COLUMNA: A VECES ME DESPRECIO

Alfonso André, Úrsula, Clavillazo y Ziggy Stardust

En esta ocasión el cronista prefirió no hacerle caso a sus amigos y críticos musicales, quienes le decían que este homenaje a David Bowie, por parte de Alfonso André y sus cuates, parecía más una fiesta de karaoke masiva de cuarto nivel —perdón de Cuarta Transformación—, que un homenaje. Bueno, de hecho así lo fue. Un saludo a la Clavillazo de parte de Félix Morriña para David Bowie desde el Festival Quimera.

Por Félix Morriña

Arrodíllate Alfonso André y cree en el evangelio de David Bowie.

Fueron héroes por un día, fueron ovacionados y bien aceptados por una pequeña legión de veteranos, como treintañeros seguidores en el municipio de Metepec, dentro del XXIX Festival Internacional de Arte y Cultura Quimera 2019.

“Alfonso André y amigos” rindieron sentido homenaje a David Bowie en las Escalinatas del Calvario, en Metepec, Estado de México, ante poco más de un centenar de nostálgicos veteranos amantes del legado del Delgado Duque Blanco que se dieron cita, sin importar la lluvia y el “intenso frío” otoño-invierno, con tal de bailar, cantar y rememorar al hombre que cayó del cielo para mejorar el mundo.

El reconocido baterista de Caifanes, Jaguares, La Barranca y otros proyectos en su larga trayectoria dentro del rock mexicano, se hizo acompañar de un selecto grupo de músicos experimentados dentro de la escena nacional, para ofrecer por espacio de casi dos horas, más encore, casi una veintena de rolas del creador de míticos personajes, mezcla de ciencia ficción, literatura vanguardista, tecnología, cine y demás expresiones trascendentales de las bellas artes universales.

Por nuestros ojos y oídos transitaron varias etapas de David Bowie, desde su época de Ziggy Stardust and The Spiders of Mars, hasta su momento glamuroso, rockeramente popero y comercial de los años 90 e inicios del presente siglo. Escuchamos buena música radiable, entonces “comercial”, pero de esa que deja huella y queda en la memoria colectiva.

En una charla de banqueta posterior a la ingesta alimenticia y previo a la lluviosa tarde, André dijo que entre todos los músicos participantes en este homenaje, lograron ponerse de acuerdo para tratar 17 rolas de Bowie, en la que todos respetaron los arreglos originales de los discos grabados durante el siglo pasado y que han trascendido por su alto nivel de composición musical, lírica, letrística y sociocultural universal.

De todos los afables músicos y sus amigos con los que llegó a Metepec, al único que identifico bien y me llevo de poca madre, es el bajista de Rimo Peligroso, Avi Michel, con quien tuve oportunidad de hablar largo rato posterior a la prueba de sonido en las Escalinatas del Calvario y la comida. Hablábamos de la difícil situación económica, más no creativa, por la que pasan los músicos de su talla y del mismo Alfonso André. Es difícil sobrevivir como artista, como ente creativo en esta Cuarta Transformación (4T), pero no queda más que arriesgar, hacer labor y rendir pleitesía a todos aquellos que nos han formado, como es el caso de David Bowie.

Además de participar en este proyecto homenaje a David Bowie, Avi Michel tiene uno orquestal que ya fue visto, el año pasado, en el Congreso de la Unión, y que nos gustaría ver en la Sala Felipe Villanueva de Toluca con la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM). Este proyecto tiene arreglos y partituras que excelsan las aportaciones del creador de obras nodales, hechas canciones, como “Starman”, “Heroes”, “Ziggy Stardust”, “Lady Stardust”, “Fame”, “Lest’s Dance”, “Ashes to Ashes”, “Life on Mars”, “Rebel Rebel”, “Jean Genie” y “Space Oddity”, entre otras, que han hecho de este ser humano algo mejor. 

Todas esas, y más, fueron tocadas esa deliciosa velada, en la cual estuve acompañado de una bella mujer, en el sentido estricto de la palabra. Ella, sensual y segura, única, con el porte de los entes que tienen amor propio, es recorrida arriba abajo por todos los presentes al homenaje a Bowie, ya sea hombres o mujeres, porque la belleza se reconoce en todos lados y en todos los niveles. Imposible pasar desapercibido con semejante compañía. Recuerdo haberme chutado todo el último disco de David Bowie, “Blackstar”, durante mi primera etapa de rehabilitación y reconstrucción integral, en la que estoy superando, poco a poco, un corto circuito neuronal con lumbalgia. Ese disco me acompañó en varias de las giras hospitalarias registradas en este mismo espacio periodístico cultural de opinión.

Por nuestros ojos y oídos transitaron varias etapas de David Bowie, desde su época de Ziggy Stardust and The Spiders of Mars, hasta su momento glamuroso, rockeramente popero y comercial de los años 90 e inicios del presente siglo. Escuchamos buena música radiable, entonces “comercial”, pero de esa que deja huella y queda en la memoria colectiva.

La bella fémina de quien estoy hablando, cuyo nombre será tan recordado como su inolvidable rostro y figura, me acompañó en una de esas giras hospitalarias. Ella es parte de mi transición, y por supuesto, la visión de las cosas es mucho más amplia y las formas emocionales, tienen el fondo de la propia cavidad en la que cabe tu ser y el estar. Este nivel de existencia y conciencia logrado, es derivado de esa transición, y todos los que han estado en ella, y estarán en los siguientes procesos a vivir, les agradezco su tiempo, energía, amor y cariño. ¡De corazón, palabra y pensamiento!

De nueva cuenta, el maestro Bowie saca la casta por los suyos, y junto con la vida, me ofreció una velada con amigos, querencias, amistades diversas, reconciliaciones, reencuentros y el sensual baile de mi compañera de viaje bowiano. Ella motivó a moverme “bailando”, como no lo había hecho antes en mi rehabilitación. ¡Ese es un gran avance!

Tan emocionado estaba bailando y oyendo las rolas que tuve oportunidad de escuchar en vivo y en directo, en 1997, durante la reinauguración del Foro Sol del Autódromo Hermanos Rodríguez con el mismísimo David Bowie, quien traía la gira “Earthling”, y que arribó por única vez a tierra azteca en ese año, que olvidé por completo mis dolencias y cansancio corporal al que he sometido mi cuerpo. “Es mi entrenamiento de resistencia”, me dije desde antes del inicio de la temporada alta de los festivales culturales en México, es decir, octubre-noviembre-diciembre. Me he preparado para resistir, disfrutar lo que yo quiera con los cuidados debidos, y trabajar para mantenerme con lo necesario en esta temporada de vacas flacas en materia económica.

¡Existo, resisto, existo! ¡Lo que no me mata, me fortalece!

En esta ocasión, preferí no hacerle caso a mis amigos y críticos musicales de Metepec, quienes decían que este homenaje a David Bowie, por parte de Alfonso André y sus cuates, parecía más una fiesta de karaoke masiva de cuarto nivel, perdón de Cuarta Transformación (4T), en la que todos los músicos presentes en el deslucido escenario, en la que no hay identidad institucional, ni del propio Festival Internacional Quimera como debiera, no lucían glamurosos como Bowie, sino todo lo contrario; ni le echaban las ganas para estar a un nivel internacional, tan sólo era una reunión de cuates cantando rolas de su ídolo.

¡Yo la pasé chévere! ¡Yo estaba fascinado con la bella fémina bailando rola tras rola de David Bowie! ¡Yo estaba en terapia emocional y creativa bajo la lluvia! ¡Paraguas y bastón!, uno por mano bailando a ritmo de funk “Fame”, y ella, ella miraba lo feliz que estaba. ¡Gracias Úrsula!

¡Y un saludo a la Clavillazo para David Bowie, donde quiera que se encuentre!

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Dandy pero punk.

Félix Morriña es periodista y promotor ex etílico-neo canábico cultural. Columnista en Impulso, Semanario Punto Revista Ágora. “Este oficio sí es para cínicos”, podría ser el título de su libro de crónicas culturales.