A VECES ME DESPRECIO
La historia del afortunado hombre que mira al Xinantécatl
El autor de este cuento levantó su copa de mezcal y brindó por el afortunado hombre del altiplano mexiquense que conoció recientemente y a quien les escribió estas líneas.
Por Félix Morriña
Mientras redacto esta entrega, estarás dándole de comer a Pierre Louise y terminando de cocinar los sagrados alimentos que disfrutarán por la noche la familia, antecediendo dos días la Navidad por razones de agenda, para luego arreglar detalles de tu fina persona, señales de una felicidad acotada por tener muy cerca a los tuyos, los gestados de corazón, palabra y pensamiento. No hay palabra escrita al momento que describa la plenitud de ese instante.
Recién conocí al “Afortunado hombre del altiplano mexiquense”, al menor de la dinastía, al ser que te acompañó estoicamente en los episodios catárticos de las difíciles relaciones intrafamiliares durante la segunda mitad de la primera década del presente siglo. Grato fue verle para charlar de la irrisoria situación que vive la América Latina y bastó ese poco tiempo para saber que este hombre que creció viendo al Xinantécatl, ese simbólico volcán ya sin nieve (o muy poca), te hace tan fuerte para continuar bregando el largo y sinuoso camino de la existencia, como también sé que para él es nodal tu fuerza para sobrevivir las penurias en tierras lejanas. ¡Así es el aprendizaje!
Levanto mi vaso de Pisco Capel para brindar por ambos, por esa linda y exitosa familia, cuya máxima figura llegó a mi vida para quedarse. Toco a todo volumen en mi departamento de mi adorado Metepec “Fanfare for the common man” del trío inglés Emerson Lake & Palmer, porque hombre de casi cinco lustros de (re)nacimientos (en marzo serán los 25 años tengo entendido), usted no es para nada un hombre común y merece una fanfarria, y por ende, también su progenitora.
Muy pocos mexicanos han tenido la fortuna de ver otros lares, otras latitudes, otros climas, otras figuras arquitectónicas, otras formas de proceder ante la humanidad, allende la limitada frontera mental de los connacionales.
Pocos mexicas han logrado lo que usted “Hombre afortunado” (“Lucky Man”), pocos se atreven a desafiar al resto del mundo partiendo de la familia; pocos (re)niegan la raíz porque sabemos que se puede ir mucho más profundo; pocos deciden ir por lo que hay detrás del umbral. Por esa razón te dedico esa canción, “Lucky Man”, de mis queridos ingleses ELP, procreadores del rock progresivo, esa mezcla de rock, jazz y música clásica.
Debes saber que esta pieza fue el primer sencillo del disco homónimo de 1970 del trío integrado por el excelso pianista Keith Emerson; el bajista, guitarrista y cantante Greg Lake y el máximo maestro de la batería y percusiones Carl Palmer, a éste último vi cómo lo metían en una grúa (¡sí en una grúa!) a su instrumento en una ocasión que vino al Auditorio Nacional en los años 90. Resulta que traía todo su arsenal de bombos, platillos y percusiones que no había manera de entrar a la silla giratoria. ¡Todos nos quedamos perplejos, anonadados, babeando: ¡cómo un ser tan extraordinario hacía magia pura detrás de ese monstruo de batería!
Los conciertos de Emerson Lake & Palmer fueron únicos, maravillosos, excelsos, porque tres únicos tipos del orbe hacen tan sofisticada música, ésa que ya muy pocos aprecian “Hombre del altiplano mexiquense mirando al Xinantécatl”.
Grato fue verle para charlar de la irrisoria situación que vive la América Latina y bastó ese poco tiempo para saber que este hombre que creció viendo al Xinantécatl, ese simbólico volcán ya sin nieve (o muy poca), te hace tan fuerte para continuar bregando el largo y sinuoso camino de la existencia, como también sé que para él es nodal tu fuerza para sobrevivir las penurias en tierras lejanas. ¡Así es el aprendizaje!
Triste decirte que ya murió el cuatro cuerdas Greg Lake hace un año (el 7 de diciembre de 2016) a la edad de 69 años tras rendirse del cáncer que lo acongojaba. Además de ELP fue miembro original de la maravillosa agrupación inglesa de rock progresivo King Crimson. También en el 2016, año en el que perdí a más de la mitad de mis seres amados del rock mundial, se fueron todos los que me formaron como hombre, como crítico musical, como periodista, como columnista cultural, se fue el tecladista, pianista y experto en sintetizadores Mog, Keith Emerson, quien se quitó la vida en marzo del año pasado de un balazo en la cabeza, tras haber sufrido tremenda crisis existencial. ¡La maldita depresión se lo llevó a los 71 años!
El único que sigue vivo es Carl Palmer, quien ha trabajado con The Crazy World Of Arthur Brown, Atomic Rooster, Asia (muy recomendable) y Mike Olfield. La verdad es que todos lo vamos a recordar como parte nodal de ELP. A él tocó “enterrar” a dos de sus mejores amigos. Por cierto “Hombre del altiplano mexiquense mirando al Xinantécatl”, la canción que te dedico, “Lucky Man”, tiene ese aroma de tus logros y tristezas, por lo que debes cuidar bien tu reino, cuidar y disfrutar a plenitud todo lo que la vida te ha dado. Si has de perder batallas e incluso la vida, sabrás que todo ha valido la pena. Con esa familia, con esa madre, tienes todo el poder de la humanidad en tus manos.
Termino dedicándole al Xinantécatl, al Nevado de Toluca, un vaso más de la bebida andina, cual mezcal mexicano, para decirle desde mi terraza que llegó el momento de cambiar de hogar, no sin antes agradecerle lo que me brindó por un año completo, 12 meses de vivencias únicas, de soles y lunas placenteras, de llanto y carcajadas, de placer y dolor. ¡Así es el equilibrio y hay que gozar lo blanco como lo negro! ¡Y gracias amore mío por acompañarme en esta travesía existencial! ¡Te amo!
“Él tenía caballos blancos/ y damas a montones./ Todas vestidas de satín/ y le esperaban a la puerta./ ¡Ooooh, qué hombre afortunado era!/ ¡Ooooh, qué hombre afortunado era!/ Encaje blanco y plumas/ hacían su cama./ Un colchón cubierto de oro/ en el que se tumbaba./ ¡Ooooh, qué hombre tan afortunado era!/ ¡Ooooh, qué hombre tan afortunado era!/ Se fue para luchar en las guerras,/ para su país y su rey,/ sobre su honor y su gloria/ la gente cantaría./ ¡Ooooh, qué hombre tan afortunado era!/ ¡Ooooh, qué hombre tan afortunado era!/ Una bala se cruzó en su camino,/ su sangre corría mientras gritaba./ El dinero no habría podido salvarlo/ así que se acostó y murió./ ¡Ooooh, qué hombre tan afortunado era!/ ¡Ooooh, qué hombre tan afortunado era!”.
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*Versión cínica de la columna Silencios Estereofónicos de Félix Morriña, publicada en el diario Impulso.

Félix Morriña es periodista y promotor cultural. Columnista en Impulso, Semanario Punto y Revista Ágora. “Este oficio sí es para cínicos”, podría ser el título de su libro de crónicas culturales.