TÓNICA REPLICANTE
Lo queer en el cine de luchadores
Por: José Alberto Zúñiga Rodríguez.
I. Contexto, nacimiento y características del cine de luchadores

En el periodo comprendido entre las dos Guerras Mundiales, puntualmente a mediados de los años 30 del siglo pasado, en México se consolidó -por primera vez- una verdadera industria cinematográfica. Una etapa histórica que se ha denominado como la Época de Oro,1 caracterizada por una vasta producción de largometrajes, la conformación de un Star System y la exportación regional (y mundial) de estas producciones y personalidades, que coincide con un periodo de cierta estabilidad económica y política que no se lograba desde el término de la Revolución Mexicana, por allá del 5 de febrero de 1917.
El ex militar y político Lázaro Cárdenas del Río, se convirtió en el primer mandatario en culminar, un periodo presidencial completo de seis años, que fue de 1934-1940, y que pasó a la posteridad por dos acciones políticas fundamentales: nacionalizar la industria petrolera, en. 1938, y potencializar la educación socialista. De esta última, derivó el auge de las artes, de las cuales el cine se vio beneficiado y alcanzó proporciones inimaginables como lo menciona Juan Silva en su articulo «La Época de Oro del cine mexicano: la colonización de un imaginario social: Las políticas reformistas de Cárdenas», que incluían entre otras la nacionalización del petróleo, alcanzarían también al celuloide: Cárdenas desarrolló distintas estrategias para impulsar la cinematografía nacional, y en 1938 esa industria era la más grande después de la industria petrolera (Silva, 2011: 15).
Bajo este contexto nacieron y se desarrollaron personajes que rápidamente se consagraron fuera del territorio nacional y se convirtieron en verdaderos íconos del cine mexicano: Pedro Infante, María Félix, Mario Moreno “Can nflas”, Pedro Armendáris o Dolores del Río. Pasó algo similar con directores como Emilio “El Indio Fernández” o el también renombrado director de fotogra a, Gabriel Figueroa, quienes triunfaron allende fronteras. Los géneros cinematográficos que destacaron en esa época fueron fundamentalmente cinco: la comedia ranchera, el cine de rumberas, el cine negro, el de terror y fantasía y el que caracterizó a esta prolífica época y marcó un antes y un después en la conformación de la identidad nacional: el melodrama.
México transitaba por un periodo de reconstrucción nacional en todos los sentidos, tanto político, como económico, industrial, y varios rubros más. El país daba un paso decisivo hacia la modernización, con un notable crecimiento de los centros urbanos y una migración inusitada del campo a estas crecientes urbes. La nación se encontraba con una sociedad que vivía en una franca dicotomía económica y una realidad clasista entre “los ricos” y “los pobres”, que pobló prácticamente gran parte de los contenidos de las películas de esta Época de Oro, independientemente de su género.
En una primera época de este cine dorado, en una cantidad importante de sus tramas se glorificaba la vida en entornos rurales de donde emergieron símbolos de la identidad nacional, que venían de la Revolución Mexicana, y algunos arquetipos nocivos que siguen afectando hasta la actualidad: el charro-hombre macho y la mujer sumisa. Y ni qué decir de algunos imaginarios populares relacionados con un estatus económico que romantizaban la pobreza con frases de dominio popular, que siguen también vigentes en el inconsciente colectivo del mexicano, tales como: “somos pobres pero honrados” o “pobres gracias a dios”. En este periodo encontramos cintas como: Allá en el rancho grande (1936, Fernando de Fuentes), Los tres García (1947, Ismael Rodríguez), La barca de oro (1947, Joaquín Pardavé), por mencionar algunos titulos que engloban o suscriben los arquetipos antes citados.
En este contexto político, económico y social nace el cine de luchadores. Como una forma desesperada por “salvar” una industria en decadencia y partiendo del uso e incorporación en la pantalla del cine de nuevos “ídolos populares”, que sin problema alguno se mezclaron y fusionaron con los que el público ya conocía del Star System mexicano. Hay que recordar y precisar que para ese entonces -y antes de la aparición de la televisión-, los enmascarados y participantes de los cuadriláteros, ya eran significativamente conocidos en gran parte del territorio nacional.
Alberto Zúñiga Rodríguez
Con el paso de los años y la inevitable movilización hacia las grandes ciudades o puntualmente hacia la creciente capital del país,2 a finales de la década de los 40, las fórmulas de las comedias y melodramas rancheros se fueron desgastando y dieron paso a las grandes producciones fílmicas de tragedias urbanas que develaban el inicio de una profunda crisis en el sector y cuyo brillo industrial prácticamente culminó con la cinta incomprendida en su momento), Los Olvidados del español aragonés afincado en México, Luis Buñuel, y la llegada de la televisión, que entró en operaciones con el canal XHTV, Canal 4, en ese mismo año: 1950. Indudablemente, dos hechos históricos significativos que dan cuenta del fin de la época dorada del cine mexicano.
En este contexto político, económico y social nace el cine de luchadores. Como una forma desesperada por “salvar” una industria en decadencia y partiendo del uso e incorporación en la pantalla del cine de nuevos “ídolos populares”, que sin problema alguno se mezclaron y fusionaron con los que el público ya conocía del Star System mexicano. Hay que recordar y precisar que para ese entonces -y antes de la aparición de la televisión-, los enmascarados y participantes de los cuadriláteros, ya eran significativamente conocidos en gran parte del territorio nacional.
La irrupción de este nuevo medio de comunicación en los hogares mexicanos, comenzó a generar nuevos “héroes” nacionales, gracias a la difusión masiva de espectáculos deportivos, como el fútbol y la lucha libre, que rápidamente dieron paso a nuevos símbolos de identidad nacional que se fusionaron con los imaginarios rurales posrevolucionarios, como lo expresa Francisco Illescas (2012): México en el siglo XX, habiendo vivido los estragos de la Revolución mexicana y en un intento por rescatar la identidad nacional, se dirigió hacia la valoración del desarrollo urbano y la modernización del país en función de la tradición, provocando la atención del gobierno y los medios para la consolidación de una nueva identidad cultural. La influencia del folclor y tradición provinciana resultaron de vital importancia en las urbes, por lo que el desarrollo de los héroes populares se fue consagrando a base de la definición de los ideales populares, símbolos políticos y prototipos urbanos que se erigían en la época. De esta manera, nuevas ideas se homogeneizarán bajo una sola cultura híbrida. (Illescas, 2012)

Según da cuenta el libro ¡Quiero ver sangre!: Historia ilustrada del cine de luchadores (2011) de Raúl Criollo, José Xavier Návar y Rafael Aviña, en 1952 se estrenaron 5 titulos que dieron inicio a este género cinematográfico auténtico y peculiarmente mexicano: La Bestia Magnífica (Chano Urueta), Huracán Ramírez (Joselito Rodríguez), El bello durmiente (Gilberto Martínez Solares), El luchador fenómeno (Fernando Cortés) y El enmascarado de plata (René Cardona). Un género cinematográfico que el investigador y crítico de cine (enmascarado) Orlando Jiménez ha denominado también como el cinelátero, según lo referencia Paloma Rincón en su artículo «El cinelátero: la lucha libre en el cine» y al cual define como:
El cine de luchadores es un género autóctono que mantiene un código narrativo y estético basado en el espectáculo deportivo, cuya filmografía es esencialmente aportada por México y producida principalmente entre 1949 y 1976. Jiménez ha propuesto llamar cinelátero al conjunto de películas de diversas duraciones y formatos, que basan su trama, línea argumental, acciones y lenguaje audiovisual en la lucha libre. Este grupo de películas están protagonizadas por luchadoras y luchadores, o actores que los representan, y siempre incluyen escenas ficticias o reales de la lucha libre profesional (Rincón, 2022).
El cine de luchadores, como género cinematográfico tiene una serie de códigos que se podrían resumir, identificar y complementar a la definición anterior con las siguientes características: se trata de uno o varios luchadores (creados o profesionales), en activo normalmente, que poseen una doble vida y cuya misión en cada película es la de resolver
un conflicto normalmente relacionado con vencer a las fuerzas del mal (capos de mafia, policías corruptos y un amplio etcétera) o extraterrestres. Sus enemigos habituales suelen ser: traficantes, hombres lobo, mujeres vampiro y alienígenas, entre otros. Sus aliados habituales son: los managers, gobiernos, agencias de inteligencias y mujeres guapas, insumisas (femme-fatale), inteligentes y luchadoras. El tono de este tipo de películas mezcla suspenso, terror, ciencia ficción, comedia y romance. Caracterizado todo ello y en su gran mayoría por presupuestos bajos, efectos paupérrimos, pésimas actuaciones y situaciones hilarantes per se. El luchador protagonista, en términos generales, comparte y hereda los códigos del héroe del western, pero en su versión urbana.
II. De máscaras, rudos, técnicos y un enmascarado revolucionario: El Santo

La lucha libre mexicana no es otra cosa que un deporte-espectáculo y una adaptación del deporte olímpico conocido como lucha grecorromana. Llegó a México en 1863 importada directamente de Estados Unidos por Enrique Ugartechea, a quien se le reconoce como el primer luchador mexicano, como da cuenta de ello en su sitio web del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), 3 empresa fundada en 1933 por quien también es considerado el padre la lucha libre mexicana: Salvador Lutteroth González.
El fesín del encordado desde sus inicios gozó de una amplia aceptación del público, pero no fue hasta la década de 1940 cuando realmente se popularizó por toda la nación y con la llegada de la televisión, como antes se mencionó, se convirtió en un verdadero fenómeno de masas. Eso sí, indigno, de mal gusto y no celebrado, por parte de la alta cultura mexicana. El distintivo icónico de la lucha libre mexicana y el cliché que se ha exportado mundialmente es el relacionado con las peculiares máscaras que portan un sinfín de luchadoras y luchadores. Sin demeritar los otros elementos de atrezzo que acompañan habitualmente a este atuendo: capas, botas y medias largas, leotardos, coderas y rodilleras. Todo ello plagado de una estética kitsch y camp.
El fesín del encordado desde sus inicios gozó de una amplia aceptación del público, pero no fue hasta la década de 1940 cuando realmente se popularizó por toda la nación y con la llegada de la televisión, como antes se mencionó, se convirtió en un verdadero fenómeno de masas. Eso sí, indigno, de mal gusto y no celebrado, por parte de la alta cultura mexicana. El distintivo icónico de la lucha libre mexicana y el cliché que se ha exportado mundialmente es el relacionado con las peculiares máscaras que portan un sinfín de luchadoras y luchadores.
Alberto Zúñiga Rodríguez
Este deporte-espectáculo de la cultura popular mexicana ha generado innumerables personajes e ídolos a lo largo de sus más de 100 años de presencia en México. Se caracteriza por agruparse en dos grandes bloques de combatientes. Por un lado, está el bando de los rudos, asociados normalmente a la maldad, la crueldad y la ilegalidad… y por otro, el de los técnicos, a quienes se les vincula con lo opuesto: la bondad, la rectitud y la honestidad. Sea en modalidad individual, en duplas o tercias, entre estos gladiadores, se da un enfrentamiento que se lleva a cabo en tres asaltos, sin límite de tiempo, conocidos como “caídas”. El o la luchadora que gane dos de esas tres caídas, gana. 4 En el cine de luchadores, normalmente, no importa si el protagonista es de un bando u otro, su función siempre está relacionada con el bien o con resolver un conflicto de la mejor manera.
Indiscutiblemente, el personaje que trascendió y llevó tanto a la lucha libre como al cine de luchadores a su cúspide y de quien se sigue analizando su vida y obra, es el personaje conocido como El Santo, que en vida se llamó Rodolfo Guzmán Huerta y quien protagonizó 52 filmes e innumerables combates en el pancracio5 hasta 1982, dos años
antes de su muerte. Un verdadero revolucionario dentro y fuera de la pantalla.
III. Antecedentes de lo queer (o lo exótico) en el cine de luchadores
Aunque tradicionalmente y desde sus inicios se le ha vinculado a la lucha libre con posturas misóginas y como un espacio especialmente machista, los personajes queer han formado parte de este ámbito y han estado ahí librando sus propias batallas desde épocas tempranas, tanto en las arenas como en las películas, el primer luchador profesional al que se le conoció como exótico fue el texano conocido como Gardenia Davis (Dizzy Gardeni Davis), quien sorprendió al público con sus atuendos, ademanes y estética queer desde los años cuarenta. Este personaje solía regalar gardenias al público de la primera fila, de ahí su mote, y le acompañaba un valet o ayudante que le perfumaba y peinaba antes de sus combates. En el cine de luchadores, por su parte, el primer antecedente de personajes queer se hizo visible en dos de las cinco cintas fundacionales de este género en 1952; personajes claramente exóticos y con relevancia para sus tramas. Veamos de qué forma se presentaron en dichas producciones.
En El luchador fenómeno (Fernando Cortés) nos encontramos con un personaje conocido como “Lalo, El Exótico”, quien lucha cerca de la mitad de la película junto al protagonista, “El tigre de Pénjamo”, interpretado por el mítico cómico Adalberto Martinez “Resortes”. Se desconoce si del mote de este luchador, “Lalo, El Exótico”, inició accidentalmente la forma de referirse a los luchadores queer y de aquí haya nacido esta categoría que los identifica. Durante el trayecto y duración de esta investigación no se encontraron datos para corroborarlo.

Fotogramas de la película El luchador fenómeno (Fernando Cortés, 1952)
De la secuencia de imágenes que se presenta en este ensayo, en la parte superior (izquierda a derecha, arriba-abajo) y como una forma de análisis de este personaje, podemos dilucidar lo siguiente. Llama la atención que en la presentación de “Lalo, El Exótico”, el locutor de la radio XEW TV, hace alusión y lo describe con palabras que lo califican como: elegante, profesional, extraño, raro y exótico. Un momento más adelante de esa misma escena, cuando “El tigre de Pénjamo” sube al ring con su llamativo atuendo y finalmente conoce a su compañero, éste después de observarle de pies a cabeza en un par de ocasiones, se acerca a Roberto, conocido como su “Nanager” y en un diálogo peculiar indaga sobre la homosexualidad de su camarada.
—Oiga don Roberto, ¿no se le hace que este cuatito es…? (no escuchamos lo que dice)
—No, no, no, noooo… es que es de sangre azul. Los mexicanos tenemos la piel un poco más bronceada.
El diálogo en cuestión nos reafirma la doble moral de la sociedad de ese momento y las fórmulas evitativas del cine mexicano de esa época para referirse a personajes gay en pantalla.
En la escena de combate, en dupla “El tigre de Pénjamo” y “Lalo, El Exótico” salen triunfantes ante sus adversarios, Tonina Jackson y El Lobo Negro. Salvo el cómico, los otros tres personajes eran luchadores profesionales reconocidos fuera de esta ficción, respetados y en activo.
La importancia de esta cinta la encontramos en la reseña que hace José Xavier Návar en ¡Quiero ver sangre!: Historia ilustrada del cine de luchadores: Es la primera cinta, formalmente hablando, de uno de los más genuinos inventos mexicanos: el Cine de Luchadores; es la que inicia el mito para, luego de muchas otras películas, desembocar en el culto (Návar, J. 2011).
En ambas películas, aunque de una manera u otra se ponga en duda su masculinidad, no presentan abiertamente a un hombre homosexual sino a un dandi, que utiliza esos recursos como gestos dramáticos y participantes de una estrategia escénica, acompañada de una gran presencia. Y esto tiene una explicación histórica. La rigidez social de la época y su conservadurismo, la censura comercial y especialmente la política que controlaba los medios de comunicación masiva, fueron elementos que impedían que un luchador se declarara abiertamente gay en televisión o en el cine, especialmente en las décadas de los 60´s y 70´s cuando mayor represión existió en México.
Alberto Zúñiga Rodríguez
Por su parte, en la cinta Huracán Ramírez (Joselito Rodríguez) aparece un luchador al que reconoceremos como “El Bello Califa”, acompañado en todo momento por su valet. La forma en la que se nos presenta al gladiador resulta también peculiar. En un gimnasio de la ciudad de México, nuevamente aparece el emblemático luchador rudo Tonina
Jackson, al cual la cámara lo sigue en un plano secuencia hasta llegar al si o donde entrena “El bello califa”. Jackson se muestra sorprendido y le reconoce al glamuroso luchador sobre el próximo combate con el protagonista y quien da nombre a la cinta, El Huracán Ramírez. Básicamente le pregunta si le tiene miedo, a lo que el fornido gladiador responde que no. Jackson se despide de ellos con un fuerte golpe al pecho de “El Bello Califa” y sale de cuadro riéndose de ellos con la frase «¡Ah, qué muchachos!».
La secuencia sigue cuando una pequeña, la entrañable Titina Romay, dentro del mismo gimnasio, a un costado de donde entrena el gladiador y un sitio que se observa reservado para público, hace una apuesta con su amiga -visiblemente de mayor edad, interpretada por Anabel Gutiérrez- para indagar sobre la preferencia sexual del gladiador.

De la secuencia antes descrita y las imágenes superiores (también organizadas de izquierda a derecha, arriba-abajo). Se desprende el siguiente diálogo:
—¿Cuánto apuestas?
—¡Ay!, ¿y tú cómo sabes?
—¡Uy!, a leguas se le ve…
—Si quieres se lo pregunto.
—¿Eres capaz?
—Yo soy capaz de todo, qué poco me conoces. Tú nomás fíjate…
La cámara regresa al lugar donde se encuentra “El Bello Califa” con su valet y la pequeña entra a cuadro:
—Perdón señor, ¿a usted le dicen “El Bello Califa”?
—No me dicen, muñequita, soy… para servirte.
La niña sale de cuadro emocionada por su hazaña. Regresa al sitio que vimos antes y cierra la escena con el siguiente diálogo:
—Ya ves, gané.
—¡No!
—¡Sí!
Escenas más adelante, se lleva a cabo el combate entre “El Bello Califa” y el que se hace pasar por Huracán Ramírez. Llama la atención que el primero al subir al ring porta una bata larga y lleva en la mano precisamente una gardenia que besa y con la que envía besos al público (en un claro homenaje a Gardenia Daviz).
Durante la pelea, además de mostrar su habilidad técnica, “El Bello Califa” aprovecha cualquier oportunidad para mostrar ademanes y posturas exóticas que exasperan a su contrincante y al público mismo que le silva con malestar. Y en cuanto su contrincante le despeina, de inmediato se aproxima a su valet para que le peine y perfume de nuevo. Acto que se repite en más de una ocasión. Finalmente, en un lance fuera del cuadrilátero, sale disparado “El Bello Califa” y pierde la pelea, para ser llevado en una camilla a los vestidores.

Rafael Aviña en ¡Quiero ver sangre!: Historia ilustrada del cine de luchadores sobre esta
cinta repara en lo siguiente:
Pero sobre todo una serie de detalles realmente curiosos: en un extraño coqueteo argumental con el incesto, Anabelle Gutiérrez se enamora de su hermano, o sea David, sin saberlo, ya que éste porta la máscara del Huracán Ramírez. Asimismo, aparece un Club Nocturno Batacazo donde pelean mujeres luchadoras. Finalmente se aprecia el tópico del físicoculturismo ligado a la homosexualidad con la pareja formada por el Bello Califa, un luchador afeminado que no quiere ni despeinarse, y su asistente (Aviña, R., 2011).
Así es, en El Huracán Ramírez, que como dato curioso, por primera vez vemos también la presencia de lucha libre de mujeres.
IV. Dos gardenias en el pancracio. Elementos característicos de estos personajes queer

La presencia de estos dos personajes en las películas mencionadas (ambos luchadores profesionales en activo en ese momento), emanada de una sociedad tradicional y ultra conservadora en esa época, reivindica y nos recuerda la importancia de su existencia desde la fundación de este género cinematográfico. Incluso, responden claramente a
una de las interrogantes que motivaron este trabajo: ¿cuándo fue la primera aparición o participación de un personaje exótico o queer en el cine mexicano de luchadores?
Ambas películas, sin proponérselo, dialogan entre sí con una imperiosa necesidad de subrayar por medio de sus diálogos y ponerlo de manifiesto (aunque sea de forma totalmente indirecta), la preferencia sexual de sus 2 luchadores exóticos. Como si se tratase de algún requerimiento de cara a la sociedad para justificar su comportamiento y su alteridad. Prueba de ello resultan los diálogos antes mostrados de ambas cintas.
En ambos filmes, estos personajes en pantalla adquieren una serie de características que les hacen distintos al resto de luchadores y se podría resumir en esto: lo relacionado con su cabellera bien peinada, la elegancia de sus prendas antes de combatir (batas parecidas a suntuosas túnicas), el cuerpo atlético, el uso de perfume y la complicidad de un valet que los acompaña, además de una serie de ademanes y posturas exóticas al luchar. Resulta importante señalar igualmente que a ambos personajes se les reconoce, por medio de los narradores de los combates, como verdaderos profesionales del gremio y como parte de él.
V. Importancia y trascendencia de estos dos exóticos. De Gardenias a Cassandro

Está claro que tanto “Lalo, El Exótico”, como “El Bello Califa”, en ambas películas rompen con las expectativas, comportamiento y lo que se establecía como lo masculino y claramente, cuestionan lo que se esperaba de un luchador profesional de la época. Desde su acto performativo y su espectáculo dentro del ring, transgreden los comportamientos sociales aceptados y establecen dinámicas de provocación, pero lo más importante, abren y dan un lugar a un lugar para la diversidad sexual. 6
En ambas películas, aunque de una manera u otra se ponga en duda su masculinidad, no presentan abiertamente a un hombre homosexual sino a un dandi, que utiliza esos recursos como gestos dramáticos y participantes de una estrategia escénica, acompañada de una gran presencia. Y esto tiene una explicación histórica. La rigidez social de la época y su conservadurismo, la censura comercial y especialmente la política7 que controlaba los medios de comunicación masiva, fueron elementos que impedían que un luchador se declarara abiertamente gay en televisión o en el cine, especialmente en las décadas de los 60´s y 70´s cuando mayor represión existió en México. Sobre esto
el periodista, investigador y antropólogo Leonardo Bastida Aguilar apunta en su trabajo La exótica levedad del ser:
Hasta la década de los ochenta, todos los luchadores identificados como exóticos hacían la aclaración de que sólo eran personajes y en la vida real eran “totalmente hombres”, es decir, sólo actuaban en el ring.
En Monterrey, un chico que luchaba bajo el nombre de Rudy Rein a irrumpiría en la escena, transgrediendo lo que hasta esa época se consideraba exótico. A diferencia de todos ellos, él vivía una vida exótica dentro y fuera del ring, era abiertamente homosexual. (Bastida, 2015).
La presencia en pantalla de estos luchadores y su participación no menor para las tramas (que no los reducía como meros extras), sentó un precedente importante que legitima desde el cine a las personas que han decidido ser parte de este deporte-espectáculo desde el tercer bando, el exótico y al que el Bastida Aguilar describe como:
Estos luchadores suben al encordado a fajarse como cualquier otro gladiador, con la peculiar característica de ser abiertamente homosexuales o performativos de una persona homosexual pero con el talento y técnica suficientes para superar a sus adversarios. Si bien en tono de sorna y para cumplir con las exigencias del pueblo, castigan con besos, pompazos, nalgadas y cachetadas. Su sutileza queda a un lado y aplican llaves, dan patadas voladoras, salen al vuelo y se la juegan en el ring como cualquier otro luchador. (Bastida, 2015).
La presencia tanto de “Lalo, El Exótico”, como “El Bello Califa”, dentro de la pantalla y del ring, junto a la presencia de otros destacados luchadores queer como El Bello Greco, el antes mencionado Gardenia Davis y muchos, muchos más, abrieron el camino y una grieta importante en el cine de luchadores para mostrar la diversidad sexual. Su presencia en pantalla, resuena como eco relevante, en la primera biopic sobre un luchador exótico mexicano -y cine de luchadores- denominada Cassandro (2023) dirigida por el norteamericano Roger Ross Williams. Una producción que, financiada por la multinacional Amazon Prime, relata la vida del luchador méxico-americano Saúl Armendáriz, mejor conocido Cassandro y quien es encarnado por el renombrado actor Gael García Bernal.
La presencia tanto de “Lalo, El Exótico”, como “El Bello Califa”, dentro de la pantalla y del ring, junto a la presencia de otros destacados luchadores queer como El Bello Greco, el antes mencionado Gardenia Davis y muchos, muchos más, abrieron el camino y una grieta importante en el cine de luchadores para mostrar la diversidad sexual. Su presencia en pantalla, resuena como eco relevante, en la primera biopic sobre un luchador exótico mexicano -y cine de luchadores- denominada Cassandro (2023) dirigida por el norteamericano Roger Ross Williams. Una producción que, financiada por la multinacional Amazon Prime, relata la vida del luchador méxico-americano Saúl Armendáriz, mejor conocido Cassandro y quien es encarnado por el renombrado actor Gael García Bernal.
Alberto Zúñiga Rodríguez
Cassandro pese a ser un drama personal, cumple con los códigos del género antes descritos. Y aunque no existen fuerzas externas, alienígenas, capos, momias o mujeres vampíro que vencer, su propia lucha por sobrevivir en este medio, la hace una película de luchadores emblemá ca, con un gran presupuesto, una fotogra a muy bien lograda y una trama que atrapa, acompañada de buenas actuaciones, sin duda alguna, elementos que la hacen diferente de la gran mayoría de películas de este género.
Tampoco debería extrañarnos que la vida de “Cassandro” se llevara al cine dada su destacada trayectoria profesional en los encordados que le ha llevado al medio fílmico. En el año 2018 su vida se difundió por medio del documental de 76 minutos, Cassandro, El exótico, de la cineasta francesa Marie Losier. Y cinco años, este gladiador tambiénformó parte de otra producción de no ficción, donde su trayectoria se hace visible, la película de Michael Ramos Araizaga denominada: Los exóticos (2013).
Hasta este lugar ha llegado el impacto de estos dos primeros personajes del cine de luchadores, en un género cinematográfico que se niega a desaparecer y que eventualmente sorprende con joyas como la de Cassandro.
C
- Si bien, algunos historiadores suelen ubicar esta época en el periodo comprendido de 1936 a 1956, el mítico historiador Emilio García Riera en su canónico libro Breve Historia del Cine Mexicano. Primer siglo 1897-1997 suele referirse a ella y precisarla con estas palabras: «Suele hablarse de una época de oro del cine mexicano con más nostalgia que precisión cronológica. Si esa época existió, fue la de los años de la segunda guerra mundial: 1941 a 1945» (García, 1998, 121). ↩︎
- La Ciudad de México, antes conocida como Distrito Federal. ↩︎
- Cuando se fundó se llamaba Empresa Mexicana de Lucha Libre y en los años 80 cambió su nombre a
CMLL. ↩︎ - Para ganar una caída, hay que poner al contrincante de espalda completa contra el suelo por más de tres
segundos que cuenta un árbitro o réferi. ↩︎ - Sinónimo y forma coloquial de la palabra cuadrilátero. ↩︎
- Nombre con el que se les conoce a l@s luchador@s queer. ↩︎
- El Partido Revolucionario Institucional (PRI) gobernó por más de 70 años México, de 1930 al año 2000. Convirtiéndose en una dictadura representada por un partido. ↩︎
Bibliografía y fuentes de información
Libros:
- Caballero, A. (2018). Filmografía del cine mexicano de luchadores: la gran enciclopedia de la lucha libre mexicana. Vol. 1. Libro digital, versión Kindle. México.
- Carro, N. (1984). El cine de luchadores. Filmoteca de la UNAM. México.
- Criollo, R, Návar, J. y Aviña, R. (2012). ¡Quiero ver sangre!: Historia ilustrada del cine de luchadores. UNAM,Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial. México.
- García, E. (1998). Breve historia del cine mexicano. Primer siglo 1897-1997. Instituto Mexicano de Cinematogradía y Ediciones Mapas. México.
- García, E. (1969). Historia documental del cine mexicano. Vol. 4. Emilio García Riera Ediciones. México.
- Peredo F. y Dávalos, F. (2017). Historia sociocultural del cine mexicano: aportes al entretejido de su trama (1896-1966). UNAM. México.
Artículos
- Bastida, L. (2015). La éxotica levedad del ser. Periódico La Jornada en línea. Recuperado en enero de 2024 de: https://www.jornada.com.mx/2015/09/03/ls-central.html
- Bastida, L. y Cruz, A. (2016). Exóticos: luchadores diversos en construcción. Revista de Estudios de Antropología Sexual – INAH, Vol. 1, número 7. México.
- Gochi, V. (2020). Películas imperdibles sobre luchadores gays y queer. Portal de internet Homosensual.
Recuperado en enero de 2024 de: https://www.homosensual.com/entretenimiento/cine/peliculas documentales-luchadores-gays-queer/ - Illescas, F. (2012). ¿Hasta qué punto fue el Santo, “El enmascarado de Plata”, ¿definido por la ascendente cultura popular del siglo XX?. Revista Enclaves del pensamiento, vol. 12.
- Pérez, F. (2023). La fascinante historia real de Cassandro, el luchador e icono LGBT+. Revista digital Vogue México. Recuperado en enero de 2024 de: https://www.vogue.mx/ar culo/quien-es-cassandro-luchadorhistoria real#:~:text=En%20M%C3%A9xico%2C%20se%20sabe%20que,Garc%C3%ADa%20Salazar%2C%20El%20Bello%20Greco.
- Rincón, P. El cinelátero: la lucha libre en el cine. Revista digital del portal de internet Retina Latina, recuperado en enero de 2024 de: https://www.retinalatina.org/el-cinelatero-la-lucha-libre-en-el-cine/
- Silva, J. (2011). La Época de Oro del cine mexicano: la colonización de un imaginario social. Revista Culturales, Vol. 7 (13).
Tesis
- Cornejo, E. (2023). El vampiro y el sexo (1968): Una aproximación al cine de luchadores como cine de culta. Tesis de Maestría. UAEM, México.
- Soto, J. (2010). Análisis cultural de la lucha libre: una mirada a la lucha de los símbolos y los sen dos en los cuadriláteros de México. Tesis de Doctorado. ENAH, México.
Portales web: - Consejo Mundial de Lucha Libre. https://cmll.com/
Películas
- Cardona, R. (1952). El enmascarado de plata. Filmex S.A.
- Cortés, F. (1952). El luchador fenómeno. Producciones Galindo Hnos.
- Losier, M. (2018). Cassandro, el exótico. Tamara Films.
- Martinez, G.(1952). El bello durmiente. Producciones Cinematográficas Valdés, Producciones Mier y Brooks
- Ramos. M. (2013). Los exóticos. Ñaña Films, Cientos de Personas, IndieGoGo, Funded by Me, Santa Leyenda Bar DF, Revista Box y Lucha, Taquería Chabelo, This is Lucha Libre.
- Rodríguez, J. (1952). El Huracán Ramírez. Películas Rodríguez S.A.
- Ross, R (2023). Cassandro. Amazon Studios, Double Hope Films, Escape Ar sts, Grand Illusion Films, La Corriente del Golfo, Mo o Pictures, Panorama Global.
- Urueta, C. (1952). La bestía magnífica. Clasa-Mohme Inc.
Trabajo final realizado para la materia Géneros Contemporáneos, impartida por el Dr. Josep Lambies Barjau en el Máster Oficial en Estudios de Cine y Culturas Visuales, en la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya. Terrassa, Barcelona, enero 2024.

Alberto Zúñiga Rodríguez es cineasta y un obrero fílmico nacido en el rancho de las balas perdidas -fílmicas- Morelia, Michoacán. Ha dirigido los largometrajes Rupestre (2014), En la periferia (2016) y Emiliana Gat-alana (2023). Vive en Barcelona desde el 2022 donde conduce y produce el cinepódcast Tónica Replicante.







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