A VECES ME DESPRECIO

El espíritu sonoro del cronista de las catástrofes

La memoria me hacía jugarretas a la hora de recordar rolas sobre tormentas o lluvias pertinaces. De pronto, entré en trance trasantlántico y me trasladé hasta un concierto de Led Zeppelin en el Viejo Continente, justo cuando cantaban “The Rain Song”.

Por Félix Morriña

«Lluvia, tus besos fríos, como la lluvia
que gota a gota fueron enfriando
mi alma, mi cuerpo y mi ser.»

—Luis Ángel Márquez

¡En donde tú ves belleza, yo veo catástrofe! Así, sin más soberbia periodística que la verdad ejercida en una urbe como la del altiplano mexiquense, en pleno centro de Metepec, en la que la tormenta registrada la tarde del último día de julio (¡vaya manera de despedirse!) dejó a todos perplejos por la intensidad, la duración, la granizada, el ritmo incesante “in crescendo” de rabiosa lluvia sobre tierra, adobe, barro, cemento y adoquín, haciéndose presente para recordarnos nuestra ínfima presencia, pero manifestando belleza dentro del horror de las masas, en donde las inundaciones y sus derivados problemas desearían muchos, cientos, y hasta miles de personas, no se hubiera caído el cielo.

Tú ves la belleza en la lluvia, en el agua, en el hielo hecho granizo “besar” la tierra. Yo veo pérdidas considerables para algunos comerciantes y amas de casa a las que se les metió el agua hasta la recámara; inundaciones y tránsito vehicular pesado, entre otros malestares, incluyendo gripes, resfriados y anexas. Lo único que sé en concreto, es que al final disfruté, como pocas veces, esas ráfagas feroces de vital líquido sobre los tejados del Mercado Artesanal de Metepec, cuyas tejas se movían al antojo del granizo, pero sin caerse, sin romperse.

Por momentos molesto e incómodo por la furia de Tláloc, mientras engullía hambriento los sagrados alimentos, hechos por las mágicas manos de Doña Bertha (¡uno siempre regresa al lugar del crimen!) en la carpa de comida del Mercado Artesanal de Metepec. “Camba”, mi amiga artesana que ha estado desde hace medio año burlando al cáncer terminal como si fuese Maradona o Hugo Sánchez, veía la tormenta con ojos de conocimiento indígena; mientras su “Servibar y amigo” traía consigo el espíritu del cronista de las catástrofes. “¡Lo siento!, estoy en mi papel, en el protagónico, eso significa que mi humor negro está en su mejor momento del día”, le dije mientras seguía sorteando los pocos granizos que llegaban hasta mi cara y plato.

¡Es divertido, al mismo tiempo molesto! Tal vez un poco de “Riders On The Storm” de The Doors de fondo, haría las cosas más idóneas; tal vez si escuchara “Have You Ever Seen The Rain” de Creedence Clearwater Revival, me cambiaría un poco el estado de ánimo. ¡Claro!, un trago de whisky, tequila, amarguito, Garañona, ¡vamos!, hasta un café de olla con piquete hubiera sido estupendo en ese momento de la tormenta. ¡Bueno!, ayudó mucho el material didáctico herbolario consumido con anterioridad, el cual disfruté mucho al ir en moto despeinándome hacia el centro de “Metepunk”, pueblo artesanal, maestros del barro.

A mitad de tormenta se me antojó un fernet con cola, estilo cordobés argentino, para entonar “November Rain” de Guns N’ Roses, y ya entrados en calor, darle a la danza contemporánea con vaso de una “Chávezmaya Special”, es decir, Garañona preparada (agua mineral, jarabe, limón, hielos, etc), con “Purple Rain” de Prince.

Deben existir decenas de canciones de todo tipo de género musical e idiomas que cuenten experiencias, anécdotas y vivencias atroces, como únicas, sobre las intensas lluvias, tormentas y demás conceptos atmosféricos. Aquí se me ocurrieron estas porque tuvieron que ver con mi estado de ánimo en ese momento, y porque me eché un clavado en la red cibernética para sacarme airoso del caso, pero sería prudente un juego de memoria de rolas que tengan que ver con el tema, que sean poco conocidas o prácticamente olvidadas.

Tras la exitosa conferencia de prensa de la semana pasada sobre artesanías hechas con materiales reciclados del colectivo “Artesanías Camba Mi Morenita”, decidimos hasta ahora, el último día de julio, comer por vez primera, “Camba” y este interlocutor, en uno de los locales más representativos para mí en Metepec, no sólo porque se come delicioso, sino porque ahí, mucho antes de la remodelación, bebía como “Dios no manda” con mi compadre, el artesano, dibujante y gritante punk (otrora gutural cantante de “Los Orines de Puerco”) Raúl Rock, para mis lectores que no lo conocen, una de las figuras culturales más representativas y veteranas del “Pueblo Mágico”.

Los locales, entonces puestos de la familia de Doña Bertha y demás comerciantes, a mediados de la primera década del presente siglo, nos dejaban ingerir cantidades industriales de alcohol toda la semana. ¡Casi dormíamos ahí! Para este momento chusco, se me antojaron las rolas “No Rain” de Blind Melon; “Why Does It Always Rain On Me” de Travis; “Llueve sobre mojado” de Joaquín Sabina y Fito Páez y “Mil horas” de Los Abuelos de la Nada (dos rolas en español y dos en lengua sajona para esta parte del texto). 

La memoria me hacía jugarretas a la hora de recordar rolas sobre tormentas o lluvias pertinaces. De pronto, entré en trance trasantlántico y me trasladé hasta un concierto de Led Zeppelin en el Viejo Continente, justo cuando cantaban “The Rain Song”, y de inmediato empecé a dedicarla a todos mis seres amados y seres importantes en mi existencia, que nacieron en el mes de agosto, desde mi hermana Elidia, el poeta Pedro Salvador Ale, mi “Chrissie Hynde” del altiplano mexiquense; hasta la Yaya, América Juárez y algunas aves de paso, que siendo leonas, me han hecho mejor ser humano. ¡Felicidades anticipadas! ¡Salud!

Esta canción, no sólo es mítica, sino forma parte del repertorio sutil, discreto, espiritual y amoroso de Led Zeppelin, por lo que pido disfrútenla, llévenla consigo y vívanla intensamente, de “¡Corazón, palabra y pensamiento!”. Que en unas de sus estrofas llueve así: “Esta es la primavera de mi amor./ La segunda estación que he de conocer./ Eres la luz que me hace crecer,/ tan poco calor que he sentido antes./ No es difícil sentirme brillar./ Estuve mirando el fuego que lento crecía./ Este es el verano de mi sonreír./ ¡Huyan de mí, guardianes de las tinieblas!/ Háblame sólo con tus ojos/ Es a ti, a quien doy esta canción./ No es tan difícil de reconocer/ estas cosas resultan claras a todos de vez en cuando./ Habla, habla, habla, habla/ He sentido el frío de mi invierno,/ nunca pensé que te irías./ Maldije a las tinieblas que cayeron sobre nosotros,/ pero yo sé que te amo tanto./ ¡Oh!, pero yo sé que te amo tanto./ Estas son las estaciones de las emociones/ y como el viento se elevan y se caen./ Ésta es la maravilla de la devoción,/ veo la antorcha que todos debemos sostener./ Éste es el misterio del cociente,/ sobre todos nosotros, un poco de lluvia debe caer”.

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*Versión despreciable de la respetable columna Silencios Estereofónicos de Félix Morriña, publicada en el diario Impulso.

Félix Morriña
Dandy pero punk.

Félix Morriña es periodista y promotor  etílico-cultural. Columnista en Impulso, Semanario Punto Revista Ágora. “Este oficio sí es para cínicos”, podría ser el título de su libro de crónicas culturales.