A VECES ME DESPRECIO
Tres días estridentes en la ciudad que me vio nacer
Pequeña “Casa”, ya relajado con la medicina y la tina de baño, te cuento que estuve por tres días en la ciudad que me vio nacer y me deprimió. Me dolió que ya no fuera la misma que gozaba antes de mi paseo dantesco.
Por Félix Morriña

Querida “Casa”, hoy empiezo nueva vida e historia en el centro de Metepec. En este “Pueblo Mágico” de la garañona, el Árbol de la Vida, y del festival cultural Quimera en el que he vivido en varios episodios de mi vida, ¡dos décadas! Ahí he apreciado mi adorado, invadido y vejado Nevado de Toluca: el Xinantécatl.
No sé cuánto tiempo estaremos juntos “Casa”, pero debo decirte que el hogar previo, donde me dieron asilo político por dos meses, tuve la mejor de las recepciones y atenciones, sin embargo estaba lejos de mi raza, de mi primogénita y de mi centro de operaciones, por lo que tuve que mudarme de nuevo, pese a mi condición fisiológica, la cual mejora, pero el constante ajetreo me llevaron de nuevo al cansancio extremo, aunque con ello evité a toda costa la depresión extrema, esa que me hace pensar que no valió la pena quedarme en tierra. Aunque sé que debo terminar la misión. ¡Hubo momentos en los que deseaba irme de nuevo para encontrar a Dante y pedirle mi boleto de entrada!
Pequeña “Casa”, ya relajado con la medicina y la tina de baño, te cuento que estuve por tres días en la ciudad que me vio nacer y me deprimió. Me dolió que ya no fuera la misma que gozaba antes de mi paseo dantesco. También me dolió mucho que mi Centro Cultural Universitario (CCU) de la UNAM, mi alma mater, la Máxima Casa de estudios del país, estuviera violentada por el sexo femenino y que no haya cabida para universitarios de escasos recursos, porque los consumos son caros. Los restaurantes del CCU son netamente fifís, al grado de que mi camarada y colega Rafael “El Patas” Maya Barradas y yo consumiéramos una copa de vino Merlot y un “tamal de chocolate”, previo al recital acústico de la banda estadounidense Human Drama en la Sala Nezahualcóyotl, porque no había algo acorde para el concierto y sin gastar mucho.
Más allá del delicioso y caro bocado, dolió demasiado que el estupendo recital acústico de Johnny Indovina y compañía fuera empañado por la burocracia universitaria. La bella guitarra del líder de Human Drama sólo funcionó en un par de canciones de un set musical exclusivo para la ocasión. El técnico de la UNAM se la pasó estorbando todo el concierto, no dejando apreciar al cuarteto, ni poder sacar fotos sin que el sujeto apareciera.
A las diez de la noche nos corrieron a todos, incluyendo a Indovina, quien no terminó de cantar el set seleccionado, porque es la hora en la que salen los técnicos de la Sala Nezahualcóyotl. ¿Dónde quedó el nivel profesional que les he visto toda mi vida en esa bella sala de conciertos sinfónicos? ¡Chingao, eso duele de verdad! ¡Dan pena ajena!
A las diez de la noche nos corrieron a todos, incluyendo a Indovina, quien no terminó de cantar el set seleccionado, porque es la hora en la que salen los técnicos de la Sala Nezahualcóyotl. ¿Dónde quedó el nivel profesional que les he visto toda mi vida en esa bella sala de conciertos sinfónicos? ¡Chingao, eso duele de verdad! ¡Dan pena ajena!
Siguiendo con las penas querida nueva —y pequeña— “Casa”, el sábado 30 de noviembre y el 1 de diciembre, este interlocutor fue al Knotfest Meets For Fest al Deportivo Oceanía con mis hermanos de Iztapalapa, Iztacalco, Neza y Ecatepec, entiéndase los sesudos y colmilludos Alf Zúñiga, Fredy Veeder, Toño Uber, “El Niño (perdido) de Piedra” y su pareja, quienes cuidaron de mi todo el tiempo, sabiendo que este era el primer festival masivo de heavy metal y derivados del rock pesado que viviría tras mi enfermedad.
Sentían por momentos que no lograría la hazaña, y la verdad es que sin ellos, y el monitoreo telefónico de Rafa Maya, no lo hubiera logrado nunca, máxime si en esa zona de la frontera con El Peñón de los Baños, Neza, el Aeropuerto Internacional Benito Juárez y Pantitlán, donde abundan los atracos, todo podía suceder, y vaya que sucedió, hubo asaltos dentro del festival metalero y destrozos en el escenario principal, donde ya no tocaron Evanescense y el estelar del primer día, Slipknot, porque un grupo, dizque de choque (entiéndase pagado para tales fines por empresarios competidores del Knotfest), quemó la batería de Evanescense y tiraron la barricada que dividía “pobres de ricos” (¡todo estaba caro, como para decir eso. Hasta la risa te cobraban!), dejando sin “condiciones para trabajar” a las dos bandas estelares.
Tenía pensado darle de regalo de cumpleaños a mi primogénita llevándola a ese festival metalero, pero no había posibilidades económicas, ni había condiciones de seguridad, ya que la cuidaba yo a ella o ella a mí, por mis malestares lumbares. Los dolores son terribles tras 12 horas por día de estar a la intemperie, bajo el quemante sol, sin comida sana en las inmediaciones, sin la suficiente agua para hidratarse, sin buena iluminación en todo el Deportivo Oceanía, pero este guerrero estaba entrenado ya después del Festival Quimera, el Cervantino y el de las Almas de Valle de Bravo. ¡Mi bastón de mando me ayudó a sobrevivir en todo momento! ¡Lo logré “Casa”, lo logré!, pese a estar morto de cansancio con todo y nueva mudanza.
¿Qué vi en el Knotfest Meets Force Fest que valiera la pena? ¡Wow! El primer día presencié con mucho gusto Stratovarius, Suicidal Tendencies, Bullet For My Valentine (este grupo me saturó después de media hora) y los chingonérrimos británicos de Cascass. Esta banda de death metal inglés la conocí en la salvaje Arena López Mateos de Tlalnepantla a principios de los años 90, época en la que podía sortear todo tipo de violencia extrema con grindcore y goregrind, géneros del metal extremo.
Para el segundo día, vi a los jefes de Exodus, Accept, W.A.S.P. (que significa White, Anglo-Saxon and Protestant – Blanco, Anglosajón y Protestante) y la maestría mediática cinematográfica metalera del genio Rob Zombie, quien nos hizo olvidar por completo todas las anomalías del festival y las cancelaciones de Phil Anselmo (quien iba a tocar un set exclusivo de Pantera, la banda que lo catapultó a la fama metalera mundial), Testament y los mencionados Evanescense y Slipknot.
Querida “Casa”, agradezco tu recibimiento y juntos agradecemos a cada uno de los que me han ayudado a llegar hasta aquí, a todos los espacios donde hemos dejado energía. ¡No sabemos qué rumbo seguir aún!, pero sé que me ayudarás a encontrar el camino correcto para que el ave fénix vuelva por sus fueros y el cóndor siga enseñándome a mantenerme en esa cima, en las alturas y en mi sagrado lugar en el cosmos. ¡Así sea!
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Félix Morriña es periodista y promotor ex etílico-neo canábico cultural. Columnista en Impulso, Semanario Punto y Revista Ágora. “Este oficio sí es para cínicos”, podría ser el título de su libro de crónicas culturales.