TAMBIÉN HAY POEMAS

Por Jesús María Flores Luna

Ella tiene la piel

flotándole sobre la piel.

Cuando la toco,

los dedos, las manos,

flotan al par de ella.

Su nariz es una brújula

que me lleva a su alma,

pero mucho puedo estarme

en el sutil perfil,

viendo la pequeña luna

que ahí pudiera descansar.

Sus labios

tienen ecos blancos

que no se sabe lo que dicen:

podría ser mentira.

En el cuello

la acarician madrugadas

en las que ha escrito versos.

De sus finas orejas

le cuelgan como aretes

algunas palabras y algún nombre.

Tiene las piernas

como dos estatuas de mármol;

imposible ver que se le quiebren,

a menos que le ponga

el corazón entre sus dedos.

Ella tiene el corazón

en pedazos

y entrega hasta el último.

Tiene el tipo de dama

y jamás se confundiría

con un escorpión desnudo bajo el sol.

Es como el desierto

y de pronto brotan aguas

y miel silvestre.

Ella es la forma

de encontrar lo que se cree no existe,

es lo que tomo en la mano,

en el alma,

en vez del papel o la pluma,

el tren que pasa

atravesando el pecho,

la neblina que hace temblar

en el hueso último,

es la cicatriz

que he de llevar

en el corazón,

el rocío en el cuerpo

que se ha de despedir

quién sabe cuando,

quién sabe nunca,

es el beso

introspectivo

que sana las vísceras,

el aroma de tanto besarla

y no encontrar el final,

el candil

de una ciudad

al borde de la locura,

la magnolia blanca

de la noche,

el diamante encontrado

en la quijada de un león.

Ella es

la hermosa mantarraya

que se me clava en el pecho.          

Labios

Nuestros cuatro labios

como una sola boca,

pez dulce y húmedo

que fluye

con la corriente

de las aguas.

Tenerte de labios

es acariciarte toda.

Porque entre los labios

tu corazón pequeño

latiendo sostienes

y me lo brindas

como el pan

salido del fuego,

del pecho,

del vientre

y de tus manos

inocentes

y tremendas

para amar.

Tus labios

son un barco

que me lleva

sin regreso.

La perfección

de tus labios,

que pueden besar

de sólo ser mirados

y son manzana abierta

por el cuchillo de los genes,

es la misma

perfección

con la que el relámpago

se deshace en el cielo,

ilumina la noche

de plata salvaje

y de rosa,

de rosa un pincelazo.

Luz

Ritmo me aflora

por la piel,

mis vellos danzan,

se sumerge el corazón

en el estómago,

el espacio lo lleno

con un frasco transparente

donde tengo su inteligencia y su cuerpo

brillando.

El aire me quiere entrar al cuerpo

pero la carne no lo deja,

esta noche no ha de habitarme

mas que toda la luz del universo

brillando en este frasco.

Me hacen falta dos cuerpos.

Uno para dejarlo en casa

enfermo y descansando,

otro para salir por las calles

con la camisa desabotonada,

iluminar los rincones

donde el polvo descansa

y las hormigas no duermen,

despertar a los pájaros

de sus nidos,

hacer cantar a todos

en la cantina estrellada de la noche,

alumbrar los ojos

de las flores que descansan muertas

adentro de coloridos cristales.

Necesito dos cuerpos.

Uno que se quede escribiendo

estos versos

y otro

que vaya hasta el encuentro,

que camine

por los cables de luz

besando los transformadores eléctricos

provocándoles corto circuito,

que toda la ciudad por donde pase

quede apagada, mas no oscura,

porque este frasco

donde llevo su inteligencia y su cuerpo

lo ilumina todo.

Antes, que con el segundo cuerpo

llegue hasta su puerta,

aún he de pasar por azoteas,

tomar de los belfos a los perros

y sacudirlos hasta que despierten,

hasta que muestren sus colmillos domésticos

y aúllen todos

en caída de dominó,

celebrando mis pasos

que se acercan.

Bajado de los cables de luz

y de azoteas,

desplazarme hasta su puerta;

verla abrir

con la mirada tibia,

el cuerpo luminoso,

escucharla decir:

pensé que dormías.

Contestar que duermo

en el sueño de otro cuerpo.

Tomar los frascos que cada uno

lleva,

romperlos

triturarlos, demolerlos

hasta que queden cenizas de luz.

Acomodarnos el corazón

y amarnos

hasta que el día

nos vuelva a iluminar.

Es algo amor,

pero no sé qué,

esta sociedad

o ese limpiabrisas,

hermano mío,

que pudo matarme

por no darle un peso,

un peso,

eso vale la vida

en ocasiones.

Es algo mi amor,

pero no sé,

allá afuera

algunos festejan un grito

de libertad

¿Qué libertad?,

cualquier día

nos explota una granada

en los pantalones

¿Qué libertad?,

si un amigo

teme pasear,

perder el índice,

el pulgar,

la cabeza, enviada

en periódicos

¿Qué libertad?,

si entre todos nos tememos.

Es algo, mi pequeña luciérnaga,

y tengo sólo

tu prender y apagar

en el corazón.

Es algo de este día,

de los días que vienen

o de esta noche

en que deslizo el sueño

con los ojos hundidos

de grutas oscuras,

para mañana

tomar con las manos

el sueño tirado

que se escapa entre los dedos.

Es algo,

pero no sé qué,

si tan sólo estuvieras ahora

para decirme calla,

para poner tu boca

en mis palabras,

apretar mi mano,

besar mis ojos,

ponerme tu lengua

en cada vértebra,

si tan sólo estuvieras

para seguir

sin saber

qué es lo que pasa,

y me vuelvas a callar

diciendo: es tarde.

Pasa amor

que cada día nos volvemos

ocupados, ocupados, ocupados,

permítame, espéreme, voy de prisa,

no tengo tiempo, me urge, ahora no

¿Por qué?,

si deberíamos estar

viviendo en un paraíso:

comer, hacer el amor, beber,

dormir, soñar, despertar,

ver el árbol, mirar las nubes,

tejer el día y hacer amor.

Desocupémonos,

que el salario no nos pese

en la aguja del reloj,

que el conocimiento

no nos esclavice

en la estupidez.

Amor,

queremos ser hombres,

hombres,

no máquinas,

somos imagen de Dios,

que traigan

un racimo de uvas,

quiero comerlas

hasta que amanezca,

triturarlas en tu boca,

hacer vino

¡Bebamos!

¡Salud!

¡Que vivas tú, amor mío!,

y esta patria

que resucite

o muera

¡Que viva mi patria!,

mi patria

no es de este mundo

¡Que viva mi bandera!,

tú, costilla blanca

que siempre esperas.

Es algo amor,

algo de esta noche,

mi espalda en trocitos,

mi mano que escribe

y niega dormirse,

es algo amor,

como si hoy

me doliera o me importara

que nadie escuche a los poetas,

mucho menos a mí

que sólo soy, soy, soy…

dime tú, amor,

a ti te creo,

a ti, ti, tinteando la noche

es hora,

ya caigo

y lo repito,

es hora

¿Hora de qué?,

pero siempre llega,

ah, ay,

ya caigo

y esta noche

que no me entiendo con mi cuerpo,

pero caigo

a un pozo lleno de resortes

que me absorben

y pretenden devorarme

sin que alcances

ya mi mano.

Omóplatos

Y entonces

imaginé su omóplato

y supe

que hundiría

ahí mis labios

algún día,

y que como dos

medias lunas gemelas,

blancas y tersas,

contemplaría la maravillosa

forma

en una paz

de océano en calma,

y supe también

que nunca más

ella

volvería a ver

los omóplatos

como algo insignificante,

u olvidados órganos

e inconscientes

del todo

que forma su yo,

y serían en nuestro

mundo

dos murallas

de una ciudad

inquebrantable,

de ingeniería

y alineación perfecta,

y a su vez

como dos puentes colgantes

de la mortalidad

de ella,

ambulante con la

ligereza y facilidad

de su andar,

maravillando

con sus omóplatos

los lugares donde pasa,

cada que el corte

de su blusa

así lo permita.

Cierro los ojos

para imaginar a un lado mío

tu cuerpo entero.

Sólo llega

la nostalgia de tu ausencia.

Abro los ojos:

La luz y el cielo claro.

Jesús María Flores Luna. Guadalajara, México, 1991. Ha publicado el poemario Potro con alas (2011, el Viaje), El arder de los pasos (2012, el Viaje) y No siempre un día normal (2024, el Viaje). Ha colaborado con cuentos y crítica literaria para periódicos españoles. Sus textos han aparecido en revistas literarias a través de los años. Su trabajo ha sido traducido al inglés, francés, portugues e italiano.


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