CINISMO

El primer hombre en regar su esperma en la luna

Era el 19 de julio de 1969, Michael Collins aguardaba en el módulo de comando, mientras Buzz Aldrin y yo explorábamos la superficie lunar.  Yo dije estas hermosas palabras: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Lo que estoy seguro que desconoces es que mientras decía esa suerte de eslogan publicitario para chancletas, Buzz se bajaba los pantalones y, utilizando un artilugio electro mecánico, penetraba el suelo lunar con su pene. ¿Cómo se precipitaron las cosas hasta que sucediera ello? Te lo tengo que contar.

Por Julio Meza Díaz

Washington, 21 de marzo de 2017

Querida Leonor:

¡Cómo estás, sobrina! Qué alegría me produce que hayas continuado la tradición familiar, la de estudiar afanosamente, conseguir formar parte de la NASA y poder viajar por el espacio. Si te está yendo excelente en esta carrera, imagino que se debe a tus méritos, pero también a lo que de seguro ya es de tu conocimiento, aunque nunca está de más recordarlo: en la NASA uno debe andar con cuidado, abundan los envidiosos y enemigos gratuitos, y la mejor receta para superar esos escollos es hacerse de amigos y amigas, de muchos de ellos, una gran red que nos soporte cuando de pronto resbalemos y caigamos.

Neil y la tripulación
El supuesto tío de Leonor y tripulación. Foto: Nasa.

Lamentablemente, Leonor, no te escribo por un tema familiar o profesional. Cuánto desearía que me pudieras brindar unos minutos de tu día para poder compartirte la sabiduría que he acumulado durante estas numerosas décadas. Sé, por supuesto, que estás ocupada, tal vez mis palabras te resultan fatigosas, ay, la juventud es en ocasiones sorda… Pero en fin, te decía que la razón de esta misiva es un tema singular, diría incluso que puede volverse trágico. Y por este motivo debe ser tratado con calma y cautela, tratando de activar esa red de cercanos que acabo de mencionarte, solo así se podrá evitar que el problema se expanda y nos perjudique a todos.

La historia la conoces como el resto del mundo: era el 19 de julio de 1969, Michael Collins aguardaba en el módulo de comando, mientras Buzz Aldrin y yo explorábamos la superficie lunar.  También lo sabes, yo dije estas hermosas palabras: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Pero lo que estoy seguro que desconoces es que mientras decía esa suerte de eslogan publicitario para chancletas, Buzz se bajaba los pantalones y, utilizando un artilugio electro mecánico (una suerte de cápsula-taladro oxigenada a la altura de la pelvis), penetraba el suelo lunar con su pene. ¿Cómo se precipitaron las cosas hasta que sucediera ello? Te lo tengo que contar.

Buzz, Michael y yo fuimos al mismo colegio, en Kansas City. La historia oficial narra cualquier otra cosa, que fuimos escogidos entre miles de chicos y otras circunstancias más. Tonterías, la historia siempre miente y es escrita usualmente por imbéciles con dinero. Lo cierto es que Michael y yo fuimos compañeros de carpeta, y Buzz estudiaba en el aula contigua. Fuimos llevados a la NASA por nuestro profesor de gimnasia, Mr. Jones, quien nos obligaba a trotar y hacer paralelas todas las tardes. Luego, cuando estábamos muy sudados, nos abrazaba y nos decía que nos quería mucho, nos besaba también en la frente, a veces en las mejillas. Mr. Jones trabajó un tiempo para la NASA, ganaba de forma abundante, pero ya no podía abrazarnos, vivía ansioso. Sé que se sumó a una congregación de la iglesia católica, tuvo un escándalo por un tema vinculado con unos niños. Pero este es un asunto que prefiero no comentar.

El hecho es que en la NASA nos integramos a un grupo de veinte chicos. Allí los maestros nos repetían lo mismo que en casa: que debíamos ser los mejores de entre los mejores. Porque eso es fundamental, Leonor, ser el mejor en lo que decidas ser. Si has decidido convertirte en zapatero, debes ser el más diestro en clavar suelas. Si has decidido volverte asesino, debes ser el más rápido con las armas y el que más víctimas acumules. Es decir, tienes que dedicarte al diseño de armas atómicas o algo parecido. Tantas cosas podrías aprender de mí, ay, sobrina… Pero te decía que éramos un grupo de chicos, todos nos dedicábamos con ahínco a los estudios, fueron nueve años de esfuerzos, aprendimos en profundidad de cada rama del conocimiento humano. Y no puedo mentirte: Buzz era el más destacado. Nadie lo superaba en matemáticas, física o química, tampoco en lenguas, historia o filosofía. Era quien más rápido corría y quien más se demoraba cuando se confesaba ante el sacerdote. Igual nada lo satisfacía.

En un abrir y cerrar de ojos, pasó el tiempo, nos habíamos convertido en jóvenes. Y también en este tema Buzz superó al resto. Era el que exhibía más vellos púbicos, el que consumía más pornografía, el que terminaba más rápido y llegaba más lejos. Pero pronto todos estos éxitos le resultaron cortos: se deprimía y desesperaba. Nos confesó que sus triunfos nunca eran suficientes, sentía que alguien estaba tras de él y se los podía arrebatar.

Pese a sus confusiones, Buzz no pasó desapercibido ante los maestros. Si un consenso tenían ellos era que él sería el principal elegido para viajar a la luna. Y querida sobrina, imagino que ya lo sabes, pero te lo repito por si acaso: talento hay por todas partes, lo importante son los contactos, las redes de amigos, esa red que soporta nuestras caídas pero además nos da impulso. Collins y yo éramos buenos en lo que hacíamos, pero no tanto como muchos otros. Sin embargo Buzz persuadió a los maestros para que, junto a él, nosotros fuéramos también seleccionados. En realidad a los maestros no les importó mucho esta decisión, estaban casi seguros que moriríamos.

La semana anterior al viaje lunar, la NASA nos pagó tres días completos de excesos. Era una forma de compensación frente a nuestro probable futuro: fenecer calcinados en la cápsula espacial, tal como habían muertos otros astronautas humanos y animales. Nunca salió a la luz pública lo siguiente, pero por aquel entonces, dentro de la NASA, era famoso un vídeo que capturaba el preciso instante en que un perro astronauta, enviado a orbitar la tierra, de pronto sufría el calor insoportable cercano a la explosión de su nave. El perro ubicó la cámara mediante la cual lo observaban desde el centro de operaciones, en Cabo Cañaveral, Florida, y dijo, entre sus naturales ladridos: “guau, malditos humanos, guau, maldigo a su especie bastarda, guau, agggg…”.

Neil y tripulación
Neil, Michael y Buzz. Foto: Nasa.

Como comprenderás, sobrina, estas circunstancias son demasiado para mí. Durante años pensé que guardar silencio era suficiente para que las acciones de Buzz no salieran a la luz. Pero ahora, en el ocaso de mi vida, me aterra pensar que de pronto puedan filtrarse al gran público. Eso sería realmente trágico. ¿Te imaginas cómo quedaría en la historia mi odisea espacial, la del primer hombre en pisar la luna? Esa odisea que ha inspirado a tantos chicos y chicas y que durante años modificó miles de vocaciones profesionales

Esos tres días de excesos, te contaba, nos dedicamos a fornicar y drogarnos. Siguiendo la lógica que empuja su vida, Buzz tuvo sexo con decenas de chicos y chicas, superando cualquier esfuerzo de Michael y mío; y se drogó tanto que la segunda noche, dentro de una piscina de cocaína y con tres hipodérmicas con heroína en cada brazo, gritó: “ya sé lo que me va a satisfacer y en lo que nadie, nunca jamás, me ganará”. Y con los ojos extraviados y febriles, caminó al jardín más cercano, hizo un hueco e introdujo su pene allí, una y otra vez, hasta eyacular. Luego, ligeramente agotado, aunque también satisfecho, se dio media vuelta y se tendió sobre el césped. Y miró a la luna.

Y la miró con deseo.

Ya sabes lo que ocurrió pocos días después, y me temo que desde entonces Buzz no se ha detenido. Durante años he seguido sus pasos, incluso lo he hecho en persona. Recuerdo una ocasión, fue la vez en que lo perseguí hasta una de las oficinas dedicadas a la investigación de aerolitos de la NASA. Esperé con paciencia a que hiciera su pedido en mesa de partes, le entregaron una caja con los restos pétreos de un cuerpo celeste caído en Alaska, luego lo vi ingresar al laboratorio privado contiguo. Me acerqué a la puerta, pegué la oreja y lo pude escuché jadear, primero de forma desordenada, luego rítmicamente, hasta explotar en carcajadas y finalmente quedar en silencio, como sumido en un profundo relajo.

Pero esto no es todo. Como siempre debes tener presente, y no me cansaré de repetírtelo, es importante poseer una red de amigos y amigas, solo así uno logra solucionar algunas cosas en la vida, o también tiene acceso a cierta información. Y esto último se aplicó en este caso. Un viejo compañero de la NASA me confesó que Buzz se las ingeniaba para ser asesor del equipo técnico de las más importantes exploraciones espaciales. Mi amigo me dijo, con una sonrisa pícara en el rostro, que Buzz a esas exploraciones siempre le colocaba un elemento diferencial, algo propio de él mismo. No me queda claro a qué se refería.

Como comprenderás, sobrina, estas circunstancias son demasiado para mí. Durante años pensé que guardar silencio era suficiente para que las acciones de Buzz no salieran a la luz. Pero ahora, en el ocaso de mi vida, me aterra pensar que de pronto puedan filtrarse al gran público. Eso sería realmente trágico. ¿Te imaginas cómo quedaría en la historia mi odisea espacial, la del primer hombre en pisar la luna? Esa odisea que ha inspirado a tantos chicos y chicas y que durante años modificó miles de vocaciones profesionales. Y esto no lo digo por decir. De 1969 a 1975 cientos de estudios indicaron que, gracias a la llegada a la luna, los adolescentes de por aquel entonces empezaron a desear convertirse en astronautas, y ya no en actores y actrices de cine porno. Bueno, existían también quienes querían ser las dos cosas. Pero en fin… Lo importante es que gracias a mi ejemplo (y también al de Buzz y Michael) muchas personas se inspiraron y se esforzaron y decidieron convertirse en los mejores en cualquier cosa que hicieran.

Querida sobrina, debes ayudarme a ponerle un freno a Buzz. Por supuesto hay que hacerlo con mucha cautela y paciencia, utilizando la red de amigos y amigas que he podido mantener y la tuya, porque estoy seguro tú tienes una mucho más amplia.

Por lo demás, sabes que siempre te ayudaré, eres de la familia, y sé que a veces te comportas de un modo, digamos, especial conmigo, pero puedes confiar en mí. Estoy seguro que algún día, cuando sumes más años, querrás escucharme, ay, sobrina… y le darás el valor adecuado a la enorme sabiduría que he acumulado en tantas lunas.

Con cariño,

Tu tío, Neil Armstrong.

*

Houston, 1 de abril de 2017

Estimado tío Neil:

Neil
El tío Neil. Foto: Nasa

¿Cómo estás? Iré de frente al grano, porque no te quiero quitar tiempo como tú me lo quitas. Primero. ¿Por qué diablos no usas un e-mail? ¿No te das cuenta que enviar cartas es una forma de comunicación cavernícola? Encontré tu texto en el buzón de mi puerta porque allí se metió una rata. De ahora en adelante, si quieres comunicarte conmigo, escríbeme a esta dirección: leonor.armstrong@nasa.org

Segundo. ¿Qué tonterías son esas sobre el Dr. Buzz Aldrin? ¿Me estás haciendo una broma o has recaído en las drogas? Tío, por favor, si me vas a escribir, que sea para comunicarme que tienes una enfermedad terminal o porque me has conseguido un ascenso o un mejor sueldo en la NASA.

Un abrazo,

Leonor.

PD: Casi lo olvido. Fui a la secretaría de la NASA. Pedí una cuenta de e-mail para ti. Como soy tu sobrina, me la dieron. Aquí tienes el login y el password (este último lo puse yo, pero puedes cambiarlo):

Login: neil.armstrong@nasa.org

Password: MITIOESUNVIEJOINFELIZ123

*

De: leonor.armstrong@nasa.org

Para: buzz.aldrin@nasa.org

Fecha: 1 de abril de 2017, 23:52

Asunto: Elogios y pregunta

Estimado Dr. Buzz Aldrin:

Le escribo empujada por la admiración y por la necesidad de ayuda.

Su antiguo colega y tío mío, Neil Armstrong, me contó sobre usted en una larga carta. Pensé en principio que los hechos relatados eran falsos. Sin embargo comprobé luego que se ajustan a la verdad. ¡Usted ha sido el primer hombre en regar su esperma en la luna! Es asombrosa y envidiable su pasión. Pedí a la oficina de registros de la NASA una lista de sus acciones dentro de la institución. Y encontré que lo más destacado y numeroso son sus solicitudes de investigación de muestras de aerolitos de todo tipo de cuerpos celestes. Usted es quien en la NASA ha tenido más contacto con los aerolitos registrados y catalogados, ¡y encima ha dejado su rastro en ellos! Revisé tres aerolitos al azar, y había en su superficie restos fecales y de semen con ADN suyo. Me asombra su perseverancia. No se satisfizo con la luna y ha continuado en su brega. Disculpe la expresión, ¡pero es usted el puto amo de la fornicación cósmica! ¡Realmente lo admiro!

Eso sí, le ruego ser más prudente o en todo caso acometer sus excesos con cuidado. Curiosity, el robot que se encuentra en la actualidad en Marte, tiene entre sus funciones expeler líquidos para analizar su reacción en el suelo marciano. Y entre dichos líquidos lleva esperma suyo. ¿Cómo le puso esa carga? ¿Cómo lo hizo en las viejas ondas espaciales Voyaguer? He leído un informe secreto sobre el Voyaguer 1, de 1993. Cuando pasaba cerca a Júpiter, se cruzó con un OVNI y el Voyaguer se defendió lanzando un chisgueteo de su semen, mientras entonaba “All you need is love”, de los Beatles. No sé cómo usted ha conseguido intervenir en el Curiosity y en las ondas espaciales; y ahora que lo pienso tampoco quiero saberlo. Solo le pido ser un poco más discreto.

Su antiguo colega y tío mío, Neil Armstrong, me contó sobre usted en una larga carta. Pensé en principio que los hechos relatados eran falsos. Sin embargo comprobé luego que se ajustan a la verdad. ¡Usted ha sido el primer hombre en regar su esperma en la luna! Es asombrosa y envidiable su pasión. Pedí a la oficina de registros de la NASA una lista de sus acciones dentro de la institución. Y encontré que lo más destacado y numeroso son sus solicitudes de investigación de muestras de aerolitos de todo tipo de cuerpos celestes. Usted es quien en la NASA ha tenido más contacto con los aerolitos registrados y catalogados, ¡y encima ha dejado su rastro en ellos!

Y bueno, debido a la admiración que me produce, no quiero dejar pasar la oportunidad para hacerle una pregunta. Antes le cuento un poco sobre mí. Desde niña supe que debía luchar y luchar por ser la mejor en todo. Así lo hice y gracias a ello, además de hacer una estupenda carrera profesional en la NASA, me casé con una hermosa, inteligente y exitosa mujer. Con ella he tenido dos hijos y cada año ambas compartimos en las redes sociales hermosas fotos de nuestros viajes de vacaciones en familia. Pero sabe usted, lo cierto es que me siento vacía. Ya no soporto a mi mujer y ella tampoco a mí. Nos esforzamos por seguir juntas, lo hacemos por nuestros hijos, pero no sé qué sentido tiene. Últimamente la NASA también me aburre. Me harta el trabajo, el fatigoso cálculo y la diplomacia en las relaciones sociales con los colegas, el respeto a la jerarquía. Que esto puedo decir y esto callar, que esto le conviene a mis contactos con poder y esto no. Mi tío famoso intenta ayudarme, es cierto, pero no ha logrado mantenerse actualizado, además me cansan su cháchara y sus ganas de dar consejos y moralejas. A ratos pienso que mi tío se cree cura en púlpito o artista consagrado…

Entonces, apenas me enteré de su caso, me entusiasmé. Con usted he descubierto que existen personas que lo tienen todo claro, que saben lo que quieren y que nunca se han cansado en su búsqueda y satisfacción. ¡De verdad es inspirador! Es más, la otra noche intenté seguir sus pasos, no de un modo idéntico, sino más bien análogo. Me metí un pepino en el culo y luego me sobé el clítoris con una lechuga, mientras lamía ardorosamente las hojas de una menta. ¡Fue muy placentero! Pero luego volví a sentirme vacía. ¡Tengo 30 años, por Dios, y estoy muy insatisfecha!

Dr. Buzz Aldrin, ¿qué me recomienda? ¿Qué puedo hacer para tener una pasión inapagable como la suya?

Mil abrazos,

Dra. Leonor Armstrong.

*

De: buzz.aldrin@nasa.org

Para: leonor.armstrong@nasa.org

Fecha: 2 de abril de 2017, 01:34

Asunto: Respuesta

Estimada Dra. Leonor Armstrong:

Consiga un pepino más ancho.

Saludos cordiales,

Dr. Buzz Aldrin. ©

Julio Meza Díaz
Un astronauta sin capital.
Me llamo Julio Meza Díaz. Soy un escritor peruano (en realidad soy abogado y gestor cultural, digamos, de acuerdo a la legitimidad absurda de los títulos). Y nada, mi estética es el absurdo, lo escatológico y el anti-capitalismo (esto último no sé bien si es así, pero en fin).