COBERTURA DEL FESTIVAL MACABRO

Por Julieta Lomelí Balver

Un humanoide, en un bípedo con cabeza “racional” pero que conserva su trompa y orejas de cerdo

Cerdo que sobrevivió a la fiebre aftosa (Corea del sur, 2024), película que forma parte de la selección de largometraje de animación oscura, scifi y thriller de Macabro 24, es una fábula animada, dirigida por el surcoreano Hur Bum-wook, la cual en un inicio —y sinceramente hasta el final— pareciera el sueño psicótico de una mente trastornada, sin embargo, conforme trascurre la trama, el espectador —con un ánimo que seguramente oscila entre el asco y la curiosidad—, va entendiendo por qué un Cerdo sobreviviente a la epidemia de fiebre aftosa, se aferra a su nueva condición humana; y por qué un patético y fracasado soldado de guerra, Choi Jeong-Seok, abraza su nueva condición animal.

Todo sucede en un bosque de suicidas —parecido a ese macabro sitio de Japón, Aokigahara, en el que aproximadamente se quitan la vida alrededor de 70 personas diariamente—. Es en ese bosque dibujado por la mórbida creatividad de Bum-wook, en el cual, longevos árboles sostienen voluntades atormentadas y cadáveres hediondos por la putrefacción. Es en ese bosque viciado por la muerte, en el que Cerdo H. —después de sobrevivir a la fiebre y escapar del sacrificio hecho a cientos de animales—, por algún efecto secundario derivado de beber la sangre de su antiguo dueño humano, se convierte en un humanoide, en un bípedo con cabeza “racional” pero que conserva su trompa y orejas de cerdo. Es en ese mismo bosque en el cual ocurre la transformación del soldado en bestia, o en casi bestia, porque no logra perder el pensamiento lógico de su antigua humanidad.

Ambas transformaciones y las peripecias de ello se narran paralelamente en un solo filme, la historia de un cerdo vuelto un “humano demasiado humano”, avaricioso, egoísta y con ínfulas de grandeza, que hará lo que sea, incluso matar y traicionar a su tribu, con tal de tener el poder. Y la de una nueva bestia, un enorme orangután lleno de pelos que ahora parece ser más compasivo, amoroso y sensible que cuando era completamente humano.

Todo sucede en un bosque de suicidas —parecido a ese macabro sitio de Japón, Aokigahara, en el que aproximadamente se quitan la vida alrededor de 70 personas diariamente—. Es en ese bosque dibujado por la mórbida creatividad de Bum-wook, en el cual, longevos árboles sostienen voluntades atormentadas y cadáveres hediondos por la putrefacción.

Julieta Lomelí Balver

Ambos caminos dibujan una paradójica obsesión común: los dos protagonistas desean renunciar a la naturaleza que les fue destinada al nacer, ambos odian su esencia. El Cerdo H aborrece su animalidad, y quiere de una vez por todas romper con los límites cognitivos que ello significa, creyendo que eso lo hará invencible e impermeable a los abusos y la crueldad que ha sufrido en el pasado por parte de los humanos. Mientras que el soldado pusilánime está dispuesto a dejar atrás su condición de hombre, erradicar a cómo dé lugar los pensamientos y las palabras que al final son siempre el hervidero de todo tormento y sufrimiento humano.

La crisis final de ambos personajes es brutal. La pesadilla existencial, la locura y el estridentismo embarrado de sangre, suicidios, trompas, colas amputadas y animales que conspiran entre ellos termina. La incomodidad del público, también. Los espectadores abandonaron la sala envueltos en un mutismo sepulcral.

El filme más que un dorama surrealista, más que una caricatura violenta, macabra y super-pirada, es una alegoría profunda de lo absurdo del “humanismo”, una sátira filosófica con un mensaje potente, simbólico y por supuesto, enrabiado de crítica social.

 Un discreto aplauso rompió el silencio al final, el mío.

Julieta Lomelí Balver, doctora en filosofía IIFs- UNAMHa colaborado en Laberinto-Milenio y en Filosofía&Co (Herder España)  Mujer de trasmundo. No es apta para “esta orilla”, pero sí para construir en granito una isla interior donde habitan monstruos marinos, amenazas metafísicas y todo un océano de excedente de sentido. Escribe ensayo y arrenda un piso en el costoso edificio de la filosofía.


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