COLUMNA: DANDYS Y CÍNICOS
La venganza de Moctezuma y con Salma Hayek
Este viernes, 18 de octubre, comienza el Festival Internacional de Cine en Morelia, en el que se exhibirá en 35 milímetros, la película Había una vez… en Hollywood, de Quentin Tarantino, quien no está programado que visite Morelia —hasta el momento—, sin embargo esto generó algunos recuerdos del cineasta en ediciones pasadas que pueden motivar su décima y última película que podría llamarse La venganza de Moctezuma y por qué no, su visita —una vez más— a Morelia.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

El anuncio de la exhibición de la película Había una vez… en Hollywood, de Quentin Tarantino, en la edición número 17 del Festival Internacional de Cine de Morelia que corre ya desde este viernes, 18 de octubre, en la ciudad de los ates y la cantera rosa —rancho de las balas perdidas fílmicas— y hasta el domingo, 27 de octubre, me hizo recodar una historia que se ha convertido ya en una leyenda sobre Tarantino en Morelia.
Antes de ir a ella, tengo que decir que no he visto su última película, se me pasó en cartelera, luego la busqué en tan concurrido sitio en Internet llamado Pelispedia y no la encontré, hasta llegar a un página en la web en la que el filme estaba, además de doblado al español —de España—, grabada desde alguna butaca de cine con un celular o algo parecido. Así que no pasé de los diez minutos y cerré la computadora.
Cuando me enteré que estaría en Morelia la novena película de Tarantino y en 35 milímetros, imaginé que ésta podría ser mi gran oportunidad para verla, y presumir además en ser uno de los privilegiados en apreciarla en ese formato dentro de Latinoamérica, ya que es la primera vez que se proyectará en este lado del continente en 35 milímetros. Crucemos los dedos, lamamos los pies de Santa Salma Hayek, hagamos la vaquita para poder viajar a Morelia, que los últimos seamos lo primeros siempre, que las energías tarantinescas quieran y que aparezcan unos billetes de a mil tirados en el suelo o que el Chapito nos deposite una lana en el banco o en Coppel, para estar contando por acá la experiencia de ver Había una vez en… Hollywood, en Morelia.
La noticia que fue dada, a escasos días del arranque del festival, me hizo recordar una anécdota sucedida en Morelia y la cual le pasó al director de Pulp Fiction, la última vez que asistió al mentado festival de cine, al que ha ido tres veces; la primera fue en el 2009, cuando presentó su película Bastardos sin gloria, en que se burla generosamente de un ridículo payaso llamado Hitler; la segunda fue en el 2010, cuando llegó de sorpresa para mostrar seis películas que él mismo eligió de su colección personal, éstas fueron algunos spaghetti westerns, dirigidos por Sergio Corbucci, tales como: The Mercenary (1968), Vamos a matar, compañeros (1970), y What Am I Doing in the Middle of the Revolution? (1972). Las otras fueron películas serie B mexicanas que se distribuyeron en Estados Unidos y se convirtieron en obras de culto como: La momia azteca contra el robot humano (1957), de Rafael Portillo; El ataúd del vampiro (1958), de Fernando Méndez, y Tintorera (1977), de René Cardona Junior.
La tercera y última vez que Tarantino ha estado en el festival fue en el 2013, también para exhibir más películas de su colección personal. Éstas fueron Infierno en el río (1968), de Silvio Narizzano; Un arma de dos filos (1969), de Samuel Fuller, y Mary, Mary, Bloody Mary (1975), del genio Juan López Moctezuma.
Vagos recuerdos tengo de la función de la última película mencionada, que es —según la sinopsis del mismo festival— la historia de “una hermosa artista bisexual que se convierte en vampiro cuando cae la noche en México, y mata a amantes de ambos sexos. Parece que la única persona que puede detener su reinado del terror es su padre, quien también es vampiro”, yo sólo recuerdo en la pantalla, rostros y cuerpos de mujeres hermosas, un hombre con sombrero y pistola abordo de un auto veloz, o algo así, y haber reído mucho por la estética violenta del largometraje.
Era la noche del viernes, 25 de octubre de 2013, leo en una nota del mismo festival que Tarantino dijo que «la primera vez que escuchó de esta película fue a los 12 años cuando la vio en los avances comerciales de un programa de televisión en el que mostraban películas de terror. Pero no fue hasta los 17 años que pudo verla completa en un grindhouse», es decir un Cineclub, «en donde se exhibían cuatro películas por un dólar». El co-director del Festival de Telluride, Gary Meyer, comentó desde las butacas, que al público original de Mary, Mary, Bloody Mary «se le entregaron pañuelos para taparse los ojos en las escenas más terroríficas», por lo que Tarantino replicó: “ustedes tendrán que utilizar sus manos”. (Historia del cine con Quentin Tarantino: Mary, Mary, Bloody Mary).
En esa ocasión se contaba que Quentin Tarantino había decidido hacer las proyecciones en la sala más lejana a la gente, para no tener que toparse con sus fanáticos en los pasillos del Cinépolis del centro de la ciudad de Morelia cada cinco minutos, pues él quería estar tranquilo, por lo que le dieron la sala número cinco que se encuentra hasta el fondo, también se dijo que era la sala —vaya uno a saber por qué— más adecuada para proyectar películas en 35 milímetros. Lo cierto es que como si fuera un película mexicana de humor oscuro e involuntario, Tarantino tuvo que salir cada cinco minutos de la sala por problemas estomacales, tal vez algunos tacos con poca salsa le descompusieron algo en su interior, así que tenía que fingir que nada sucedía en su cuerpo y recorrer el largo camino hacia el baño, que se encontraba cruzando el lobby del Cinepopolis, por lo que había que atravesar por en frente de cada una de las cinco puertas de las cuatro salas restantes, sumado a la extensa dulcería, las taquillas y tener que encontrarse irremediablemente con más fanáticos, que al verlo andar por ahí lo rodeaban para saludarlo, abrazarlo, platicar con él y tomarse alguna foto —para su suerte, en ese tiempo todavía no había selfies—, mientras el cineasta sólo pensaba en llegar a sentarse en un excusado. Seguramente fue inolvidable para Tarantino, tan inolvidable que hasta donde recuerdo no ha regresado a Morelia y no ha habido más proyecciones de películas de su colección privada.
A principios de agosto, estaba programado que Quentin Tarantino diera una conferencia magistral en la Ciudad de México, el actor Brad Pitt lo acompañaría en el estreno de su nueva película Había una vez… en Hollywood en la Ciudad de México, pero al final canceló dejando plantados a sus seguidores. Tiempo después me cuenta una colega fotógrafa que estuvo la tarde de ese lunes, 12 de agosto, en esa cobertura ocurrida en un centro comercial capitalino, que Tarantino no fue porque enfermó del estómago, «eso dijeron», agrega. Me cayó en gracia escucharla decir esto por lo ya sucedido en Morelia, Quentin sin embargo explicó en alguna entrevista, que la razón de no haber asistido fue porque había perdido su equipaje en su estancia por Rusia. ¿Le creemos o habrá sido una vez más el estómago?
El hombre que hace películas con las que hay que tener a veces estómago de hierro por su goce con la violencia, ha expresado que haría una última película —la número diez en su filmografía— antes de retirarse, ya que él no quiere ser un cineasta viejo, además de que será un papá —un papá casi sesentón— y quiere vivir intensamente su paternidad a lado de su esposa, la cantante y modelo israelí Daniella Pick.
Así que como ya sabemos que Tarantino ama a México y su cine, que hasta dicen que su última película fue La Roma de Tarantino, pero en el Hollywood de los setentas del siglo pasado, pues no estaría mal que su último largometraje fuera el de una historia de terror a la mexicana llamada: La venganza de Moctezuma, con la actuación de la actriz Salma Hayek y sus pies, pues hay que tener tal vez mucho estómago para ver su última violenta y pequeña mierda cinematográfica, ya que para el creador de Perros de reserva, Kill Bill y en lo personal la increíble Jackie Brown, esta novena película fue el «gran clímax» en su carrera y «la décima será un epílogo», es decir, un pequeño suspiro flatulento propenso a la diarrea, como la misma venganza de Moctezuma con los españoles que en tiempos de la colonia comieron el maíz nixtamalizado que les deshizo el estómago, hoy también a cualquier extranjero unos tacos al pastor lo puede hacer.

En una nota del sitio En filme se preguntan: ¿Por qué el baño es el lugar más peligroso en «Pulp Fiction» de Quentin Tarantino? Y se responden de una manera bastante interesante para los fines de este artículo:
«Siempre dicen que una cosa no es un símbolo hasta que aparece tres veces, y en Pulp Fiction más de tres momentos clave ocurren en los baños. Tienes al hombre escondido en el baño con una pistola. Tienes a Mia consumiendo cocaína en el baño. Tienes a Butch y Fabienne tomando duchas. Y Vincent Vega también aparece constantemente en ese espacio íntimo.
Todas estas escenas del baño preceden a las principales muertes en la película. Entonces, parece haber un patrón con todas estas escenas de inodoros: inodoro, muerte, inodoro, muerte, inodoro, muerte, etc. Parece que Tarantino está tratando de decir algo sobre la mundanidad (inodoro) y el extremismo (muerte), especialmente considerando su proximidad entre ellos en la narrativa, pero ScreenPrism sugiere que los baños en Pulp Fiction representan el “aislamiento definitivo”: estos son uno de los pocos lugares donde los personajes (y nosotros mismos) estamos realmente solos, y la muerte representa la “máxima soledad”».
Estos podrían ser buenos motivos para que Tarantino decidiera asistir una vez más a ese festival de cine, antes de su décima, última e inodora película. Y para mí sería la continuación de una historia muy cagada, en la que habría una vez más… Quentin Tarantino en Morelia.
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