Carta del artista Jerome Williams
«Así como usted cuestiona si yo soy un artista, yo me pregunto: ¿es usted un crítico?, ¿dónde aprendió a utilizar esas palabras y después yuxtaponerlas? Por favor, ruego haga pública esta información para que en un futuro evitemos que nuestros hijos asistan a tan desdichada academia», reta el artista al crítico. Por Jerome Williams.
Apreciable Sr. George De Bonair:
Mientras revisaba un folder etiquetado con el año 1949, encontré un grupo de periódicos viejos, amarillentos, que se habían estancado en el pasado como se estancan las tradiciones y algunos cajones de muebles antiguos.
Con cuidado quité el polvo y encontré, escondido entre otras publicaciones, entrevistas y reportajes, una crítica a mi obra, firmada por usted.
Confieso que hasta entonces desconocía su nombre. Creo haber conocido la mayoría, sino totalidad de los críticos de arte y su nombre me pareció nuevo y, por lo tanto, agradablemente sorpresivo.
Con la alegría que tiene un niño ante un regalo envuelto, decidí leer esa crítica que no había sido leída aún.
Con la gentileza y paciencia que merece ser leída cualquier crítica, me senté en mi sillón favorito junto a la ventana de mi casa que mejor deja pasar la luz en el verano y me deslicé sobre sus juicios de valor junto a una taza de té.
Muy pronto, encontré el primer error en su crítica: el título. Titular una crítica con un juicio de valor tan conspicuo como el suyo no podría tener buena consecuencia.
El comienzo no fue tan afortunado. Su crítica no apela al título de mi obra, ni contribuye a contextualizar el porque de su juicio o hacia dónde irá dirigida su rabia vertida. Solamente se reduce a nombrar un aparente compilado de lo que —a su juicio—, serían los desaciertos de mi obra.
Curiosamente, el único que los nombró como tal fue usted. El resto de sus colegas apreciaron mi obra como un cúmulo de aciertos, si bien no hilvanados en una excelencia, por lo menos, no en un desastre como usted lo manifiesta.
Entiendo que tener el gusto de la mayoría no necesariamente da como resultado un acierto en el arte. Entiendo que la universalidad de la crítica es una quimera. Entiendo que esta obra, en particular, pareciera sumergirse en una corriente que espontáneamente ha venido a llenar los espacios de arte en este y otros países. Entiendo, también, que usted, indiscutiblemente, desprecia esta corriente.
De modo que no veo útil criticar sus gustos, los cuales por ciertos aún son desconocidos.
Lo que sí encuentro necesario revisar es la manera como usted se expresa. Y desprecia.
Así como usted cuestiona si yo soy un artista, yo me pregunto: ¿es usted un crítico?, ¿dónde aprendió a utilizar esas palabras y después yuxtaponerlas? Por favor, ruego haga pública esta información para que en un futuro evitemos que nuestros hijos asistan a tan desdichada academia.
También entiendo que el periódico en el que usted escribe tiene un costo de 5 libras por cada ejemplar. ¿Podremos cobrarle a usted el dinero que tuvimos que pagar para poder leer sus balbuceos periodísticos?
Entiendo que usted cree que saber redactar es sinónimo de saber hacer una crítica. Permítame corregirlo. La forma en que usted utiliza las palabras contribuye a entender la forma en que usted hace uso del lenguaje.
De esta forma, nosotros como lectores comprendemos su razonamiento (si es que existe un verdadero razonamiento), lo cual a su vez estará íntimamente ligado a su bagaje artístico, su experiencia como crítico, su edad y su contexto personal.
Al terminar de leer su crítica, Sr. De Bonair, no encontré ninguno de los elementos anteriores. Por lo tanto, no pude sino sentir una inmensa conmiseración hacia usted.

Tal vez, conozca usted un país llamado Inglaterra. Tal vez conozca una rama de las artes escénicas llamada Teatro. Tal vez sepa quiénes fueron Bernard Shaw y Winston Churchill.
Si aún no adivina hacia dónde voy, permítame aligerar el camino: Cuando Bernard Shaw estrenó una de sus obras, envió dos boletos a Winston Churchill con una carta que decía: “Adjunto dos boletos para el estreno de mi obra. Traiga un amigo, si es que lo tiene”. Churchill respondió con otra carta: “No podré asistir al estreno; iré a la segunda función, si es que la hubiera”.
Así, apreciable señor, quiero ejemplificar la forma en que dos caballeros pueden insultarse y aún permanecer sentados en el cómodo asiento de la elegancia.
No lo conozco a usted personalmente, pero la pobreza de su lenguaje y la desafortunada hilación de sus comentarios me es suficiente para darme cuenta que usted no podría acercarse siquiera a los estribos de la elegancia… aunque tal vez sí a los desechos.
Antes de terminar, me permitiré parafrasear a Mark Twain: “desconozco cuándo será su funeral (el de usted, Mark Twain murió hace mucho), pero apelo a la empatía de sus conocidos y ruego que en su momento, alguno de ellos me haga llegar la notificación de su muerte. Yo con mucho gusto la aprobaré”.
Sinceramente,
Jerome Williams
Artista
Traducción: Adrián G. Camargo (el primo lejano, muy lejano, de Alejandro G. Iñárritu).