CINISMO MODORRO

Sumisión irreal

A pesar de que reproduce muchos de los clichés propios de la paranoia de los extremismos de derecha (que el occidente judeocristiano está en retirada y los barbaros musulmanes se aprestan a tomar el poder, por ejemplo) Sumisión es más bien un panfleto nihilista y sarcástico que busca provocar escándalo.

Por Carlos Herrera Novoa

Sumisión, la penúltima novela de Michel Houellebecq, apareció el 2015 envuelta en un gran escándalo debido a sus contenidos racistas y paranoicos. El libro en su momento fue tan importante que para muchos llegó a convertirse más que en un libro de ficción, en un manifiesto político. La extrema derecha consideró la novela como una representación de sus propios temores y profecías. Manuel Valls, el primer ministro francés de entonces, la consideró un panfleto fascista.

La novela sin embargo no es política ni pretende serlo. A pesar de que reproduce muchos de los clichés propios de la paranoia de los extremismos de derecha (que el occidente judeocristiano está en retirada y los barbaros musulmanes se aprestan a tomar el poder, por ejemplo) Sumisión es más bien un panfleto nihilista y sarcástico que busca provocar escándalo. A pesar de esto el tema del libro es en sí interesante y va más allá del mero sarcasmo, pues tiene como escenario dramático el triunfo de un régimen totalitario sobre una sociedad democrática pero decadente. 

La historia principal del libro es la del fracaso y el hundimiento del humanismo francés, producto de su propia desidia. Está historia está contada a través de otras dos historias paralelas diseñadas para apoyarse e impulsarse a sí mismas, dentro de un relato de estructura simétrica. La primera es la de crisis existencial de su protagonista, un profesor universitario (al que solo conocemos por su nombre François) especializado en el escritor decadentista Joris-Karl Huysmans. La segunda es la historia de la conquista pacifica de Francia por parte del fundamentalismo islámico comandado por su líder Mohammed Ben Abbes. Ambas se van entrelazando poco a poco hasta que finalmente se funden en un solo final en el que François termina felizmente integrado en la nueva Francia islamista. Todo esto envuelto en los habituales comentarios sexistas, reflexiones nihilistas y la mordacidad antintelectual característicos del autor. 

La primera historia tiene la función de presentarnos a un personaje prototípico representante de una Francia decadente y vencida y de corporizar este mundo vacío que lentamente va cediendo paso al victorioso fundamentalismo islámico. La Francia en que vive este personaje es la de la universidad, completamente despolitizada y llena de oportunistas y profesores anodinos y cobardes. El mismo protagonista vive hundido en un pozo sin fondo existencial. Es consciente de su mediocridad. Hace años que su vida transcurre entre dictar la misma clase, seducir a las alumnas y vivir del capital acumulado por una brillante tesis de doctorado sobre Huysmans, su único trabajo académico que vale algo. Este le abrió en un momento las puertas de la universidad y es a este al que regresa para buscar respuestas existenciales. Casi huyendo de un París conmocionado por la guerra civil, sigue de este modo los pasos de Huysmans para encontrarse con que este ya no tiene nada que decirle. Ante esta búsqueda fracasada regresa a la capital y a la universidad en donde pronto descubre las ventajas del nuevo orden (sueldos altos, mujeres sumisas, acceso al poder), al que se integra convirtiéndose al Islam. 

La historia del nacimiento y desarrollo de este nuevo orden es presentada al lector de manera indirecta, a través de conversaciones y de largos monólogos que salpican la historia. Estos prefiguran un mundo extraño que, como los mundos ficticios de Borges, se va imponiendo a la realidad.  Un mundo cuya construcción se ajusta a lo que el observador promedio puede esperar de los procesos políticos franceses. De este modo, el autor trata de describir la caída de Francia sin mayores dramas, casi como un suceso natural en el cual, al no poder ganar y para cerrarle el paso a los fascistas del Frente Nacional, todos los actores políticos del país (desde la izquierda extrema hasta los republicanos) pactan con Mohammed Ben Abbes, de manera indolora, su propia nulificación y su abdicación del poder. 

En el libro a veces uno tiene la sensación de encontrarse con momentos en donde no pasa nada. 

Sin embargo a pesar de que ambas historias deberían impregnarse una a la otra y juntas construir una contundente distopía,  la novela se va desgastando por momentos y al final ni la degradación política de Francia ni la conversión final del protagonista al Islam terminan de convencer. 

Existen varias razones para esto. Quizás la principal es que, a pesar de que la historia parece estar centrada en el surgimiento y consolidación de una dictadura totalitaria, ni estamos ante una novela política ni el autor ha querido escribir una. Houellebecq evade lo directamente político y trata de subordinarlo al drama de la decadencia personal del protagonista. Lo político aparece descrito en la novela de una manera superficial e incluso banal y en ningún caso se discuten los mecanismos de poder que Ben Abbes utiliza para seducir a la sociedad y después al mismo protagonista.

Otra razón importante es que Houellebecq para describir el desarrollo del islamismo en Francia echa mano de manera oportunista de buena parte de los clichés de la extrema derecha francesa y convierte parte de su propaganda en uno de los ejes que estructuran su libro. Convierte así los islamistas en una caricatura de una caricatura. Esto no sólo son un partido político sino un mundo estrechamente identificado con los árabes, lo extranjero y la inmigración y completamente ajeno a lo francés (que metonímicamente es asociado a lo europeo). Este mundo es una comunidad fantasmal, que a pesar de su enorme peso electoral, parece surgir casi de la nada (como si antes del triunfo de Ben Abbes no hubiera habido árabes en Francia) y que como un ejército extranjero militante y disciplinado, pronto ocupa el país. 

Otro factor que lastra la novela es el uso del discurso y del monólogo como medios para describir el surgimiento de la nueva Francia. Estos se convierten en relatos paralelos que terminan aislando la historia de Ben Abbes de la línea argumental principal, aletargan el flujo de los acontecimientos y le quitan dinamismo a la historia. En el libro a veces uno tiene la sensación de encontrarse con momentos en donde no pasa nada. 

La descripción del universo universitario es en cambio el mayor logro de Sumisión. Es en ese espacio donde la mayoría de los personajes interactúan y en donde la Francia decadente adquiere consistencia. De este modo, esta se encarna en una serie de tipos humanos caricaturescos y a la vez impresionantes en su representación de la mediocridad y la apatía. Son el retrato de una universidad cuya existencia parece suspendida en una eterna reproducción de sus limitaciones institucionales, impregnada de rutina y absurdo.  

Debido a estos defectos el tono de ambos espacios es desigual y nunca se llega a integrar del todo. La primera historia (la de François) termina girando en el vacío. Su proceso de conversión (claramente oportunista) es consecuencia de fuerzas que no llegan a explicarse del todo, pues ni sus fracasos amorosos ni los profesionales (a los que parece estar resignado) ni su estado de ánimo ni la prédica religiosa del rector de su universidad, (que al final es bastante cínica), son lo suficientemente contundentes como para entenderla.  

El resultado es un cuadro muy bien logrado de desánimo y apatía desarrollado en un contexto de irrealidad creciente, con un final creíble pero sin contundencia. 

©


Mi nombre es Carlos Herrera. Soy escritor, arqueólogo, historiador del arte y de las
religiones y un gran consumidor de cine, literatura, teatro y artes plásticas. Me encantan la política y la actualidad internacional. Desde que me gradué en la universidad en el 2014 me he dedicado a escribir. Tengo ya dos libros publicados (ficción) y varios artículos
académicos aun por publicar. Escribo textos sobre diversos temas desde la política internacional hasta arqueología, historia y literatura. Mi hobby es coleccionar libros —especialmente libros digitales. Mi obra literaria está influí da por mis estudios de arte y arqueología, así como por mi fascinación por las mitologías indoeuropeas e indígena americana. Literariamente lo está por las literaturas medievales europeas, así como por las latinoamericana y estadounidense del siglo XX. Mis autores preferidos son William Faulkner, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, Juan Rulfo y Mario Vargas Llosa. En mi trabajo se problematiza la relación entre naturaleza y los seres humanos así como los conflictos producidos por el encuentro entre diferentes visiones del mundo.