CINISMO
El triunfo del capitalismo
Los tiempos se cumplieron y quizá ambas lineas de tiempo, simultáneamente, se volvieron ciertas. Tenemos un Hill Valley hecho de silicio, tenemos un infame Biff dueño de casinos y torres que gusta de ponerle su nombre a todo, cuyas ansias de poder no cesan. Tomadas en su conjunto ambas líneas temporales se hicieron realidad. Como ilusión o como pesadilla una cosa tuvo clara Volver al Futuro: del capitalismo no había escape.
Por Alejandro Cavallazzi

Hoy miércoles 21 de octubre de 2015 es el día en que Marty McFly viene a visitarnos desde su remoto 1985 como lo atestigua la segunda entrega de Volver al Futuro (1989), dirigida por Robert Zemeckis. Estructuralmente hablando esta cinta es la más débil de toda la trilogía, pero a pesar de sus fallas me parece la más evocativa de todas pues nos obliga a considerar preguntarnos: ¿cómo sería el futuro en treinta años? Al menos eso hizo con su audiencia noventera —decimos noventera porque fue estrenada en noviembre del 1989 lo cual, curiosamente, ya significaba una distancia considerable, de casi un lustro— desde el propio tiempo de Marty.
Curiosamente, las paradojas temporales de la cinta están ya en su producción y lanzamiento. El filme fue más visto en la década de los noventa que en los ochenta, máxime si consideramos el glorioso abuso al que estuvo sometida al ser retransmitida, una y otra vez, en televisión y su disponibilidad en los modernísimos BetaMax y VHS de aquellos tiempos.
¡Qué distante y qué cercanas parecen las aspiraciones y los sueños de la audiencia in illo tempore, antes del TLC/NAFTA y 9/11 que soñaba con zapatos tenis que se amarran solos y pizzas hidratables, que parecen sugerirnos que toda la inteligencia y tecnología humana debe estar a nuestro servicio para resolver aquellas pequeñas inconveniencias de la vida cotidiana! ¡Capitalista demasiado capitalista! ¿qué otra cosa podríamos esperar del Hollywood de aquella época? Y sin embargo, nos encantaba.
Resultó un toque brillante situar el futuro en un momento histórico no tan distante, que la audiencia adolescente de la época podría llegar a atestiguar. Aquello fue un ejercicio de imaginación social y colectiva de una utopía, así la utopía fuera capitalista acompañado de un descarado product placement de compañías que se han beneficiado de la publicidad desde entonces y que, curiosamente, siguen omnipresentes: Mattel, Pepsi, Pizza Hut, etc.

Hay cierto pathos en nuestro tiempo por contrastar el futuro presentado en Volver al Futuro con nuestro actual 2015 y el resultado es obtener sólo decepción. Si en primera instancia nos hacemos la pregunta de: ¿dónde están nuestros carros voladores y patinetas flotantes?, es porque imaginamos esta alternativa como una posibilidad pues en términos reales y concretos ¿quién realmente querría una patineta flotante? Sería un excelente artículo de consumo pero una vez hecha la compra quién realmente la usaría con habitualidad.¿Cuántos de nosotros sabe andar, siquiera, en una patineta regular?
Volver al Futuro pudo prever que la sociedad de consumo seguiría resolviendo estas problemáticas menores, que el internet gusta de llamar First World Problems, sin embargo no pudo prever la mayor revolución tecnológica desde la imprenta de tipos móviles. ¿Quién hubiera podido? El Internet ha demolido y construido industrias enteras y su capacidad para hacer nuestra vida más cómoda es inestimable. Pensemos en todos los recursos tecnológicos que tenemos en nuestros bolsillos con los teléfonos inteligentes.
Creo que nos tomará tiempo percatarnos que este 2015 resultó, en el aspecto tecnológico, mucho más avanzado de lo que Zemeckis pudo imaginar, no así en el aspecto socio-económico. En el capitalismo de Volver al Futuro se acertó completamente y si seguimos hablando de fechas en relación con Volver al Futuro no hay más remedio.
Si nosotros mismos pudiéramos visitar el 2015 de Volver al Futuro seguramente que nos emocionaría ver los carros voladores pero… ¿qué haríamos sin Wi-Fi?, ¿Y para qué querríamos mandar un fax desde un clóset?
Si los carros voladores no existen en nuestro tiempo, no es porque no poseamos la tecnología, existen ya prototipos funcionales, ¿pero a caso nuestra sociedad está preparada para manejar tres dimensiones de transporte?, ¿Imaginan los accidentes viales cotidianos que no sólo implicaría encuentros en las calles de nuestras ciudades sino en nuestras propias azoteas? Nuestros conductores borrachos, microbuseros y sus posibles combinaciones —con vocación de rápidos y furiosos—, no deben tener esa responsabilidad.
Creo que nos tomará tiempo percatarnos que este 2015 resultó, en el aspecto tecnológico, mucho más avanzado de lo que Zemeckis pudo imaginar, no así en el aspecto socio-económico. En el capitalismo de Volver al Futuro se acertó completamente y si seguimos hablando de fechas en relación con Volver al Futuro no hay más remedio.
Es notable el hecho de que el muro de Berlín —la primera línea de defensa del comunismo soviético—, cae el 9 de noviembre y pocas semanas después, el día 22 de ese mes, se estrena la segunda parte de la trilogía. Nada garantizaba en esa época el triunfo del capitalismo, el mundo estaba todavía en la balanza entre este sistema político-económico y el comunismo soviético. A pesar de este golpe inicial, todavía se contemplaba remoto —si no es que imposible—, el desmantelamiento de la Unión Soviética y, sin embargo, esto fue lo que acabó sucediendo. La predicción de que el capitalismo no sólo seguiría durante treinta años sino que además sería más prospero que nunca, resultó ser totalmente cierta.

Otra línea temporal interesante de la historia, fue la creada por Biff, en el que el capitalismo está igualmente presente y quizá de una forma más patente en una sátira trágicamente cercana a la realidad. El millonario Biff habita en una torre habitacional de lujo que cuenta con un casino y detrás de ella, lo que parecen refinerías petroleras.
Los tiempos se cumplieron y quizá ambas lineas de tiempo, simultáneamente, se volvieron ciertas. Tenemos un Hill Valley hecho de silicio, tenemos un infame Biff dueño de casinos y torres que gusta de ponerle su nombre a todo, cuyas ansias de poder no cesan. Nuestra dependencia del petróleo permanece pero también tenemos vehículos sustentables. Nuestros hogares efectivamente se hicieron más inteligentes, pero la convivencia de nuestras familias más tontas. Tomadas en su conjunto ambas líneas temporales se hicieron realidad. Como ilusión o como pesadilla una cosa tuvo clara Volver al Futuro: del capitalismo no había escape. ©
Alejandro Cavallazzi es filósofo y profesor.