CINISMO PORNOFEMINISTA
Del porno para mujeres al feminismo que no existe
La pornografía feminista se enmarca en lo que se conoce como feminismo de tercera ola en la que podemos encontrar un cuestionamiento a la concepción binaria de la sexualidad, gran influencia de los movimientos artísticos, políticos y teóricos queer.
Por si no fuera suficiente el enorme lastre y prejuicios con los que carga la industria pornográfica, uno creería que con la liberación sexual de los 60, y con lo que se le conoce segunda ola de feminismo, se comenzarían a terminar algunas de esas inquisiciones.
Sin embargo, hacia los 80, en Norteamérica comenzó a ponerse de moda un feminismo anti-pornografía que dejó tantas desproporciones y manipulaciones emocionales (como las de Andrea Dworkin) hasta interesantes argumentos con los cuales se puede generar un más nutrido debate académico (Sheila Jeffreys). Estas feministas, y otras dentro y fuera de las universidades, comenzaron a perder fuerza hacia principios del siglo XXI, poco antes de la aparición de lo que tal parece su opuesto: la pornografía feminista. Porno para mujeres es el libro pensado como manifiesto del movimiento, escrito por Erika Lust (2009) y en el que justifica el fin último del cine que hace:
«Las mujeres debemos tomar medidas inmediatamente y empezar a cambiar la visión que los hombres han impuesto del sexo a través del cine X. De lo contrario, las nuevas generaciones sólo tendrán acceso a su visión, más bien pobre, de la sexualidad». (2009:15).
Quizá el antecedente más directo a este tipo de porno sea Candida Royalle, que durante los 90 producía películas en las que las mujeres eran las protagonistas, buscaban satisfacción sexual en una trama donde impregnaba el romance y la sensualidad más conservadora.
Tristan Taormino desde finales de los 90 y principios de los 2000 conjugó sus habilidades como educadora sexual y activista feminista en la producción de películas-manuales, en las que ella misma aparece, enseñándole a parejas las mejores prácticas de sexo oral, sexo anal, BDSM, eyaculación femenina, juguetes sexuales, etc.
Erika Lust comenzó a hacerse popular con su primer largometraje, un documental sobre el comportamiento sexual, Barcelona Sex Project (2008), y desde 2013 produce una serie de cortometrajes basados en fantasías sexuales que le son enviadas a través de su sitio web (XConfessions). Además de Porno para mujeres, ha publicado otros libros sobre sexualidad y pornografía, destacándose Cómo rodar porno (2014), que constituye un manual para preparar un rodaje de una escena XXX. Pero, ¿qué es lo que hace a la pornografía feminista eso precisamente?
En Life Love Lust, (2010), Erika Lust rodó una escena entre un actor joven y una mujer un poco mayor de edad que él. La iluminación y colores de la habitación eran tonos cálidos. La cámara omnisciente registraba tomas prolongadas y móviles, privilegiando close ups a los rostros. No habían diálogos propios de la pornografía hardcore mainstream (PHM), la mayor parte de la que se encuentra en los más conocidos sitios web de alojamiento de videos, como Pornhub, Xvideos, Xnxx, etc., donde usualmente el hombre da órdenes y la mujer obsesivamente indica su satisfacción por el acto).
Pero la escena rodada por Erika Lust, era particularmente interesante cómo la puesta en escena de los actores (su posición durante la acción) respondía a un sentido sumamente distinto del PHM: en un momento, la mujer se recuesta sobre la cama y el hombre está encima de ella perpendicular al colchón. Él coloca sus brazos a un lado para recargarse mientras el acto continúa, pero sus brazos obstruyen ver los genitales de ambos. Aún así, la cámara no se mueve y la toma se prolonga hasta que los actores deciden cambiar de posición.
Esto podemos compararlo con una escena del PHM en la que la mujer de pie se recuesta en una mesa y el hombre la penetra por detrás. La cámara se pone a un costado de ambos, y él empuja con una mano su nalga mientras aleja un costado de su cadera, para que así la cámara registre con facilidad la penetración. Siendo evidente que no tienen esa posición de caderas, brazos y piernas por comodidad sino para la cámara, es decir, la puesta en escena actoral está en función del espectador implícito que verá la cinta, la pornografía feminista apuesta por un mayor sentido de realidad en el que parece que ese espectador implícito se niega, o al menos, la cámara establece un diferente contrato de complicidad.
La pornografía feminista expresa un mensaje de resistencia. Este mensaje puede ser paradójico a simple vista, como en cortometrajes en los que mujeres piden ser nalgueadas o atadas con correas, pero la clave es la lógica con la que se producen estos contenidos, que dista por mucho de las condiciones conservadoras —por no decir machistas o misóginas— de las productoras de PHM.
Esto no significa que la pornografía feminista trata de ocultar el acto: lo que hace es invertir la lógica de producción y recepción del mismo. En el cortometraje We know you are watching (2013, también de Lust), una pareja invita a su vecina del edificio en frente a que se una a ellos en un trío. Cuando su vecina cruza la calle, entra al departamento y comienza a desvestirse, la proporción de aspecto de la pantalla se amplía, permitiendo mayor campo de visualización, es decir, espectacularizando el acto. Con poca profundidad de campo en primeros planos (enfatizando los rostros), prolongadas tomas y cámara móvil, la pornografía feminista propone un nuevo sentido para ver la sexualidad.
La pornografía feminista se ha llevado a otros terrenos, como las películas y series omnibus (hechas por varias directoras) hechas con inspiración en la búsqueda de esta nueva representación de la sexualidad (Dirty Diaries, 2009, producida por Mia Engberg; o X Femmes, producida por Canal+ entre 2008 y 2009). También tiene su propia entrega de premios, los Feminist Porn Awards.
La pornografía feminista se enmarca en lo que se conoce como feminismo de tercera ola: la primera de ellas fue a finales del siglo XIX y principios del XX, con la búsqueda de igualdad de derechos políticos (poder votar y ser votadas, entre otros); la segunda hacia los 60s, con la búsqueda de derechos y reconocimientos sexuales (píldora abortiva, apertura en venta de condones); y en esta tercera ola podemos encontrar un cuestionamiento a la concepción binaria de la sexualidad, gran influencia de los movimientos artísticos, políticos y teóricos queer. Entre los varios retos y críticas a la pornografía feminista, habría que mencionar:
- Querer eliminar prácticas sexuales por considerarlas denigrantes (cachetadas, nalgadas, golpes, escupitajos), ¿pero hasta dónde se pone el límite de aquéllas que se quieren y pueden eliminar?
- Querer resignificar toda la pornografía imponiéndole un aura de mayor respeto hacia la mujer rayando, en ocasiones, en la obsesiva búsqueda de un espectáculo romántico, ¿pero qué pasa con aquéllas prácticas de sexo no tan convencional, algo tan simple como un acostón de una sola noche con un extraño, por el que la audiencia puede sentirse mucho más atraída y que también algunas mujeres reclaman como un proceso de liberación sexual de la mujer?
- Querer captar públicos acostumbrados a la PHM con un lenguaje menos violento u hostil, ¿pero qué pasa con aquéllas realizadoras y realizadores cuyo discurso y objetivos son abiertamente hostiles, como los videos de mujeres que se masturban estando en días de menstruación y embarran su sangre por el cuerpo, o el porno vegetariano, donde las actrices se masturban con frutas y verduras, y que pueden derivar en el alejamiento o repudio de estas prácticas pornográficas?
La pornografía feminista expresa un mensaje de resistencia. Este mensaje puede ser paradójico a simple vista, como en cortometrajes en los que mujeres piden ser nalgueadas o atadas con correas, pero la clave es la lógica con la que se producen estos contenidos, que dista por mucho de las condiciones conservadoras —por no decir machistas o misóginas— de las productoras de PHM. La propia Erika Lust relata cómo le ofrecieron trabajar en un departamento de reciente creación de “porno para mujeres” en una productora tradicional, pero declinó la oferta sin pensarlo cuando supo que a quien pusieron a dirigir el departamento era un hombre. Así como la industria de la pornografía hecha por y para hombres ha usado a la mujer como su objeto de masturbación, del mismo modo lo pueden hacer las mujeres, como es referido en el cortometraje Dildo Man, dirigido por Asa Sandzén, que aparece en Dirty Diaries, una animación en la que una mujer en un club de table dance agarra a un hombre en miniatura y se masturba con él.
La inscripción de la femineidad en la relación sexual debe entenderse desde la máscara, aquélla serie de lógicas con las que se objetiviza a la mujer y que la pornografía tradicional sabe explotar muy bien. Categorizarlas por su edad (MILFs, Teens), o segmentarlas por una parte del cuerpo (pechos grandes, traseros grandes) es uno de los modos en los que se manifiesta el uso de la mujer como juguete sexual. Sin embargo, debemos recordar, siguiendo la práctica psicoanalítica, que nunca nos relacionamos con el otro de modo transparente, sino que siempre lo hacemos mediados por el Otro -con mayúscula-.
Ni en una relación sexual, ni entre hombres con mujeres o mujeres con mujeres u hombres con hombres, nos relacionamos a plenitud, sino que lo hacemos en función de usar al otro como complemento. Estar conscientes de esta situación y usarla a favor es justo lo que hace la pornografía feminista, al poner el goce femenino en primer lugar, tema casi tabú —por poco frecuente— en la PHM. Elizabeth Wright (2004:50) comenta, respecto a esta situación: “La trampa en la que cae el feminismo es interpretar este engaño como una dominación meramente patriarcal, cuando el desafío es entrar y tomar parte en la actuación”.
Esta mascarada es el modo en el que ha funcionado la presentación de la mujer en el cine desde la época clásica de Hollywood. Es aquélla figura vista como objeto de deseo que nunca se presenta como es, sino que se presenta a modo: en Sucedió una noche (Frank Capra, 1934), no se presenta ella sino su tobillo, para detener un auto en la carretera.
Al hacernos conscientes de que todo el tiempo estamos usando esta mascarada es como alcanzaríamos una posición ética para desenvolvernos en nuestras relaciones con el otro. En Dirty Diaries, de nuevo, uno de los más complejos y contestatarios segmentos es For the liberation of men, en el que tomas de primeros planos de una mujer anciana se cruzan con un travesti en medias y peluca que se masturba. La liberación de las mujeres no viene sola: está acompañada de la liberación de los hombres. El cuestionamiento a la identidad y representación sexual de la mujer viene con el del hombre, y en ese sentido, quitarle las cadenas a las mujeres es quitarse también la de los hombres. Como dice Carig Owens (1998:100): “lo que debemos aprender es cómo concebir diferencia sin oposición”.
El lector podrá ver la pornografía feminista con esperanza o con escepticismo, pero para tener una mayor comprensión de la complejidad y variedad del fenómeno, bastará recordar que no existe el feminismo, sino los feminismos: lejos de ser un movimiento vertical, unidireccional y con líderes a la cabeza, el feminismo es un estilo de vida y lente para leer el mundo. Podemos decir que todos los feminismos comparten la tesis de que la mujer se encuentra en el mundo occidental actual en una situación de franca desventaja en muchos sentidos frente a los hombres, pero los distintos modos de leer el feminismo discrepan enormemente en los modos en los que esa situación se debe revertir (del mismo modo que comparten tesis pero discrepan en su accionar los anarquistas, marxistas o libertarios).
Jacques Lacan, en su seminario XX (1999), regresa a la locución de que “La mujer no existe”. Se refiere Lacan a que “La mujer”, en mayúsculas, como constructo del inconsciente, no existe, sino que existen “las mujeres”, cada una en su individualidad. Decir que “las mujeres siempre son así” cuando nos enfrentamos a alguna situación frustrante podrá ser material para algún buen chiste, pero es evidente que no corresponde con otorgar a las mujeres su sentido de individualidad, y seguir viéndolas como un bien de intercambio sin mayores diferencias entre sí que las monedas de nuestro bolsillo.
Por todo esto es que tampoco nadie puede declararse con la bandera del “verdadero” feminismo, pues tal cosa como el Verdadero feminismo, no existe. Y en ese sentido, las variadas prácticas de Candida Royalle, Erika Lust, Tristan Taormino o cualquier otra directora o director que declare que hace pornografía feminista bien puede ser pornografía feminista. A quien le queda juzgar es a quien ve la película.
Bibliografía
Lacan, Jacques. (1999). Book XX. Encore. 1972-1973. Nueva Yok: W. W. Norton & Company.
Lust, Erika. (2008). Porno para mujeres. Barcelona: Editorial Melusina.
Lust, Erika. (2014). Cómo rodar sexo. Barcelona: Erikalust.com
Owens, Craig. (1998). El discurso de los otros: Las feministas y el posmodernismo. En Foster, Hal (ed.), La Posmodernidad. Barcelona: Kairós (págs. 93-124).
Wright, Elizabeth. (2004). Lacan y el posfeminismo. Barcelona: Gedisa.
* Agradecemos al autor permitirnos compartir este texto originalmente publicado en http://www.memoriasdenomada.com/revista-digital/

Sergio Aguilar Alcalá estudia la maestría en Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus líneas de investigación e interés son los estudios de cine, teoría de medios, estudios de posmodernidad y psicoanálisis. Escríbele a: sergio.aguilaralcala@gmail.com