DANDYS Y CÍNICOS

¡Quién no conoce el Salón Los Ángeles no conoce México, papá!

La noche del sábado nos agarró a las afueras del Salón Los Ángeles. “En este lugar se baila de cartoncito”, un hombre vocifera en ese rincón de la Ciudad de México. “¡80 años de bailar de cartoncito, papá!”, alguien le revira, entre apretujones, para poder acceder a esa amplísimo pista de baile que fue inaugurada el 2 de Agosto de 1937.

Por José Antonio Monterrosas Figuieras

Pachuco Nereidas
Pachuco Nereidas. Foto: J. A. Monterrosas

La noche del sábado nos agarró a las afueras del Salón Los Ángeles. “En este lugar se baila de cartoncito”, un hombre vocifera en ese rincón de la Ciudad de México. “¡80 años de bailar de cartoncito, papá!”, alguien le revira, entre apretujones, para poder acceder a esa amplísimo pista de baile que fue inaugurada el 2 de Agosto de 1937.

La reunión fue diversa y colorida —por no decir variopinta como dicen los que saben. Asistieron desde políticos con rostro adusto, como el ex-suspirante a la presidencia de México, Cuauhtémoc Cárdenas, hasta  el bigotón Gabriel Quadri, que bajo la sombra de la maestra Gordillo, por su empresa político-familiar llamada Nueva Alianza, quiso también ser presidente. Pasando por el prenaco-chido Sergio Arau, integrante del grupo de guacarock Botellita de Jérez, que el guitarrista Santiago Ojeda me comentó que todavía existe — Arau por cierto ahora canta una melodía insufrible con un grupo llamado Heavy Mex: “Quiero ser presidente, no más para que no me lo cuenten, chingarse a toda la gente, sin que nadie me lo cuente”, muy original señor Arau—, hasta el neonaco-intelectual de tele Nico Alvarado, quien enfundado en un saco tipo morado brilloso —muy juagabrielesco— muestra sus mejores pasos de baile abrazado de la ex encargada de la difusión de la editorial española Anagrama en México, la morenaza Paola Tinoco —su apellido por cierto juega perfecto con Ti-naca o Ti-naco, es que #SomosMéxico.

En algún momento de la noche abordo a Alvarado y le pregunto que si viene muy seguido por aquí, responde rápidamente que no: “pero es un lugar que me gusta mucho” y se nota que disfruta estar entre la naquiza de pachuchos con sombreros emplumados y hombres con penachos y entre la muchedumbre de periodistas de medios como El Heraldo de México, Milenio televisión, Canal 22 o el TVNotas, es que para todos hay pues como dice el Slogan: #QuienNoConoceLosAngelesNoConoceMéxico. ¡Qué dichosas palabras, caray!

Sergio Arau
El prenaco-chido Sergio Arau, en el Salón Los Ángeles.

Entre los pachuchos se encuentra el Pachuco Nereidas. Le pido a ese hombre de vestimenta naranja y bigote diminuto que me deje tomarle una foto con mi celular, me contesta eufórico que mejor alguien nos la tome, insisto en que quiero retratarlo y con una expresión de incomodidad acepta. Al parecer no es lo que más le gusta. Le pregunto a Nereidas por qué no le gustó que le pidiera una foto: “a mí no me gusta tomarme fotos solo, porque gracias a la gente somos lo que somos”, responde.

Son 25 años de ir al Salón Los Ángeles, su primera vez está inmortalizada en una foto colgada en una de las paredes del salón, es de cuando le ganó a Estados Unidos y a Japón. “Me invitaron a un concurso de baile de mambo y de danzón y les ganamos”. Por qué empezaste a bailar, le pregunto. “Por mi papá.  Mi padre Francisco Fernando, que todo mundo lo conoce como el Bigotón o el Zurdo, es de la primera generación de los pachucos. El vivió en Los Ángeles los disturbios del Zoot suit”. Pero a 25 años cómo ves todo esto Nereidas… “Esta tradición nunca se debe de perder. Está reconocido a nivel mundial”, contesta.

Le pido entonces  que me hable de sus vestimenta. Me muestra un fistol colgado en la solapa de su traje naranja que según me cuenta representa la unión de sus padres. “La alegría, la vida y las lagrimas. Todo esto te representa: dolor, sufrimiento y alegría”, ¿y tu traje color naranja, Nereidas…? “No precisamente color naranja. Nosotros lo usamos cuando hay eventos. No puedes llevar colores oscuros como el gris y el negro, puedes llevar blanco, beige o anaranjado porque sino te pierdes».

Para este pachuco, a sus 49 años, el Salón Los Ángeles ha sido parte de su vida y al final de mi breve conversación con este coreógrafo de baile, así dice la tarjeta que me entrega, vuelvo a pedirle una foto, pero ahora mostrando ese collar que rodea su pecho. Nereidas se olvida lo que me dijo al principio y generoso lo enseña, ya sin solicitar que yo estuviera a su lado. 

La música suena muy fuerte, mientras alcanzo a preguntarle qué se siente estar de ese lado, qué se siente ser un pachuco, pues. Me sorprende que me diga que además de alegría, sienta “un poco de tristeza. Tristeza porque une y desune familias. Une y desune parejas. Rompe y une matrimonios”. Para Nereidas, cuyo nombre real es José de Jesús González de la Rosa, esto del pachuquismo es como una rosa pues “tiene sus lados oscuros y sus lados espinosos. Si no la sabes agarrar te espinas. Si no sabes llevar toda esa tradición te hundes en el vicio o la vanidad te rompe. Los amigos se aíslan de ti, incluso rompes con el propio matrimonio. Pero si sabes llevar bien esto, es bonito”.

Sonora Dinamita
«Que nadie sepa mi sufrir». Foto: J.A. Monterrosas

“¿Cómo permanece actualmente el pachuquismo…?”, le pregunto. Contesta que “mucha gente ya lo está manejando muy ordinario” pues  “ya no está prevaleciendo esa cultura de los años cuarenta. Sin cinturón, sin corbata. Las medidas del sombrero. Lo tradicional. Todo lo que significa unos, dos y tres. Todo esto es una tradición cultural…”.

En ese momento lo detengo y le pido que profundice en aquello del uno, dos y tres. Me advierte que tiene tres hijas y se mueve la camisa verde con puntos blancos para enseñarme una rosa tatuada al nivel de su corazón y algunas palabras que son como un collar alrededor de su cuello. “Es la familia de la rosa de Los Ángeles, California”. Nereidas además me recuerda el “Zoot Suit: Fiebre latina” (Estados Unidos, 1981), la primera película que se realizó en Estados Unidos, me explica, en la que participó con la renta del vestuario  y la que el cineasta Luis Valdez, cuenta la historia de los pachuchos en los años cuarenta, en Los Ángeles, California. 

Para este pachuco, a sus 49 años, el Salón Los Ángeles ha sido parte de su vida y al final de mi breve conversación con este coreógrafo de baile, así dice la tarjeta que me entrega, vuelvo a pedirle una foto, pero ahora mostrando ese collar que rodea su pecho. Nereidas se olvida lo dicho al principio y generoso lo enseña, ya sin solicitar que yo estuviera a su lado. Minutos después veo sus pasos magistrales andar en la pista de baile, parece un elegante gallo de pelea que está dando batalla una noche más. No cualquiera claro está.

Chica Salon Los Angeles
Una chica satisfecha de haber participado en la celebración. Foto: J.A. Monterrosas

La noche continúa mientras los grupos musicales como el de «Héctor Infanzón y su orquesta» o «La Sonora Matancera» van haciendo presencia en el escenario. La gente cada vez más se arremolina en la pista de baile. Prono se olvida uno de las palabras para sólo dejar ver cuerpos y cuerpos danzando, sin importar la procedencia o la vestimenta. Canciones como “Libre taxi, taxi libre”, son cantadas mientras un grupo de mujeres sigue los pasos del maestro Cisneros, que tiene más de 50 años de ir al Salón Los Ángeles. Casi al final de la fiesta, cuando muchos de los asistentes van abandonando el lugar, aparece en el escenario «La Internacional y Explosiva Sonora Dinamita».

“El señor Mancera dice que hasta las tres de la mañana”, faltan unos cuantos minutos para que sean las tres de la madrugada, así que tocan algunos de los éxitos como aquel de “Carmen se me cayó la cadenita…”, esa melodía que tocaron por primera vez en México, 1979. Le siguen otras joyas musicales como “Mi Cucu” o “Qué bello” hasta llegar al “Escándalo”, canción simbólica en ese momento, pues el público solicitaba otra canción, mientras los de la agrupación quedaban sorprendidos, escandalizados, de que los micrófonos ya estaban apagados. Lamentable que esta gran banda se haya despedido de manera tan intempestiva, así como aquella imagen que nos regaló una mujer sentada abajo del escenario con su rostro de tristeza, como si un dolor profundo dañara su corazón y la tuviera abstraída de todo ese escándalo sonoro y «que nadie sepa mi sufrir».

Así que no queda de otra que poner los pies con dirección a la salida, porque esta noche de sábado previa a la gran celebración del martes, 2 de agosto, se está acabando. Antes de abandonar el lugar, un hombre en la entrada nos entrega un reconocimiento. Una chica que espera el trolebús en el Eje Central me dice sonriente: “este reconocimiento sí lo enmarco”. Es la constancia firmada por Miguel B. Nieto A., el director general del Salón Los Ángeles. Un valioso recuerdo de esa noche de sábado que va sumergiéndose en el silencio de soledad dominical, mientras sus almas derrotadas por el cansancio y los efectos del alcohol se van marchitando. ©

José Antonio Monterrosas Figueiras
Reportero Repicante.

@jamonterrosas 

José Antonio Monterrosas Figueiras es editor cínico en Los Cínicos y periodista replicante en Replicante y al revés en Revés.