DANDYS Y CÍNICOS
El GIFF, ¿o una Expresión en corta transformación?
En estos días finales de julio se desarrolla en Guanajuato su festival de cine llamado por sus siglas en inglés Guanajuato International Film Festival. «Por enésima vez no fui invitado y más de uno no para decir que para el próximo año podría ya no existir», escribe el autor de la nota y luego se pregunta: «¿Llegaré a conocer el GIFF?»
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

En estos días finales de julio se desarrolla en Guanajuato su festival de cine llamado, por sus siglas en inglés, Guanajuato International Film Festival o el GIFF. Por enésima vez no fui invitado y más de uno no para decir que para el próximo año podría ya no existir. Los recortes presupuestales para un evento fílmico que intenta ser robusto y portentoso lo pueden hacer caer a la lona noqueado. Previo al arranque del conocido GIFF, desde hace más de un lustro, le pregunté a su directora, Sara Hoch, sobre cuánto dinero se tenía para realizarlo este año y me comentó, un tanto agobiada, que diez millones de pesos, el año pasado contó con 18 millones, sumando el dinero que aportó la federación. La paradoja es que este 2019 se tiene de visita a dos cineastas de peso: Gus van Sant y Terry Gilliam, además de la filmografía de un país invitado bastante interesante como lo es Filipinas (sin Brillante Mendoza, dicho sea de paso, porque no fue a Guanajuato). Lo cual hace todavía más dramático todo esto.
2010 fue la última vez que asistí al ahora GIFF, pues todavía se llamaba Expresión en Corto, por su especialización en la proyección de cortometrajes. Al siguiente año éste se convirtió en el GIFF. Esto con la firme pretensión de competirle al Festival Internacional de Cine de Guadalajara, que se realiza a principios de año, y el Festival Internacional de Cine de Morelia, que se lleva a cabo a finales de año, lo cual me pareció un error. En 2011 escribí una nota en la revista Replicante sobre este tema, lo que me valió que nunca más fuera invitado como periodista. En resumidas cuentas no he conocido de cerca el GIFF y este año, que esperaba que fuera distinto, porque sus invitados internacionales me parecieron como un regreso a aquello que era Expresión en Corto, donde tuve la oportunidad de escuchar de cerca a cineastas como Spike Lee, Gaspar Noe, Bill Plympton, Tim Burton, Oliver Stone y Peter Greenaway, entre otros, pasó lo mismo: no hubo invitación again. ¿Llegaré a conocer el GIFF?
En el 2011, yo escribí en esa misma nota que los organizadores de este festival no lograban entender que en realidad lo que se tenía que hacer era un festival mucho más discreto y experimental, así como estrechar lazos con las nuevas tecnologías, pero no, se clavaron en hacer uno gordo y pesado, con tal de imitar a Guadalajara y Morelia. La nota que fue parte de una trilogía de textos en los que reflexioné acerca de los festivales, la crítica y el cine digital, apunté lo siguiente: “Puedo asegurar, sin haber asistido a la edición 2011 y después de seis años consecutivos de cubrirlo para distintos medios de comunicación, que el cambio de nombre del Festival Internacional de Cine Expresión en Corto a Guanajuato International Film Festival (sí, en inglés, porque en español significa Festival Internacional de Cine en Guadalajara, es decir, FICG) radica más en la pueril necesidad del reconocimiento de aparador global que de pretender una evolución del evento fílmico de manera local”.
Al final de mi crítica a uno de los eventos fílmicos que más aprecio tenía —porque fue el primer festival de cine al que asistí por allá del 2004—, advertí que: “El cambio de nombre del festival es resultado del cambio de espíritu y todo esto da muestras de una transformación a la cual no se está listo aún y que sus organizadores, por pensar en dinero —que no está mal pero no es lo único— debieran apuntar en otra dirección”. Agregué que: “Las nuevas tendencias en el cine —lo digital, por ejemplo—, el espacio probablemente más cercano a lo que en México y en otros países ha sido por mucho tiempo permeado por el cortometraje, la válvula de escape para nuevos realizadores, con los nuevos soportes audiovisuales permiten que con poco se haga mucho. El cortometraje, pienso, es más digno que antes, ya no tiene que ver con presupuesto económico necesariamente, sino con la propia respiración de la historia que su realizador necesita para contarla. Cambiar de nombre sí es cambiar de espíritu. Las señales fueron dadas por el artista audiovisual Peter Greenaway en 2009, en ese mismo espacio, en la explanada de la Alhóndiga de Granaditas con seis pantallas y una tabla interactiva: “El cine ha muerto ¡Qué viva el cine!” No resultó lo mismo con Expresión en Corto”.
Es así que el GIFF ha estado un tanto extraviado, queriendo encontrar una nueva identidad que pareciera que en esta edición 22 la está recuperando con sus invitados, pero viviendo una crisis económica que no se sabrá hasta finales de este año si la remontan o de plano será mejor dar por terminada esta profunda labor que a muchos nos permitió crecer y desarrollarnos, no sólo desde el periodismo sino desde el lado de la realización cinematográfica de muchos cortometrajistas jóvenes.
El extraviado GIFF contra la mezquina Red de Periodistas de Cine

En esa búsqueda del GIFF por una identidad se vino además una inflexión hace dos años con la mezquina actitud de la Red de Periodistas de Cine, encabezada por Juan Manuel Badillo, y sus perros de reserva Jorge Caballero, de La Jornada, y en ese entonces todavía el prócer del periodismo cinematográfico San César Huerta, del diario El Universal, cuando no fueron invitados con honores al GIFF, por lo que hicieron una nota desde la misma página de «Red» para golpear a la directora del festival, Sara Hoch, por excluirlos de las acreditaciones.
La queja es muy válida, lo que no es válido es que tomaran a la «Red» para ejercer una crítica que fue firmada como «La redacción» y no como Juan Manuel Badillo, Jorge Caballero o César Huerta. Trepado además a esto el periodista Sergio Raúl López, de la todavía viva revista Cine Toma, terminó por generar un vínculo con ellos, olvidando que tiempo atrás nunca lo consideraron un elemento importante —por el contrario era un estorbo—, así que más enojado que por otra cosa se incluyó en ese bloque, algo que por cierto, luego le valió para ser colaborador de diario La Jornada —cuando le avisaron que Cine Toma se terminaba— y en donde su jefe, por cierto, es ahora su también nuevo amigo, Jorge Caballero.
Previo al arranque del conocido GIFF, desde hace más de un lustro, le pregunté a su directora, Sara Hoch, sobre cuánto dinero se tenía para realizarlo este año y me comentó un tanto agobiada que diez millones de pesos, el año pasado contó con 18 millones, sumando el dinero que aportó la federación. La paradoja es que este 2019 se tiene a dos cineastas de peso de visita: Gus van Sant y Terry Gilliam, además de la filmografía de un país invitado bastante interesante como lo es Filipinas (sin Brillante Mendoza, dicho sea de paso, porque no fue a Guanajuato). Lo cual hace todavía más dramático todo esto.
Se fueron entonces a la yugular de Sara Hoch, en aquella nota del 27 de julio de 2017, con el nombre de: “GIFF da espalda a prensa de cine”. Es evidente que en esa lista de no invitados, un servidor no estaba incluido porque he ejercido críticas directas a ellos, además de al GIFF, pero sí aparecieron en esa nota las cabecillas de la «Red» y amigos. “En esta ocasión” se lee en la notita “y sólo por mencionar los casos registrados, [el festival] le negó espacio al editor de una revista especializada en el tema (Toma) y otro medio impreso y con presencia nacional (La Jornada), ni siquiera hizo el intento por asistir”. Continúan diciendo que hay casos documentados, como fue el de “la conductora del programa de cine en radio más longevo, Gente de Cine, [quien] fue invitada y luego desinvitada y la reportera de la revista Proceso fue ninguneada también. Esto sin contar las invitaciones a medios hecha al vapor, tipo “vente mañana, pero córrele””.
Cuentan que lo sucedido hace dos años en el GIFF, no sólo llevó a la división de la misma Red de Periodistas de Cine, pues a algunos no les gustó —y con toda razón— que tomaran el nombre de la asociación para golpear de manera colectiva al GIFF y no lo hicieran a título personal (los molestos fueron César Huerta, Cristian de la Luz, Amelia Rojas, entre otros). Tiempo después de esta trifulca —porque hubo hasta golpes en una fiesta, cuando uno de estos periodistas molesto de no ser invitado puso a girar a algunos colegas que sí fueron convocados, para que lo defendieran sin que él mismo metiera la manos, el GIFF por su lado consolidó El Salón de la Crítica, para darle cabida de manera visible a los críticos de cine y periodistas cinematográficos, dentro de las actividades de este evento.

Es decir, hacer contrapesos ante la salpicada de mierda que se llevaron por parte de la Red de Periodistas de Cine y demás “retomados” —¡hip!— periodistas ególatras. Es así que la relación con la prensa —buena, mala o pésima— ha sido tensa y confusa, por lo que no ha acabado de cuajar en esta edición 22. Va desde estos grupos con intereses más políticos que periodísticos hasta la queja más honesta de comentaristas de cine, como es el caso Poncho Aranda, de Cinema Lacárt de San Luis Potosí, quien escribió en mi muro de Facebook, debajo de mi post en el que se leía que por enésima vez no fui invitado al GIFF —¡Lás-ti-ma-Mar-ga-ri-to!—, lo siguiente: «En ese Festival GIFF, ya no hay lugar para un buen trato, cortesía, oportunidad para seguir cubriendo y aún con ello, a los que van se les premia / consuela con un «salón de la crítica» para que se llenen de críticas sin críticas para GIFF. Que al cabo, no pasa nada…» o como las palabras de la editora del sitio Tomatazos, Sofía Verónica Sánchez Marín, que ella también se unía al club de los periodista no convocados al GIFF y que: «A falta de invitación, en Tomatazos, nos volcamos en Comic Con, que si invitó. Me pregunto cuáles son los métodos de selección del GIFF. Lo que si vi, es que en ningún momento fueron trending topic, solo cuando canceló Nicolas Cage”. Días después supimos que Cage no fue no porque no quisieran invitarle la peda —como a varios periodistas que sólo van a chupar a las fiestas del GIFF, dirían los que saben—, sino por razones de salud (mala pata, caray, ya tómate tu Leaving Las Vegas, Nico).
Termino subrayando que ojalá —lo deseo de corazón aunque no me inviten, porque en verdad a mí no me alcanza tampoco para ir y venir, comer, hospedarme y beber—, que el GIFF —por el bien de sus giffsters— rebasen esta crisis y que no pasen, no a ser de nuevo Expresión en Corto —porque les parece chiquito— sino a ser Expresión en Corta Transformación (por aquello de la Cuarta Transformación pejelagartista de austeridad republicana) y se termine o que se haga una versión muy pobre y chafita, convirtiéndose así El Salón de la Crítica a El Cuartucho de los Criticones, que con gusto podría inaugurar este 2020 —con torta de jamón de turista miserable en Guanajuato, melena semi plateada y una fragilidad insurrecta en mi corazón—, pues ya lo escribió el gran poeta César Vallejo muy adolorido, tal vez por no ser invitado a un festival de cine en Perú o en París que: «Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!”
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José Antonio MonterrosasFigueiras es editor cínico en Los Cínicos, ha colaborado en algunas revistas de crítica cultural.