MINIATURAS, PRELUDIOS Y FRAGMENTOS
Dulces calamidades para un amor
Fue por las fechas en las que, Félix, el hijo de la matriarca, anunció el deseo de casarse con, Esthela, la hija más pequeña de la panadera. La comunidad se alegró por tal anunció y al otro día se reunieron para celebrarlo, fue difícil ignorar lo agrio del pan y del vino, pero aún así continuaron con la fiesta hasta que se hizo de noche.
Por Ulises José
Un grupo bastante nutrido de gente miraba desde una pequeña montaña lo que había sido su pueblo, el pueblo que ese día abandonaban. Aún a la distancia se podía ver lo dañado que se encontraba: los campos de cosecha secos, el río estancado y pestilente, los árboles del bosque que les proveía madera estaban muertos desde la raíz. Todo aquello había ocurrido en solo un mes; nadie entendía cómo o por qué había sucedido tal cosa, tanta putrefacción en tan poco tiempo. Fue por las fechas en las que, Félix, el hijo de la matriarca, anunció el deseo de casarse con, Esthela, la hija más pequeña de la panadera. La comunidad se alegró por tal anunció y al otro día se reunieron para celebrarlo, fue difícil ignorar lo agrio del pan y del vino, pero aún así continuaron con la fiesta hasta que se hizo de noche.
Al amanecer del siguiente día comenzaron las verdaderas calamidades: los granos almacenados se llenaron de hongos y tuvieron que deshacerse de ellos. Unos días después, el ganado comenzó a enfermarse de padecimientos que nunca habían visto, pero que siempre terminaban en la muerte de los animales. Conforme los días avanzaban, el bosque que los rodeaba perdió su follaje y los árboles se fueron marchitando. Se reunieron en asamblea, aquello era una emergencia, por más que evaluaban lo que ocurría no llegaban a soluciones y a pesar de que aquel ya era un pueblo bastante ilustrado, comenzaron a surgir las teorías místicas, la posibilidad de alguna visita del inframundo, la llegada de algún castigo del “más allá”.
Félix y Esthela, ambos tomados de la mano, fueron víctimas de un ataque de contracciones que no podían parar, ambos cayeron al suelo torciéndose sin poder gritar. Los presentes hicieron un círculo al rededor de ellos y ambas madres se lanzaron sobre la pareja en un intento de ayudarlos. Fue inútil, cada uno quedó en los brazos de cada madre, sus caras en expresiones torcidas, los ojos abiertos fuera de lo normal.
El pánico llegó cuando los sembradíos se secaron y el río se estancó, la gente del pueblo comenzó a tener actitudes violentas, la paranoia se sentía en el ambiente e intentaron hacer una nueva asamblea con el fin de hacer algo, lo que fuera. Pero a media reunión, mientras algún habitante le exponía su pesar a la matriarca, sucedió lo que obligaría al éxodo, Félix y Esthela, ambos tomados de la mano, fueron víctimas de un ataque de contracciones que no podían parar, ambos cayeron al suelo torciéndose sin poder gritar. Los presentes hicieron un círculo al rededor de ellos y ambas madres se lanzaron sobre la pareja en un intento de ayudarlos. Fue inútil, cada uno quedó en los brazos de cada madre, sus caras en expresiones torcidas, los ojos abiertos fuera de lo normal. Las otras dos hijas de la panadera lloraban y la matriarca solo atinó a rezar por ellos.
Al otro día abandonaron el pueblo y antes de perderlo de vista voltearon a mirarlo desde la montaña que colindaba. Caras de tristeza y de angustia. Entre esas caras, estaba la de Liliana, la hija mayor de la panadera que había sido amante de Félix. Su conjuro de amor había surtido efecto.
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Ulises José nació en Cuernavaca, Morelos, el 3 de diciembre de 1974. Tuvo su primer acercamiento a la escritura en los talleres de María Luisa Puga en Michoacán en 1986. Estudió producción editorial en 1999 con el grupo editorial Versal. Ha participado como diseñador editorial en varias publicaciones en Morelos y como organizador del festival de cómic Marambo. Actualmente trabaja como colaborador externo en Larousse y como diseñador editorial y asistente de edición en Ediciones Omecihuatl.