A VECES ME DESPRECIO
Bitácora de un adicto al sexo
En este libro, digno de todo buró, están muchas de mis vivencias a lado de mi maestro, por lo que si se atreven a echarse un clavado en mi «kamastro», sabrán de qué lado masca la iguana. ¡Disfruten de la cama, úsenla bien, para lo que sea! ¡Buen sudor esta noche y todas las que vienen!
Por Félix Morriña

Daba vueltas la cabeza en mis aposentos sobre qué debía escribir para el clásico día del festejo del «kamastro», o séase, el Día del amor y la amistad, y no daba en el Punto —G—, hasta que al levantarme, a las tres de la madrugada, para servirme un buen trago de caro whisky, arrumbado en una esquina del estudio de la casa, volteé hacia mi pequeño altar erotómano y un libro gritaba ser releído para susodicha ocasión: Hoteles de paso. Amores para siempre de mi maestro César Silva Gamboa (Ediciones Cal y Arena, 2002). De facto decidí honrar la memoria y las vivencias de otra época, cuando todo era felicidad y el único compromiso era con uno mismo, con la profesión periodística y las honrosas féminas, fieles acompañantes, eran una por día, y a veces, más. ¡La juventud y las ganas de comerse a todas por igual, hasta que descubres que cada una tiene su sello (de garantía)!
Recuerdo que todas mis amantes me preguntaban semana a semana en la década de los años 90, justo en el mejor despegue de mi carrera periodística, por el simple hecho de estar en la sección más elogiada del extinto periódico El Nacional, si la columna de César Silva Gamboa, mejor conocido en los espacios cinco estrellas como “El Brujo”, eran todas historias ciertas, porque de serlo, ellas querrían ser parte de esa experiencia en camas disponibles de toda la urbe, entonces, más poblada del mundo, la Ciudad de México.
Yo contestaba como me enseñó mi maestro: “La verdad supera la ficción, sólo son aventuras envidiables para cualquiera, incluido el autor”. Lo cierto es que fui mudo testigo por muchos años de un gran porcentaje de las aventuras de mi hoy sexagenario tutor, incluso me tocó ver los borradores sobre un viejo escritorio convertido en diminuta cama en su oficina de la redacción de El Nacional. También me tocó quitarle de encima muchos problemas con bravas féminas que lo buscaban para darle continuidad a las osadías, o para reclamarle las ausencias o plantones por trabajo. La vida de un periodista, siempre pende de un hilo en la entrepierna. Cuando no es por una cosa, es por otra, o simplemente, por las mujeres.
Hoteles de paso. Amores para siempre no sólo es un sabroso catálogo de esas instituciones indispensables para los lujos, las ceremonias y las fiestas de la carne. También da cuenta de los despropósitos de un hombre enamorado de las mujeres en estos tiempos en que el cólera parece la menor de las amenazas que se ciernen sobre Eros y sus carnes.

Hoteles de paso. Amores para siempre no sólo es un sabroso catálogo de esas instituciones indispensables para los lujos, las ceremonias y las fiestas de la carne. También da cuenta de los despropósitos de un hombre enamorado de las mujeres en estos tiempos en que el cólera parece la menor de las amenazas que se ciernen sobre Eros y sus carnes. La selección de historias que cuentan las atropelladas aventuras de amor, lujuria permanente y lances hoteleros contenidas en esa bitácora de un adicto al sexo, en su momento conformaron el cuerpo central de la página «Zona de tolerancia» que a lo largo de más de cuatro años y medio fue publicada, ininterrumpidamente todos los viernes de cada semana, en el extinto periódico El Nacional. El volumen, noblesse oblige, incluye un utilísimo mapa de localización de los hoteles visitados, así como su correspondiente tarifa, manifiesta a lectura abierta el editor, periodista e intelectual, Rafael Pérez Gay, muy amigo de mi protector Silva Gamboa, sobre el presente libro, que debe ser leído por todos y todas para bienestar de la pasión carnal.
Por su parte, “Chésare”, como le decía una de sus jóvenes amantes novias de la época, explicó los motivos de su excentricidad literaria: “Y la cama se transformó en escritorio: con el sabor amargo de un definitivo y último enamoramiento que le hizo sentir de golpe el paso de los años, ver su cabellera sembrándose de canas, notar en su cuerpo una que otra carne ya vencida y algunos otros síntomas causados por su incansable búsqueda y encuentro con mujeres, este otrora desatado héroe del colchón un mal día se vio acosado por la pesadilla de la memoria frágil».
“Sin importar lo bien o mal parado que pudiera quedar o el qué dirán, este avezado brincador decide relatar aquí, en Hoteles de paso. Amores para siempre, parte de las aventuras por las que tuvo que transitar entre hoteles, refugios sin igual para los amantes hambrientos de lujuria y amor, automóviles, y oscuros y solitarios rincones de esta Ciudad de México, con tal de darle rienda suelta a una virilidad sometida a lo largo de 12 años…, desde luego, los primeros 12 de su vida, no pudo dejar de incluir algunas otras crónicas imaginadas, pocas, muy pocas a decir verdad. Sólo resta una advertencia: aquí están todas ustedes. Pero no se alarmen, sus nombres han sido omitidos o cambiados. Bueno, no en todos los casos” (¡Carcajadas prolongadas!).
En este libro, digno de todo buró, están muchas de mis vivencias a lado de mi maestro, por lo que si se atreven a echarse un clavado en mi «kamastro» con k, sabrán de qué lado masca la iguana. ¡Disfruten de la cama, úsenla bien, para lo que sea! ¡Buen sudor esta noche y todas las que vienen!
Cuatro canciones para la ocasión
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Félix Morriña es periodista y promotor etílico-cultural. Columnista en Impulso, Semanario Punto y Revista Ágora. “Este oficio sí es para cínicos”, podría ser el título de su libro de crónicas culturales.