La Revolución mexicana retratada por nuestro cine
Por Héctor Trejo S.
Como si fuera una telenovela histórica —un fragmento tan vivo y palpitante a pesar del transcurso del tiempo—, la Revolución mexicana no ha pasado desapercibida para ninguna de las bellas artes de nuestro país, menos para el cine, cuyo lenguaje puede ofrecernos un sinfín de emociones extraordinarias, superiores a otros medios.
La Revolución es también una herida, un recuerdo doloroso que ninguna amnesia balsámica o determinada oficialmente podría apaciguar.
—Jorge Ayala Blanco, La aventura del cine mexicano.

Lo que llamamos Revolución mexicana fue un período en que el pueblo se levantó en armas, el día 20 de noviembre de 1910, impulsado por varios factores, entre los que destaca la inconformidad por el gobierno autoritario, que desde 1876, encabezó el general Porfirio Díaz, quien al momento de este conflicto armado, ya tenía en el poder 34 años y diversas reelecciones.
Éste conflicto armado propició, en primer término, que documentalistas se enrolaran en las filas de los diversos ejércitos que participaron en la reyerta y retrataran, desde el interior mismo de los batallones, tanto rurales como federales, la socialización y los enfrentamientos, que capturaran el momento exacto de las muertes de uno y otro bando.
Y es que resultaba lógico que en los años veinte, después de la primera Revolución de América Latina, los mexicanos buscaran establecer un vínculo con los resultados —favorables o no—, que les dejó la lucha armada. Es así como comienza un interés por lo mexicano, que en la cultura y el arte mexicano fue “una época de constantes ensayos por redefinir lo propio”.[1]

Es justo en este periodo en el que surgen las imágenes icónicas de las Adelitas, con sus característicos vestidos llenos de bordados decorativos, los indígenas con huaraches portando un fusil, apoyando a los ejércitos libertadores y los clásicos bigotones con sus cananas y robustos sombreros, que fueron la materia prima de los grandes filmes, a partir de esa época y que aún, en nuestros días, se sigue parodiando/venerando en fechas conmemorativas y en eventos deportivos.
Los documentales de la Revolución Mexicana
En 1897, los enviados de los hermanos Lumière, Claude Ferdinand Bon Bernard y Gabriel Veyre, vendieron material y equipo a algunos cuantos que tuvieron iniciativa y recursos para adquirirlos. El ingeniero Salvador Toscano fue uno de ellos, fue así que comenzó a filmar la vida nacional durante los últimos años del Porfiriato y de lleno en la Revolución mexicana.

Filmó desde lo que hoy podríamos considerar como un remake de la llegada del tren en algún lugar de México, hasta desfiles y actos oficiales de Porfirio Díaz y sus colaboradores. Proyectaba esos testimonios en lo que fue considerada la primera sala de exhibición pública de películas en nuestro país y en América Latina, abierta por el propio Toscano, al cual se le llamó El Cinematógrafo Lumière, ubicado en la calle de Jesús María, en el Centro de la Ciudad de México.
Ya en la época de la Revolución mexicana, Salvador Toscano fue parte indispensable para capturar gran parte de los testimonios sobre las batallas y la vida cotidiana en general en aquella época. El nativo de Ciudad Guzmán, Jalisco, filmó diversas escenas del conflicto armado, material que posteriormente fue editado por su hija Carmen Toscano de Moreno Sánchez, quien ofreció a la cinematografía nacional el documental Memorias de un mexicano (1949), primer legado formal del cine documental de la Revolución, que ha sido definida como una película en la que “se muestran con toda claridad los episodios de esos años de transición entre la dictadura y la época revolucionaria”.[2]
Guillermo Becerril hijo, es otro de los documentalistas importantes, cuando se trata de contar la historia del cine mexicano en la época de la Revolución, filmó un documental llamado Las fiestas del Centenario de la Independencia, el cual estaba integrado por Llegada del marqués de Polavieja a Veracruz (1910) y Maniobras militares en Anzures (1910).
También hizo el documental El Cateo en la casa de Aquiles Serdán (1910) y Funeral de las personas que fallecieron en el tiroteo de la casa de los hermanos Serdán (1910), que fuera presentado en la ciudad de Puebla el mes de diciembre del año de su filmación.
Otras de las producciones al año siguiente fueron Los últimos sucesos sangrientos de Puebla y la llegada de Madero a esa ciudad (1911).
Becerril, activo durante todo movimiento revolucionario, registró el derrocamiento del gobierno legalmente constituido en Los sucesos rojos de México o Los sucesos de la Semana Roja o Decena Trágica en México (1913), un reportaje dividido en tres partes.
Junto con el propio Salvador Toscano, Becerril realizó el montaje del documental llamado Invasión norteamericana o Los sucesos de Veracruz (1914), el cual estaba integrado por “imágenes de diversos camarógrafos y una longitud de mil metros”[3] que se exhibió en muchas salas de cine del país, haciendo una denuncia frontal ante la situación que retrata.
Otro lugar especial dentro de este recuento de documentales y documentalistas en la época de la Revolución lo ocupan los hermanos Jorge, Carlos y Alfonso Stahl, quienes luego de adquirir un cinematógrafo y realizar presentaciones itinerantes para ganar algo de dinero con él, decidieron establecer la primera sala de cine en Guadalajara, llamada El salón verde.
Los hermanos Stahl participaron también, de manera muy activa, en la filmación de las batallas revolucionarias, pero el más destacado fue Jorge, quien en el campo de batalla filmó Tercer regimiento frente a su cuartel (1906), filme que posteriormente produjo, dirigió y del cual, finalmente, realizó el montaje, así como Decimosexto batallón frente al cuartel (1906), que como sus nombres lo indican, son testimonios cinematográficos de los combates. Ambas cintas fueron exhibidas en su Salón verde y luego comercializadas para que pudieran ser vistas en otros lugares.
Los hermanos Stahl se alejaron un poco del negocio de la cinematografía, pero quien mantuvo el dedo en el renglón fue Jorge, que posteriormente filmaría un sinfín de documentales, pero también algunas cintas de ficción, entre ellas, las representativas: Soy charro de Rancho Grande y Los tres alegres compadres. Ambas como cinefotógrafo.

Entre las familias de documentalistas, también aparecen en escena revolucionaria los Hermanos Alva (Salvador, Guillermo, Eduardo y Carlos), quienes consiguieron filmar más de 40 documentales en el periodo de 1906 a 1914, comenzando con Kermesse del Carmen (1906) hasta concluir con Incendio de El Palacio de Hierro (1914).
Aunque los Alva fueron selectivos en su filmografía, nunca tomaron partido. Igual adulaban a los oficialistas que a los revolucionarios; unos documentales apoyaban las ideas de un bando y otros la del contrario, así no quedaron ni bien ni mal en su postura política.
Se pueden contar entre sus más destacados documentales sobre la Revolución: Decena trágica (1913), Revolución orozquista o La revolución en Chihuahua (1912), Entrega de la bandera del 32º batallón (1911), Insurrección de México (1911), Llegada de la familia del primer mártir de la revolución Aquiles Serdán (1911), Triunfal arribo del jefe de la revolución don Francisco I. Madero (1911), Fiestas del centenario de la independencia (1910) y Entrevista de los presidentes Díaz-Taft (1909). En todas, los hermanos realizaban dirección, producción, fotografía y edición.
Enrique Rosas, fue otro gran documentalista representativo de la Revolución mexicana, aunque su obra cumbre fue “El automóvil gris” (1919), que nada tiene que ver con la Revolución, pero que generó gran expectativa en su tiempo. El filme narra la ola de robos de joyas, que sufre la clase acomodada de la ciudad de México. Los ladrones son perseguidos por el detective Cabrera y escapan siempre en un automóvil color gris.
A lo largo de los años, el cine documental ha seguido pendiente de la lucha revolucionaria de 1910, al grado que hasta en nuestros días, un buen número de filmes documentales se han dado a la tarea de hablar del tema desde ópticas diferentes.
Entre los documentales reciente más destacados, sobre el movimiento revolucionario, encontramos Los últimos zapatistas: héroes olvidados (2000), cinta dirigida por Franceso Taboada Tabone; La cámara Casasola (2010), dirigido por Carlos Rodrigo Montes de Oca y Zapata cabalga (2010), un documental producido por el gobierno federal mexicano, en conmemoración del Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución Mexicana.
El cine de ficción sobre la Revolución Mexicana
No sólo de documentales se nutrió el cine referente a la Revolución mexicana, la ficción también tuvo su espacio en este conflicto armado, pues se trataba de exhibir las evidencias que se obtuvieran en el campo de batalla, pero también se buscó mitificar personajes que encabezaron a los batallones y hasta individuos que engrandecieron a los que estaban al frente.

Comencemos pues con la infaltable y cruda trilogía sobre la Revolución mexicana, dirigida por Fernando de Fuentes. La primera es El compadre Mendoza (1934), una cinta basada en un cuento original de Mauricio Magdaleno, narra el dilema moral de un hacendado de nombre Rosalío Mendoza (interpretado magistralmente por Alfredo del Diestro), que congenia con los dos bandos involucrados en la lucha revolucionaria. Orillado por su ambición de mantener sus propiedades y no perder estatus social, decide entregar a su compadre zapatista a los huertistas.
El segundo filme, El prisionero trece (1933), con un guión escrito por Miguel Ruiz y el propio Fernando de Fuentes, en la que trabajaran Alfredo del Diestro, Luis G. Barreiro, Adela Sequeyro, Arturo Campoamor, Adela Jaloma, Emma Roldán y Antonio R. Frausto, narra una historia de padre e hijo metidos en bandos disímbolos en la Revolución. El “título hace alusión a un joven revolucionario que es fusilado por un militar, quien se entera en el último minuto que se trata de su propio hijo, al que nunca conoció”. [4]
El tercero, Vámonos con Pancho Villa, se estrenó el 31 de diciembre de 1936, basada en la novela homónima de Rafael F. Muñoz, nos cuenta la historia de “Los Leones de San Pablo”, quienes se unen a las fuerzas villistas para terminar desilusionados del movimiento y la imagen de Pancho Villa.
Otro ícono del cine mexicano, por su trayectoria, como actor, pero más como cineasta y que no puede faltar en este conteo es Emilio “el Indio” Fernández, quien hace su aportación a las cintas sobre la Revolución con Enamorada (1946), donde además de dirigir escribe el guión.
Película rosa, fotografiada por el mago de la lente Gabriel Figueroa, en donde las cananas, los sombrerotes, las botas y huaraches, sólo sirven de pretexto (y contexto), para incrementar el mito de mujer fatal que tenía María Félix, haciéndola ver como una mujer ruda, Beatriz Peñafiel, quien termina enamorada del general zapatista José Juan Reyes, encarnado por Pedro Armendáriz.
En 1952, el cineasta estadounidense de origen griego Elia Kazan, dirigió ¡Viva Zapata!, una cinta sui géneris por sus características generales, es decir, un director extranjero, un protagonista alejado de la realidad propia de la Revolución mexicana y un argumento basado en una adaptación hecha por John Steinbeck a la novela de Edgcomb Pinchon Zapata the unconquerable.
El filme es protagonizado por Marlon Brando y Anthony Quinn, relato sobre la vida de Emiliano Zapata desde su infancia hasta su muerte, sin dejar de lado su trayectoria revolucionaria, pero dejando visualmente claras las muestras de anticomunismo radical de la 20th Century Fox, empresa que aportaba los recursos para su realización.
Incluso, en la revista Cahiers du Cinéma (n. 56, febrero de 1956), el realizador hollywoodense Howard Hawks comenta al respecto: “la Fox trató del filmar a Zapata, pero se metió en un horrible atolladero, pues Zapata es el peor asesino que hayan tenido en ese país (México), un puro y simple criminal. Si hubieran hecho la historia verdadera, eso hubiera sido interesante, pero no se atrevieron y lo convirtieron en un Santa Claus, cabalgado a diestra y siniestra para llevar regalos a los pobres peones. No era eso para nada. Lo sé bien, porque tomé varias aventuras de Zapata para meterlas en ¡Viva Villa!”. [5]
Ismael Rodríguez, quien alcanzara fama y fortuna dirigiendo a Pedro Infante en diversos filmes —Incluyendo Tizoc, con el que llegó a la Berlinale—, consiguió con La cucaracha (1959), un relato que ubica a la mujer fatal del cine mexicano (María Félix) como una soldadera bragada a quien llaman “La Cucaracha”, que capitanea a un grupo de féminas guerreras.
Al ser encarcelado su marido y después fusilado por el coronel Antonio Zeta (Emilio Fernández), ella se da a la tarea de enamorarlo con sus bruscos encantos y lo consigue, sin embargo, Isabel (Dolores del Río) es otra soldadera a quien le matan en combate a su marido y decide unirse a la tropa y también impacta al coronel. Acto seguido, en una batalla se da un enfrentamiento pasional entre “La Cucaracha” e Isabel.
La sombra del caudillo (1960), es otro de los clásicos imperdibles del cine con temática revolucionaria. Dirigida por Julio Bracho, la primera lectura que se le puede y debe dar a este filme es la de incómoda, pues fue materia de censura durante 30 años, hasta el 25 de octubre de 1990, cuando finalmente se autorizó el estreno comercial de la película, el cual se llevó a cabo, años después de la muerte de su director, en la sala Gabriel Figueroa de la Cineteca Nacional.
Protagonizada por Tito Junco, Tomás Perrín, Carlos López Moctezuma e Ignacio López Tarso, la cinta está basada en la novela homónima de Martín Luis Guzmán y por su calidad narrativa fue premiada en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary.
La película narra la atropellada historia de la sucesión presidencial que ocurrió durante los primeros años posteriores a la Revolución mexicana, mostrando de manera velada a los personajes originales, es decir, no menciona ningún nombre conocido, aunque por los sucesos, pueden ser perfectamente ubicados.
En síntesis, nos cuenta como a finales de la década de 1920 termina el período presidencial de “el Caudillo” (identificado como Álvaro Obregón), quien favorece la candidatura de su ministro de gobernación, el general Hilario Jiménez (identificado como Plutarco Elías Calles). El ministro de Guerra, general Ignacio Aguirre (una mezcla de Adolfo de la Huerta y de Francisco R. Serrano), era aspirante a la presidencia, a pesar de sus seguidores lo apoyaban para lanzar su candidatura decide alinearse a los designios del caudillo.
Como comentara el propio Julio Bracho en una entrevista a la revista Proceso en octubre de 1977: “(…) es la película maldita del cine mexicano… han pasado 17 años pero el tabú persiste… no fueron los militares sino los políticos quienes se opusieron a su exhibición concretamente Gustavo Díaz Ordaz que era el secretario de Gobernación; luego los que lo sucedieron en la cartera”. [6]
Juan Ibáñez es otro de los realizadores que aportan su granito de arena a las cintas de ficción sobre la Revolución mexicana, con su notable filme La generala (1970), otro de los filmes que es protagonizado por María Félix.
La película se ubica en el periodo revolucionario, en el que una terrateniente dura y de semblante recio, es agobiada por la violencia que tiene lugar en aquellos tiempos. La mujer está perdiendo su tierra y por ende su casa, se enamora de un líder revolucionario que es asesinado por un sádico y corrupto oficial federal.
El punto climático lo propician los deseos de venganza de la mujer, quien decide unirse al movimiento revolucionario para buscar venganza.
Para finales de la década de los ochenta, Gringo viejo (1989), fue el filme que tuvo como telón la historia de la Revolución mexicana. Basada en la novela homónima de Carlos Fuentes, fue dirigida por el argentino Luis Puenzo.
Este largometraje enlaza tres historias que tuvieron lugar en la época de la Revolución; la de Harriet, una profesora estadounidense que viaja a México para encontrar un sentido a su vida; la de Arroyo, un general del ejército mexicano, cuya vida gira en torno a la Revolución y a su amor por Harriet; y, la de Ambrose Bierce, periodista, cuentista famoso y aventurero retirado que a sus 71 años cabalga por el desierto para unirse a la revolución y vivir así, el último episodio de su vida.
A principios de los ochenta, Alfonso Arau le presenta al mundo del séptimo arte Como agua para chocolate (1992), una historia de amor en la época de la Revolución. Basada en el libro homónimo de Laura Esquivel, el cineasta construye dos personajes en particular, con más emotividad y menos sensatez que en el libro: Tita y Pedro.
Esta pareja encuentra el mayor impedimento para su relación, cuando mamá Elena decide que Tita quede soltera, por ser su hija menor. Tita sufrirá largos años por un amor secreto que perdurará más allá del tiempo. Todo ello con la gastronomía como metáfora de los sentimientos de los personajes.
Esta película obtuvo diez premios Ariel y ocupa el lugar 56 entre las 100 mejores películas del cine mexicano. Ha sido, además, la octava película extranjera más taquillera de Estados Unidos.
Zapata, el sueño del héroe (2004), también titulada simplemente como Zapata está basada en el personaje histórico Emiliano Zapata, y teniendo como trasfondo la Revolución mexicana.
Este retrato ficticio de Emiliano Zapata como un chamán indígena, dirigido por Alfonso Arau, fue la película mexicana más cara jamás producida hasta ese momento, con una campaña publicitaria masiva. Inusual en la industria del cine mexicano, Zapata fue financiada de manera independiente.
El personajes principales fueron interpretados por el cantante y actor, hijo de Vicente Fernández, Alejandro Fernández como Emiliano Zapata, la actriz de telenovelas y cantante Lucero como Esperanza,Patricia Velásquez como Josefa; Jesús Ochoa como Victoriano Huerta; Jaime Camil como Eufemio; Soledad Ruiz como Juana Lucia; Arturo Beristáin como González; Julio Bracho como Guajardo; Alberto Estrella como Martínez.
La película está repleta de líneas sin sentido como: «Un revolucionario sin fusil es como un taco sin tortilla”. Fue duramente criticada por los especialistas —y el público—, debido a problemas de continuidad y la falta de apego a la realidad histórica, así como las preocupaciones sobre el retrato de Zapata.
Aunque muchas de las ideas de marketing y promocionales utilizados en el estreno de la película son «revolucionarios» en México, después de su inauguración Zapata, tuvo un mal desempeño en las salas de cine, muy por debajo de las expectativas, y, hasta el 28 de mayo de 2004, aún no había encontrado distribuidores fuera de América Latina. Irónicamente, las expectativas de Alfonso Arau eran de recibir el Óscar y declaró que: «Si los cineastas no pensamos en los premios de la Academia, no sabríamos lo que estamos haciendo”.
Zapata hizo su debut en EUA en el Festival de Cine de Santa Fe, el 3 de diciembre de 2004, en el Centro de Arte Contemporáneo en Santa Fe, Nuevo México. Hubo algunos rumores de que el diseño de Zapata y algunos de sus accesorios también fueron utilizadas para Amor Real, un importante proyecto de telenovela en México (ya que ambos son del mismo estilo).
Sin embargo, se demostró que estos rumores eran falsos, ya que una gran cantidad de los apoyos de Amor Real se han reciclado en realidad en otro proyecto (esta vez en una telenovela infantil) Amy, La niña de la mochila azul, en el que estos conjuntos fueron pintados de colores brillantes sólo para imitar a una playa a lado del pueblo. No se podría haber utilizado los materiales de Zapata, ya que estos eran ruinas y gráficos generados por computadora.

El atentado (2007), es una película mexicana dirigida por Jorge Fons, basada en la novela El expediente del atentado (2007), del escritor mexicano Álvaro Uribe, acerca del ataque contra la vida de Porfirio Díaz que tuvo lugar el 16 de septiembre de 1897, el día que se cumplían 87 años del inicio de la guerra de Independencia.
Estrenada en México, el viernes 27 de agosto del 2012 (el primero de los filmes que se estrenaron durante ese año en relación con el centenario de la Revolución Mexicana o con el Bicentenario de la Independencia Mexicana), actúan en ella José María Yazpik, en el papel del asesino frustrado Arnulfo Arroyo; Irene Azuela, como la luchadora social y feminista Cordelia Godoy, futura esposa del jefe de la policía y amante también del escritor Federico Gamboa y del propio Arnulfo Arroyo; Daniel Giménez Cacho, el escritor Federico Gamboa, organizador de los festejos del centenario de la Independencia, en cuyos diarios se basó el autor de la novela para escribir la historia; Julio Bracho, el jefe de la policía; Salvador Sánchez, el brazo derecho del jefe de la policía; Arturo Beristáin, don Porfirio Díaz y también, en roles secundarios, muchos otros histriones célebres del país, además de un grupo de 2 mil 750 extras, entre los cuales trabajaron incluso el propio autor de la novela Álvaro Uribe y su esposa.
La premier de la película tuvo lugar unos días antes de su estreno en las salas de cine en el Teatro Metropólitan, de la ciudad de México.
Con un presupuesto de 77 millones de pesos mexicanos y con el objetivo inicial de terminarla totalmente en julio del 2010, inició su rodaje el 23 de noviembre del 2009 en la ciudad de México (específicamente, en el Corredor Cultural de la Alhóndiga, en la calle Roldán, en el Centro Histórico). Muchas escenas se filmaron también en lugares del estado de Puebla, como en la segunda sección del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos, y del estado de Zacatecas.
La película describe las circunstancias políticas que rodearon el atentado de que fue objeto, a eso de las nueve y media de la mañana del 16 de septiembre de 1897 en la Alameda Central, el general Porfirio Díaz, por parte de un anarquista alcoholizado. El pasante en derecho Arnulfo Arroyo, pocos años antes del estallido de la lucha revolucionaria precisamente, el día de los festejos del centenario del inicio de la lucha por la independencia de México.
Aparecen en la historia varios personajes de la época, entre ellos el escritor Federico Gamboa (autor de la novela Santa), varios de los funcionarios del gabinete de don Porfirio y, por supuesto, las múltiples circunstancias de la vida social mexicana de ese entonces.

Chicogrande (2009), una película filmada en 2009 y estrenada en mayo 2010, dirigida por Felipe Cazals y basada en un texto de Ricardo Garibay, es la historia de Pancho Villa, después de la frustrada invasión a Columbus, en la que emprende la retirada y en Ciudad Guerrero es herido en una pierna por tropas carrancistas.
Los estadounidenses en territorio mexicano inician una persecución masiva para capturarlo, vivo o muerto. Villa se refugia en la sierra, en lo más profundo de las montañas. Chicogrande, un soldado villista, tiene el encargo de conseguir asistencia médica y no duda en sacrificar su propia vida para lograrlo.
Revolución (2011), dirigida por Gerardo Tort, es una de las filmaciones más recientes sobre la Revolución Mexicana. La serie es producida por Televisa y abarca, en 10 episodios, el inicio de la lucha armada hasta la muerte del general Álvaro Obregón. Algunas de sus grabaciones se realizaron en los estados San Luis Potosí y Puebla. En el elenco participan Cecilia Suárez, Ignacio López Tarso, Damián Alcázar, Armando Núñez, Pablo Castel, Alfonso Herrera, Enoc Leaño y Tenoch Huerta. ©
Ésta es la versión cínica del primer capítulo del libro Pinceladas del cine mexicano (2015). Se reproduce con permiso del autor a quien agradecemos su generosidad. Pinceladas del cine mexicano estará a la venta en línea a partir del mes de octubre en las plataformas Amazon, Google books e Ibookstore. «Una muestra de ensayos que se han convertido en una afición, un trabajo y un deleite sobre el universo del cine y la cultura popular mexicana y que mis ojos han tenido el privilegio de registrar en este libro», afirma en la introducción Héctor Trejo S.
[1] Hausberger, B. (2013). La Revolución mexicana en el cine: un acercamiento a partir de la mirada italoeuropea. México: El Colegio de México. 306 p.
[2] Alvarado, J. (1996). “Memorias de un mexicano”. México: Nexos.
[3] Leal, J. (2007). «Los rollos del cine revolucionario. Séptima aproximación». México: Cineforever.
[4] Aviña, R. (2007). David Silva un campeón de mil rostros. México: UNAM. 135 p.
[5] García, E. (1998). México visto por el cine extranjero, Volumen 3. México: Centro de Capacitación Cinematográfica. 241 p.
[6] Ibarra, J. (2006). Los Bracho: Tres generaciones del cine mexicano. México: UNAM-CUEC. 439 p.
Héctor Trejo S. es académico, crítico de cine y cineasta independiente.
