DANDYS Y CÍNICOS
«Hay algo que se sigue moviendo»: Bárbara Foulkes
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

El pasado 2 de noviembre estuve en el Museo Anahuacalli, ese espacio que se encuentra en la colonia San Pablo Tepetlapa, en la Alcaldía Coyoacán, al sur de la Ciudad de México, donde comenta mi amigo Fernando Salvio: «puso todo su dinero, Diego Rivera, al final de su vida».
Ahí además de ver al Fantasma del Comunismo, un chico que lleva una manta roja sobre el cuerpo que deambula dentro de ese recinto, tuvimos la suerte de conocer a Celso García, un hombre de 81 años quien cargó las piedras para construir este sitio que en los Días de Muertos reúne a la gente para visitar un mercado del cacao donde hay varios productores de esta semilla, así como recorrer ese museo.
Caminábamos, Fernando y mi otro amigo Ricardo Mandujano, en una zona que se encuentra hasta el fondo del museo, delante de nosotros iba un hombre que dijo al aire: «¡aquí están mis naranjitas!» Éstas se encontraban en una banca de cemento, como suplicando ser fotografiadas, pues se quedaron en ese lugar toda la noche esperando a su dueño. Cuando nos volteo a ver a nosotros ese hombre con una gorra oscura en su cabeza, se podía admirar detrás de él, un paisaje de nopaleras que iluminaba ese momento. «Aquí yo me comía los nopales y los tlacuachitos -nos comentó- por eso se me cayeron unos dientes».
Celso, en respuesta a una pregunta de una mujer que lo acompañaba -su nombre, Barbara Foulkes, quien nació en Buenos Aires, Argentina, en 1982, y que radica en la Ciudad de México desde 2008- como intentando abrir el diálogo entre Celso y nosotros, él nos explicó: «Es que yo trabajaba aquí, fíjese, recuerdo que entré en 1955, para 2016 me dio un infrato leve, trabajando y todavía vivo, me operaron».

«¿Platicaba con Diego Rivera?» Le pregunté a ese hombre que advierte ya no oir bien. Nos explicó: «Conocí a Diego Rivera, también a la señora Dolores Olmedo, también se encargaba de aquí. Frida Kahlo, su esposa de Diego. Por eso recuerdo como que ya me quería hacer dueño de aquí . Yo era el único antiguo de los antiguos, pero como cocinaba mis nopales, los hacía con longanicita, mi chilito y mi caguamota, por eso vivo».
Al preguntarle cómo fue que llegó a trabajar a ese museo, Celso nos dijo: «Mi verdadero pueblo es cerca del Valle de Chalco, pero yo llegué de trece años con mi familia aquí en el Distrito, hasta la fecha vivo, pero aquí habían uno -que en paz descanse- que se llamaba Enrique, que se encarbaga como jefe del museo, pero aquí había pura gente conocida por él, le decíamos el cacique, pero ya se sentía dueño de todo esto».
«Mi verdadero pueblo es cerca del Valle de Chalco, pero yo llegué de trece años con mi familia, aquí en el Distrito, hasta la fecha vivo, pero aquí habían uno -que en paz descanse- que se llamaba Enrique, que se encarbaga como jefe del museo, pero aquí había pura gente conocida por él, le decíamos el cacique, pero ya se sentía dueño de todo esto.
Celso García
Luego de conversar un momento con Celso, nos acercamos con Bárbara Foulkes, quien además de ser artista, coreógrafa y gestora cultural, es la encargada del área de educación y el área pública el Museo Diego Rivera Anahuacalli. Nos contó que el año pasado trabajó con su equipo, con los historiadores Haydee de la Mora y Enrique Palma, para poner el foco en recolectar las historias del barrio y preguntarle a la gente cómo había sido la construcción del museo, cómo habían sido sus infancias en el Pedregal y en estas preguntas se diserñó una entrevista.
«32 vecinos acudieron a hacer entrevistados -señaló- y nos empezamos a dar cuenta de que había un materia increíble, contandonos una historia del museo que no había sido contada, porque es la historia contada por los vecinos, por quienes lo hicieron. Como que es muy peculiar, en los años cuarentas se corre el rumor en el norte de la ciudad de que aquí un loco estaba construyendo algo muy grande y que había tierras».
«Entoces -continuo Bárbara– Santo Domingo se ocupa, aquí eran tierras ejidales y a partir de ese ejido, que tiene de alguna forma una buena relación con Diego Rivera y Frida Kahlo, por eso pueden comprar todas estas tierras y empiezan a llegar los labradores de piedra del norte de la ciudad y estas son las familias que fundan San Pedro Tepetlapa y que, al mismo tiempo, participaron en la construcción del museo y tienen mucho que contar acerca de Diego Rivera, de los procesos de quiénes venían aquí, mientras estaba la construcción, de quienes vivían, cómo era el territorio».

«Nos encontramos con Andrés García, quien el año pasado falleció, después de ver el documental, de ver su historia contada. Andrés García era el hermano de José y entre los dos era los principales labradores de la piedra en el museo», explicó.
«Andrés García -detalló Bárbara- también tuvo una relevancia en la vida de Diego Rivera y viceversa, es muy lindo porque nos damos cuenta de que también es intergeneracional, que la Anahuacalli también es algo que se despliega en el tiempo, porque al final hay un lugar en donde infanacias, que son bisnietas de estas personas que cuentan estas historias, hoy forman parte del coro del museo, hay algo que se sigue moviendo y por eso de alguna forma el documetal se llama Mover las piedras, poque las piedras son el eje central de la contrucción y de lo que se extiende más allá del museo porque sus casas también son de pierdra».
«Sí, por eso algo valioso de este documental es que se hizo en casa, no porque lo haya hecho yo, hay gente que trabaja aquí desde hace quince años o treinta, porque son de esos lugares nobles que la gente se queda, pero sí como que tiene esa particulardad de haber sido hecho por nosotros y algo de la vida cotidiana que se ve».
Barbara Foulkes
Regreso al principio de todo esto, que fue lo que nos hizo entrar a esta charla y le pregunto: «¿Cómo llega Celso García a esta historia…?»
«Celso también es García, también es primo y llega a trabajar al museo muy joven y ya, hasta que justo tuvo este accidente cerebrovascular, porque se cayó de una piedra y es su vida, es su museo, viene todo el tiempo a visitarnos, a contarnos sus historía, viene a comer sus mandarinas, nos hace los mismo chistes todos los días, viene a cotorrear, es su casa.», nos respondió.
«Hay muchos que cuentan en el documental – profundizó Bárbara- que en sus infancias este era el patio de su casa y de alguna forma eso sigue siendo, Mauricio Rocha, el arquitecto de la ampliación del museo dice: ‘los españoles nos inventaron que trajeron el patio a Latinamérica, pero en realidad lo que trajeron es la privatización del patio y entonces el Zócalo es el patio que une a todo, como el Zócalo del centro de la Ciudad de México. Eso es parte de la artquitectura prehispánica y es parte de la sabiduría que de alguna forma Diego nos trae de que: ‘mirémosla porque aquí hay un chingo’. Entonces es muy coherente, el patio de todos. Sigue siendo su patio, sigue siendo el patio de su casa y sigue cumpliendo esa función en las generaciones que sigue a eso».

Barbara Foulkes nos recordó además que Mauricio, el arquitecto ya mencionado, se basó en los asentamientos horizontales de alrededor y por eso está todo conectado entre sí.
«Sí, por eso algo valioso de este documental es que se hizo en casa, no porque lo haya hecho yo, hay gente que trabaja aquí desde hace quince años o treinta, porque son de esos lugares nobles que la gente se queda, pero sí como que tiene esa particulardad de haber sido hecho por nosotros y algo de la vida cotidiana que se ve», concluyó.
En el mes de septiembre el documental Mover las piedras, se presentó en Cineteca Nacional y este, jueves, 20 de septiembre se exhibirá en el Museo Anahuacalli, para luego pasar por Cinemex, el 27 de este mismo mes, y luego estar una temporada en el Cine Tonalá de la colonia Roma, será parte de la Gira de Documentales Ambulante 2026.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.







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