CINISMO TENTADOR

Ósculo y opúsculo sobre la incertidumbre

Aquí se pretende —sin caer en fanatismos o moralismos—, analizar este fenómeno de la infidelidad desde diversos ángulos para llegar, tras un diagnóstico a una posible solución, comprendiendo que en asuntos de relaciones interpersonales no hay respuestas universales ni fórmulas mágicas.

Por Juan Carlos Carrillo de Alba

El novio distraído. Foto: Antonio Guillem (Getty Images).

Una de las situaciones que suele poner en crisis e incluso hundir un matrimonio o relación de pareja, es el asunto de la infidelidad, sin lugar a dudas. Arrasando en algunos casos los vínculos conyugales, lesionando —casi siempre de manera irreparable— la confianza que una vez se tuvo hacia la lealtad de la pareja. 

Creo que la mayor parte de las relaciones en alguna etapa están expuestas a enfrentar —una o muchas veces— esta problemática. Generando tormento a ambas partes; por un lado decepción y desilusión al ofendido, como angustia y culpa para quien es infiel. 

Lamentablemente no estamos cognitiva ni emocionalmente preparados para enfrentar esta situación, lo que nos condena a repetir innumerables historias de sufrimiento y desamor. 

Aquí se pretende, sin caer en fanatismos o moralismos, analizar este fenómeno desde diversos ángulos para llegar, tras un diagnóstico a una posible solución, comprendiendo que en asuntos de relaciones interpersonales no hay respuestas universales ni fórmulas mágicas.

El mito de la fidelidad

Lady Diana y el Principe Carlos, una historia real de infidelidades.

Una situación que problematiza un posible análisis sobre la infidelidad, estriba en el hecho de no haber una definición clara y unívoca de lo que es “ser fiel”. Para algunos la traición se configura con el acto sexual del cónyuge con otra persona que no es la pareja, mientras para otros el adulterio puede darse con la pura imaginación, “mirar con deseo” o lujuria a alguien, como lo afirmó el cristianismo en su momento. Ante la falta de criterio tendremos que elaborar una propuesta, discutible por supuesto, sobre cuándo comienza a darse la infidelidad dentro del modelo de relación monógamo. 

Otra situación es la concepción errónea del paradigma del amor o el “deber ser” de las relaciones afectivas; producto de un romanticismo antinatural, anti-biológico e ilógico; influido por una milenaria ideologización religiosa que partía de presupuestos falsos: el matrimonio es “hasta que la muerte los separe” y los dos serán “una sola carne”. 

Nuestra condición sexual fisiológica de primates superiores no nos permite, en la gran mayoría de los casos, ser fieles de manera total y absoluta. Aparte los estudiosos de las Ciencias Sociales, como Engels o Morgan, han corroborado que el modelo parental basado en la relación monogámica es un acuerdo social establecido para salvaguardar la propiedad privada y su respectiva reproducción a través del derecho a herencia.

Nuestra condición sexual fisiológica de primates superiores no nos permite, en la gran mayoría de los casos, ser fieles de manera total y absoluta. Aparte los estudiosos de las Ciencias Sociales, como Engels o Morgan, han corroborado que el modelo parental basado en la relación monogámica es un acuerdo social establecido para salvaguardar la propiedad privada y su respectiva reproducción a través del derecho a herencia. 

La sociología del conflicto menciona la función social que han tenido el adulterio y la prostitución para la estabilidad de la institución familiar, siendo fugas de escape o desahogo ante tantos deberes. Aún así no dejamos de reconocer que esto genera malestar, infelicidad y desilusión hacia las esposas y maridos engañados. 

Sin establecer un criterio unívoco para definir el concepto polisémico de la infidelidad, elaboro una propuesta personal a la cual he decidido llamar fidelómetro, cuya función sería intentar establecer un límite de cuándo —objetivamente hablando— estamos ante un comportamiento infiel de alguno o ambos miembros de la pareja, basándonos en conductas externas verificables. 

Grados de infidelidad

Reconociendo la dificultad implícita, nos aventuramos a buscar un referente de comportamiento, guiándonos por el hecho que en el quehacer ético nos movemos en espectros de grises claro-oscuros, donde solamente unos pocos llegan a negro o blanco, habiendo una amplia gama de posibilidades intermedias. Analicemos entonces el presente esquema. 

Esquema del fidelómetro. Los grados de fidelidad 

El esquema consta de una línea graduada con diez niveles que se leen de derecha a izquierda. Los primeros cinco van desde la fidelidad total, recorriendo diversos grados donde se es menos fiel conforme se va avanzando, sin ser infiel todavía, hasta llegar al Umbral de la Fidelidad. Pasando este límite que se traspasa con las caricias íntimas, se van recorriendo niveles en los cuales la infidelidad es un hecho dado. Analicemos cada uno de los grados del fidelómetro

1. Totalmente fiel

Se define como el comportamiento psico-emocional y sexual donde se respeta, de manera íntegra, el contrato de exclusividad monogámica de la relación. Suele cumplirse de forma cabal durante la etapa de enamoramiento, la cual se caracteriza por su intensidad pero también por ser efímera. 

Posteriormente, entre el tercer mes a los dos años, lo que podríamos llamar “la droga del amor” va perdiendo efecto. Cuando termina el enamoramiento para preservar la fidelidad, en teoría y según los acérrimos moralistas, intervienen la voluntad, valores y convicciones; sin embargo, esto no sucede la mayor parte de las ocasiones. Una fuerte atracción sexual por otra persona y eso lo demuestra la Historia, puede hacer tambalear a la persona que podría parecer la más firme. Amén que el estado de fidelidad suele verse mermado por el desgaste que va teniendo la relación, así como desilusiones que se van obteniendo por parte del cónyuge. 

2. Fantasía erótica ocasional

Contrariando una falsa creencia romanticista, se puede tener una visión imaginaria deleitable de estar con otra persona, aún estando enamorado de la pareja en turno. Si bien la fidelidad se ha promovido como gran valor e ideal a alcanzar, nuestra naturaleza sexual primigenia no es monógama, a lo largo de la vida pueden llegar a gustarnos o atraernos muchas personas, lo cual no significa necesariamente traicionar al cónyuge con la primera persona sexualmente atractiva que se nos presente. Para que exista infidelidad se pasa por un proceso de transformación psico-afectiva que posibilite desvincularse de la pareja para poderse relacionar con otras personas. 

la fantasía es una fuga necesaria para aliviar el estrés cotidiano, mayor estando casados, en un contexto que multiplica las obligaciones a costa de los derechos, parafraseando al buen Schopenhauer. Los más puritanos, moralistas o literalistas bíblicos (para no decir fundamentalistas), verán infidelidad o pecado en cualquier deseo erótico fuera del vínculo matrimonial. Para los liberales en cambio, para que se produzca adulterio aún queda trecho por recorrer

El libro vaquero.

Durante la vigilia se vive —numerosas veces al día— un proceso paradójico de “soñar despiertos”. Cuando vemos pasar gente atractiva en la calle, las imágenes sexualmente sugerentes en revistas o periódicos, así como los actores o actrices que en la televisión y cine excitan nuestra percepción audiovisual. Sin duda el erotismo que circula constantemente los medios de comunicación, estimula la imaginación y difícilmente permite preservarnos de “pecar” alguna vez con el pensamiento sin concretar la obra. 

Por otro lado, la fantasía es una fuga necesaria para aliviar el estrés cotidiano, mayor estando casados, en un contexto que multiplica las obligaciones a costa de los derechos, parafraseando al buen Schopenhauer. Los más puritanos, moralistas o literalistas bíblicos (para no decir fundamentalistas), verán infidelidad o pecado en cualquier deseo erótico fuera del vínculo matrimonial. Para los liberales en cambio, para que se produzca adulterio aún queda trecho por recorrer. 

3. Masturbación /fantasía recurrente /pornografía

Todos recordamos esa adolescencia caracterizada, en muchos casos, por la timidez e inseguridad para acercarnos a las personas por las cuales sentíamos atracción sexual. Como no podíamos satisfacernos ni era posible renunciar a las exigencias del instinto; las fantasías eróticas y la masturbación fueron, para la mayoría, una abreacción para la vida sexual adulta. 

Disciplinas como psicología y sexología han valorado la importancia de la masturbación para el desarrollo psicosexual de la persona, porque ayuda a conocer nuestro cuerpo, además de ser una deliciosa fuente de placer que nos podemos proporcionar a nosotros mismos. Gracias a la redención que ha hecho la Ciencia en torno a la sexualidad, la masturbación ya no es pecado ni perversión. 

En el caso del vínculo marital, masturbarse o disfrutar de la pornografía no es, en sentido estricto, infidelidad ni causal directa de divorcio. Pero sí puede generar algún distanciamiento, sobre todo cuando no se guarda la debida discreción, se es desatento o la pareja es demasiado controladora. 

Es mejor que el vibrador.

En el caso del vínculo marital, masturbarse o disfrutar de la pornografía no es, en sentido estricto, infidelidad ni causal directa de divorcio. Pero sí puede generar algún distanciamiento, sobre todo cuando no se guarda la debida discreción, se es desatento o la pareja es demasiado controladora. 

La mayor parte de los casados practica de manera ocasional o frecuente el autoerotismo, siendo este comportamiento algo natural y propio de la especie primate-humana a la cual pertenecemos; tampoco hay una regla establecida cuándo masturbarse. Es positiva siempre y cuando no se desatiendan en demasía las necesidades sexo-afectivas de la pareja y puede ser útil, en un momento dado, como fuga de escape para evitar la infidelidad; sobre todo cuando por diversas circunstancias, como enfermedad o trabajo, se aplaza la relación sexual entre los esposos. 

4. Coqueteo.

Es una definición muy amplia porque engloba diversos comportamientos. Coquetear es conjunto o juego de expresiones verbales, gestos, actitudes y conductas amables que buscan, implícita o explícitamente, despertar el deseo sexual de la otra persona. 

Una característica esencial de este jugueteo es el intercambio y reciprocidad del ser a quien se coquetea, mostrando de alguna manera agrado por esta manifestación sexo-afectiva. Presentándose miradas, sonrisas, halagos y acercamientos que pueden o no llegar a más. 

A menudo se confunde coqueteo con amabilidad, ¿será?

A menudo se confunde coqueteo con amabilidad, aunque quienes entran en este proceso son personas que se gustan o atraen sexualmente. A veces uno intenta hacerlo, pero la otra persona no da pauta para continuar. Cuando se es coqueto con alguien externo a la relación marital, puede en esta faceta traer consecuencias más o menos graves con el cónyuge, pues es un juego bastante peligroso que inflama el enamoramiento. Si se tiene la firme convicción de fidelidad hacia la pareja, se recomienda poner fin a este juego. 

5. Primera fase del cortejo

Es la etapa más cercana al comportamiento de la infidelidad, antes de cruzar el Umbral de la Fidelidad. Aquí se da un comportamiento técnicamente imposible confundir con amabilidad, pues se da clara manifestación de atracción amorosa o sexual entre las personas. 

Escribir cartas, dar obsequios, charlas íntimas a solas, buscar pasar agradablemente la mayor parte del tiempo juntos. Dichas situaciones se dan frecuentemente entre compañeros de trabajo que conviven muchas horas fuera de casa. Entre quienes surge una natural simpatía que desemboca en la atracción. En ese momento, aunque no ha habido acercamientos sexuales, el cónyuge comienza a darse cuenta que algo raro le pasa a la pareja. Sonrisas idiotas, suspiros, mucho tiempo en Internet, llamadas a deshoras, cambios inesperados en la rutina o la presencia de objetos extraños en la casa. Sin necesidad de ser celotípico, puede tener elementos para sospechar de una probable aventura. 

Quien se retira a tiempo —cosa que rara vez sucede— debemos confesar, puede salvar su matrimonio sin mayores consecuencias, sobre todo si la otra persona no se ha enterado aún de la aventura. Todavía no se han dado el primer beso, a lo mucho roces discretos. Claro, muchos acelerados suelen brincar esta etapa y pasar directo a la siguiente. 

6. Segunda fase del cortejo

 La primera etapa suele ser bastante rápida, es aquí cuando se pasan de las palabras a los hechos. Termina la poesía y comienza el primero de una serie indefinida de besos, abrazos y tocamientos ligeros, pero con clara intención sexo-erótica. En este contacto físico, aunque previo, puede decirse que es el inicio del acto sexual. 

Aquí comienza la infidelidad, aunque en una fase incipiente, pero claramente percibida. Por atracción gravitacional se llega de forma casi inevitable al acto de la copulación completa, consumando lo que legalmente se llama adulterio. I

7. Primera relación sexual /sexo ocasional

La cópula entre los amantes se da como consecuencia natural del juego erótico, realizándose el ayuntamiento carnal con o sin la penetración vaginal. Como la infidelidad o adulterio es una acción que trastoca los códigos morales establecidos, la pareja se cita furtivamente en hoteles o “lugares discretos” para desahogar sus pasiones. 

Hotel a la mínima provocación.

La cópula entre los amantes se da como consecuencia natural del juego erótico, realizándose el ayuntamiento carnal con o sin la penetración vaginal. Como la infidelidad o adulterio es una acción que trastoca los códigos morales establecidos, la pareja se cita furtivamente en hoteles o “lugares discretos” para desahogar sus pasiones. 

Pese a la discreción, los peligros están al asecho en forma de embarazos no deseados o enfermedades de transmisión sexual que ponen en peligro la salud o vida tanto de la persona infiel como la parte ofendida. Las consecuencias de un acto sexual de esta naturaleza pueden ser irreversibles, no dejando de mencionar que la confianza sufre un daño irreparable. 

En caso de no haber un cortejo prolongado, como sucede en una aventura ocasional, durante un viaje de negocios o noche de copas, las consecuencias son las mismas, así como los riesgos. Ante la situación de algún “raro arrepentimiento” es casi imposible, si no es con terapia psicológica, reparar la confianza en esa relación. 

8. Infidelidad recurrente /frecuentar prostitutes

Se repite la experiencia, con la nueva pareja u otras aventuras ocasionales; la segunda situación es frecuente en personas cuyo trabajo las hace viajar o ausentarse mucho tiempo de casa. 

9. Relación con amante

Camionero, hombre de familia y muy enamorado de su esposa, pero en uno de sus viajes casi atropella a una bella joven de quien se enamora perdidamente.

Es cuando se da vinculación estable con la otra pareja, quien en un momento dado reclama derechos conyugales, rivalizando con la pareja oficial. Exigen el divorcio al miembro casado, haciendo que éste prometa dejar a su cónyuge, lo cual en la mayoría de los casos es una promesa incumplida. No son pocas las ocasiones que hay enfrentamientos y declarados entre amante y esposa por quedarse con el marido. 

10. Total infidelidad: dejar al cónyuge por amante

Son situaciones poco frecuentes pero llegan a suscitarse. Aunque el embarazo de una amante puede ocasionar —en un momento dado— el divorcio del miembro casado: o en caso de ser la mujer quien engaña, si se embaraza tratará de mentirle al marido haciéndole creer que el bebé es suyo. Sin embargo, la mayor parte de las ocasiones las personas infieles no se casan con sus amantes, para llegar a ese cometido, salvo excepciones, es necesario tener el entendimiento sumamente ofuscado. 

Propuesta para una relación inteligente

El psicoterapeuta Walter Riso recomienda no sobreestimar la fuerza del amor a límites humanamente imposibles, sino abrir los ojos a la realidad y reconocer que la infidelidad nos puede tentar alguna vez; por lo cual es imperativo estar dispuesto a sopesar en una balanza el costo-beneficio de la decisión que tomemos. 

Antes de enfrentarnos al problema de la decisión de ser fiel o no a la pareja, debemos ser realistas y tomar en cuenta que como humanos tenemos necesidades biológicas que provocarán nos gusten varias personas a lo largo de nuestra vida y eso no va a implicar que tomemos, en un momento dado, la decisión de cambiar de relación o traicionar la exclusividad sexo-afectiva que alguna vez estuvimos convencidos de guardar. 

Para no complicarnos, caray.

Por otro lado, conviene tomar en cuenta que estamos en un periodo de crisis en la institución del matrimonio duradero, ningún amor es para siempre y la traición, de nosotros o la otra persona, puede estar al asecho. Sobre todo si no tenemos valores, convicciones firmes o la tentación es muy fuerte. 

Sin pretender dar una solución universal pues cada persona, éticamente hablando, debe arreglar individualmente su problema, buscando también ayuda de psicoterapeutas o amigos —y amigas— con quienes hay empatía. Planteo de manera genérica tres escenarios que podemos valorar antes de decidir; los cuales son posibles opciones éticas. 

1. Vivir plenamente la aventura, así como terminar la relación de la que no se está convencido. Tal vez conviene tomarla si ya están agotadas las opciones de salvación o viabilidad del matrimonio, aunque lo ideal sería estar separado antes de comenzar una nueva relación, pero si no se pudo, lo más congruente y honesto es separarse de la persona que ya no se quiere estar. Claro, muchos no toman esta decisión por la pérdida de beneficios materiales que implica un divorcio, el nivel de dependencia emocional, así como los enormes riesgos que se corren al envolvernos en otra situación amorosa, tomando en cuenta el factor del fracaso. 

Nicole Kidman y Tom Cruise, en la última película de Stanley Kubrick, «Eyes wide shut», historia de celos e infidelidades.

2. No romper el matrimonio y llevar una doble vida. Muchos encuentran ventajosa la decisión de no enfrentar un divorcio que empequeñecerá significativamente el patrimonio familiar y el sueldo, así como vivir una estimulante aventura amorosa que eleva como espuma el vapuleado ego de quien vive una relación marital insatisfactoria. 

Entre los inconvenientes podemos mencionar el permanente sentimiento de culpa, así como la angustia de ser descubierto por el cónyuge. Aún cuando diariamente busque auto-engañarse con la fantasía que el otro no se dará cuenta de la mentira, tarde o temprano la verdad saldrá a la luz con el consiguiente rompimiento. 

Tener una doble vida significa no decidir entre el divorcio o ser fiel, navegando irresponsablemente en el peligroso río de la infidelidad por no tener el valor de tomar una decisión congruente, dejando que las circunstancias decidan por uno. 

3. Resistir a la tentación y ser fiel. Es la opción moral más aceptada por la sociedad admiradora del paradigma monógamo del amor, siendo la mejor decisión en caso de haber todavía afecto por la pareja. La desventaja surge cuando se está al lado de una persona a la que no se quiere. Tampoco conviene seguir la relación si se está con alguien que no nos ama, causa maltrato o es obstáculo para nuestro crecimiento personal.

Y si ninguna de estas funciona, como dice la canción: «Vamos a ser feliz, vamos a ser feliz, felices los cuatro, te agrandamos el cuarto».

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Juan Carlos Carrillo de Alba es filósofo de profesión que ha dedicado gran parte de su tiempo a la docencia en educación normal. Actualmente se desempeña como capacitador docente. Inquieto lector de autores como Platón, Voltaire, Marx, Freud y Russell. Incursionando en la aventura de desarrollar un pensamiento propio el cual está en constante construcción y deconstrucción. Librepensador con tendencias socialdemócratas, pero con nostalgias quijotescas.