A VECES ME DESPRECIO
Sueños, pesadillas y Morrissey
Cuatro sueños insurrectos y una nueva canción de Morrissey conforman esta entrega del cronista cultural Félix Morriña. Esto antes de su «Resurrección 47», la cual será la noche del viernes, 17 de noviembre, en Toluca. La cama, ternuritas, déjenla para mañana.
Por Félix Morriña

La nueva canción de uno de uno de mis artistas consentidos, Morrissey, titulada “Spent the Day in Bed” incluida en el álbum Low in High School (2017), es una de esas piezas que te acompañan en la depresión, en los días en los que no deseas levantarte de la cama y odias ser un trabajador más del sistema útil.
Dice en una de sus estrofas: “Me pasé el día en la cama muy feliz lo hice, sí…/ Me pasé el día en la cama,/ me pasé el día en la cama/ mientras los trabajadores permanecen esclavizados…/ Me pasé el día en la cama/ no soy del tipo, pero/ amo mi cama/ y recomiendo que…/ Dejes de ver las noticias/ porque las noticias planean atemorizarte/ hacerte sentir pequeño y solo,/ hacerte sentir que tu mente no te pertenece./
También, cuando llegas a un grado de estabilidad emocional y económica deseas levantarte de la cama, porque la amas tanto que no quieres más que seguir soñando. Para algunos eso es perder el tiempo, para otros es un placer único e irrepetible, hasta que el propio colchón te expulsa. Como sea, es una rola que me viene bien en este momento.
Porque: «Me pasé el día en la cama../ ¡Sé bueno contigo mismo por una vez!/ Y nada de autobús, no jefe, no lluvia, no tren/ No autobús, no jefe, no lluvia, no tren/ No autobús, no jefe, no tren/ No emasculación, no castración/ No autopista, autopista, autopista…”.
En esa misma cama soñé que estoy en un concierto de U2 y que camino toda la madrugada por zonas difíciles de transitar, sin pavimentar, sin transporte, sin luz. Es una rara mezcla de lugares por donde he caminado. No supe cómo llegué a mi antigua casa de la colonia Independencia en Toluca, pero termino molido y asustado porque al parecer libré la muerte.
En esa misma cama, soñé que me decías —conciencia mía—, uno de tus secretos: que te habías casado en Bélgica porque ayudaste a un migrante a mantenerse en ese país y que nosotros ahora necesitábamos ayuda para salir de una parte de Europa en conflicto. Yo, por supuesto, no quería casarme con otra mujer porque te tenía ahí conmigo. Me negaba porque yo debía quedarme más tiempo en Bélgica. ¡Sentía que ya no volvería a verte, pero estaríamos con vida!
En mi sueño nunca vi a la mujer. Nunca supe nada de ella, ni su voz, ni su cuerpo, ni su historia, sólo sabía que nos ayudaría a librarla. Tú hacías toda la negociación de sobrevivencia. Yo abogaba por mis contactos para salir avante, pero ya no recuerdo, o no supe, en qué terminó este sueño o pesadilla, sólo sé que todo era incertidumbre.
Abría los ojos por momentos, pero el sueño me jalaba de nuevo y me obligaba a soñar de nuevo hasta vivirlo intensamente. Lo bueno de todo es que no sufría, lo vivía como lo he hecho todo el tiempo. Luego desperté para ir con Nina, mi hija, y llevarla al colegio, pero no pude levantarme. El cuerpo estaba inmóvil, muy cansado, inerte, pero Ziggy (mi entrepierna) sí estaba más viva que nunca.
En el tercero de los sueños estaba trabajando en una agencia de noticias semi clandestina con gente que conozco a medias. La zona era como la colonia Independencia y la Científicos de Toluca, deplorable con un clima pésimo, pero yo quería conocer un camino de regreso a casa, un atajo, que me permitiera llegar rápido al hogar. Siempre con la sensación de prontitud, ansiedad, pero no lo lograba con facilidad. Me costaba mucho sacar adelante el trabajo, pero sobre todo mi retorno a casa. ¡Sentía a mi hija Nina preocupada!
En el cuarto y último sueño, estaba de gira con una banda multifuncional por varios lugares. Recorríamos lugares inhabitables, de difícil acceso, en condiciones infrahumanas, pero con gente luchona. Recuerdo haber tenido que robar botes de pintura, y yo preguntándome: “¿Para qué me sirven estos botes de pintura en este lugar?”. ¡No entendía ni madres!
Corría por sembradíos, casas de zona rural y había música serfardí de fondo. Muy raro verme huir con botes de basura y música sefardita. Hace mucho que no escucho como debe esa bella música.
Abría los ojos por momentos, pero el sueño me jalaba de nuevo y me obligaba a soñar de nuevo hasta vivirlo intensamente. Lo bueno de todo es que no sufría, lo vivía como lo he hecho todo el tiempo. Luego desperté para ir con Nina, mi hija, y llevarla al colegio, pero no pude levantarme. El cuerpo estaba inmóvil, muy cansado, inerte, pero Ziggy (mi entrepierna) sí estaba más viva que nunca.
Lo mejor de todo es que pude acordarme de gran parte de los sueños de esta madrugada. Estoy cansado como si hubiera regresado de viaje. No sé si estoy lo suficientemente preparado para esa sobredosis de conciencia en la que estoy inmerso. Siempre lo resuelvo como agua circulante, pero me dices (mi conciencia personal, mi manager, mi yo femenino-masculino cual Margaret Tatcher) que no lo haga esta vez así, me indicas que vaya poco a poco, tranquilo, suave, como oruga en el capullo que se convertirá en mariposa cuando llegue su tiempo, que si estoy preparado la reciba, «¿y si no?», me pregunto.
Me despido, cantando esta la bella rola de ‘Spent the Day in Bed”, incluida en el álbum Low in High School (2017), de mi cantante de cabecera: Morrissey.
¡Que la disfruten!
OTROS DESPRECIOS
Están todos invitados a mi fiesta de “Renacimiento 47” en el Café Casa Aldama (calle Aldama N. 119 Sur, Toluca Centro, casi frente al Nacional Monte de Piedad), a partir de las 19 horas de este viernes 17 de noviembre, hasta que la conciencia nos alcance y los billetes del bolsillo.
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*Versión cínica de la columna Silencios Estereofónicos de Félix Morriña, publicada en el diario Impulso.

Félix Morriña es periodista y promotor cultural. Columnista en Impulso, Semanario Punto y Revista Ágora. “Este oficio sí es para cínicos”, podría ser el título de su libro de crónicas culturales.