REPORTE CÍNICO: FIGC 34

Aunque muchos no la quieran ver

Pareciera que estamos llegando a ese momento de infección populista y evangélica en el continente Americano, aunque muchos no la quieran ver. Larga vida para el cine que abra los ojos y para el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, a pesar de todo.

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

Con varias películas latinoamericanas —y de Iberoamérica— que quieren sacudirse el infecto populismo encabezado por lobos disfrazados de ovejas evangélicas en el poder. Es la imagen con la que me quedo de la edición 34 del Festival Internacional de Cine de Guadalajara que concluyó este viernes, 15 de marzo.

Películas y sus directores impactados por los dos lados de una misma moneda, con Bolsonaros pistoleros y homofóbicos del Brasil, con tropicales zombies Maduros de Venezuela. En medio, un gobierno mexicano que día a día lanza un tentáculo más para apretar las libertades de un México que bien que mal ha construido, en estos primeros 18 años de este siglo, una incipiente democracia con un andamiaje institucional, pero que hoy se ve aplastado por un predicador que a diario, convoca a sus pejezombies, a castigar o perdonar desde un púlpito mañanero.

Fueron ocho días repletos de películas, conferencias y fiestas que parecían interminables —a estas últimas entrabas, si tenías tu pulserita, ¡Guadalajara Guadalajara, tan hermosa y tan clasista! Día a día vi historias filmadas en diversos países de Latinoamérica, tales como Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Uruguay, Venezuela, y varios más —México, no podía faltar—, en los que se registra de múltiples maneras las preocupaciones, deseos y pulsiones de sus realizadores.

La necesidad generalizada de ellos por exhibir cómo los individuos son aplastados por los poderes políticos entremezclados perversamente por el poder religioso para encontrar nuevas fórmulas con las que puedan someter a los que piensan distinto o a los que tienen vidas fuera de lo común, que son casi animales exóticos que deben estar enjaulados en el patio trasero de casa. Películas que encienden focos rojos en los espectadores despiertos o en aquellos que quieren realmente ver. Cuestionar sus dogmas de fe.

Películas como Divino Amor, de Gabriel Mascaro, en la que avisora un futuro para Brasil de sometimiento evangélico radical, mediante la tecnología y el mercado.

Películas como la guatemalteca Temblores, de Jayro Bustamante, en la que un hombre «de familia» se le impide expresar su real preferencia sexual hacia los hombres, y para que pueda ver a sus dos hijos pequeños debe primero curarse la homosexualidad en cursos religiosos con oraciones y vacunas en los testículos para bajar la lívido. Su director advierte, después de mirar la película, que para realizarla se metió a esas charlas del Pare de sufrir, para saber en qué consistían, pero un día lo descubrieron que asistía para hacer una película y le pidieron que se fuera, relata que había ejercicios tan absurdos que no sabía cómo narrarlos en una ficción para que no parecerían exagerados e irreales.

Películas como la boliviana Muralla, de Rodrigo “Gory” Patiño, la historia de un hombre que fue futbolista relevante en los años ochenta, pero ahora sobrevive enredado con un grupo de secuestradores y así poder pagar los gasto de la enfermedad de su hijo, quien al final muere por la negligencia médica que se vive en la Bolivia, de Evo Morales. La muerte de su hijo, lo lleva a convertirse en un vengador social intentando rescatar a una niña plagiada, así que traiciona a los secuestradores, quien le harán pagar muy caro esto en un campo de futbol en terracería. Película de cine negro en un país que vive la miseria. En una pared, al inicio de la película, se lee: «dejé de comer cuando las uñas de las manos se me acabaron».

Películas como Perro Bomba, de Juan Cáceres, en la que un haitiano que vive en Chile, sufre la discriminación por ser negro, por lo que tendrá que realizar un viaje de urgencia para encontrar un sitio en donde permanecer y pertenecer, tener un trabajo en el que no sea maltratado por su color de piel. Recuerda el director que desde hace cinco años hay una considerable migración de haitianos a su país.

Varios filmes venezolanos que muestran, cada uno a su manera, la preocupación por un país que vive el desabasto de alimentos y la opresión de las libertades políticas y sociales. Ahí están el filme Infección, de Flavio Pedota, sobre un virus zombie que galopa feroz en la Venezuela Madurista, metáfora del populismo que se está viviendo en ese país y que está infectando a todo Latinoamérica y el mundo.

El otro filme venezolano como es El pueblo soy yo: populismo en Venezuela, de Carlos Oteyza, se cruza en ese camino con el de Infección, cuando nos muestra cómo ese país ha vivido desde hace años con Hugo Chávez y ahora con Nicolás Maduro en el poder, una crisis económica y social que ha provocado un éxodo brutal de venezolanos a otros países para escapar de lo mismo que ahora enferma a México con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Entre todo esto un personaje flota como un sol que a todos sonríe: Guillermo del Toro, quien desde varios lados (Netflix, Hollywood, FICG) lazos para que las nuevas generaciones mexicanas logren cimentar espacios para poder expresar su sentir y pensar mediante películas de animación, sobre todo. El arte como arma libertaria contra los fundamentalismos políticos, religiosos y de todas las índoles y lados.

El imaginario de Guillermo del Toro.

El productor de este documental es Enrique Krauze, quien recién publicó un libro que se llama igual y es un perfil crítico del actual presidente de México, llama la atención además que se presentó exactamente el día en que AMLO celebraba sus cien primeros días en el gobierno, el 12 de marzo pasado, doblemente llama la atención que en esta misma semana a Krauze lo están culpando de formar parte de una Guerra Sucia contra López Obrador en tiempos electorales, con memes y contenidos elaborados para redes sociales, así como la denuncia ante la Fepade a empresarios que financiaron el documental Populismo en América Latina, el año pasado. Nunca vimos ese capítulo —ni ningún otro— sobre el «Redentor enfurecido». ¿No que borrón y cuenta nueva?

El documental de Oteysa, finalmente, nos muestra una película que se parece mucho a la que estamos viviendo en México con la Cuarta Transformación, la eliminación de instituciones civiles con un gobierno punitivo, mediante la religión y los militares, así como el acallar voces críticas a su gobierno. ¿Y Peña Nieto, apá? ¿Cuándo?

Señales y más señales en varios trabajos de ficción y documental por mostrarnos una Latinoamérica amenazada por el conservadurismo disfrazado de esperanza para los pueblos. Filmes infectados por esas historias de terror real que se miran en todos los países, corrupción y hostigamiento a la libertad sexual, social y política.

Entre todo esto un personaje flota como un sol que a todos sonríe: Guillermo del Toro, quien desde varios lados (Netflix, Hollywood, FICG, Twitter) genera lazos para que las nuevas generaciones mexicanas logren cimentar espacios para poder expresar su sentir y pensar mediante películas de animación, sobre todo. El arte como arma libertaria contra los fundamentalismos políticos, religiosos y de todas las índoles y lados.

Para del Toro el panorama no está nada sencillo en México. Ya sabemos que Andrés Manuel López Obrador duerme temprano, no ve películas que triunfen en el Oscar, le gusta la presencia de los militares en las calles —yo ya lo vi aquí mismo en Guadalajara con soldados parados en las esquinas de la concurrida Avenida Chapultepec, como camionetas recorriendo esta ciudad. Misma imagen vi en Ciudad de México y en Cuernavaca.

No olvido las palabras de Guillermo del Toro dichas hace un par de años en este mismo festival, el 9 de marzo de 2015: “De la hecatombe no nos vamos a salvar nadie (sic) y eso me encantaría que lo entendiera la clase política, que lo entendieran los que se dedican al narco de lleno […] De la hecatombe no nos vamos a salvar nadie, el pedo del apocalipsis es que no queda nadie y México está a punto de vivir un apocalipsis social. Lo creo firmemente y el que los medios no lo repliquen abiertamente no quiere decir que no ocurra, y eso es lo trágico”.

Pareciera que estamos llegando a ese momento de infección populista y evangélica en el continente Americano, aunque muchos no la quieran ver. Larga vida para el cine que abra los ojos y para el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, a pesar de todo. ¡Qué vengan más animaciones montadas en caballos tristes como Bojack —presente también en este festival— para animar más la fiesta, mientras todo se pudre! Así sea.

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