CINISMO DE PELUCHE

Hay una timidez en la historia que se nota desde cosas como la suspicacia de la esposa de Billy ante los nuevos vecinos o que a todos les vea cara de narcos, hasta en cómo el protagonista no puede ni lidiar con un pequeño perro de verdad. Amor y matemáticas, es una película tímida y ñoña.

Por Fernando Ramírez Ruiz

Amor y Matemáticas (México 2022), la tercera película dirigida por la veracruzana Claudia Sainte-Luce, con un guión original escrito por Adriana Pelusi y protagonizada por Roberto Quijano, Diana Bovio y Daniela Salinas, presenta una historia que falla por dos razones. Primero por el final, pues se trata de una historia de amor entre dos personas casadas y al termino él le propone irse juntos, pero no se van a ningún lado.

Aunque en la vida real pueda ser una buena decisión no irse con otro u otra y mandar al demonio a la pareja y los hijos, dramáticamente es como matar la historia. Los personajes se quedan igual que como empezaron, es anticlimático, es como si nos fueran a contar algo y al final no hubo historia.

Segundo, porque el protagonista es miembro de uno de esos grupos conocidos como boybands y por lo tanto no es creíble que sea un idealista cuyo sueño es cantar, porque para empezar -y eso lo dice el mismo personaje «Billy»- lo que él hacía eran coros, ni era buen cantante y más que nada lo que hacía era fingir que cantaba, el famoso lipsinging.

Ese tipo de pop no es algo que se haga por gusto, son sólo un negocio. Cualquier testimonio de los integrantes de esos grupos dicen lo mismo: son historias de explotación, de las fans y de los miembros de las bandas que son explotados económicamente y hasta sexualmente. Lo mismo pasa con los grupos mexicanos o americanos o como el grupo Locomía en España. Hay ejemplos para aventar para arriba.

Espectáculos hechos para un público ñoño que presentan cantantes/personajes falsos extirpados de cualquier filo o peligro, donde nada debe verse amenazante. Como la escena de sexo entre Billy y su fan que se desnudan de espaldas uno a otro y ella al final acaba cogiendo con brassier. Bueno, suponemos porque en realidad no se ve nada.

Fernando Ramírez Ruiz

Los perritos de peluche y más sobre las boysband

Una cosa curiosa son los perros en esta película, que se pueden ver como una metáfora de esta situación, pues el hermano del protagonista quiere que hagan un negocio de venta de perritos de peluche. A lo largo de la película se hace ver esto como una ñoñería, pero que sería el negocio «lógico» al que debería meterse Billy, que ve a esos perritos con desprecio, como los cantantes de boybands reales ven a su fandom.

Pero a Billy tampoco le gusta su perro real, que su esposa ama aunque es feo y latoso. Cuando Billy lo suelta para que se pierda, deja ir también la simpatía que uno como espectador pudiera sentir por él. Paradójicamente, si esos perros de peluche fueran música serían pop. De ese pop que a veces se denomina sintético. Ese que «cantan» las boybands. Música de lo más genérica, derivativa, sin espacio para la individualidad.

Timidez y ñoñería

Espectáculos hechos para un público ñoño que presentan cantantes/personajes falsos extirpados de cualquier filo o peligro, donde nada debe verse amenazante. Como la escena de sexo entre Billy y su fan que se desnudan de espaldas uno a otro y ella al final acaba cogiendo con brassier. Bueno, suponemos porque en realidad no se ve nada.

Hay una timidez en la historia que se nota desde cosas como la suspicacia de la esposa de Billy ante los nuevos vecinos o que a todos les vea cara de narcos, hasta en cómo el protagonista no puede ni lidiar con un pequeño perro de verdad. Amor y matemáticas, es una película tímida y ñoña.

Fernando Ramírez Ruiz estudió en la prepa de La Salle, de la Ciudad de México, al lado del hijo del presidente Miguel de la Madrid y en la secu Nuevo Continente se enamoró de Lucerito, tiempo después cruzó miradas y le dijo quiúbole a Yordi Rosado en la Universidad Intercontinental, de la que desertó de la carrera en Ciencias de la Comunicación. Ha conocido a Diego Luna, fue Stand in de Sasha Sokol y el Chivo Lubezki en una película. Está escribiendo el libro de memorias: «Quiúbole con mis encuentros con los famosos».