luchador vestido de “la Sombra Vengadora” durante una conferencia en la MECyF, de cuando me invito a acompañarlo a un evento de celebración al gremio luchístico en el Centro de Convenciones Tlatelolco, la vez que nos llevó a conocer un local de revistas atrasadas por La Lagunilla que guardaba joyitas de historieta nacional a precios ridículamente baratos, las peripecias surgidas a raíz de los transfers que nos hacía de PAL a NTSC, cuando lo llevé al Martí a la última presentación de la segunda edición de su Quiero Ver Sangre – Historia Ilustrada del Cine de Luchadores y un largo etcétera. Y es que, como han podido leer, Pepe Návar fue para mí la influencia principal para transitar el sinuoso camino del otro cine.

Si bien Pepe Návar ya había perdido antes la máscara de Rubén Sano, hoy ha perdido la de la vida en la tercera caída ante la implacable Parca. Inédito se queda su libro sobre cine psicotrónico mexicano y con destino igual de incierto las canciones perdidas de Rockdrigo, al igual que su vasto archivo. Sollozos y rechiflas se entremezclan en este ring de la vida. Máscaras y cabelleras desfilan honrando su memoria, dando el pésame a su esposa e hijo. Yo solo atino a decir “Adiós, Adiós Ídolo Mío”.

Jorge Grajales es investigador de cine, experto en cultura popular asiática, programador del Maratón Nocturno de Cine en el Centro Cultural José Martí, en la Ciudad de México.


Descubre más desde REVISTA LOS CÍNICOS

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario

aUTOR

TENDENCIAS