CINISMO CIUDADANO

La difícil lucha de un foráneo para sufragar en Monterrey 

Esta es una pelea de dos a tres caídas, sin límite de tiempo, de un chilango amante de la Lucha Libre que votó, el pasado 1 de julio, en Monterrey, la tierra de Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, El Bronco, el primer candidato «independiente» a la Presidencia de México. ¿Habrá votado por él?

Por Orlando Jiménez

Orlando Jiménez
Orlando Jiménez, Rino Castro, Memo Gómez y El Apolo.

Pues sí, en mi ir y venir por México y en mi desconfianza eterna en la democracia, me tocó participar en este «tiro» en una de las ciudades que más satisfacciones profesionales me ha dado en el mundo y en donde, como diría el «Galeno del mal»: «¡se me respeta…!». Esta es Monterrey, la tierra por cierto, de Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, El Bronco, aquel candidato «independiente», que en esta elección presidencial propuso mochar manos a los delincuentes… ¡Cuál régimen talibán!

No fue difícil despertar el 1 de julio, por ciertos animalejos que por mala suerte me tocó sufrir en la madrugada en el hotel —¡pinche centro de Monty, no manches, me encanta su decadencia pero pues uuy, a pagar el precio…! Eso ayudó a madrugar.

Prendí la tele como un ritual olvidado, pues hace años que no la veo salvo cuando ando en hoteles y no se junta mucho el trabajo. Ya estaban los medios con sus nalgonas de Multimedios y sus «coberturas especiales». Además creo que ya había algún partido del Mundial.

Primera Caída

Coliseo Monterrey.
El legendario Coliseo de Monterrey.

Un día antes había verificado dónde estaban las casillas especiales más cercanas, una de ellas —tal vez la más importante— estaría instalada en la Central de Autobuses que me quedaba muy cerca, en la TV pasaron un primer reporte de ésta, ya había algunas personas formadas y eran apenas la ocho de la mañana, así que después de un café-jugo-pan me lancé a la misión, me quedaba cerca la estación del metro Del Golfo en la que no había absolutamente una alma, ni en la caseta de información y vigilancia siendo las 9:04 am.

Llegó el metro, y dos estaciones adelante en la parada «Central» ya estaba la raza y también el legendario Coliseo de Monterrey, que era una de las Arenas que me falta conocer «viva», con una función de lucha. Había un anuncio que ya informaba que «El Klan Khaoz» luchará el 15 de julio, cuatro son los contendientes que encabezan este cartel: Charly Rockstar, Cibernético, el Zorro y El Mesías.

Frente a la arena está la famosa central de autobuses y la fila de sufragantes estaba más larga y enroscada que una cobra. Era evidente que éramos mucho más de 750 personas, que si estabas bien informado sabías que era el inamovible número que había de paquetes de boletas para el mismo número de electores foráneos, desde temprano ya se sentía un espíritu colectivo muy… pero muy diferente al que los chavorucailos hemos visto en pasadas ediciones de nuestras “Partidomanías».

Algo flotaba en el ambiente, creo que era magia. Ahí ya se propagaba la noticia de que las «fichas» para esos 750 sufragios ya estaban entregadas, aunque había quien dudaba de la información, pero lo que éramos en ese lugar era solo una masa de foráneos de todos lados, los voluntarios ya hacían la tarea de informar que nos moviéramos a buscar otras casillas especiales.

Primera caída para el bando de la incertidumbre. Pues ya ni modo, a moverse.

Segunda Caída

Alfonso Romo y AMLO
El poderoso empresario regio Alfonso Romo con Andrés Manuel López Obrador (¡Dale un abrazo, Andrés!).

AhÍ comenzó una organización muy especial con la gente que entre desmañanada y confundida quería votar. Empezamos a buscar opciones —ni un tamalito por ahí cerca, a pagar el karma de odiar a los goeblelianos sonidos nocturnos de los “Ri-cos-Tama-lees-guaja-queños”—, un cuate que al igual que yo estaba tratando de informarse me preguntó si sabía de otras casillas, me enteré que  a unos tres kilómetros de allí, en el Hospital Universitario, había una más.

Estábamos sobre la avenida y dos chicas se acercaron, decidimos entonces tomar juntos un taxi. Otras personas también comenzaron a buscar transporte. Por fin se detuvo uno frente a nosotros, pero cuando nos íbamos a subir, el taxista nos dijo: “¡No!, a ustedes no les hice la parada, se la hice a la señorita de allá atrás». Las otras dos chicas que se acercaron también quisieron subir y también fueron rechazadas, hasta que llegó «la señorita» y dijo: “¡pues vámonos todos!, ¡qué se suban todos los que puedan!”, y pues nos subimos ellas tres y nosotros dos rumbo al Hospital Universitario.

En el camino nos comenzamos a preguntar de dónde éramos originarios, Carlos, el cuate, confesó ser del Estado de México, otra de las chicas de Guanajuato, una de San Luis, «yo soy de Tabasco» dijo otra de ellas», «¡Aaaah! Entonces ya sabemos por quién vas a votar» le dijo Carlos hilrante y claro yo, el chilango-lango.

En el camino se nos atravesó, como uno de esos símbolos arquitectónicos faraónicos indestructibles, la cigarrera La Moderna, que perteneció y fue bastión empresarial del traficante de influencias, digo del respetable empresario Alfonso Romo, el empresario regio que se puede apreciar ahora, es clave para lo que está sucediendo. Lo que sea que esté sucediendo.

Eran ya las diez de la mañana y cien personas ya habían participado ahí, es decir quedaban unas 650 boletas, además había una fila para las personas de la tercera edad, que no sabíamos claramente cuántos de ellos tendrían la preferencia para el sufragio. “647, 648, 649, 650… hasta aquí nos van a alcanzar las boletas…” ¡Pum! De nuevo afuera del ring.

Pues ya con esa nueva pandilla arrancamos para el Hospital Universitario en el que tampoco pudimos tachar las boletas, la cola era inmensa. Me di a la tarea de contar los que estábamos formados, me secundó Carlos, como por cien personas no íbamos a alcanzar ficha, así lo comprobamos cuando el que parecía ser el presidente de casilla comenzó a enumerar, con un voluntario muy joven, a las personas.

Eran ya las diez de la mañana y cien personas ya habían participado ahí, es decir quedaban unas 650 boletas, además había una fila para las personas de la tercera edad, que no sabíamos claramente cuántos de ellos tendrían la preferencia para el sufragio. “647, 648, 649, 650… hasta aquí nos van a alcanzar las boletas…” ¡Pum! De nuevo afuera del ring.

Sabía que había 21 casillas especiales en total, entre Monterrey y su área metropolitana y nos informaron que estaba cerca otra en el Colegio Euroamericano (¡kiuvo! ¿qué tal los regios? ¡Eh!, no americano, ni europeo… mashup mortal… ¡Euroamericano!), ahí un amigo más se nos unió, su carácter era un poco más introvertido pero nos ofreció que «si le entrábamos» el ponía el Uber, también se nos unió un señor que laboraba en la misma plaza a la que vino a chambear Carlos y conocían muchas personas en común, nos enteramos que Carlos se dedica a reparar y dar mantenimiento a los elevadores de muchas plazas por el norte de la república.

Llegamos por fin al Colegio Euromericano y también tenía su gentecita. También ahí había algunos que se notaba que preveían irse pronto, que no pensaban que fueran a pasar un buen rato, que venían de hacer ejercicio, que llevaban a sus hijos como prestos al paseo dominical e inclusive planeando ir más tarde al cine, pero como dijo el Bronco en un debate: «le dije a mi mujer que la iba a llevar al cine y no lo hice».

Una madre sin embargo mencionó que iría a ver de nuevo «Los Increíbles 2» con su hijo, a quién le gustó mucho. Al parecer lo habían dejado encargado con familiares, pero su carrito de bebé (FIAT) sirvió como dispensario de los padres durante la hora de estar formados, porque llevaban agua, bolsa, ropa y botana. ¿Y el cine? Bien gracias.

Elección Presidencial
Un representante de casilla regiomontano, dando órdenes a los votantes foráneos.

Estábamos los cuatro que llegamos en taxi cuando pasó un representante de casilla numerando a las personas con un plumón en el brazo, a mí me tocó el 130 en cuenta regresiva, es decir detrás de mí ya sólo quedaban 129 boletas de las 750 disponibles, entonces el amigo que pidió el Uber, propuso ir por los refrescos al Seven más cercano. A mí más tarde me tocaría el turno para ir por otra ronda de chescos.

Comenzamos a convivir entre los que estábamos cerca y dependiendo con quien te tocaba enfrente, el señor trabajador que iba con nosotros, le había tocado el 131 adelante de mí pero de pronto desapareció, se tuvo que ir le djo a Carlos, creo que a las doce tenía que estar en un sitio pero se fue casi a la una, ya que la cola iba haciendo forma digamos de serpiente, como una de esas filas larguísimas del metro Pantitlán, en dónde hasta hay barrotes que van separando y marcando la manera en que, en un gran espacio, se debe ir haciendo una fila ondulada que va ocupando el largo y ancho del lugar.

Durante las horas que estuve allí hice otras migas con un ingeniero en sistemas y con un chico de Ciudad Victoria estudiante y agricultor de cítricos; había una chica rubia, regia pero con blusa tipo itsmeña acompañada de su novio serbio, adquirido en alguno de sus constantes viajes.

Estuvimos al tanto del par de partidos del Mundial. Croacia que se chingó a Dinamarca, y Rusia a España. Fueron momentos cotorros ya que todo el mundo estaba desfasado en el cántico de goles desde su celular, por segundos de diferencia se cantaban los goles en diferentes partes de la fila, cabe mencionar que yo había quedado en una cita para entrevistar a alguien a la una y media, pero les dije que mejor a las dos, y luego que le calculaba como a las tres y media, que iba a salir de allí, le erramos al cálculo de «buen cubero” por veinte minutos, porque después de que voté vi el reloj: 15:10 horas.

Votaciones en Monterrey
Algunos deportista de domingo haciendo fila para votar.

Temas de los que hablamos en lo que estábamos formados ahí, con los chicos y la familia y que al parecer fue posible porque a todos a esa hora ya se nos había acabado la batería del celular fueron cuestionarnos cuál es el gentilicio actualizado de los habitantes de la CDMX, si seguimos siendo “defeños”, sobre cómo no quisimos entrar a la infértil discusión de la definición exacta del término chilango, peor comenzamos a repasar algunos de los gentilicios de nuestras localidades; sobre la lucha libre regia; las relaciones de la política y el fútbol; el separatismo catalán y mis experiencia cuando viví en Lleida, así como la endeble, absurda pero presente en algunos regios, ideología separatista; las diferencias entre la afición y práctica en los deportes entre México y Francia, las diferencias entre la cultura física entre esos países, sobre las ventajas y sobre todo desventajas y hackeos que tendrían los métodos electorales totalmente organizados virtualmente, eso llevó a nuestro joven agricultor a hablar de las profecías orwellianas de «1984», y a «Un Mundo Feliz» de Aldus Huxley.

También hablamos sobre el nuevo sistema Google Assistant y del que había visto una noticia que entraba en operación en México por estos mismos días, de que el ingeniero en sistemas le provocaba miedo (de nuevo el agriculor rememoró ahora a Yuval Noah y su «Sapiens de animales a dioses», sobre lo que dice ahí del trigo verdadera especie dominante del planeta); hablamos del agua en polvo que ya está desarrollada, de cómo funciona y cómo lo trataron de implementar su familia en Tamaulipas, pero que no se había podido porque «los problemas» que azotan a la localidad había perdido a cinco familiares de un solo “golpe». La charla nos llevó a la obra de Eloy Fernández Porta, la cuál recomendé.

Tercera caída y última

Después de votar salimos del colegio y la guardia nos dijo levantando los brazos en señal de victoria: “¡Bien jóvenes, lo lograron!».  En eso el pinche Carlos tenía que preguntar: “bueno y ¿por quién votaron?”, yo dije que no iba a hablar nada sobre eso, pero nuestro joven agricultor dijo que él había anulado, que fue la  posición con la que más me identifiqué, aunque no mencioné nada, por lo que ganó mi admiración mucho más.

Nos subimos cinco al taxi cuando solo cabíamos cuatro, pero todos íbamos al centro de Monterrey.  A mi cita sólo llegué para acordar otra cita y fue ahí que de pura casualidad, al salir del restaurante me encontré sentado en una banca —y con su bastón— al legendario luchador en retiro y hombre de la tercera edad: ¡Rino Castro! Nos tomamos la tradicional foto con el promotor Memo Gómez y el legendario réferi de leyenda El Apolo.

Por cierto, esta fue la única foto en la que se puede ver mi dedo marcado con tinta indeleble. Ni modo como dice Arturo ‘El Rudo’ Rivera: «El que nace marrano muere cochino», «¡Guácala de pollo!» ©

Orlando JiménezOrlando Jimenez, es comunicólogo y especialista en el cine luchas. Autor del libro «Lucha libre dos al hilo» (Editorial Artes de México y el Mundo).