REPORTE CÍNICO

«¡No somos una, no somos cien, pinche gobierno cuéntanos bien!”

Y suponiendo que la conservadora cifra oficial de 80 mil manifestantes en la marcha del 8 de marzo, sea cierta, hay que recordarle a nuestros “gobernantes”: “¡No somos una, no somos cien, pinche gobierno cuéntanos bien!”

Por: Maribel Soto

Todo empezó hace algunos días. Fue un día muy soleado, hizo mucho calor, y yo tenía un compromiso, así que decidí enfundarme en un vestido rojo y corto que además de encantarme, es muy fresco. Todo bien hasta que al regresar a casa, ya un poco tarde, un amigo se lamenta de no poder acompañarme y suelta esas palabras “y luego tú con ese vestido mujer”.

Confieso que sentí coraje, pero no con él, sino conmigo, ¡claro! ¿Cómo se me ocurrió ponerme vestido si sabía que iba a regresar ya entrada la oscuridad y para colmo en transporte público?, pero la molestia me duro muy poco, realmente yo debería poder vestirme como me dé la gana, sin tener que tomar en cuenta, si en el camino encontraré a algún tipo que se le ocurra insultarme o agredirme por la forma en que visto.

Recordé que a lo largo de mi vida he sido víctima de la violencia machista innumerables veces, no soy ajena a la nalgada furtiva en el metro, también he visto algunos penes al tener que atravesar por alguna calle solitaria, alguna vez un jefe descalificó mi opinión “porque las mujeres no saben de esto”.

Pensé, la solución está en mis manos, en las manos de las mujeres, somos nosotras mismas quienes tenemos que exigir y trabajar para que estos usos y costumbres cambien, fue así como decidí incorporarme a la marcha del 8 de marzo.

Llegó la fecha y ahí vamos, enfundadas en jeans y tenis, arropadas con los pañuelos violetas y verdes, cientos de mujeres a levantar la voz para exigir “¡justicia, justicia, justicia!”, por los miles de feminicidios sin resolver que nos tienen a las mujeres mexicanas, rabiosas, muy enojadas, “¡hasta la madre!”, de la violencia que se hace presente en la vida cotidiana.

Expresar lo que sentí al pisar la explanada del Monumento a la Revolución, resulta difícil, no encuentro la palabra que describa esa mezcla de sentimientos y de emociones. Por un lado dolor, porque todas las que estábamos ahí, seguro hemos experimentado de alguna u otra forma violencia solo por ser mujeres; por el otro, orgullo de pertenecer a un género que a pesar de todo es fuerte y se levanta y grita y expone las vejaciones; aunque he escuchado mil veces el término sororidad, este domingo pude sentirlo en la piel, pude respirarlo, pude sentirme abrazada y esperanzada porque el objetivo es el mismo, “¡basta a la violencia machista!” El nudo en la garganta fue inevitable.

Y por fin inicio la marcha, eran las dos de la tarde en punto, los gritos de júbilo se dejaron escuchar, hartas gargantas femeninas cansadas de la opresión y de la falta de empatía no solo de los hombres, sino de las políticas públicas erráticas que en mucho han contribuido a la desigualdad que hoy nos tiene en este punto de tener que gritar y decir… “¡No más!”

“¡Alerta, alerta, alerta que camina, la lucha feminista por América Latina!”, así inició el avance de los contingentes por Avenida Reforma y muy pronto llegaron a Avenida Juárez, las consignas continuaron sin cesar “¡señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente!”, “¡ni una más, ni una más, ni una asesinada más!”, así llegamos a la antimonumenta, instalada frente a un amurallado Palacio de Bellas Artes, donde familiares de mujeres que han desaparecido o que han sido asesinadas, claman por justicia y piden al gobierno no permanecer indiferente ante su tragedia.

En el trayecto decenas de curiosos se detienen sobre la acera y toman fotografías, otros se sacan la ya obligada selfie, seguro para presumirla en sus redes sociales, reflexioné; algunos papás intentan explicar a sus pequeños qué ocurre “es que son mujeres que quieren que sus esposos ya no las golpeen”, le dice un señor a su hijo. Sí, en parte tiene razón, pero el objetivo de esta manifestación es mucho más ambicioso, más profundo, pensé, también queremos que ya no nos maten, ya no queremos que nos violen y que nos secuestren, pero ¿cómo le explica uno toda esta violencia a un niño de escasos 3 o 4 años?

Aunque he escuchado mil veces el término sororidad, este domingo pude sentirlo en la piel, pude respirarlo, pude sentirme abrazada y esperanzada porque el objetivo es el mismo, “¡basta a la violencia machista!” El nudo en la garganta fue inevitable.

La vanguardia de la marcha continuó su avance y no tardó en girar sobre Eje Central para ingresar por 5 de mayo hacía la explanada del Zócalo, las mujeres vemos el objetivo cerca y gritamos más fuerte, levantamos más alto las pancartas, que todo mundo nos vea, que todo mundo nos escuche, que el grito llegue hasta Palacio Nacional, que retumbe en todos aquellos oídos machistas que se niegan a escuchar “el violador este tú, y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía …”

En algunas de las calles que atraviesan 5 de mayo, se observan policías ya agrupadas, todas mujeres, listas para entrar en acción si se requiere, es justo decir que no llevaban armas, en sus uniformes se lee, policía de tránsito. Hasta ese momento todo en calma.

Los grupos que encabezaban la marcha por fin asomaron a la Plaza de la Constitución, pero la entrada se dificultó, y los gritos de los vendedores se mezclaron con las consignas de la manifestación, “¡chicharrones preparados!”, “¡tlayudas, tlayudas!”, “¡lleve una paleta para el calor!” vs. “¡porque vivas se las llevaron, vivas las queremos!”, “¡mujer escucha, también esta es tu lucha!”, pero eso no fue lo peor, una parte de la plancha del Zócalo estaba cercada. Sí, la explanada sede de manifestaciones por excelencia, ahora presentaba algunos obstáculos.

Poco importó, las mujeres se abrieron paso y llegaron hasta donde se montó el foro preparado para que las oradoras, mujeres que han perdido a sus hijas, hermanas, madres, expusieran su descontento y mejor aún, expresaran su necesidad de apoyo y la exigencia de esclarecimiento de cada uno de sus casos, pero son tantos, que honestamente dudo que el gobierno, los gobiernos (estatales, municipales y por supuesto el federal) tengan idea de qué hacer o por dónde empezar.

Para entonces, grupos de mujeres radicales empezaron a tirar las vallas que resguardaban algunas zonas en la explanada de la Plaza de la Constitución, quienes estábamos ahí corrimos a ver qué ocurría, decenas de mujeres policía pertenecientes a la agrupación Atenea estaban apostadas sobre la acera de la Catedral Metropolitana, de pronto empezaron a correr en dirección a la puerta Mariana de Palacio Nacional, y ahí vamos, si la policía corre, algo pasa.

Mujeres intentaban colgar una manta gigante en la fachada de la casa del ciudadano presidente, en Palacio Nacional, pues. De repente se escuchó una explosión, retrocedí, sentí miedo, me considero valiente, pero tampoco quiero ser estadística, se supone que marchábamos contra la violencia, y ahí estábamos sin saber quién aventó eso que algunos dijeron era una bomba molotov.

Apenas nos reponíamos del primer estallido cuando vinieron un segundo y un tercero, muchos gritos, las mujeres policía corrieron con sus extintores a apagar el fuego, una mujer fue auxiliada en segundos, su pantalón se incendiaba, después me enteré que era una fotógrafa, adivinen, sí, estaba haciendo su chamba, su nombre Berenice Fregoso del diario El Universal.

Dicen que detuvieron al infiltrado, pero las versiones en ese momento eran muchas, todas distintas, lo cierto, es que los actos de protesta extrema se hicieron presentes, aunque esto no demeritó la extraordinaria y sin igual movilización de cientos, de miles de mujeres que sin importar el lugar que ocupamos dentro de la sociedad nos juntamos para hacernos escuchar, para levantar la voz, para exclamar un enérgico “ya basta”.

Y suponiendo que la conservadora cifra oficial de 80 mil manifestantes en la marcha del 8 de marzo, sea cierta, hay que recordarle a nuestros “gobernantes”: “¡No somos una, no somos cien, pinche gobierno cuéntanos bien!”, y es que a este número hay que agregar a las miles de mujeres que se manifestaron en Guadalajara, Veracruz, Monterrey, Ciudad Juárez, Guanajuato, Estado de México, por nombrar solo algunas y por supuesto recordarle al gobierno que junto a nosotras marcharon todas nuestras “hermanas” muertas y desaparecidas víctimas de un patriarcado feminicida.

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Maribel Soto es periodista. Ha sido reportera de espectáculos en la agencia Lemus; de información general en el sistema de Radio y TV MEXIQUENSE; también coordinadora en el área de edición de Excélsior TV. Ahora incursiona en el cinismo.