DANDYS Y CÍNICOS

Tras las letras —y comas— del maestro Batis

No he regresado a Tepoz, para saciar esa tonta curiosidad de encontrar el libro de Batis, y ahora que estoy más cerca, en Cuernavaca, no tengo dinero para comprarlo y el maestro ya me ganó la carrera con su huida al más allá, el 22 de agosto.

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

Murió el maestro Huberto Batis este mes de agosto de 2018, a quien no conocí en persona pero con quien sentía cierta empatía al leerlo, sobre todo en sus últimas crónicas dominicales publicadas en el suplemento cultural Confabulario, del diario El Universal, y también por su gusto por «la Muñeca de papel» Bibi Gaytán. Recuerdo que en una de sus Memorias de un editor contaba su paso por el hospital porque ya andaba muy enfermo, otra de cuando conoció a su esposa en un taller de cultura, o algo así. Me gustaba mucho ese modo de escribir con humor turbio sobre cosas tan, en apariencia, triviales o irrelevantes.

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Huberto Batis y la «Muñeca de papel» Bibi Gaytán. Foto: Aarón Sánchez.

Recién compré la revista Transgresiones que estuvo dedicada a él. Aunque creo que le faltaron muchos más textos que analizaran o contaran más experiencias con el maestro de varios periodistas culturales de este país, pues sólo vi que tiene dos o tres ensayos dedicados al editor, crítico y catedrático —que en esto último algunos que lo conocieron afirman que era un desastre—, me enteré ahí que iba para sacerdote y que el hermano de su abuelo lo canonizó Juan Pablo Segundo para convertirlo en san Luis Batis.

Cuenta José Sobrevilla que los jesuitas le dijeron a Huberto, después de cinco años de estar con ellos, que su vocación no era firme y que hiciera de su vida lo que el Altísimo le indicara. Así que se fue a buscar mejor suerte a la literatura y un amigo de su tío, llamado Agustín Yáñez, le advirtió que aunque no tenía vocación literaria, le ayudaría con tres cartas que seguro le abrirían el camino: una para Alfonso Reyes, otra para el rector de la UNAM, Nabor Carrillo, y la última para el Centro Nacional de Escritores.

En otra parte del texto señala algo que pasa con los que cargamos libros cuando nos mudamos, sí el preguntarnos: qué pasará con las decenas de libros que hemos ido «acumulando» durante años, cuando nos toque estirar la pata. Batis le expresó en el 2011 a Jorge Meléndez Preciado que le hiciera un favor a sus parientes: «antes de morir échalos a un carretón y tíralos, porque les va a costar dinero llevárselos; y es que por kilo no se venden, generalmente no compran libros, únicamente papel periódico».

Recién me mudé a Cuernavaca y de las pocas cosas que me traje –además de algunos perros heredados por mi madre– fueron cajas con libros —mi cómodo y amplio colchón, por cierto, voló en la carretera, pero esa es otra historia—, entre estos venía esa revista que tal vez un día mis amigos o mis familiares la echarán al kilo, junto con los perros que me dejó mi madre.

Desde hace años, por cierto, me surgió la curiosidad de comprar ese libro de Batis: «Por sus comas los conoceréis» (CONACULTA, 2001) y aunque lo tengo en PDF —gracias al apoyo de la editora Mireya Vega—, me interesaba tenerlo entre mi cerro de libros. Me dijeron pues en la librería donde pregunté —allá en la Ciudad de México—, que existía un ejemplar en su sucursal de Tepoztlán.

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Desde hace años me surgió la curiosidad de comprar el libro de Batis: «Por sus comas los conoceréis» (CONACULTA, 2001) y aunque lo tengo en PDF —gracias al apoyo de la editora Mireya Vega—, me interesa —porque sí—tenerlo entre mi cerro de libros. Me dijeron en la librería donde pregunté —allá en la Ciudad de México—, que existía un ejemplar en su sucursal de Tepoztlán, a donde he tenido la intención de ir desde hace tiempo particularmente a eso, pues fui en diciembre pasado para encontrarme con Tim Burton en el Baticine, después de enterar a su producción que en esa sala de cine ubicada en este pueblo mágico, están resguardadas las primeras películas de El Santo. Difícil entonces pasar por el libro, pues mis amigos que pusieron el auto jamás entenderían mi absurda historia que ahora cuento aquí.

No he regresado a Tepoz, para saciar esa tonta curiosidad de encontrar el libro de Batis, y ahora que estoy más cerca, en Cuernavaca, no tengo el dinero para comprarlo y el maestro me ganó la carrera con su huida al más allá, el 22 de agosto. Que si no lo encuentro porque iré por él, ya que tenga un poco de dinero, pues es lo de menos porque muy en el fondo éste y otros pretextos bobos me trajeron a Morelos, cargando algunos trapos, una cafetera, un plato, un tenedor —me faltó una cuchara— y unas cajas de libros con la revista que trae un dibujo de Batis en su portada, quedan las palabras que como escribió una vez el poeta Fernando Pessoa hay que buscarlas como el misterio debajo de las piedras.

Larga vida a las letras —y sus comas— del maestro Huberto Batis. Nos vemos en el infierno.

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José Antonio Monterrosas Figueiras
Reportero Repicante.

José Antonio Monterrosas Figueiras es editor cínico en Los Cínicos, ha colaborado en revistas de crítica cultural como Replicante Revés