CINISMO FELIZ

Secretitos de amor

Las parejas les pueden unir tanto las cosas lindas como algunas nefastas. Yo me quedo con la imagen de ellos dos solos, cuando él recorría el rostro de ella con la mirada y ella le sonreía a él feliz, para después ir a pedirme un cigarro a escondidas y decirme: «pero que no me vea el Mentecato aquel, ¡le purga que fume!”.

Por Altagracia López

He conocido a un tipo al que su esposa siempre que habla de él le llama: Mentecato. Se envalentona claro y bajando un poco la voz, como si él estuviera cerca, dice: «no te digo que el Mentecato…”, «que llega el Mentecato…», «que hace el Mentecato…». Y después de mucho tiempo de conocerle a ella, tuve la oportunidad, porque no puedo decir el placer de conocerle a él.

Llegué a la reunión y el Mentecato estaba ahí. Ella sola, en una fiesta, en su jugo siempre es simpática, divertida, ingeniosa y un poco pícara, pero esa noche el Mentecato se encontraba presente y ella parecía un tanto apagada, desanimada. Le resté importancia al asunto hasta que noté que cada que ella hacía un comentario, él la descalificaba casi como en un acto reflejo, después ella se ponía de pie y en cuanto eso sucedía él hacía comentarios desagradables sobre los «rollitos» que se le habían desarrollado en la cintura, alguien le hacía a ella una pregunta o le incitaba a hacer un comentario y sin el menor reparo el Mentecato le quitaba la palabra y contestaba cualquier cosa, cuando se refería a ella siempre decía “es que ya saben cómo es ‘ésta’, ¿no?”, “pero ‘ésta’ sigue sin entender nada y ¡¿a quién le extraña?!».

Me resultó tan desagradable que opté por escuchar muy atentamente los comentarios del Mentecato, que empecé a mirarle de arriba a abajo tratando de encontrarle algún atractivo físico, alguna figura atlética o algún golpe en la cabeza que le hubiese provocado tan desagradable personalidad y no, no había nada fuera de lo normal, no era nada atractivo, mas no se podía catalogar como feo, pero lo que sí quedaba clarísimo es que tampoco había ningún tipo de encanto en él, no tenía gracia como conversador, no sabía escuchar a nadie más que a sí mismo, forzaba la risa, movía las manos como tratando de retener la atención y la palabra, vestía como tratando de esconder la mediocridad, hacía historias larguísimas sin sentido o por lo menos con algún final contundente, lo cual a todos terminaba por cansarles, la gente parecía un poco harta de estar cerca de tan nefasto personaje por lo que empezaron a dispersarse por todo el jardín.

Después de algunas horas y algunas cervezas resultó que el Mentecato era un pobrecillo hombre inseguro hasta las cachas como cualquiera podía haber descifrado desde el primer segundo, pero su problema no era lo inferior que se sabía, sino lo superior que consideraba a su esposa, que con todo y rollitos en la cintura era muy guapa, alta, de unos ojos almendrados preciosos y una sonrisa que siempre te contagia.

superman

Aún después de alejarme lo más posible del Mentecato, no pude dejar de observarle, y ahí me di cuenta que cuando estaban solos las cosas eran distintas, le acomodaba el cabello tiernamente, la tocaba constantemente, sonreían dulcemente como si tuvieran en un mundo a parte, un secretito travieso que nadie más debía saber, realmente daban la impresión de ser cómplices, amigos, esposos felices, lo cual por supuesto me intrigó sobremanera, por lo que me armé de valor y me atreví a acercarme de nuevo a la pareja, tomé cualquier pretexto e inicié una conversación superficial, entonces el Mentecato surgió de nuevo, como si le presionara algún botón, de nuevo, irónico, ofensivo y molesto, pero ya no me asusté, y decidí quedarme ahí para descubrir aunque sea una pequeña cosa que me explicara lo que sucedía.

Después de algunas horas y algunas cervezas resultó que el Mentecato era un pobrecillo hombre inseguro hasta las cachas como cualquiera podía haber descifrado desde el primer segundo, pero su problema no era lo inferior que se sabía, sino lo superior que consideraba a su esposa, que con todo y «rollitos» en la cintura era muy guapa, alta, de unos ojos almendrados preciosos y una sonrisa que siempre te contagia.

Además simpática, bailadora incansable, sociable de una forma simple, natural y exitosa en su vida profesional. Él, en cambio, siendo estrecho de mente y gris de carácter no tenía más remedio que admirarla en secreto, reconocerle en soledad, cuando nadie parecía prestar atención y sobajarla en público, no tanto para herirla, como para que nadie notara todo lo que ella era y él no, para que nadie se preguntara ¿cómo es que alguien como ella había elegido a alguien como él?

Se esforzaba tanto en tratar de eliminarle las virtudes para sentir que eran el uno para el otro, que daba un poco de pena su empeño en igualar el marcador, y hasta cierto punto era comprensible porque claro el carisma y una buena personalidad no es cosa que se aprenda o se contagie, así que él sabía que era algo que no podría lograr y por ende ofrecer.

Debe ser agotador -pensaba yo- que si no tienes cuidado podrías incluso sentir un poco de empatía por él y mirarla a ella con un poco de recelo, pero entonces recordé que para ella es su tercer matrimonio, y de la ruptura de los dos anteriores se culpa contundentemente y se ha hecho la firme promesa de cumplir el sueño de un amor para toda la vida, lo cual pues es el caldo de cultivo para los personajes como él, ¿no?, ¿qué más puede pedir un individuo de esas características que una mujer comprometida a no dejarse amedrentar por un hombrecillo insignificante por muy Mentecato que se ponga en público?

En fin, a las parejas les pueden unir tanto las cosas lindas como algunas nefastas. Yo me quedo con la imagen de ellos dos solos, cuando él recorría el rostro de ella con la mirada y ella le sonreía a él feliz, para después ir a pedirme un cigarro a escondidas y decirme: «pero que no me vea el Mentecato aquel, ¡le purga que fume!”. ©

Altagracia López
Altagracia.

Altagracia López es una simple guarra graduada de la Escuela del Tratado de la Opinión,  de Mexicali, Baja California.